[Entrevista] Patri Tezanos (Antroporama): «Presentar como víctimas a las youtubers científicas es irresponsable»

Enséñale una neurona a Patri Tezanos (Madrid, 1989), y ella te dirá de qué color lleva los calcetines. La responsable del canal Antroporama se ha convertido en una figura de YouTube mediante un tema aparentemente tan arduo como la neurociencia, explicándonos los entresijos de nuestro cerebro con amenidad y humor. Hablamos con ella de divulgación científica, flame wars y de si nuestra obsesión por el salseo y los influencers nos llevará al Apocalipsis.

Fotos: Pedro J. Navarro

Si tenemos en cuenta esas reformas educativas orientadas a acabar, no ya solo con las humanidades, sino con cualquier rama del saber poco apta para convertirnos en mano de obra, el caso de Patri Tezanos podría ser excepcional. Tras estudiar Publicidad, esta madrileña de 29 años compaginó los estudios de Psicología con su trayectoria en el mundo del marketing… y, cuando vio que dicha trayectoria era incompatible con su sed de conocimientos, abandonó las cosas del community management en favor de un máster en Neurociencia.




A raíz de su intimidad con el sistema nervioso humano, Tezanos puso en marcha Antroporama, un canal de YouTube que, vídeo tras vídeo, nos explica los aspectos más recónditos (y, a veces, inquietantes) de nuestra condición como seres pensantes. Dicha actividad le ha proporcionado más de 117.000 seguidores, y también algún disgusto que otro al haber aparecido (sin ser consultada) en reportajes de prensa sobre la situación de las mujeres que practican la divulgación científica. En CANINO hemos pasado una tarde de verano charlando con ella y, pese al calor y la densidad conceptual, no se nos ha frito el cerebro.

Yago García (YG): Lo primero que quería preguntarte es cómo empiezas a interesarte por la ciencia en general, y por la neurociencia en particular

Patri Tezanos (PT): Por la ciencia en general… pues la verdad es que fue todo un poco en conjunto. Yo, antes de meterme en todo esto de la psicología estudié la carrera de Publicidad, y todo lo de meterme en temas del cerebro empezó porque allí se estudian cosas de Psicología: psicología social, sugestión, etcétera. Y simplemente llegué al final de la primera carrera y pensé: “Esto… pues como que no me llena mucho” [risas]. Antes de emprender un máster de algo que no me convencía decidí seguir estudiando, así que entré en Psicología. Primero me interesaba más el comportamiento social, la psicología de masas, etcétera, pero en la carrera descubrí la Neurociencia, las bases fisiológicas de la conducta… y ahí nació el amor.

YG: Tu carrera académica y profesional es poco convencional, entonces. ¿Cómo la has compaginado con comer caliente y todas esas cosas?

PT: Pues gracias a haber hecho la carrera de publicidad he podido estar trabajando y pagándome las habichuelas hasta entrar en el máster que estoy haciendo ahora. Mientras estudiaba Psicología yo trabajaba mis ocho horas, primero en agencias de marketing y después en una empresa de páginas web y demás. Y luego ya tuve que dejarlo porque era, o dejarlo, o no hacer el máster, porque este es a tiempo completo y yo quería entrar de verdad, no quedarme a medias tintas. Ahí conocí a una compañera que tenía un canal de ciencia, ya abandonado, y eso fue el primer impulso (junto a canales como C de Ciencia, QuantumFracture o Date un Voltiopara ver que estos contenidos podían tener interés.

YG: Es deprimente, si lo piensas, la cantidad de gente con vocación científica que se queda fuera de lo que le gusta por eso mismo. A la educación se la está empujando a ponerse al servicio del mercado laboral y de las empresas…

PT: Mira, hoy es un buen día para sacar el tema porque ayer salió la resolución final de unas becas de investigación, las FPU (formación del personal universitario). Son las becas a las que aspira todo estudiante de doctorado, porque te paga cuatro años de estudios y tal. Y me han rechazado. A mí y a todos mis compañeros, también. Es decir, que hay mucha gente que quiere estudiar doctorados que se queda a las puertas porque no tiene esa opción. ¿Cuál es el problema? Que la ciencia y el mundo de la empresa están muy desligados. Es decir, hay empresas científicas, pero normalmente la investigación se deja en manos de centros que van mucho por lo público y las universidades. Y claro, te quedas en la tesitura de que si no tienes una beca, o no tienes la suerte de que el laboratorio donde trabajas te quiera contratar, pues te quedas como yo, que no sé cómo va a ser mi año: no sé si podré seguir con mis estudios, si tendré que irme a trabajar a alguna parte, si voy a poder dedicarme cien por cien a la divulgación…

YG: Y a la gente que te pregunte (que la habrá) que todo esto para qué sirve, y que por qué tiene que pagarlo de sus impuestos, ¿qué le dirías?

PT: En mi disciplina en general, que estás estudiando la máquina más compleja del universo: estás estudiándote a ti mismo, las bases de tu conducta, de cómo eres. Y de la ciencia en general… es la satisfacción que da. Creo que hay pocos profesionales tan satisfechos con lo que hacen que quienes se dedican a la ciencia. Por dinero está claro que no te vas a dedicar a esto, porque aquí dinero no se gana, con lo que es algo en lo que te empeñas por pura vocación.

YG: Entrando más en harina: ¿nos explicas la distinción entre neurología y neurociencia? Porque a mí me cuesta diferenciarlas…

PT: Pues mira, la neurología es la rama de la medicina que estudia las enfermedades del cerebro como órgano. La neurociencia es la ciencia básica sobre el cerebro: la neurología quiere entender el cerebro para poder curarlo, pero la neurociencia retrocede un nivel. En ella trabajan médicos, pero también bioquímicos, psicólogos… toda la gente que estudia el sistema nervioso como ciencia básica, desde sus bases moleculares hasta la conducta.

YG: ¿Por qué hacer vídeos de divulgación sobre una disciplina tan laberíntica?

PT: Porque es algo que despierta el interés de mucha gente. Yo eso ya lo notaba en la carrera de Psicología: se nota que la gente quiere comprenderse, quiere saber cómo es, por qué siente cosas, por qué hay cosas que te dan rabia y otras que producen amor… Y divulgar sobre este tema es suplir esa necesidad de conocerse uno a sí mismo.

YG: ¿A veces te ha sorprendido que tus vídeos gusten tanto?

PT: Rotundamente, sí. Empiezas haciendo cosas de estas porque te interesan a ti, pero nunca esperas que la gente, en general, pueda consumir esta clase de contenidos sobre el cerebro.

YG: ¿Cuál de tus vídeos ha tenido más éxito hasta la fecha?

PT: El que más visualizaciones tiene hasta el momento es el vídeo sobre el homúnculo cerebral, sobre cómo ciertas partes del cerebro están organizadas partiendo del esquema corporal. Eso te hace preguntarte cómo un clip sobre ese tema puede interesarle a nadie: es algo que jamás pensé que fuese a tener ningún tipo de éxito, pero lo tiene.

YG: Dándole la vuelta a una pregunta anterior, ¿para qué dirías que sirve la divulgación científica?

PT: Sobre todo para hacernos menos ignorantes, por supuesto, pero lo que estoy descubriendo con mi canal es que también es una forma de diversión. Es decir, tendemos a pensar que el humor tiene que ser sobre cosas banales, pero jolín, hay humor muy inteligente y se puede hacer educación a través de contenidos ligeros. A mí me gusta verlo como una forma de entretenimiento: hay gente que se expone a la divulgación para entretenerse.

YG: ¿Me puedes hablar un poco de la elaboración de tus vídeos? Porque se nota que tienen detrás un trabajo curiosón.

PT: Sí, curiosote… [risas]. Lo que hago normalmente es encontrar el tema y cómo quiero enfocarlo. Luego está el proceso de documentación, centrado en buscar respuestas fundamentadas a todas las preguntas que yo misma podría plantearme sobre ese tema. Luego lo que hago normalmente es grabarme en cámara, y después llegan las animaciones, la edición, etcétera.

YG: ¿Cuánto tiempo puede llevarte la producción de un vídeo?

PT: Unas… ¿veinte horas? Creo que sí, unas veinte o treinta horas.

YG: ¿Cuáles son los requisitos que, para ti, debe tener la buena divulgación?

PT: ¿Requisitos? Pues, para empezar, la buena fundamentación. Es decir, hay parte de la divulgación que peca en las ganas de ser llamativa y llegar a la gente. Un poco el tema de Elsa Punset y sus movidas. Pero hay algo principal y es que esté bien fundamentada. Y también lo es que no sea servil hacia el pensamiento homogéneo: que te rete un poco a replantearte lo que sabes, lo que crees que sabes. También que esté ligada a un lenguaje enendible y accesible por todos. Y si además puede servir como entretenimiento, pues mejor que mejor.

YG: Si piensas en estrellas de la divulgación puedes ver que en EE UU están Bill Nye, Neil DeGrasse Tyson… figuras que, méritos particulares aparte, tienen el estatus de iconos pop. Aquí, si te paras a pensar, surgen los nombres de Félix Rodríguez de la Fuente, Eduard Punset y poquitos más. ¿No nos gusta aprender sobre ciencia en España?

PT: Diría que en España la divulgación científica gusta, pero no se ha explotado bien sobre todo en temas de formatos, etcétera. Los nombres que has citado son conocidos y famosos, pero hay un salto generacional: desde Rodríguez de la Fuente y Punset no parece que haya vuelto a haber figuras que despierten ese amor por la naturaleza, por el saber…

YG: Después, te fijas en la oferta actual en los medios y lo primero que ves es Órbita Laika, un programa que ha sido muy maltratado por TVE. ¿Serían mejores las cosas si la divulgación diese dinero? Y ¿perdería su razón de ser la divulgación si se la entendiera como un producto meramente comercial?

PT: Pienso que sería peligroso que la divulgación diese dinero por ser divulgación y no por ser divulgación bien hecha. Pero si la buena divulgación empezase a dar dinero… ¡jolín! Sería sintomático de que algo ha cambiado entre nosotros como sociedad y entre nosotros como divulgadores, en el modo en el que acercamos la ciencia a la gente. No creo que haya que culpabilizar a la sociedad en general, o quedarse en el “a los españoles no nos interesa la divulgación”. Aún no hemos dado con fórmulas que funcionen bien en TV… pero sí hemos dado con fórmulas que funcionan bien en YouTube.

YG: ¿Piensas que la sociedad, las instituciones, etcétera, desaniman a las chicas que quieren acercarse a la ciencia dura o teórica?

PT: A ver, las desigualdades proporcionales entre mujeres y hombres se dan según cada especialidad. Es cierto que hay menos mujeres estudiando Física o Matemáticas (las ciencias más ‘duras’, aunque no me gusta llamarlas así), pero la proporción se invierte en las ciencias biológicas. Es decir, las mujeres forman la gran mayoría del alumnado de Biología, Bioquímica, Biotecnología… No creo que sea tanto que se desanime a las mujeres a dedicarse a la ciencia como que, por la razón que sea, se da esta disparidad. Pero, tomado en grueso, en la ciencia en general hay muchísimas mujeres. Y está claro que debemos seguir educando a las chicas en la idea de que pueden hacer lo que les salga del pito, quieran ser científicas o quieran ser peluqueras. Pero desde luego que no existe esa barrera de “Oh, no, no puedo hacer ciencia porque soy mujer y se me va a freír el cerebro”.

YG: ¿No supone una disuasión el ambiente en ciertos centros de enseñanza? El alumnado y el profesorado de las ingenierías, por ejemplo, tenían fama en mis tiempos de ser poco amistosos hacia las mujeres…

PT: Es lo de siempre: puesto que la mayoría de gente en ese tipo de carreras son hombres, las mujeres siguen siendo la rareza, el punto débil. No he vivido ese ambiente, pero sí que pienso que cuantas más chicas entren en esas facultades podremos esperar un cambio positivo. Pero insisto en que las ramas que yo he tocado muestran lo contrario: en mis clases de Neurociencia y Psicología las mujeres somos mayoría. Dejando aparte casos concretos, la mayor barrera es que tú te digas a ti misma: “No quiero entrar ahí porque, al ser mujer, van a machacarme”. Hay que ser un poco… lanzarse a ello sin temor.

YG: Hablemos de algo que a ti te ha afectado hace poco: esa falta de presencia o de acceso de las mujeres a ciertas disciplinas suele reflejarse de aquella manera.

PT: ¿Te refieres a los artículos sobre mujeres divulgadoras en La Vanguardia y Público? Pues yo eso lo veo hasta peligroso: si las mujeres que hacemos ciencia solo aparecemos en los medios porque somos mujeres, nunca saldremos de ese bucle. Yo desearía que los medios se acercasen a mí, no por ser mujer en ciencia, sino porque soy científica y estoy hablando de algo maravilloso. Creo que se sigue dando una imagen negativa de la mujer científica como la tía rara. Y si se nos sigue presentando como víctimas se seguirá perpetuando el estereotipo.

YG: A veces parece que los medios de comunicación no tienen claro (o sí, pero no les importa) dónde acaba la actitud feminista o progresista y dónde empieza el clickbait. ¿Estás de acuerdo?

PT: Absolutamente. Es muy necesario poner de relieve toda la problemática social sobre discriminaciones, pero esas exclamaciones de “¡Las ‘youtubers’ científicas son atacadas!” solo refuerzan el estereotipo de que ser mujer en el mundo de la ciencia es horrible. Lo cual puede disuadir a muchas mujeres interesadas en entrar ahí, porque les presenta la ciencia como un territorio en el que no serán en absoluto bienvenidas. Y si eso fuera cierto, entonces yo admitiría que es un problema que hay que atacar y presentar públicamente. Pero cuando tú estás en ese campo y la mayoría de lo que recibes es apoyo, buenos comentarios, gente diciendo que se entretiene con tus vídeos y que le encanta lo que haces… Es irresponsable centrarse solo en ese pequeño pozo de cosas malas que siempre habrá por estar en internet, por exponerte al público y, sí, por ser una tía. Es más positivo presentar a los buenrrolleros como una fuerza positiva y dejar de darle protagonismo a esa gente que está totalmente desubicada y forma un sector minoritario.

YG: Tu mayor protesta se debió a que los reportajes de marras no contaban con declaraciones de las youtubers afectadas, como tú misma.

PT: Lo que más me molestó es que trataba de adaptar los datos de un estudio de la Universidad de Australia sobre canales angloparlantes a la realidad española, poniendo como ejemplo canales españoles, ¡pero sin preguntarnos a nosotras, que somos las que hacemos los vídeos, leemos los comentarios, recibimos las críticas positivas o negativas…! Creo que preguntarnos habría sido lo mínimo. Lo de Público me molestó porque no atentaba tanto contra mí como contra el periodismo. Si fuese periodista, me gustaría preguntarle a las personas que sufren ese problema para enriquecer mi información.

YG: Pero es innegable que los comentarios agresivos o groseros existen. ¿Cómo te enfrentas a ellos?

PT: Sí, es innegable. Y, sinceramente, paso de ellos: esa es mi estrategia, no necesariamente la actitud que recomiendo pero sí la que yo sigo. Porque tienes que pensar qué quiere conseguir esa gente que se esconde tras un seudónimo y una foto: sentirse mejor a costa de que tú te sientas mal. Si tú refuerzas esa conducta dándoles lo que buscan, van a volver, y si no la refuerzas tiende a desaparecer. Supongo que será formación profesional por ser psicóloga. De hecho, algo positivo es que mucha gente que forma parte de tu comunidad empieza a atacar esos comentarios: cuando el grupo rechaza al lobo solitario, el lobo solitario acaba marchándose.

YG: En CANINO nos preocupa mucho constatar que vivimos en una época de reacciones viscerales, sobre todo en el mundo digital. Casos como el de TodasGamers han dado pie a auténticas campañas de acoso desde sectores reaccionarios, y en las redes sociales parece casi imposible sostener una discusión con argumentos y matices. ¿Está perjudicando internet nuestra condición de seres sociales?

PT: Aquí se combinan dos hechos. El primero, que necesitamos formar grupos. Y el segundo, que tendemos a pensar a base de atajos. Es decir, toda esta idea de que los humanos somos racionales no es tan cierta: si te paras a analizar tus pensamientos y tus acciones a lo largo del día te darás cuenta de que muy pocas siguen leyes lógicas o una lógica extrapolable a toda tu conducta. Brotan de la emoción, de lo que te produce placer… Si juntamos esa esencia de los humanos como seres sesgados y la juntamos con el instinto gregario entendemos por qué se tienden a polarizar las cosas. Si quieres formar parte del grupo y no trituras las ideas, simplemente asumes el pensamiento del grupo para no ser un disidente, pues provoca esos episodios lamentables que se viven en redes sociales entre gente de todos los colores, ideologías y géneros.

YG: ¿Estamos neurológicamente programados para ser destructivos?

PT: Estamos biológicamente programados para unirnos. Si lo piensas, cualquier tipo de relación implica injusticia, desigualdad y desequilibrio: el amor romántico, por ejemplo, que te empuja a ocuparte con preferencia de una sola persona. Si ves a la persona que amas cayéndose por un precipicio y puedes salvarlo tirando a otra persona, probablemente lo hagas, lo cual supone una conducta egoísta e injusta pero ‘normal’. Estamos programados (o, mejor dicho, predispuestos) para crear lazos entre nosotros, y esos lazos se alimentan de cosas tan tontas como vestir de forma parecida o llevar gafas, y se refuerzan creando diferencias con el exogrupo, con la gente ‘de fuera’. Todas estas conductas se manifiestan desde que somos muy pequeños, y a raíz de cosas bastante absurdas.

YG: Pero ¿eso viene más desde el lado de la psicología, o desde el de la biología o la neurociencia? ¿Es algo de la mente, o aquí la carne es la que manda?

PT: ¡Viene del lado biológico! Tendemos a marcar las diferencias con respecto a quienes no pertenecen a nuestro grupo para así reforzar los vínculos con aquellos que pueden protegernos o apoyarnos. Dañamos a otros porque nos beneficia.

YG: Y de ahí a las flame wars en Twitter…

PT: Total.

YG: Ya que has mencionado la palabra “justicia”, me animo a sacar esto: hay filósofos, como Giorgio Agamben, que critican muy duramente tanto la psicología como las ciencias de la conducta…

PT: Porque sostienen que estudiamos el cerebro para controlarlo, ¿no? Eso es lógico. Cuanto más sabes del cerebro más sabes sobre las bases de la conducta de la gente y, por ende, más cerca estás de manipularla. Nosotros ya podemos alterar la conducta de algunos animales manipulando ciertas partes de sus cerebros para hacerlos menos violentos, por ejemplo. Es normal que la gente tenga miedo de eso. Pero hay voces que se alzan desde la propia neurociencia. Desde el proyecto Blue Brain, una iniciativa europea para el estudio del cerebro humano, ha habido advertencias: “¡Ojocuidao’, que pronto tendremos que regular estas cosas!”. Los científicos no queremos manipular el cerebro, sino conocerlo. ¿Usos que se les puedan dar a nuestros hallazgos desde otras áreas? Por supuesto que ese riesgo existe, pero no debe servir de excusa para ponerle trabas al conocimiento.

YG: A mí, la combinación de psicología, neurociencia y big data me da escalofríos: todas estas empresas que se forran parasitando, no ya lo que haces y lo que te gusta, sino lo que vas a hacer y lo que te va a gustar…

PT: La ciencia siempre ha ido acompañada de malas aplicaciones. El ejemplo más típico: la bomba atómica. Pero los miedos que surgen son reales y las amenazas que surgen son reales, así que cabe preguntarse por qué existen tanto el proyecto Blue Brain en Europa y el Human Brain Project en EE UU, dos iniciativas que aspiran a conocer el cerebro en profundidad. ¿Quiénes las financian? Pues, evidentemente, muchas empresas, porque controlar el cerebro es controlar nuestro cuerpo, nuestro dinero, todo. Pero esa amenaza aún no se ha materializado en algo realmente peligroso. ¿Pararles los pies a las empresas? Eso es otro cantar.

YG: Ahora que los formatos tradicionales están más muertos que Carracuca (o van camino de estarlo), quienes subís contenidos en streaming os habéis convertido en el Grial de las empresas de comunicación: ¿corre peligro todo esto de convertirse en una burbuja?

PT: Humm… Todo el tema del marketing de influencers se nos puede ir de las manos, evidentemente, pero no creo que sea una burbuja en el sentido de que vaya a desaparecer de un día para otro dejándonos con las bragas colgando. El concepto de persona anónima que, de un día para otro, gana la atención pública, no va a desaparecer: tal vez cambie la plataforma y pasemos a ser instagramers o a estar en la próxima red social de moda. Pero la persona que recibe atención pública no va a desaparecer, sino que seguirá en alza: lo más endeble del fenómeno influencer es la plataforma, no la persona que influye.

YG: En YouTube tienes canales que, como el tuyo, animan a adquirir conocimientos. Pero, por otro lado, las superestrellas que aparecen como ejemplos de éxito para la gente más joven parecen un poco faltas de neuronas, en el mejor de los casos…

PT: Eso no es más que un reflejo de lo que hemos sido siempre. Puedes alardear ante tus conocidos diciendo “Yo no veo la tele, solo consumo internet” y presentarte a ti mismo como un ser de luz, pero en internet están reproduciéndose los mismos patrones que ya se han dado en medios obsoletos: lo amarillo, lo que provoca visceralidades, lo que provoca ‘interés humano’… El salseo, en general. A mí me da pena que en un sitio donde solo tienes que teclear algo para hallar conocimientos la gente se centre en eso. Lo deprimente de internet es que ha constatado que somos nosotros quienes vamos a buscar la mierda: antes teníamos la excusa de ser receptores pasivos, pero ahora eres tú el que demuestras estar interesado en eso. ¡Qué le vamos a hacer!

YG: Y luego está el branding personal: ya no tienes que aspirar a convertirte en fuerza de trabajo que genere plusvalías para otra persona, sino que el mensaje que se les da a los jóvenes es que deben transformarse en producto vendible. Desde el punto de vista neurocientífico, ¿crees que esa presión puede volverse excesiva, llegar un día al límite y llevarnos al Apocalipsis?

PT: Ser adolescente hoy en día no me habría gustado absolutamente nada, porque a esa edad lo primero que quieres es agradar al grupo, obtener relaciones… Ahora el problema es que el grupo no es algo cercano, sino algo que se amplifica: el símbolo de estatus es cuánta gente se congrega en torno a ti y cuánta gente te mira, y eso tiene que ser muy jodido a esa edad. Que se estén lanzando esos modelos a gente tan joven no sé qué efectos tendrá, pero está claro que va a traer cola. Ahora mismo hay mucha gente cuyo proyecto de vida es ser influencer, algo que no es del todo nuevo y que no sé si nos llevará al desastre, pero tendrá consecuencias, seguro.

YG: Hablemos ahora de lo positivo: ahora mismo, un chaval o una chavala LGBT de Torre Pacheco o de Villanueva del Arzobispo lo tiene más fácil que nunca para constatar que ni está solo ni está enfermo. ¿Cómo podríamos potenciar estos aspectos positivos de todo esto manteniendo los negativos bajo control?

PT: Pues cada vez que te veas a ti mismo viendo un vídeo de alguien que machaca a otra persona deberías preguntarte: “¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué, si estoy en un medio que me permite acceder a casi cualquier tipo de información que me gusta o me motiva, pierdo mi tiempo con esta basura?”. La autopercepción es muy importante, y si perdemos el interés por aquellos que reproducen en YouTube los modos de Sálvame habremos avanzado mucho. Pero el paso previo es la pregunta: “¿Qué estoy haciendo con mi vida?”.

YG: Ya para terminar, ¿nos recomiendas a otras chicas que hagan divulgación científica en YouTube?

PT: En España tenemos a La Gata de Schrödinger, que últimamente ha tenido mucha atención porque denunció a unas vendedoras de ‘terapias milagro’. Los vídeos de biomedicina de La Hiperactina también me gusta mucho. Laura Parro, de Viajando por planetas, hace cosas muy chulas. Y está Inés Laura Dawson, que es española pero hace divulgación en inglés en su canal Draw Curiosity. Internacionalmente me encantaría darte más datos, pero irónicamente no consumo mucho YouTube…

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