Durante el último par de semanas, un redactor de CANINO se ha embarcado en una empresa demencial: emparejar cómics legendarios con discos clásicos en Twitter, para convencer a los usuarios de que lean unos mientras escuchan los otros. Aquí están los resultados de su experimento (por ahora).
Servidora tiene claras pocas cosas en esta vida, pero una de ellas es que, en lo tocante a las redes sociales, es un cero a la izquierda. No porque no le agraden especialmente, aunque también, sino además porque sus capacidades para desenvolverse en ellas tienden a cero. Así pues, cuando posteó en Twitter el mensaje que pueden ver abajo, hace un par de semanas y teniendo frente a sí algo parecido a un puente, pensó algo así como: «Nah, a esto le harán caso los cuatro amigos de siempre y se acabará en unas horas». Craso error.
Escoger música para leer tebeos es más que una manía: es una ciencia. Por cada fav a este mensaje te recomiendo un cómic y un disco para acompañarlo.
— Yago García (@solo_en_saigon) November 8, 2018
Juro por lo más sagrado que las cifras van en serio: a las pocas horas de haber publicado el tuit (y eso que lo mandé ya tarde y en víspera de festivo), la cifra de favoritos se había disparado hasta superar el centenar. Al mediodía siguiente, había rebasado de largo los 200, y contando. Todavía hoy sigo recibiendo algún «me gusta» despistado que otro, y eso que apenas he conseguido hacerle frente a las cerca de 350 peticiones: según mis cálculos, debo de ir a trancas y barrancas por las tres cuartas partes, y eso en un cálculo optimista.
¿Qué extraemos de esto? Pues, para empezar, que la gente se apunta a lo que sea con tal de que sea gratis. Bueno, y también (yendo ya en serio) que eso de elegir acompañamientos musicales ad hoc para recrearse en sus clásicos favoritos de la viñeta no es algo tan raro o tan excéntrico como parece. Así pues, ¿por qué no sacarle partido al tema y hacer un artículo para CANINO? A eso vamos ahora.
Vista y oído: instrucciones de uso
Lo primero que hay que tener en cuenta a la hora de combinar música y cómics es que es algo que puede hacerse en casi cualquier momento y lugar. Bien en sillón orejero y con una cadena de bafles poderosos, bien en el metro o autobús y con auriculares de chichinabo, es un placer sencillo y relativamente asequible.
La segunda premisa es algo más complicada, y no sé si me llegará el vocabulario para exponerla, pero allá voy. Se trata de que, a mi modo de ver, el noveno arte se presta más que ningún otro (o casi ningún otro) a ser compaginado con una experiencia auditiva. Y esto por una razón muy sencilla: ambas disciplinas tienen su base en el ritmo. De la misma manera que la música puede ser definida como la sucesión de sonidos en el tiempo, con el compositor llevándonos a través de dicha sucesión mediante la armonía, el ritmo y otras herramientas, un dibujante de cómics gradúa nuestro paso por la página con el recurso tanto al dibujo propiamente dicho como a su división en viñetas.
Si se da por buena esta suposición, también puede aceptarse la que expongo ahora: que el cómic puede ser una experiencia más puramente sensual que la literatura propiamente dicha, al exigir un esfuerzo diferente (más inmediato, si se quiere) para descodificar la información que nos envía. Y, por eso mismo, uno puede autoinducirse una forma amateur de sinestesia leyendo al compás de sonidos que, en otros casos, serían solo una molestia a la hora de interpretar páginas llenas de letra impresa.
Pero, en todo caso, estamos hablando de una gozada, así que dejémonos de farfolla teórica y vayamos al lío.
Ovejas y parejas (los que salieron bien)
Las primeras recomendaciones del hilo fueron más o menos sencillas, sobre todo porque un servidor había ensayado ya algunas de ellas. Por ejemplo, al Warlock de Jim Starlin (una combinación letal de pulp, ambiciones más o menos filosóficas y psicodelia pura y dura, todo ello envuelto en una cuatricromía de la de arrancarse los ojos) solo podía corresponderle un elepé que reuniera todas esas condiciones, y encima con Lemmy tocando el bajo. Et voilá, el Space Ritual de Hawkwind, una cumbre del space rock más gaznápiro, está ahí para reventar orejas mientras uno ve a Adam, a Gamora y al resto de la panda enfrentándose contra el Magus y ese chavalote tan majo llamado Thanos, quien parece ser que ahora goza de cierta popularidad.
Para @WatcherBlog, esta jam cósmica del gran Jim y el gran Lemmy. pic.twitter.com/FuvlWH5738
— Yago García (@solo_en_saigon) November 8, 2018
Otra combinación de la que estoy bastante orgulloso, por rara que parezca, es esta de aquí abajo. Puede que Berserk y el álbum más siniestro de Leonard Cohen resulten poco compatibles a priori, hasta que uno recuerda que en el manga de Kentaro Miura hay mucho resentimiento y mucha entropía. Factores ambos de los que un disco como Song of Love and Hate va sobrado.
Puede que a @gur_pegui esto le parezca raro. Le aconsejo que pruebe, y ya verá… pic.twitter.com/CwgtWCVnrW
— Yago García (@solo_en_saigon) November 8, 2018
Y de la misma manera pueden ver que la música clásica también es muy apta para esta clase de locuras. A lo mejor las casi tres horas de la Pasión según San Mateo queden un poco grandes para un tebeo como Born Again, que se lee en una horita y media como demasiado, pero háganme caso: darse el gusto de leer esas primeras páginas en las que se trama la ruina de Matt Murdock mientras se escucha Kommit ir Töchter, el primer coral del oratorio, es un subidón. Y no solo por lo religioso, sino también porque al bueno de Bach se le daba de lujo conjurar la sensación de un desastre inevitable, justo como el que se cierne (pasito a pasito, de su exnovia yonqui a las manos de Kingpin) sobre el ‘Hombre Sin Miedo’.
Pero tampoco hay que ponerse tan solemnes. Sin ir más lejos, pensar en este álbum de Mortadelo y Filemón es, para mí, pensar en Los Nikis, porque pocos como ellos han expresado de una forma tan divertida ese espíritu de chapuza, tan ibérico él y tan presente en el mejor Ibáñez.
Asimismo, también hay combinaciones que se hacen solas. Porque si un álbum como El Niñato, spin-off de Makoki obra de Gallardo y Mediavilla, transcurre en la Barcelona más chunga de los 80… pues qué va a usar uno como banda sonora si no es La Banda Trapera del Río.
Y, siguiendo este razonamiento, acabamos emparejando a Phil Ochs con el Green Lantern / Green Arrow de Denny O’Neil y Neal Adams. Por un lado, cantautor que trató de acercar a la izquierda radical de EE UU a la música pop para así divulgar mejor su mensaje. Por otro, el guionista y el dibujante que convirtieron al cómic de superhéroes en vehículo de rojerío. ¿Pegan, o no pegan?
Y, si uno tiene entre manos una joya como las Paper Girls de Brian K. Vaughan y Cliff Chiang, pues no le va a adjudicar cualquier cosa. Aunque KJ, Erin y el resto de las repartidoras considerarían este recopilatorio de Stereolab como música para viejunos, y eso que es de su etapa punkarra, pero verlas capear paradojas temporales al ritmo de French Disko es, lo aseguro, una gozada.
Por otra parte, el experimento sirvió para recordar conexiones inesperadas. ¿Sabrían los miembros de Can quién era Jack Kirby? ¿Conferenciarían con el Vigilante y Estela Plateada en la intimidad? Seguro que sí.
El hilo también sirvió para revelar manías particulares. Como, por ejemplo, que cuando a uno le da por revisar la vida y milagros de Bruce Wayne, suele elegir cosas de jazz muy fresco y muy cool para sus aventuras clásicas, como las tramadas por Marshall Rogers y Steve Englehart…
…Pero después, cuando toca ir a por lo más reciente (los Detective Comics escritos por James Tynion IV, para empezar) Gotham City le suena a gueto con beats.
Asimismo, este repaso también le ha servido para reivindicar cómics dignos de mejor recuerdo. Ahí tienen ustedes Matadero, una aventura muy sanguinaria y malrollista de Daredevil y Viuda Negra escrita por Jim Starlin en 1993. Como el tebeo cerró la colección Novelas Gráficas Marvel (bastante irregular de por sí), y además el dibujo de Joey Chiodo tampoco es para tirar cohetes, apenas suele aparecer en las listas de clásicos de su época. Pero merece tanto la pena tanto como el elepé que lo acompaña, vaya que sí.
Volviendo la premisa del revés, uno también ha aprovechado para juntar cómics aclamadísimos con grupos a los que no conoce ni su padre. ¿Qué tienen en común Jack el Destripador, Alan Moore y los Coil, preguntan? Pues qué va a ser, gente: la magia negra…
Por otra parte, las ocasiones de presentar material de temática LGBT también fueron bienvenidas y aprovechadas. Lo que digo en el mensaje sobre En la misma clase (encantador manga slice of life de Asumiko Nakamura sobre una pareja de novietes con la cabeza a pájaros) y el plasta de Morrissey va en serio, aunque las canciones del susodicho y Johnny Marr le peguen a la historia como un guante.
Recomendar a pioneros en la cosa del cómic no hetero también estuvo muy bien. Por ejemplo, me di el gusto de emparejar a uno de ellos (Howard Cruse, aquí representado por su Stuck Rubber Baby) con el mejor organista de jazz de todos los tiempos…
También vino al caso recordar que la obra de Alison Bechdel no se acaba en un test convertido en meme. Ni tampoco en sus ‘novelas gráficas’ aclamadas por la crítica como Fun Home: Bechdel tiene en su historial una formidable y larguísima obra humorística, bien acompañada con rock a todo trapo.
Otro placer fue emparejar discos y tebeos supuestamente ‘menores’, pero que me encantan. Aquí, sin ir más lejos, le di candela a Rom, caballero del espacio (una de esas licencias jugueteras que el guionista Bill Mantlo convertía en obra de arte) y a Amethyst, Princess of Gemworld, la enjoyada magical girl lanzada por DC en 1983. Sus compañeros: el disco más majete de unos segundones ilustres del rock progresivo (Camel) y esas Heart cuyo trono entre los grandes del rock duro no siempre es reconocido.
Y, por si todo esto fuera poco, también tuve ocasión de escribir un mensaje en idioma kobaiano, porque los tebeos de Philippe Druillet se merecen eso y mucho más. Chúpate esa.
Churras y merinas (las que no salieron tan bien)
Han sido muchos discos, han sido muchos cómics , y entre tanta mandanga, pues pasa lo que pasa: que uno se acaba arrepintiendo de algunas selecciones pensando que a lo mejor no pegaban tanto. ¿Algunos ejemplos? Pues tengo de sobra. Para empezar se me ocurre que a lo mejor el manga Blame! no pega tanto con rockazo industrial a saco (el Pretty Hate Machine de Nine Inch Nails) como con algo más abstracto, si bien ruidoso. Todavía me estoy arrepintiendo de no haberle adjudicado el Tri Repetae de Autechre, disco con el que lo acompañé muchas veces cuando me lo leí por primera vez.
Por otra parte, también hubo momentos que me hicieron recordar que soy un hombre mayor de cuarenta años. Lo cual, por si alguien no lo sabe, es una de las peores cosas que se pueden ser en esta vida.
Y que me aspen si sé en qué estaba pensando cuando junté a estas dos. El consejo al usuario en cuestión, eso sí, lo sigo suscribiendo.
Pese a todo ello, estuvo muy bien. Y lo sigue estando, porque todavía me queda un centenar largo de favoritos por contestar… y tengo miedo de que mirar en la lista mental con todos los tebeos y cómics que he leído a lo largo de mi vida y encontrarme que en ella no queda nada.