Visores, mascarillas, guantes. Hay que irse preparando para el levantamiento de la cuarentena. Que haya que seguir protegiéndose del coronavirus, por elección o porque no te quede más remedio, no significa que debas ir hecho un adefesio. Pandemia global, sí, pero con estilo. Por eso en CANINO, donde redactores y redactoras estamos siempre atentos a la moda, aunque sea para ignorarla por completo, queremos sugeriros nuevos looks para cuando termine el confinamiento.
Para ello nos remontaremos a la década de 1960, una época que solemos creer que fue muy optimista, que lo fue, pero que estuvo recorrida por la ansiedad social que producían la amenaza atómica y la carrera espacial. Esas fuentes de angustia colectiva, como lo es hoy el coronavirus, también cautivaron la imaginación de los creadores y dieron origen a nuevas actitudes y sensibilidades.
Los departamentos de investigación y desarrollo de empresas y gobiernos trabajaban sin descanso para crear nuevas tecnologías que aportaran a sus respectivos países una ventaja en la Guerra Fría. Nuevos plásticos y aleaciones que habían sido usadas en proyectos militares o de la NASA terminaron llegando a los consumidores. El poliuretano podía usarse para hacer botas, impermeables y todo tipo de prendas flexibles y ligeras en PVC y licra. Nuevos diseñadores crearon looks fabulosos y ultramodernos para el mercado juvenil que reflejaban el miedo a las consecuencias de la radiación cósmica o nuclear.
El pionero de este movimiento fue el diseñador Andre Courreges, que surgió como un joven talento en Balenciaga en los cincuenta. Courreges abrió su propio salón a principios de los sesenta. Al poco creó el llamado moon girl look: colecciones inspiradas en el espacio repletas de botas de plástico, cascos rígidos y gafas de broma (algunas basadas en diseños tradicionales de los inuit). Su visión de combinar materiales sintéticos, metales, blanco y plata, y trabajar con modelos muy jóvenes ayudó a definir el aspecto andrógino de la llamada “moda espacial” de los sesenta. Les siguieron otros titanes como Paco Rabanne, Pierre Cardin o Rudi Gernreich, que produjeron sus propias líneas futuristas surtidas de visores y yelmos que protegían a las modelos de las amenazas invisibles de la radiación atómica y los rayos cósmicos. El movimiento tuvo un gran efecto en el diseño de vestuario de películas icónicas de la década como La décima victima (1965) y Barbarella (1968).
Otros ejemplos de esta moda los podemos encontrar en el vestuario de las azafatas de la aerolínea espacial que aparecen al comienzo de 2001: Odisea del espacio (1968), en los uniformes creados por el diseñador Emilio Pucci para Braniff Airlines en 1965, y que incluían hasta un casco, o en los vestidos construidos con estructuras metálicas que lucen las modelos que aparecen en ¿Quién eres tú, Polly Maggoo? (1969), el film vanguardista del célebre fotógrafo William Klein, y que, pese a su incomodidad, resultan perfectos para mantener el distanciamiento físico en estos tiempos de pandemia.