Prehistoria del surf en España: ecos del boom

Te propongo un experimento ahora que empezamos a añorar el verano. Se trata de ir a los sesenta y analizar lo que sabían nuestros surfistas de entonces sobre el deporte que venía de Hawái antes de iniciarse en él, ávidos como estaban de olas. Nos dará una idea de la aventura que supuso aprender a hacer surf en la España de la apertura y algo de luz sobre lo que ha ocurrido desde entonces.

Si preguntas a un surfista cualquiera cuál es su primera noción del surf es fácil que te diga que vio a alguien coger olas en su playa cuando era niño. Esto no ocurre si haces la misma pregunta a los surfistas que se iniciaron en el deporte de las olas en España en los años sesenta, como es obvio, pues antes de ellos no había nadie surcando las olas en la playa. Si exceptuamos el plankin, la tablita de madera con que se cogieron espumas en Europa desde finales del siglo XIX hasta la llegada de los boogis a finales de los setenta.

Una humilde tablita de madera contrachapada que sabemos que llevaron a Cornwall los turistas de vuelta de Hawái y que también aparece en Biarritz y en las playas vizcaínas en fechas remotas, en cualquier caso anteriores a la guerra civil. Ellos, nuestros pioneros del surf, recuerdan haber visto documentales en el cine, una película de piratas, el comienzo de Hawaii 5-0 (1968-1980) o la publicidad más variopinta. Está claro que la información les llegaba con cuentagotas. Veamos.

Para imaginarnos la idea que se tenía del surf en España un poco antes de los sesenta, cuando el surf ya había desembarcado en Biarritz, podemos acudir a la Enciclopedia General del Mar de 1958, la voz surf que introducía este contenido: “Existe un deporte poco conocido en España, y que en varios países del mundo está muy en boga, especialmente en Australia. Este deporte podría designársele como ‘patinaje sobre olas’ y para poder efectuarlo relativamente sin peligro requiere playas sumamente aplaceradas y muy abiertas para que existan rompientes amplias. El deporte consiste en mantenerse de pie en equilibrio sobre una tabla, en el frente de una ola rompiente, de la segunda forma, de tal manera que combinando el movimiento hacia delante de las partículas de agua en su órbita circular con el movimiento de la tabla a través del agua, puede la persona conseguir la misma velocidad del movimiento de las olas y le permite mantenerse en el frente de la cresta. Es necesario que la ola esté en el momento de la ruptura a fin de que la velocidad de las partículas sea aproximadamente la de la ola misma. La tabla se mueve porque se mantiene siempre en la pendiente anterior de la ola”.

Los pioneros del surf en España: un grupo de apasionados del mar que entre improvisaciones y fotos salidas de revistas extranjeras cabalgaron por primera vez las primeras olas de la península.

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El artículo de la Enciclopedia venía sin foto. Cualquiera se aclaraba. Y eso que en Estados Unidos era la época del boom, del enorme incremento de popularidad del deporte gracias a películas de Hollywood como Chiquilla (1959), y que sólo dos años más tarde, en 1960, se iba a editar el primer número de la revista Surfer. Pero en los sesenta algunas noticias del surf especialmente importantes llegan a las costas de la piel de toro. Seguramente habrá más pero a éstas he llegado gracias a los testimonios de los pioneros.

Rastreando el surf español

Eugene Burdick fue un profesor de ciencias políticas en Berkeley nacido en 1928 en Iowa y trasladado a Los Angeles a los 4 años. Licenciado en psicología. La novena ola es la novela que le dio fama y fue publicada en 1956. Murió en 1965 a los 46 años de un ataque al corazón. En 1963 la revista Reader’s Digest, que era el principal material de lectura en los años sesenta en muchos hogares españoles, incluía un artículo, Jinetes de las olas, acerca del surf. Ahí se decía: “El tobogán acuático, antiguo deporte de los reyes de Hawái, es practicado por miles de personas”. 

Hablaba de gente que dejaba sus acomodadas vidas para dedicarse de pleno a este deporte y que vivían en tiendas de campaña levantadas en cualquier playa; de patinadores que caían en un remolino de toneladas de agua lechosa y espuma salada; y de olas que “reventaban” en una playa del Pacífico después de recorrer miles de kilómetros en el océano; citaba además los pesos, el tamaño, y los materiales de que estaban hechas las tablas. En este artículo se basó Iñaki Arteche para fabricar la primera tabla de surf que se usó en Gipuzkoa. Pero el artículo no traía una foto de la tabla, no al menos una que diera una visión de cómo era la tabla de costado o vista desde arriba. 

En la revista Life de 25 de octubre de 1963 Yvette Mimieux ocupaba la portada en bikini naranja sosteniendo un longboard a juego. Se anunciaba su intervención en un drama de televisión en que interpretaba a una surfista que sufría de epilepsia para lo cual hacía sus pinitos sobre el tablón. Apenas venían fotos de la rubia haciendo surf. Sin embargo la foto de portada dio idea a Arteche de cómo era una tabla de surf. Iñaki afirma que cuando se inició en el surf y hasta pasados unos años no vio a nadie coger olas a pesar de estar muy cerquita de Biarritz, donde había ya cierta fiebre con el deporte llegado de Hawái. Pero ni él ni sus hermanos Javier y Josemari tenían coche y los únicos viajes que hacían con la tabla eran a Zarautz en el tren. Iñaki supo de la existencia de surfistas al otro lado de la frontera gracias a un reportaje. Él comenzó hacia el año 1964.

En efecto, el Paris Match de 17 de agosto de 1963 incluía un artículo sobre el surf en Biarritz: “Le Surf Triomphe a Biarritz”, Kennedy en portada y dentro Marilyn, que había muerto en agosto de 1962 pero todavía llenaba las revistas, más una diva francesa, vivita y coleando, Brigitte, acompañaban en las páginas del semanario francés al dirigente soviético Krutchev.

El Paris Match de 2 de julio de 1966 traía en portada una fotografía de De Gaulle en Rusia. Y en su interior un reportaje titulado Vacaciones en Francia con once fotos de surf en Biarritz en blanco y negro y en color donde recordaba en la introducción que se habían ya superado los seis años desde diez y seis años desde la guerra. Un ladillo destacaba la opinión de los americanos: las olas de Biarritz son más altas que las de California. Explicaba que se podía alquilar la tabla por cinco francos la hora en uno de los diez clubes locales o, si no, comprarla bien nueva, por entre 450 y 600 francos, o de ocasión por 200, que miden 3 metros y pesan 14 kilos. Decía también que hacían falta 15 días para aprender a tenerse de pie sobre una tabla pero mucho más tiempo para adquirir el estilo hotdogging y recordaba los orígenes en Biarritz hacía 8 años a cargo de Peter Viertel, Joel de Rosnay y Jack Rott. Total, que los cuarenta kilómetros de Costa Vasca era el destino recomendado por el redactor de Paris Match para iniciarse en un deporte de “audacia que hace redescubrir el océano”. Éste debió de ser el reportaje que vio Iñaki Arteche y le permitió saber que el surf no era cosa sólo de americanos y hawaianos.

En Salinas, un ovetense adelantado a su época recibió un regalo muy especial, un disco de los Beach Boys, Surfin Safari, que le trajo su hermana azafata. La portada era una fuente de información para la construcción de una tabla. Sería el año 1962. Además, Félix vio un artículo en Mecánica Popular, una revista muy útil para la realización de manualidades. Con la ayuda de un carpintero fabricó un armazón de madera recubierto de madera contrachapada a la manera de las tablas huecas de Blake. En septiembre de 1937 Popular Mechanics había publicado un plano para la fabricación de estas tablas pero Félix se debió de basar en el artículo de 1957 de Mecánica Popular, la versión en castellano que se distribuía también en Argentina, y que recogía las instrucciones para fabricar un “deslizador con armazón de jaula” escritas por Newell W. Tune. Su hermano Santiago narra la aventura en The Lonely Surfer, una preciosidad de novela gráfica de la que aparece un detalle con el artículo de Mecánica Popular.

Para divertirse en el agua no hay nada como este deslizador”, decía el artículo, tal como nos explica Alfonso “Fine” Sánchez”, otro ovetense, que ha estudiado la aventura de Félix. “Con él podrá moverse velozmente sobre la cresta de una ola o seguir la estela de una lancha automóvil que le remolque a toda marcha. También resulta ideal para moverse lentamente sobre un lago tomando baños de sol”, seguía instruyendo la revista. 

La tabla descrita no tenía quilla y acababa en un pintail (popa en punta) pronunciado. Explicaba el artículo cómo curvar la madera, hacer un armazón de costillas y recubrir todo con fibra de vidrio. La madera tenía que ser contrachapado y el texto se acompañaba de unos planos. Es por tanto el artículo que debió de usar Félix para hacer la primera tabla que hubo en España. Una tabla de madera fabricada por Félix se puede ver en el Museo Océano Surf de Valdoviño. El reportaje debe de ser el mismo que usó José Manuel Merodio unos años más tarde en su hogar de Santander para disgusto de su madre, poco antes de la iniciativa hippy de la famosa Casa Lola.

Son huellas de una época bien diferente a la nuestra donde si buscas surfboard en google te aparecen millones de referencias e imágenes.

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