Pesadilla en Elm Street 5, después del bombazo dirigido por Renny Harlin que convirtió a Freddy Krueger en una estrella pop, estaba llamada a convertirse en la película que afianzara la franquicia en el imaginario del terror moderno. El departamento de marketing de New Line se puso en marcha como solo ellos sabían hacerlo...
Las cosas no salieron exactamente como New Line planeaba, como sabemos. Pesadilla en Elm Street 5, dirigida por Stephen Hopkins en 1989, después de la verbenera y extraordinaria cuarta parte -cima indiscutible de la estética del látex y del efecto especial práctico de los años ochenta-, propuso un viraje de la franquicia hacia territorios más oscuros, que reconectaban con la entrega original. Casi como si de un certificado de defunción de la década se tratara, la película ya estaba rodada con esos contraluces y esa fotografía de tonos violeta que parecían querer decir: «Eh, estamos en los noventa, esto es otra cosa; esto es SERIO». El resultado fue una película completamente distinta a la casi paródica cuarta parte, tanto en su estética como en su argumento, que trataba temas escabrosos como el traumático origen de Freddy y su intención de encarnarse en el bebé nonato de una futura madre casi adolescente.
Mensajes pro-vida aparte, lo cierto es que Pesadilla en Elm Street 5 es un artefacto muy singular, como lo son todas las películas de la franquicia, cada una tan de su padre y de su madre. Pero lo cierto es que, pese a sus hallazgos, la producción renquea, y el disgusto de Hopkins con el resultado fue monumental. Para evitar la temida R, New Line recortó las brutalísimas muertes de las víctimas de Freddy, posiblemente las más excesivas y negras de la saga, y también las más simbólicamente oscuras en sus referencias a las causas de decesos juveniles (de la anorexia a los accidentes de moto).
El departamento de marketing iba por otro lado. Posiblemente encendidísimos con las recaudaciones de la entrega dirigida por Harlin, que casi cuatriplicó su presupuesto de 13 millones de dólares, pusieron en marcha una campaña orientada a videoclubs y mayoristas: un vídeo publicitario incluido en los screeners de la película sobre las bondades de la franquicia protagonizado, con más pena que gloria, por Dave Butler, jefe de ventas de New Line. En el vídeo, de inconfundible textura VHS y vergonzosas interpretaciones amateur, Butler presenta la campaña que acompañaría a la película a un sosías de Freddy Krueger que apenas se muestra frontalmente para que no quede demasiado claro que Robert Englund está para otras cosas. Butler le cuenta a Krueger las fechas estratégicas de lanzamiento del VHS con su película, el despliegue publicitario navideño y las adorables piezas de merchandinsing que recibirían los videoclubs si adquirían la cinta. Butler también menciona el hórrido videoclip de Whodini (también muy cambio-de-década: recordemos que la banda sonora de la cuarta entrega era, esencialmente, un recopilatorio de hair metal) y explica la versión doble disponible de la película, una PG y otra calificada R con escenas más violentas.