Llega el viernes, y llega nuestro repaso a los contenidos más apetitosos de Filmin: comedias políticamente incorrectísimas (pero más necesarias que nunca), visitas a la cara oculta del cine de kung fu, clásicos de culto con robots asesinos y la mejor sátira política de la historia de la TV son nuestras pescas de la semana.
La redacción de CANINO ha indagado esta semana en el catálogo de Filmin, nuestro servicio de streaming favorito, para ofreceros un menú que va desde los experimentos multipremiados en festivales (pero de raíz popular) hasta un documental sobre un tema que a todos nos quita el sueño (gozosamente) y una comedia frente a la cual la acostumbrada palabrería sobre los límites del humor se queda en eso: en palabrería. Vamos allá con la selección.
El wuxia crepuscular: The Assassin
The Assassin (Hou Hsiao-Hsien, 2015): En Oriente y alrededores, el wuxia (es decir, el cine de artes marciales) es un género con una gran tradición y múltiples posibilidades. Algo así como el western para el cine de Hollywood, siempre que el western hubiera empezado a incubarse en la conciencia colectiva hace quinientos años, más o menos. De modo que a un cineasta con tanto caché como Hou Hsiao-Hsien no se le caen los anillos por hacer un filme con tortazos y buchantones. Pero, por eso mismo, se lo puede llevar a su terreno: protagonizada por la formidable Shu Qi, y con muchos premios de calité, incluyendo dos trofeos en Cannes, The Assassin es una historia de venganza e intrigas en la China antigua, cuyas escenas de lucha están minuciosamente coreografiadas pese a prescindir de los saltos kilométricos, las acrobacias y los alardes. Lo que de verdad le interesa al director, en realidad, es explicar el por qué de esos enfrentamientos, y las cicatrices que dejan… no sólo en el cuerpo de quienes los llevan a cabo.
La comedia necesaria: Four Lions
Four Lions (Chris Morris, 2012): Tras los atentados de Bruselas, es normal que muchos quieran coger con pinzas una película como esta. Incluso tildarla de inoportuna, o de ejercicio de mal gusto. No nos extraña, porque Chris Morris (uno de esos comediantes que sólo el Reino Unido sabe dar, responsable de la primera versión de The IT Crowd) quiso burlarse del terrorismo islamista en sus mismas barbas, demostrando que quienes lo practican son, en esencia, imbéciles. Pero, lo que son las cosas, Four Lions consigue sus objetivos: para la banda de yihadistas que la protagoniza, preparar un atentado suicida no es sólo una forma de inmolarse por una causa, sino también de convertirse en estrellas mediáticas. Empleando copiosamente la vergüenza ajena en sus gags, esta película expone una táctica infalible para enfrentarse al Horror: mirarle a los ojos, captar su estupidez esencial, y reírse de él a carcajadas.
El documental pixelado: Gameplay, la historia del videojuego
Gameplay, la historia del videojuego (Richard Goldgewicht, 2014): Un denso buceo en profundidad por la historia del videojuego, desde los primeros y titánicos esfuerzos con tecnología pedrestre hasta la actualidad, convertidos en entretenimiento de masas y árbitros de las costumbres digitales. De Pac-Man a World of Warcraft ha pasado mucho tiempo, y este documental hace un excelente trabajo repasando tantas décadas, aderezado con excelentes animaciones que ponen en situación y una extraordinaria capacidad de síntesis. Si eres experto en videojuegos, te encantará; si no es lo tuyo, es una estupenda forma de iniciarte.
El clásico de culto robótico: Hardware, programado para matar
Hardware, programado para matar (Richard Stanley, 1990): Quien conoce a Richard Stanley (recomendamos para hacerse una idea aproximada de su genio la delirante Lost Soul –2014-, acerca de cómo se hizo La isla del Dr. Moreau -1996-) sabe que es una fuerza de la naturaleza: uno de los creadores más personales del Hollywood de los noventa, lamentablemente echado a perder por la industria, pero que arrancó fuerte con esta especie de relectura de Terminator (1984) en clave (aún más) barata, ecologista, mesiánica y feminista. Mark-13 se convirtió en devastador sinónimo de una inteligencia robótica futura e indestructible y ayudó a configurar una película de culto que tanto te cita a Argento como a los clásicos de la ci-fi de serie B de los ochenta. Redondea el conjunto una apocalíptica banda sonora de Ministry, Motörhead y PIL.
La serie con politiqueo: House of Cards
House of Cards (199o): Con todos nuestros respetos a Kevin Spacey y David Fincher, admitámoslo: tal vez Frank Underwood sea un grandísimo bastardo del mal, pero no le llega ni a la suela de los zapatos a su predecesor, el muy honorable Francis Urqhardt, MP. Antes de que el protagonista de su versión estadounidense tramase villanías en Washington, la versión original (y británica) de la serie hizo historia de la ficción política, presentándonos al genial Ian Richardson (uno de esos actores british que lo mismo te hacía un Shakespeare, que un musical, que le prestaba su voz a LA MUERTE del Mundodisco) aprovechaba el caos posterior a la caída de Margaret Thatcher para dejar las Casas del Parlamento como un solar. Todo ello entre sagaces apartes que convierten al espectador en cómplice de su perfidia. Si nos dan a elegir, nosotros nos quedamos con esta versión del show: es más concisa y menos culebronesca, te implicas más en sus malignidades y, además, te ríes con los extremos a los que puede llegar el antihéroe. Podéis pensar lo que queráis: nosotros rehusamos hacer comentarios.