'Nic' mola tanto que es capaz de custodiar en su casa una reliquia paleontológica de valor incalculable. Y, como en el fondo es un héroe, también sabe renunciar a ella si se lo piden.
¡Gracias, Nicolas Cage, por proporcionarnos al menos un titular desaforado por semana! Si hace no mucho te hablábamos de cómo el sobrino de Francis Ford Coppola había ayudado a resolver un caso de secuestro en la vida real, ahora podemos ofrecerte una historia casi tan inverosímil (pero cierta) cortesía de The Hollywood Reporter y de nuestro colaborador Jonatan Sark. Porque, si bien muchos actores que también son coleccionistas compulsivos pueden ser noticia por deshacerse de una reliquia arqueológica adquirida en extrañas circunstancias, sólo ‘Nic’ puede llegar a la prensa cuando dicha reliquia es el cráneo de un tiranosaurio.
Recapitulemos: en 2007, tras una encarnizada puja contra Leonardo DiCaprio, Cage se hizo con la calavera de un Tarbosaurus Bataar, gigantesco depredador de 75 millones de años de antigüedad y pariente lejano del Tiranosaurio Rex. Seguramente, el cráneo de marras debía lucir divino en su salón (al lado de la colección de cabezas reducidas, suponemos, por el contraste) pero su origen resultaba dudoso cuanto menos. Porque su certificado de autenticidad era dudoso, los cauces por los que había llegado a pública subasta resultaban poco claros, y todo parecía indicar que la pieza había sido trasladada ilegalmente a EE UU desde Asia central.
Efectivamente: hace dos años, agentes del gobierno estadounidense contactaron con ‘Nic’ para comunicarle sus sospechas: el cráneo de reptil gigante había sido robado en Mongolia Exterior. Ahora que el latrocinio ha sido confirmado, Nicolas le ha devuelto la reliquia a las autoridades del país asiático. Pero voluntariamente y de buen rollo, ojo. Un gesto cuyos méritos se multiplican si recordamos que la pieza le salió a nuestro hombre por cerca de 300.000 euros, y que llega a extremos de auténtica santidad jurásica cuando uno tiene presentes las palabras de Homer Simpson: “Tendrá todo el dinero del mundo, pero hay algo que jamás podrá comprar… ¡un dinosaurio!”.