Octavio Botana (Barcelona, 1974) es el editor al frente de Sapristi, sello de Roca Editorial especializado en cómic. A pesar de formar parte de una gran empresa, Sapristi es un proyecto personal de Botana; aprovechando el quinto aniversario del sello, conversamos con su editor para repasar su historia, éxitos y fracasos, así como el futuro próximo.
Gerardo Vilches (GV): Me gustaría comenzar preguntándote cómo surge la posibilidad de convertirte en editor de Sapristi en 2015.
Octavio Botana (OB): Yo había estado trabajando a comienzos de los dos mil en una discográfica francesa, de responsable de promoción. Después estuve de responsable de prensa en RBA, lo que fue una experiencia brutal llevando a autores que venían a España a hacer promoción. Hubo mucho de conocer a los medios, a los periodistas; como un entrenamiento para lo que yo entonces no sabía que iba a venir. Después trabajé para Fnac durante siete años, entre 2007 y 2014, encargándome de la programación cultural de Fnac Triangle de Barcelona y de exposiciones, entre ellas muchas de autores de cómic. También me encargaba de la comunicación de la tienda. Era todo el rato estar al teléfono con autores, editores, periodistas… Una programación diaria y un ritmo loquísimo de una tienda que abre doce horas al día. Conocí a todos los editores y responsables de prensa, y a millones de autores. Hacíamos también las jornadas de cómic que coincidían con el Saló y en las que teníamos a noventa autores firmando en un solo día. Por allí ha pasado todo dios: Riad Sattouf, Seth… Dejé Fnac en junio de 2014, hasta las narices de todo, pero ya con la idea de montarme algo, una productora, algo así… No sabía qué al principio.
Al final me dio por el cómic e intenté pergeñar una especie de sello para ofrecerlo a alguna editorial, y en la segunda entrevista que tuve, con Roca Editorial, me dijeron que sí y que empezara a pensar títulos. En ese momento te acojonas un poco, porque te están pidiendo ya que cierres títulos. En menos de medio año tenía que tener contratadas varias obras. Sin ninguna experiencia detrás tenía que presentarme a editoriales extranjeras, con el respaldo de Roca pero desde mi propio Gmail… La idea era: «tú los fichas, nosotros los pagamos». Estaba encantado porque es lo que quería hacer, y aunque el sueldo fuera bajo, había conseguido una estabilidad laboral. El primer medio año fue de hacer booking de autores, trabajando en casa, y dándoles el cómic listo para imprimir a la editorial. En marzo de 2015 salió el primer título de Sapristi, Matar a mi madre de Jules Feiffer, un autor de reconocido prestigio, aunque quizás no con mucho nombre en España, porque yo necesitaba algo así para empezar. Era una edición en tapa dura y con buen papel, cara, pero creo que necesitábamos dar un puñetazo en la mesa. Una editorial con la trayectoria de Roca que se inventa un sello gráfico, si sale al mercado con nombres más desconocidos sería cagarla, un poco. El primero tenía que ser potente, y luego ir viendo qué más podía publicarse. Ese fue el plan en 2015.

GV: Precisamente quería preguntarte por ese primer año de la editorial. De ese 2015 me sorprende mucho lo ecléctico que es. No parece haber una línea editorial definida: publicáis Los Wrenchies, Ghetto Brother, Alena, The Lonesome Go… Sorprende mucho la variedad.
OB: Sí, totalmente de acuerdo. Fue un batiburrillo, por decirlo pronto, de todo lo que me gustaba a mí… Viniendo de la nada y sin poder mostrar títulos ya publicados a editoriales como Fantagraphics o Drawn & Quarterly tuve que picar aquí y allá, viendo qué títulos estaban libres, dentro de lo que me gustaba, ya que me daban carta blanca total. Pero es cierto que el primer año es una especie de pandemónium multiestilístico sin una línea clara. Y, de hecho, hay tantos títulos extranjeros porque tampoco sabía cómo convencer a un autor de aquí, ni qué pagarle… También necesitábamos ver las ventas, conocer a libreros, comerciales y distribuidores. La cosa no fue nada mal. En el segundo año fue cuando ya se pensó en tirar por alguna línea más definida.
GV: ¿Cómo haces esa criba? ¿Es una cuestión de ventas, de lo que mejor funciona, o con lo que tú te sientes más cómodo?
OB: Es una cuestión de gustos personales y potencial comercial. Y calidad. Cómics que yo crea que tienen que ser publicados. Si te fijas, es una mezcla entre autores injustamente olvidados como Feiffer y apuestas como Niklas Asker, de quien publiqué Doble sentido, que era un trabajo de fin de carrera. Luego está Ghetto Brother, un cómic que a mí, que me flipa mucho el hip hop, me apetecía sacar. Y nuestra querida Jen Wang con En la vida real y la enorme Emily Carroll con Cruzando el bosque, dos autoras actualmente ya muy de la casa. De hecho, me planteé sacar todas las historias sobre hip hop de Ed Piskor, en su momento, pero me pareció algo un poco suicida, no me parecía muy comercial. Por otro lado, compañeros de Random House, el grupo que nos distribuye, me dieron algunas claves para fichar a autores cuya comercialidad y talante underground no iba reñida, me ayudaron a tomar decisiones basándome en criterios distintos. No quería parecer que Sapristi era el sello indie de una editorial distribuida por un gran grupo y que nadie se fijase en nosotros. Convertir a Sapristi en eso me daba miedo. Había que seguir picando más alto y creyendo en el catálogo que estaba configurando.

GV: En 2016, precisamente, publicas Intrusos, de Adrian Tomine, que seguramente sea de tus autores más top y el más conocido en España. ¿Fue un hito para la editorial?
OB: Sí, totalmente. Cuando vi que tenía opciones de hacerme con la obra, hablando con los editores, recibí un correo personal de Tomine comentándome que quería cambiar de sello, y que adoraba a Jules Feiffer… Quizás le hacía gracia que lo publicara el mismo editor. Recuerdo que les dije a los jefes que íbamos a publicar un cómic que no solo nos iba a dar muchas alegrías, sino que iba a ser un longseller. Gracias a eso me permitieron subir la oferta. Y me di cuenta de que ya tenía lo que necesitaba: un cómic potente de verdad que pudiera enseñar. Ir a Angoulême y decir “hey, que Intrusos lo he publicado yo”. Eso sirve. No lo haces solo por eso, claro, lo haces porque crees que es un cómic bueno y que va a gustar. Y el siguiente cómic de Tomine lo vamos a sacar nosotros también, este mismo año. En fin, que 2016 fue el año de decir “aquí estamos nosotros”.

GV: Así como 2015 es un año de hacer catas, en 2016 se van asentando diferentes líneas muy claras: el cómic español, la novela gráfica extranjera más ortodoxa y un cómic juvenil muy específico, nos podemos inventar la etiqueta de cómic juvenil de autor… ¿Esto fue algo deliberado por tu parte o te fueron llevando las circunstancias?
OB: No, es exactamente como tú has dicho. De hecho, recuerdo hablar contigo, y con otras personas del sector, que este tipo de cómic quizás no tenía mucho público en España. Lo que podemos llamar young adult. Pero la apuesta por Leñadoras me ha funcionado genial. Era verdad que, por aquel entonces, no habían funcionado muchos cómics de ese perfil. Hasta que llegaron algunas editoriales, entre ellas Sapristi, y empezamos a sacar ejemplos de ese género, esa franja de edad…

GV: Desde luego, la apuesta funcionó… Recuerdo hablar contigo de que había cómics muy interesantes en esta línea, de editoriales como First Second, pero sí que es cierto que yo tenía la sensación de que, por el motivo que fuera, no terminaban de funcionar aquí. Demostrar que sí había un público para ello creo que es uno de los puntos fuertes de Sapristi, desde luego, abrir ese camino con Leñadoras, pero también con Jen Wang, una autora a la que publicas cuando aquí no la conocía nadie.
OB: Sí, exacto, En la vida real de Wang y Cory Doctorow fue nuestro segundo cómic, salió en abril de 2015.
GV: Y luego El príncipe y la modista, que lo peta. No sé si es el cómic más vendido de la editorial…
OB: Estamos en la quinta edición. Intrusos lleva cuatro, más la edición de bolsillo, que se podría considerar una quinta, y del primero de Leñadoras llevamos cuatro. Se puede decir que El príncipe y la modista es el top, sí. Yo estoy muy contento porque esta línea se definió como sucede siempre: vas a las ferias y las editoriales ven lo que ya has publicado, y te proponen títulos en función de eso, de forma que tu línea de young adult se empieza a nutrir de cosas que tú ni conocías. Asimismo, otras editoriales, es normal, empiezan a sacar cómics en la misma línea. De hecho, Giant Days, que publica Fandogamia, estuvo en mi mesa el mismo día que Leñadoras. Tuve que elegir entre ambos y me quedé con el segundo. Soy superfan de Giant Days, me encanta. También le eché el ojo a Paper Girls, que salía cada comic book por un ojo de la cara… Yo ya estaba pendiente de ese nicho teenager, de editoriales como First Second, Image… A mí me gustaba como lector y creía que en España comenzaría a funcionar.

GV: Luego tendríamos una novela gráfica más adulta, con Adrian Tomine, Jonathan Case, Giorgi Marras… Y luego tenemos el cómic español. ¿Esos serían los tres pilares de Sapristi?
OB: Sí, serían esos. Pero un periodista me dijo una vez que notaba mucho interés hacia la cultura urbana, la adolescencia, la música (el hip hop, el heavy…) Y es verdad. Y luego el humor, claro, con Pablo Ríos, que fue un idilio. Una especie de enamoramiento casi personal. En ese sentido, yo me dejo mucho enamorar. El primer autor nacional fue Miguel B. Núñez, con Heavy 1986, que vi clarísimo. Cuando me llegó sabía que había pasado por muchas editoriales, y no había manera de que nadie lo fichara. Pero, modestia aparte, yo lo vi enseguida: cultura urbana, heavy, años ochenta, en España: ¿cómo que nadie te ha publicado esto? No tenía ningún sentido. Fue el primer cómic que publicamos en castellano y el primero que reeditamos en Sapristi.
GV: ¿Tenías claro desde el principio que querías publicar a autores españoles?
OB: Sí: está en la presentación que usé en mi primera reunión con Roca. Era algo para el futuro. Yo conocía a muchos autores, pero insisto en que no tenía nada que enseñarles. Y tampoco quería correr ese riesgo… Te lo diré muy claro: pensé que si me voy a pegar una hostia con los cómics en el primer año, mejor me la pego con autores de fuera. Ya me entiendes. A un autor español quiero embelesarle con un catálogo, con una línea. Si nos la pegamos, nos la pegamos, pero más adelante. En el primer año preferí otra estrategia.

GV: ¿Podemos hablar de cifras? ¿Cuál sería la tirada media de un título de Sapristi?
OB: 1500 ejemplares. Pero, al estar en un grupo descomunal, la preventa te sirve de pulso para saber con cuántos salir de imprenta. Random House trabaja con mucha antelación a nivel de novedades. Medio año antes tienen que tener la ficha del cómic, el precio… todo. En ese tiempo traduces, rotulas y explicas la obra a todos los comerciales, que a su vez lo transmiten a todos los libreros y así me llega un feedback que me orienta. Por ejemplo, te dicen: del de Riad Sattouff tira 2500. Puedes hacerles caso o no, claro. Con Pablo Ríos, recuerdo el affaire de diciembre de 2016 con Presidente Trump, que estaba fuera de programación: no hubo tiempo de hacer ningún estudio. Pero nosotros pensamos que había que tirarse a la piscina con 2000 ejemplares: estábamos en Navidad, era humor, era Trump, era Pablo Ríos…Vamos a tope. En ese caso no usamos el pulso de Random para nada. Otra vez vas a una reunión y cuentas que vas a sacar el nuevo de Jen Wang y dices que vas a tirar 2000, y te recomiendan que saques 3000… Te lo argumentan bien y haces caso.
GV: Ese y Leñadoras serían los títulos más vendidos, junto con Emily Carroll, ¿quizás?
OB: Pues no, fíjate: el primero de Carroll, Cruzando el bosque, funcionó muy bien pero no llegamos a agotar edición. Si tiramos 1500, venderíamos 1200 o así. No llegamos a agotar y me sabe mal, porque es un comicazo.

GV: Me interesa esto de las cifras por saber hasta qué punto puede ser un baremo que determine si publicas o no un cómic. ¿Te preguntas si un cómic puede llegar a vender esos 1500, es un factor que tienes en cuenta?
OB: Sí, si lo tengo. Por suerte, al trabajar siete años en Fnac viendo en directo cómo se movían los compradores de cómic, y tener una esposa que ha sido librera doce años, te vas forjando un ojo comercial mezclado con intuición y algo de chiripa. Pero, claro, si sacas a Tomine sabes que vendes 4000 ejemplares de tirada inicial.
GV: ¿Hay algún título que haya supuesto una espina clavada, que te gustara mucho pero no acabara de funcionar?
OB: He tenido mala suerte con los franceses, en general. No sé si será algo parecido a otros editores o que a mí, al venir de la nada, me cuelan cosas raras, o que son las que me gustan a mí… Loïc Locatelli, por ejemplo, no acabó de funcionar.
GV: ¿Qué tal fue Hotel California de Nine Antico?
OB: Ese es el primer gran fracaso de Sapristi.

GV: Oh, pues a mí me encanta.
OB: A mí también. Ese lo negocié con L’Association, lo contraté hablando primero con la autora, en Angoulême. No creo que haya vendido más de 500 copias de la tirada de 1500. Intenté invitarla pero no pudo venir, aunque hicimos algo de prensa… No gustó, y eso que yo creo que lo tenía todo. Por mí sacaría todo lo de Antico, pero la editorial al final tiene que justificar unas ventas… Se cabrearon bastante cuando lo comenté a los editores franceses, la verdad.
GV: Riad Sattouff, en su momento, fue el gran fichaje de la editorial.
OB: Sí, el gran fichaje europeo. Al principio todo fue muy bonito. Algunas voces me advirtieron de que no era un autor que ayudara mucho en la promoción…
GV: A mí me han comentado que no le gusta mucho viajar.
OB: Nada, no. Yo estaba entusiasmado, la serie de Los cuadernos de Esther me parece buenísima, el personaje me parece tremendo, y el retrato de la Francia millenial es demoledor. El primero agotó tirada. No llegamos a reimprimir porque no hubo más pedidos, pero anticipaba que la serie iría bien. Sin embargo, del segundo ya vendimos la mitad, y del tercero, ni la mitad. No sé qué pasó, porque hicimos los mismos esfuerzos, los libreros lo compraban igual… El tema se fue descafeinando, me llegaban unos informes de venta terribles, y estuve casi dos meses dándole largas a mis jefes, pidiendo tiempo para pensar si seguíamos publicándolo. Pero, al final, tuve que rendirme, porque tenía cero ayudas.

GV: Quizás eso es lo peor de ser editor: cuando crees a muerte en un título que tienes que dejar de publicar porque las cuentas no salen.
OB: Totalmente. También es verdad que el target —un término de marketing que odio— de ese cómic era muy extraño en España. En Francia cualquier tipo de cuarenta o cincuenta años tiene un montón de cómics en casa, y sus hijos también. Los cuadernos de Esther lo podía entender perfectamente el padre y el hijo, pero en España no lo veo tan claro, la realidad no interpela tan directamente al lector español. A pesar de que yo recibí buen feedback de libreros con hijos pequeños que lo habían leído… No tengo ni idea de cuál es la franja de edad para colocar este cómic, lo asumo.
GV: Yo creo que las series siempre son complicadas. Sin embargo, luego tienes Leñadoras, que supongo que sí se está manteniendo mejor.
OB: Sí, sí funciona muy bien. Como te decía, el primero va por la cuarta edición, y el segundo y el tercero van por la segunda. Y eso que tampoco me han ayudado nada las autoras, pero no ha hecho ni falta. Ha calado muy bien, es una serie más americana-universal, más teenager, más televisiva, gamberra… En España quizás guste más eso que el retrato social de la Francia actual. No sé si compararlos, pero la verdad es que con Leñadoras no hay que hacer casi nada y vende muy bien.
GV: Ha generado un fandom; hay todo un sector de lectores y lectoras pro diversidad y LGTBI que han encontrado un cómic perfecto en Leñadoras.
OB: Totalmente, y me siento especialmente orgulloso. Hablando sobre esto, me preguntaba hace poco Elisa McCausland si había una especie de voluntad LGBTI en Sapristi, que abogara por esto y por autores y autoras gays y lesbianas. Y le dije que sí, hay una “discriminación positiva”, digámoslo así. Yo he querido tirar por ahí desde el primer año de Sapristi, desde Emily Carroll, Leñadoras… He tenido esa voluntad de dar visibilidad a autores LGBTI, o sus personajes son LGBTI o su temática visibiliza de algún modo a los colectivos LGBTI. Si me llega un título de un autor gay que me cuenta su vida, presto más atención que si me llega un memoir de alguien hetero, esto es así. Es que lo voy a leer primero, te lo digo claramente. Insisto, luego puede ser malísimo y se descarta, pero tengo esa premisa completamente integrada.

GV: Es un criterio que puedes tener como editor, igual que otros editores tienen otros, y a mí me parece perfecto.
OB: Se ha visto enseguida que, a partir de publicar este tipo de obras, empezaron a llegar a la editorial muchas felicitaciones por el apoyo y propuestas de obras con temática LGTBI, lo cual me parece genial.
GV: Al hilo de esto, me gustaría retomar un título que fue polémico, aunque no por vuestra parte; me refiero a Sadbøi (2017), de Berliac, que protagonizó una polémica muy dura en Estados Unidos, hasta el punto de que Drawn & Quarterly decidió cancelar su publicación. Tuvo que ver precisamente con un conflicto que él tuvo con una autora trans unos años atrás. Sin embargo, tú te posicionaste claramente a favor y en defensa de tu autor.
OB: Sí, porque yo lo que fiché fue una obra, aunque siempre fiches también a un autor, lógicamente. La obra me pareció y me sigue pareciendo buenísima. Yo la fiché mucho antes de la polémica y probablemente lo habría hecho después. Hay que entender que Berliac es una persona que se posiciona, que tiene un discurso —a veces contradictorio—, lo cual lo convierte en una personalidad atractiva, polémica… Él también busca un poco esa polémica en redes sociales. A mí todo ese ruido ni me va ni me viene, pero en aquellos momentos sentí que tenía que dar mi punto de vista y decir que ese cómic iba a salir en España según lo planificado. Hice un comunicado que leyó Berliac antes de lanzarlo a redes, y que agradeció mucho. Me llegaron mensajes de editores y periodistas diciéndome que cómo se me ocurría… Buf, calmaos todos un poco, porque vamos sacar la obra, vamos a leerla, y luego ya nos tiramos los platos a la cabeza si queréis. Pero retirarse antes de la batalla me parece una tontería.
GV: Yo pienso que acertarse, porque ya poca gente se acuerda de la polémica pero el cómic sigue en las librerías. Lo cual tal vez sirva para reflexionar sobre cómo son las dinámicas de las redes sociales.
OB: Sí. A mí me gustan y llevo las redes de Sapristi, pero hay que distanciarse un poquito. Somos seres vivos que caminamos y vamos a las tiendas. Las redes son etéreas, números binarios, otra realidad. Mosquearse con alguien en Facebook y Twitter es normal, y a veces puede ser hasta sano, pero la calle es otra cosa. A mí que alguien discuta en redes… bueno, bien, sale algo cada dos por tres, y está bien, pero estamos todos en el mismo barco, en un país pequeño en el que se vende muy poco: vamos a intentar llevarnos bien.

GV: En todo caso, a mí me parece muy interesante tu posición; tener una postura pro diversidad, de apuesta explícita por esas temáticas y autores, pero, al mismo tiempo, tener un compromiso con la libertad de expresión y los puntos de vista de un autor. Me parece una posición muy compleja para la simpleza con la que se suelen zanjar estos debates actualmente, pero que yo aplaudo.
OB: Te lo agradezco. Yo creo que lo que vendes es el cómic. Las polémicas no tienen tanta importancia.
GV: Hablemos de los autores españoles que publicas. Comienzas en 2016 con Miguel B. Núñez, el siguiente es Pablo Ríos, y desde 2018 apuestas ya abiertamente por autores que tienen mucho que ver entre sí y que pertenecen al mismo círculo, en torno a Barcelona: Camille Vannier, Nadia Hafid, Lorenzo Montatore… Es una tendencia bastante experimental; no estás apostando por el mainstream, sino por cosas bastante curiosas.
OB: Sí, no lo sé explicar, no sé si hay una voluntad… Los autores comerciales siempre van a ser publicados. Cualquier editor va a querer hacerlo. Pero, claro, yo siempre he leído mucho cómic underground, tengo la casa llena de fanzines —creo que tengo más que cómics, probablemente—, y mi línea va por ahí. Yo voy a Fatbottom o a Molar y me pongo como loco comprando cosas que no encuentro en librerías grandes. Lo que busco son nuevas narrativas, nuevas técnicas… cosas diferentes. Eso es una especie de educación sentimental, del gusto y de la vista. Entre un Alfonso Zapico, por decirte un autor que me gusta, y una Nadia Hafid, no tardaré ni un segundo en decirte lo que quiero publicar.

GV: Independientemente de que te gusten los dos…
OB: Exactamente, sin desmerecer a nadie. Por ejemplo, soy ultrafan de Bartolomé Seguí, pero no sé si querría publicarlo. Hay editoriales con una línea clara, que tienen sus Paco Roca y demás, y yo ni puedo ni estoy interesado en publicar eso. Sin embargo, cuando voy a Fatbottom se me van los ojos detrás de muchas obras. Si voy a la Fnac me fijo en menos cosas, o tradicional no me llama como editor. Sí como lector: tengo la casa llena de obras muy comerciales. A eso súmale que empiezo a conocer autores nacidos en los noventa y en los dos mil, que me los encuentro por la calle, o en el GRAF, con los que flipo y les compro todo lo que hacen, es normal que llame a autoras como Bárbara Alca, Nadia, Camille… No me cuesta nada. Son los autores que quiero publicar. Es cierto que tienen una línea casi underground, pero considero que hay que darles esa pátina comercial y que estén en las librerías grandes, darles el mismo tratamiento que a una obra de Zapico, porque tiene la misma calidad. Aunque un librero me diga: “hostia, ¡qué dibujos más raros hace Camille, no hace viñetas!”. Bueno, es así, no pasa nada.
GV: ¿Están funcionando bien, de momento? Imagino que dependerá de cada título, pero ¿estás contento?
OB: Los dos de Miguel B. Núñez funcionaron muy bien. Pablo también; aunque sus ventas han ido bajando, pero es normal. Vannier no agotó tirada, pero llegamos casi a los 1000 ejemplares vendidos y además se vendió al mercado francés, así que estamos muy satisfechos. Starman (2019) de Cristina Triana también conseguimos venderlo en Francia, Maldita casa encantada (2019) de Artur Laperla ha ido bien. A Bárbara Alca la conocía desde hace años, de comprarle fanzines y pegatinas en el Gutter Fest, y siempre tuve claro que quería publicarle algo. A Jordi Pastor también lo tenía controlado; es un autor muy versátil y me pareció muy interesante hacer un eroguro sin límites como era La chica del templo (2019). Me parecía arriesgado, pero hay que arriesgar. Seguirán saliendo cosas de este tipo, hasta que no me digan que algo no puedo sacarlo, yo encantado de seguir haciéndolo.
GV: ¿Eso no te ha pasado todavía? ¿Nunca te han dicho que no a un título?
OB: No recuerdo que me lo dijeran nunca, pero si es así me he buscado las vueltas para acabar publicándolo. Alguna ceja se ha podido alzar, pero mi obligación es defender la obra y publicarla igual. Quizás con alguna cosa de las que saldrán en 2021 sí me han pedido que me espere un poquito. A veces es cuestión de cómo lo expliques, ser un buen vendedor de motos con el pitch… Si un día no lo eres no pasa nada, se les vuelve a explicar de otra forma y ya está. De momento no ha habido ningún límite.

GV: Entiendo que los autores españoles te pueden dar mucho más juego a nivel promocional, ya que se te abre un abanico de presentaciones, entrevistas, firmas… Vivimos además un momento en el que por lo menos cierta parte de la crítica estamos muy pendientes de lo que está haciendo esa generación de autores. Me imagino que eso te da experiencias positivas.
OB: Sí, totalmente.
GV: No sé si, además, has podido vivir el proceso de creación de una obra, acompañando al autor.
OB: Lo de publicar a autores españoles es una cuestión de hacer cantera. Los cómics extranjeros, si uno sabe idiomas, los puede comprar directamente y ya está. Si los traducimos está muy bien, por supuesto, hay que sacar cosas de fuera, pero creo que el discurso debería ser al revés: hacer un sello afincado en Barcelona que saca cosas de aquí principalmente, y algunas cosas de fuera. De hecho, ya casi hemos invertido las proporciones: en 2020 será un 60% de autores nacionales frente a un 40% de extranjeros, y en 2021 creo que podemos llegar a un 70%-30%. En ese sentido, es mejor, porque trabajas más con los autores, y lo que dices tú: trabajas de forma más estrecha. Algunos te enseñan capítulos, puedes dar tu opinión… Como editor, ya no te limitas a pagar unos derechos y traducir y rotular una obra, sino que puedes presenciar el proceso de creación, y ayudas un poco al autor en el resultado final.
GV: Hay casos de autores que, de alguna forma, se asocian ya a Sapristi, como es el caso de Pablo Ríos, que ha publicado cuatro títulos con vosotros. No son exactamente trabajos de encargo, pero sí se hicieron con una forma de trabajo que no es nada habitual en el cómic español.
OB: Fue muy chulo. Hubo química desde el principio. Pablo es arrebatador, y a mí eso me gusta y me dejo embelesar. Le pedí cuarenta gags en una semana, ¿cómo le pides eso a un autor? Pues ahí estuvo Pablo para hacerlo. Me iba pasando los chistes por Whatsapp y le iba dando mi opinión de cada uno… fue una cosa increíble. Enseguida nos animamos a hacer President Puigdemont (2017), con el mismo formato, además con la circunstancia de que yo soy catalán, así que es un tema que me toca de cerca, teníamos el riesgo de que los libreros nos lo echaran para atrás… Con El evangelio según Santiago (2019) ya tiramos la casa por la ventana, nos daba todo igual. Y trabajar así es muy guay, porque es casi como estar al lado de Pablo viendo cómo trabaja y va rematando los gags. Es un trabajador nato, un tío que tiene chispa, trazo…

GV: Hay otro autor que supone un caso interesante en vuestro catálogo, que es Charles Forsman, autor de The End of the Fucking World (2018) y Esta mierda me supera (2019), que viene con la vitola de Netflix. ¿Qué tal están funcionando estos dos cómics?
OB: Del segundo no tengo datos aún porque salió hace poco, pero el primero lo reeditamos. Con Charles el trato es muy bueno, tengo mucha química con él porque es un tío que viene del skate, de la cultura urbana… Conectamos al instante. No fuimos directamente a por él, pero Fantagraphics tiene estas cosas: tú vas a por un autor y te dicen que no, pero te ofrecen otro. Esas cosas como de mercado del pescado, que a mí me hacen gracia. Pero el caso es que vi su obra y me gustó mucho. Yo lo conocía por Hobo Mom (2015), un cómic que hizo con el francés Max de Radiguès, que también me gusta mucho. Ya entonces se había hablado de lo de Netflix, aunque la serie no estaba ni en producción, pero me lancé y fiché también el siguiente cómic que estaba preparando, Esta mierda me supera, pensando que si la cosa iba bien seguramente también harían una serie. Y así ha sido.
GV: Hay muchos editores que hablan de la importancia de tener autores “de la casa”, de los que se publique todo lo que saquen. En el caso de Sapristi parece ser el caso de Giorgi Marras, Jen Wang, Emily Carroll… ¿Es tu objetivo a largo plazo?
OB: No solo eso, sino que ya percibo que es así, al menos por mi parte. Salga lo que salga de Jen Wang yo lo quiero publicar, si ella quiere. Para mí es autora de la casa. Con Tomine es más difícil, porque tiene muchos novios, pero si él quiere yo publicaré encantado lo que saque. Lo mismo con Leñadoras y lo que saquen todas sus autoras, con Emily Carroll igual. Y luego los autores españoles: Pablo Ríos, Camille Vannier, Genie Espinosa, a la que publicaremos su primera obra larga el año que viene.
GV: Pero esto podría acabar generando un cierto problema a la editorial: cuando tienes un número restringido de novedades al año, porque entiendo que no puedes volverte loco y sacar treinta títulos…
OB: No, claro.

GV: Cuando vas conformando esa escudería de autores, al final, como te coincida que en un año cuatro o cinco de ellos saquen cómic, te están hipotecando el 50% de tus novedades. ¿Cómo estás manejando esto, si es que has llegado al punto de tenerlo que manejar?
OB: Bueno, este año, con el coronavirus, se ha frustrado la programación: teníamos once cómics para publicar y lo vamos a dejar en ocho. Eso significa que los no publicados pasan a 2021 y empujan a parte de los de 2021 al siguiente año, y así sine die. Lo que no voy a hacer es cancelar nada. Aunque no tenga contrato firmado, si tengo una obra apalabrada, a no ser que se retire el autor, yo la voy a publicar. Pero es cierto lo que dices: solo con Leñadoras, uno de Jen Wang y otra cosa que toque ya te queda poco margen de movimiento. Y como dices te obliga a seguir publicando a los mismos autores, lo que pasa es que no hay autores tan rápidos para tener un cómic listo cada año, a no ser que hables de Pablo Ríos o Artur Laperla. Pero, por otro lado, tampoco es sano publicar un cómic de Lorenzo Montatore, por ejemplo, cada año. Para un autor como él, sacar un cómic cada dos años me parece perfecto. Pero siempre hay hueco para autores nuevos: en 2021, por ejemplo, tendremos cinco o seis autores nacionales nuevos. Apuestas que se combinarán con autores que ya son de la casa.
GV: Ya que ha salido el tema del coronavirus, me parece interesante saber cómo se adapta una editorial como Sapristi a estos acontecimientos. Al margen de esos ajustes de calendario que me has comentado, ¿qué otro impacto ha tenido, lo habéis notado mucho en ventas?
OB: La desgracia absoluta es que los cómics que salieron en marzo se han quedado en una especie de limbo extraño. Están a la venta, pero se han cancelado sus presentaciones, aunque estemos haciendo cosas. Ya sabes que los dos primeros meses son fundamentales en cuanto a ventas de una novedad. Y lo que ha pasado es que Lorenzo Montatore y Nadia Hafid se han quedado ahí, aunque estamos haciendo todo lo que podemos y vamos a hacer más cosas tanto en verano como después. No soy muy defensor de la novedad que se quema rápido, al contrario. Así que seguiremos haciendo todo lo que podamos.

GV: ¿Qué podemos esperar de Sapristi de aquí al final de año? Me hablabas de un cómic de Miguel B. Núñez, por ejemplo.
OB: Sí, es un spin of de Heavy 1986, protagonizado por el Venom, muy de serie televisiva de los ochenta, de Stephen King, con un bosque, sectas satánicas, un grupo de chavales en furgoneta… Y, como siempre, con mucho heavy de fondo. Creo que los lectores de los anteriores lo van a disfrutar mucho. Eso sale en octubre, pero antes hay otras cosas. En junio sale Destellos, lo nuevo de Jen Wang. En verano, como siempre, no sacaremos nada. En septiembre volveremos a lo grande: con Tomine. En noviembre publicaremos un cómic de Juan Naranjo, @juanitolibritos en redes. No tiene obra previa publicada, pero es muy sagaz y divertido. Es una especie de memoir sobre su vida como gay en la Málaga de los noventa, con un padre que lo rechaza… Es una cosa entre Alison Bechdel y Phoebe Gleckner, con un mensaje positivo, de lucha, muy potente, con una gráfica muy sencilla, naif, muy bonita. Yo apuesto mucho por este libro y creo que va a vender muy bien.
Si me preguntas por 2021, tenemos algunos títulos recolocados de 2020: el quinto volumen de Leñadoras, en enero, el nuevo de Camille Vannier, el primer título de Genie Espinosa, ambos también programados inicialmente en 2020, y un autor nuevo, Eduardo Sabio, más ilustrador que narrador gráfico, pero que ha hecho una chulada. También tenemos a una autora portuguesa, Filipa Beleza, que había hecho sus pinitos en Disney y ahora hace algo parecido a la obra de Flavita Banana. También tenemos a Miriam Persand, una ilustradora con un estilazo tremendo. Después tenemos una obra que arrastramos desde hace tiempo, con Hernán Migoya y Toni Vicent. Con autores nacionales tengo el año casi lleno; solo publicaremos internacional Leñadoras y una obra de co-autoría coreano-americana que todavía no tengo cerrada y no puedo dar muchos más datos. Pero la tortilla se gira definitivamente, como decíamos.
GV: Para terminar, ¿hay algún autor que sueñes con publicar?
OB: Uf, muchos. Fíjate, ha habido autores que me moría por publicar con los que he tenido la oportunidad y al final me he rajado… A veces, el Octavio lector de cómics pugna con el Octavio editor. Pero hay unos cuantos que me encantarían. A Jerome Dubois lo adoro, pero me da miedo su falta de “comercialidad”; a Ludovic Debeurne llevo años siguiéndole la pista, al final lo han editado en España, pero no sé si con suerte. De Simon Roussin adoro su imaginario y su estilazo. Es un caso claro en el que me debato entro mi yo lector y mi yo editor. Igual que con Antoine Cossé. También me gustaría ser el editor de Erica Fustero, porque sé que tiene un gran cómic en su cabeza. También me gustan mucho la finura y el humor inglés de Andi Watson. Me encanta el trazo de Marcin Podolec, y Dennis Eriksson me parece un verdadero genio: me flipa que nadie haya caído en este fiera, aunque no sé si yo mismo me atrevería. Me gusta mucho el rollo de Julián Almazán, creo que tiene mucho que contar y tenemos pendiente hablar de ello. Matthew C. Kramer me parece el dibujante minimalista más top del mundo, aunque no sé si me lanzaría publicarlo.
También me encantaría poder abrir una línea de manga propia, con ocho novedades al año y autores de aquí y de allí, de shojo, seinen… de todo. En mi línea melómana, mataría por un cómic que explicara la historia de la música soul negra de los años 50 y 60 y su increíble magia e impronta. Podría dibujarla el magnífico ilustrador Niall McCormack. Otro sueño húmedo, nunca mejor dicho, es poder abrir una línea erótica al estilo de la BD Cull de Les Requins Marteaux, pero con autores españoles. Lo tengo todo en la cabeza, sería muy divertido y provocador, creo. En cuestión de recuperación de patrimonio, ando detrás de la obra descatalogada del grandioso Guy Peellaert, pero no puedo contar mucho más. Y hubiera querido trabajar con mi tía, Purita Campos, en una suerte de rescate de personajes suyos que nunca vieron la luz, previos a Esther, pero ya no podrá ser. También me gustan mucho editoriales como Peow Studio o Editorial Colosse, y mil cosas más que soy incapaz de concretar ahora.