Tras el estreno de Rogue One: Una historia de Star Wars el próximo 16 de diciembre, Disney tiene previsto que el rodaje del spin-off protagonizado por un joven Han Solo dé inicio en enero del año que viene. Chris Miller y Phil Lord son los directores al cargo, y puede que sean los más indicados para darle al personaje inmortalizado por Harrison Ford la película en solitario que lleva mereciendo desde 1977.
Star Wars: El despertar de la Fuerza (2015) pudo gustar en mayor o menor medida, pero entre todo su armazón argumental destacaba una característica innegable: el calculado empleo de la nostalgia para redondear dramáticamente momentos que, de no poseer a sus espaldas una larga historia colectiva, no funcionarían tan bien. Las imágenes ya reveladas de Rogue One: Una historia de Star Wars, con esa Estrella de la Muerte, esos pasillos inmaculadamente limpios, esa promesa nunca pronunciada del todo de que volveremos a ver a Darth Vader, hacen gala de una intención semejante, y dan la sensación de que Disney ha repetido jugada. La estrategia que seguirá con su siguiente spin-off’ galáctico, protagonizado por el legendario Han Solo, es aún una incógnita, pero sabiendo que los directores designados son Chris Miller y Phil Lord podemos esperar ciertas cosas, y todas ellas muy apetecibles.
Clone High, todo comenzó en el instituto
Los responsables de La Lego Película (2014) se conocieron en la universidad gracias a la torpeza de Miller, que en cierta memorable ocasión estuvo a punto de prenderle fuego al cabello de la novia de Lord. En ese mismo momento iniciaron una relación tanto amistosa como laboral que a día de hoy no ha conocido interrupción, y que en sus primeros compases hubo de centrarse en la realización de numerosos cortos animados. Su compenetración llegó hasta tal punto que, cuando el todopoderoso Michael Eisner, de Disney, llamó a Miller a su despacho, éste puso como condición para acudir que Lord fuera con él.
Su trabajo para la compañía finalizaría, al menos por entonces, cuando tuvieron la oportunidad de desarrollar para MTV Clone High (2002), traducida al castellano como Secundaria Clon. Esta ocurrente serie de animación mezclaba ya dos de los puntos clave de su obra: un recuerdo de los años de instituto tan cariñoso como corrosivo –en el piloto, el protagonista menor de edad salvaba una típica fiesta de vasos rojos gracias a la adquisición de cerveza sin alcohol, y aún así lograba que todos los participantes acabaran como inocentes y ridículas cubas–, y un gusto militante por retratar la cultura pop desde una perspectiva irreverente y, en apariencia –sólo en apariencia– totalmente anárquica. Así las cosas, el argumento de esta serie emitida entre 2002 y 2003 se centraba en un peculiar instituto donde cursaban los clones de personajes históricos en su versión adolescente, y algunos de éstos eran Juana de Arco como emo ceñuda, John Fitzgerald Kennedy como tío más guapo y estúpido de la clase, Cleopatra como reina del baile ligera de cascos, o Gandhi como un marginado totalmente enloquecido por las hormonas… retrato, este último, que acabó precipitando la cancelación de la serie ante las quejas de rigor.
Este bache no implicó que la pareja dejara de trabajar, pues en los años siguientes escribirían varios guiones de Cómo conocí a vuestra madre (2005-2014) –el célebre episodio en el que Ted y Barney van a ligar al aeropuerto salió de sus plumas–, hasta ver culminado su sueño de la juventud dirigiendo una película de animación: Lluvia de albóndigas, parodia del cine de catástrofes que, al contrario que la vitriólica Clone High, estaba destinada a todos los públicos. La producción de dicho largometraje distó de ser tranquila –la amenaza de su despido siempre estuvo en el aire, e incluso llegó a materializarse momentáneamente–, pero el resultado final convenció tanto a la crítica como al público, y garantizó el lanzamiento de una secuela que, esta vez, se limitarían a producir. Los amiguísimos ya se encontraban bastante ocupados por entonces.
Haciéndose mayores: De Infiltrados en clase a La Lego Película.
Infiltrados en clase, estrenada en 2012 con un sonoro éxito de taquilla, suponía el traslado a la gran pantalla de una serie de los ochenta que, a la hora de la verdad, sólo servía para motivar cierto cameo de Johnny Depp, protagonista del reparto original. Resulta mucho más importante destacar el hecho de que fueran Miller y Lord los directores, así como comprobar el modo en que habían perfeccionado el concepto de Clone High diez años después, y asistíamos con ella a la total deconstrucción de la comedia teenager.
Porque eso era, en esencia, Infiltrados en clase. Por encima de los chistes de drogas, las amputaciones inguinales, o de persecuciones más propias de dibujos animados de la Warner, el primer trabajo en imagen real de Miller y Lord jugaba con los tópicos de las películas ambientadas en institutos para ofrecer una extenuante e imprevisible sucesión de bromas increíblemente efectivas, a través de la cual el tan musculoso como inepto Channing Tatum, antiguo abusón de la clase, era relegado a un marginado más en su regreso a las aulas, mientras que el gordito Jonah Hill –autor del guión junto con Michael Bacall–, conseguía una gran popularidad sin apenas esfuerzo, sólo gracias a su inteligencia y sensibilidad, e incluso se llevaba a la chica despampanante que no, no era animadora. La parodia se justificaba por la propia realidad, que en nada tenía que ver, por lo que parece –y por lo que nos había mostrado el subgénero–, con el ambiente en el que se criaron los directores. ¿Nostalgia? No demasiada, pues sus responsables preferían acabar centrándose en la chorrada como fin en sí mismo, y llevarla a nuevos niveles de locura con Infiltrados en la universidad (2014), que cumplía todas y cada una de las máximas de una secuela de manual sin dejar de reírse de sí misma por ello, tal y como demostraban sus créditos finales, acaso los más divertidos del cine reciente.
Por esa época también comenzaron a trabajar para Fox con Brooklyn Nine-Nine (2013-), la enésima serie que parodiaba el género policíaco y que sin embargo acogió, al menos durante su primera temporada, un sonoro éxito crítico. Las razones cabrían achacarlas al impresionante reparto –compuesto tanto por cómicos reconocidos como por actores que hasta entonces no sabían que el humor era lo suyo, como es el caso de un sorprendente Andre Baugher–, y a los guiones, hábiles en la inserción de diez bromas funcionales por minuto, pero también en el dibujo de personajes rotundamente carismáticos. Es inexcusable en este punto mencionar al protagonista Jake Peralta (Andy Samberg), un joven inmaduro y entusiasta que se metió a policía debido a lo mucho que le gustaba La jungla de cristal. En efecto, un filme de culto de los noventa que, por nuestro propio bien, todos habremos visto de adolescentes.
Claro está, fue La Lego Película lo que acabó poniendo a esta pareja en el mapa, refrendando su valía tanto como guionistas como directores. Un filme cuyo éxito ya ha favorecido la producción de hasta tres películas derivadas –a la inevitable secuela hay que añadirles Lego Batman: La Película y Ninjago, y en todas ellas está confirmada la participación del dúo–, y que destaca como un complejo producto de entretenimiento en el que Miller y Lord volvían la vista a Clone High para colocar a personajes conocidos por todos en situaciones nunca vistas, y hacer al mismo tiempo una reflexión sobre la infancia, la madurez y el paso del tiempo que ya habían esbozado medianamente en Infiltrados en clase. En esta ocasión ésta reflexión era muchísimo más seria gracias a los catárticos minutos finales, que confirmaban la claridad y el tino con los que ambos entendían la situación actual del cine de entretenimiento. Y, para ello, ni siquiera era necesario que dichos minutos los protagonizara Batman.
¿Y ahora qué?
Desde entonces, y con la salvedad de El último hombre de la Tierra (2015-) –uno de esos casos en que la jugosa premisa sólo da para cuatro primeros episodios salvables–, todo son próximos proyectos. Los estudios han descubierto el insultante talento de estos dos amigos, y ansían que muchas de sus nuevas propuestas lleven su firma. Casi por automatismo, el nombre de Lord y Miller se ha visto vinculado al crossover entre Infiltrados en clase y Hombres de negro –MIB 23 es el título de semejante artilugio, que no podemos descartar que vaya a tener su gracia–, mientras que Sony ha decidido aprovechar la parte de derechos que aún conserva sobre Spider-Man para dejarles hacer el filme de animación que les parezca. Sobre éste se rumorea que han tomado la decisión de no tratar la versión de Peter Parker que todos conocemos, sino la de Miles Morales desarrollada por Brian Michael Bendis… lo cual nos llevaría al primer Trepamuros negro del celuloide. La primera sorpresa de, a buen seguro, muchas.
Pero es su contrato con Walt Disney Pictures, sin duda, el mayor pelotazo de todos, y la mejor oportunidad que tendrán nunca para consagrarse. Hacerse cargo del spin-off de Han Solo, algo con lo que por fuerza deben de haber fantaseado en algún momento de sus vidas, es la cumbre inevitable, y hasta lógica, a la que eventualmente tendría que llevarles su carrera. No sólo es que con toda probabilidad este contrabandista corelliano –socarrón, de vuelta de todo, siempre con la sonrisa canalla en la boca–, haya ayudado a diseñar el sentido del humor de la pareja, sino que su concepción de la nostalgia como un campo de juegos al que sólo han venido a, eso, jugar, es justo lo que necesita ahora mismo la Casa del Ratón. Una vez dado el primer paso con Star Wars: El despertar de la Fuerza, una vez que J.J. Abrams se haya ceñido al material de partida con la total reverencia del fan acrítico, ¿qué mejor que recurrir a Chris Miller y Phil Lord para evitar que las costuras acaben viéndose del todo, o la fórmula se anquilose? Por supuesto, existe el razonable peligro de que Han Solo: Una historia de Star Wars no acabe suponiendo más que un estirado sketch autocomplaciente, constreñido a la referencia, y carente del romanticismo que posee la figura del protagonista… pero por hoy vamos a darle un voto de confianza a estos dos. Gracias al citado desenlace de La Lego Película, sabemos que son capaces de hacer algo grande. Transgresor. Épico. Y, desde luego, mucho más inteligente que una tercera Estrella de la Muerte en un planeta helado. Esperemos.