El legendario sello underground japonés vuelve a la actualidad gracias a las cuidada campaña de reediciones que ha lanzado Black Editions. 30 años y más de doscientas referencias que van de la psicodelia, el garage y el folk al free-jazz, el noise y la música contemporánea, bajo el denominador común del instinto y del gusto insobornable de su creador y alma mater, el llorado Hideo Ikeezumi. Un vasto catálogo que aún a día de hoy sigue ofreciendo fascinantes sorpresas, tanto a quienes se acercan por primera vez como los que creen conocerlo de sobra.
“Cuando abrí la tienda en los ochenta, los discos de garaje y psicodelia de los sesenta que vendía eran estupendos pero los nuevos… me parecían todos horrorosos. Siempre dije que si aparecía una buena banda japonesa crearía un sello para editar sus discos”. Quien habla es Hideo Ikeezumi, y la tienda, Modern Times, al lado de la estación de Medaimae en Tokyo. Un chico llamado Asahito Nanjo frecuentaba la tienda, atraído por la irresistible energía y peligro que transpiraba cada nueva joya subterránea que descubría en sus rebosantes cajones y estanterías. No tardó en llamar la atención de Ikeezumi. Hasta que cierto día, le comentó que buscaba una banda que fuera psicodélica y avant garde al mismo tiempo. Ni corto, ni perezoso, Asahito le replicó que eso era exactamente lo que su banda hacía y le trajo una cassette con algunas grabaciones. Ikeezumi la escuchó y le encantó. Ya tenía la banda que necesitaba para fundar su sello. Su nombre era High Rise, el disco se titularía Psychedelic Speed Freaks y el sello, simplemente, P.S.F.
Estamos en 1984 y aquí arranca la historia de un sello único, que llegó a publicar más de doscientas referencias en sus casi treinta años de vida, sin la más mínima concesión a las modas del mercado, fiel a una visión y a un compromiso personal incomparables, que se transmite además a todos y cada uno de los artistas y discos de su inmenso y amplísimo catálogo. Nace también el relato de un culto, exigente en lo musical, y complicado, a veces críptico (y también caro) de acceder, pero siempre gratificante. Una fascinación colectiva que, con la muerte de su mentor en 2017, creímos ya definitivamente condenada al olvido y a la búsqueda arqueológica en las profundidades de Discogs.
Pero no será así, y ese es el gran motivo de este artículo. Peter Kolovos, músico, amigo personal de Ikeezumi y uno de sus mayores fans, puso el año pasado en marcha el sello Black Editions, desde el que ha iniciado una campaña de reediciones y de puesta al día del legado de PSF que es una absoluta delicia para todos los iniciados y para tod@s los que quieran convertirse en nuev@s Psychedelic Speed Freaks. Pero pasemos a la acción, demos primero un pequeño salto atrás para ubicar nuestro relato y después otro hasta la actualidad, para conversar con el propio Peter sobre esta bella iniciativa.
El caso es que PSF era una empresa unipersonal, totalmente DIY, con un volumen de ventas muy modesto, tanto fuera como dentro del propio país, y Modern Music, una tienda diminuta, llena de discos y también de flyers de conciertos que dejaban todos los músicos que pasaban por allí y cubrían absolutamente todos los rincones de cada pared. Nada haría pensar a cualquiera que visitara su local que Ikeezumi fue un exitoso consultor para varias de las cadenas de tiendas de discos más importantes de Japón en los setenta. Pero efectivamente lo fue, y probablemente todo lo que pasó después esté condicionado por ello.
Pero ¿quién era Hideo Ikeezumi exactamente? ¿Y qué hace que PSF sea algo tan especial? Empecemos desde el principio. Ikeezumi nació en 1949 en el barrio de Itabashi, en el norte de Tokyo y fue un gran estudiante y lector hasta 5º de primaria. Hasta que un single de Akira Kobayashi que le había prestado su vecina le hizo llorar nada más ponerlo. Años después Ikeezumi se preguntaba como un chico de esa edad pudo emocionarse tanto con esa canción, tema central de una de tantas películas de acción para lucimiento de Kobayashi en los sesenta. Pero aquella experiencia cambió su vida para siempre. Dejó de leer, sus calificaciones escolares cayeron vertiginosamente y la música pasó a captar toda su atención. Se gastaba todo su dinero en cintas de cassette que grababa con un micrófono pegado a los altavoces de su radio, con música de Yoshio Tabata, Michika Mihashi o Hibari Misora.
Poco a poco fue acumulando conocimientos enciclopédicos y sobre todo, a desarrollar unas inclinaciones y unas opiniones firmes y muy marcadas, que le llevaron a amar con pasión el rock y el jazz británico y americano, y odiar, a su vez, todas y cada una de las aburridísimas y comerciales imitaciones que se producían en su país. A finales de los sesenta, la paga de sus padres se había transformado ya en el sueldo que se ganaba como operario en todo tipo de obras, pero el destino era el mismo: música. Discos de jazz, blues y rock para satisfacer su voraz apetito de nuevas experiencias.
Cierto día, vio un anuncio en Gobangai, una de las tiendas de discos que frecuentaba, en el que buscaban a un dependiente para una de sus sedes. Se presentó y le contrataron al instante. Se dedicaba principalmente a revisar el stock de la tienda y prepararles listas de la compra con recomendaciones de discos que consideraba que podían venderse bien. La cosa funcionó, Ikeezumi demostró tener ojo clínico para detectar posibles éxitos y le ofrecieron convertirse directamente en el coordinador de compras. Esto sucedía en 1968, en pleno boom económico del país, con nuevas compañías como CBS/Sony Records estableciéndose a diario y un mercado de discos en crecimiento exponencial. Terminó responsabilizándose de las compras de toda la cadena Gobangai. Organizaba exitosos eventos de firmas de discos, y obtenía muy buenos resultados pero… la música le seguía pareciendo horrible. Los discos que de verdad le gustaban no se vendían en absoluto, aunque gracias a su credibilidad y posición conseguía mantener una pequeña sección con ellos en las tiendas. A mediados de los ochenta, a medida que su posición se volvía más importante y su figura en la industria más carismática, su frustración no hacía más que aumentar.

Empezaba a sentir ya una necesidad imperiosa de romper con todo aquello, cuando un puñado de músicos japoneses inspirados por la explosión del punk empezó a editar discos de forma independiente y a acercarse a las tiendas de Goganbai para ofrecerle copias. Ikeezumi sintió por fin interés por algunos discos y bandas locales como Friction o MIrrors y a poner sus primeros singles, flexi discs y flyers de conciertos junto a las importaciones de punk y new wave británicas del momento. Tadashi Watanabe, un empleado que dibujaba los flyers para una de las sedes de la tienda decidió abrir su propio local de venta discos. El espíritu de la independencia creativa y el Hazlo-Tu-Mismo llegaba a Japón y al corazón de Ikeezumi. Era el momento de dar el salto, de mandar todo al garete y abrir su propia tienda, a su manera y vender lo que le diera la gana.
Buscó deliberadamente un sitio por el que no pasara mucha gente y encontró una tienda recién cerrada en Medaimae. Todo preparado para entrar directamente a trabajar. Bien ubicado, cerca de la estación y de la universidad. Pero al mismo tiempo no era una zona de compras por donde pasarían un montón de clientes curiosos preguntando por los éxitos del momento. No quería nada de eso. “De Pere Ubu a Akira Kobayashi”, como decía el anuncio de la inauguración, no había una limitación ni una orientación clara. Era cuestión de ser simplemente libre, y desde ahí empezar a establecer conexiones con los sellos independientes locales.
Uno de aquellos primeros discos fue precisamente Watashi Dake? de Keiji Haino, editado entonces por Pinakotheca Records y ahora reeditado por Black Editons, auténtica piedra angular de todo el universo que se formó después y del que volveremos a hablar en detalle más adelante. Ikeezumi le compró ¡¡50 copias!!! a un atónito Takafumi Sato, fundador del sello y posterior colaborador en PSF, entusiasmado y completamente seguro de ser capaz de venderlas todas. Es probablemente ahí, en ese instante de bendita locura, en esa apuesta visionaria y suicida por un disco absolutamente genial e imposible de vender en su tiempo, cuando nace el Ikeezumi indomable que nos cautivó a tantos durante años.
Durante sus primeros años en Modern Times Ikeezumi se dedicó principalmente a importar los discos de psych-rock de los sesenta que adoraba y darlos a conocer a un montón de músicos locales. Algunos de ellos, como Ken Matsutami de Marble Sheep o You Ishihara de White Heaven llegaron a trabajar en la tienda para pasarse el día escuchando aquella música. Poco a poco se fue convirtiendo en un centro de reunión para todos ellos y en una de aquellas conversaciones fue donde se produjo el encuentro con Asahito Nanjo que dio lugar al nacimiento de PSF.
Llegados a este punto, es posible que os preguntéis “Bueno, ¿y qué? ¿Qué tiene de especial todo esto?” y lo entiendo. Un tendero japonés obsesionado por el rock psicodélico de los sesenta creó un sello para dar salida a los grupos locales que empezaron a surgir gracias a la explosión del punk. Al fin y al cabo, parece uno de tantos sellos de revival garagero que tan en boga estuvieron en los ochenta. Pero no es así, ni mucho menos. Lo de High Rise o Marble Sheep todavía puede pasar por revival. Y aun así, está hecho con tal fiereza y determinación, con una intensidad primigenia tan brutal y a la vez tan sofisticada que ya habita un universo propio.
Pero lo de Keiji Haino y Fushitsusha, su banda, sencillamente no tiene parangón. Ni en 1984, ni hoy, ni en 2003 (que es cuando los descubrí). Enfrentarse a su música es un shock, un cortocircuito explosivo de todas las conexiones mentales que uno ha ido elaborando durante años de escucha, que te deja mudo, tieso, bloqueado, incapaz de discernir si te ha gustado o te ha horrorizado, si Keiji es el heredero directo de Jimi Hendrix o un incompetente absoluto, si canta como nadie porque es un maestro de su propia voz o se dedica a gemir y gritar mientras aporrea la guitarra en larguísimas improvisaciones cacofónicas sin ton ni son. Sólo tienes dos opciones, decidir que no es lo tuyo y dedicarte a otras escuchas más inmediatamente satisfactorias mientras reparas tus circuitos mentales, o armarte de valor y rediseñarlos pacientemente mientras te aventuras poco a poco en sus oscuros mantras sonoros. Si eres de los segundos, bienvenido, porque te aseguro que, tarde o temprano, hay un instante en el que el click mágico llega y todo empieza a cobrar sentido. Por supuesto, sigue y seguirá siendo un indescifrable misterio, para los que lo escuchamos y para los cientos de músicos que han colaborado y colaboran con él. Pero todos hemos sentido esa misma punzada alguna vez, como una revelación a otra dimensión, y la buscamos sin descanso cada vez que le escuchamos, porque siempre acaba llegando.
En mi caso, fue su eterna e inquebrantable imagen de hechicero de las tinieblas en una portada de la revista WIRE la que me atrajo irremisiblemente. Su música llegó después. Residía en Estados Unidos en aquellos tiempos e incluso allí, la disponibilidad de contenidos y la accesibilidad a internet era todavía muy limitada, por lo que resultaba complicado, además de caro, hacerse con sus discos. Fushitsusha I fue el primero, y ahí hallé la conexión con el sello PSF. Así llegaron otros monstruos como el free-jazz de Kaoru Abe y Masayohsi Urabe o el folk cubista de Kan Mikami. A cuentagotas, siempre muchos menos de los que hubiera querido, siempre con la sensación de que aún me quedaban mundos enteros por descubrir, porque cada nueva adquisición era una nueva aventura hacia lo desconocido. No tanto porque fuera algo innovador o rompedor en el sentido un tanto estúpido que damos a veces a estas palabras, sino porque era único, incomparable, imposible de medir contra nada que hubiera escuchado antes, y sin embargo elaborado con unas texturas y ropajes que resultaban familiares. He ahí la grandeza de PSF y la cohesión de un catálogo que va del rock garagero y psicodélico a la experimentación electrónica o al free-jazz y a improvisaciones sonoras de todo tipo. La visión de Ikeezumi es la clave; su rabiosa independencia, la que le llevó a romper con todo y tomar su camino y la que transmitió a todos los artistas y a todas las obras que llegó a publicar.

Pero dejemos ahora que sea Peter Kolovos, probablemente una de las personas que mejor conoce las profundidades de este legado musical además de haber vivido de forma más cercana su evolución hasta la triste desaparición del maestro Ikeezumi, quien nos cuente esta bella historia y sus planes de futuro para preservarla y darle continuidad…
Anton Itturbe (AI): ¿Cómo llegaste a descubrir P.S.F. y conocer a Ikeezumi?
Peter Kolovos (PK): La música me empezó a interesar en mis tiempos de estudiante en Chicago. Era DJ y también director de una cadena de radio donde tuve la suerte de conocer a una serie de personas, como C. Spencer Yeh o Andres Choate, “oyentes profundos” interesados en músicas que no encajaban en los esquemas comerciales habituales. Fue allí donde escuché a Keiji Haino y el catálogo de P.S.F. por primera vez. Éste incluía un montón de artistas diferentes pero todos parecían tener un planteamiento estético común que me abrió a diferentes modos de escuchar y concebir el sonido. Lo sentí como algo realmente nuevo para mí. En esencia aquella música se basaba en patrones de jazz o rock conocidos pero lo hacía desde otra perspectiva, de manera única y muy personal en cada caso. No transmitían en absoluto la sensación de estar pendientes de la acogida del público ni de su aprobación comercial ni de pertenecer a ninguna tradición establecida. Valoro mucho que un artista busque su propia voz y lenguaje, que no se ajuste a ningún género o idioma concreto. Aquello sonaba personal y auténtico; sé que “auténtico” es un término problemático pero realmente creo que es el adecuado en este caso. Otra cosa que percibí y me pareció realmente excitante fue el hecho de que todos aquellos artistas eran realmente rigurosos y exigentes con su trabajo. El resultado no tenía nada que ver con modas o estilos; emanaba de la más pura práctica artística.
Lo cierto es que me llevo bastante tiempo conectar con algunas de aquellas músicas. De hecho, no considero que entienda del todo la obra de alguien como Keiji Haino. Es una tarea que puede llevarte toda una vida. Pero una vez que su música empezó a resonar en mí, se me abrieron de repente las puertas de todo el mundo musical que tanto él como el resto de aristas estaban creando. Todo empezó a cobrar verdadero sentido a partir de ese instante. Me recordó al tipo de epifanías que uno puede tener con gente como Captain Beefheart o Cecil Taylor. Pueden sonarte totalmente indescifrables en un principio, pero una vez conectas, es como aprender una nueva lengua.
Finalizados mis estudios, y dado que un viejo amigo vivía allí en aquel momento, decidí emprender un viaje a Japón. Mientras planeaba mi visita, eché un vistazo a la web de Keiji Haino con el listado de todos sus conciertos e hice las reservas de manera que pude verle actuar hasta tres veces. Aquello fue realmente increíble para mí. A decir verdad no hice demasiado turismo y me pasé la mayor parte del tiempo explorando tiendas de discos. En Osaka fui a Alchemy Records. En aquel momento Maso Yamazaki (Masonna) trabajaba allí y llegué a hablar un poco con él, algo totalmente inesperado y casi surrealista para mí. Por supuesto, en Tokyo fui a Modern Music y allí estaba Ikeezumi. Yo no hablaba japonés y él no hablaba inglés, pero yo llevaba una lista manuscrita de discos que me interesaban y de una manera u otra conseguimos comunicarnos. El entendió lo mucho que yo apreciaba lo que estaba haciendo con P.S.F. y fue muy amable conmigo y acabó regalándome posters, flyers y discos promocionales. Me puso algunas canciones que no había escuchado nunca y me recomendó algunos discos. Aquella me visita me encantó, me pareció todo muy personal y sin ningún tipo de pretensión. Desde entonces, siempre dejé un hueco en mis viajes a Japón para pasar por la tienda.
AI: Diría que mi interés por P.S.F. proviene de una fascinación personal por la cultura underground japonesa (desde las conexiones con Fluxus en los sesenta al japanoise, la literatura outsider o el eroguro). ¿Cuál es tu caso?
PK: Habiendo nacido y vivido en Los Angeles, donde sigo residiendo, he experimentado una mayor exposición a la cultura japonesa de la que hubiera tenido en otras ciudades de Estados Unidos. La cultura, diseño y estética japoneses me son familiares desde niño, cuando establecí mi primer contacto a través de los comics y los films de anime. L.A. es una ciudad muy extensa en la que habitan diferentes comunidades históricas. Hay una considerable población de origen japonés; hay un Little Tokyo y Little Osaka está al lado de la calle en la que crecí. La comunidad local tiene una larga y profunda historia.
Esto no está necesariamente ligado a mi interés por los artistas de P.S.F. Me interesa su música en sí, sin necesidad de ninguna identificación nacional. Es una cuestión de enfoque artístico. Aunque, entiendo que resulta extraño que tantos artistas a los que admiro y amo resulten ser japoneses. Para mí el arte y la música están por encima de las nacionalidades.

AI: ¿Cómo describirías a Ikeezumi y qué impresión te causó en ese primer encuentro? ¿Qué crees que hizo posible que os entenderíais desde un inicio?
PK: P.S.F. era una empresa muy pequeña, por muy grande que nos pueda parecer desde nuestra percepción de la música y cultura underground. No obstante, considero a Ikeezumi una especie de gigante en muchos sentidos. Su compromiso para publicar más de doscientos discos, fiel a sus valores estéticos y ajeno a todas las modas, es realmente inspirador. La propia tienda era realmente complicada de encontrar en Tokyo, pero visto en perspectiva, creo que lo hacía a propósito, y la verdad es que me parece estupendo. Todo era muy DIY.
Creo que el hecho de recibir en la tienda gente extranjera que conocía P.S.F. y le preguntaba por tal o cual referencia concreta era una sorpresa muy agradable y alentadora para Ikeezumi. Le complacía mucho comprobar que se las había arreglado para llegar más allá de las fronteras de Japón y provocar aquella especie de éxodo hacia la tienda.
Lo cierto es que era difícil hacerse con los discos de PSF en aquellos tiempos y además eran muy caros. Tuve mucha suerte con esto, porque en la emisora de radio tenían un montón de ellos y podía escucharlos sin tener que comprarlos. Además nos mandaban un montón de CDs promocionales de las multinacionales que nunca llegábamos a escuchar, así que los vendíamos en tiendas locales para obtener crédito de compra en ellas. De esa manera nos hicimos con buena parte de la colección de PSF para la emisora. Había un par de tiendas de Chicago que traían sus discos. La decisión entre guardar copias extra del Load de Metallica o venderlas para obtener el Nazareth de Che-SHIZU no ofrecía muchas dudas.
AI: Desde aquel día desarrollaste una relación personal de 16 años con Ikeezumi. Hubo muchos (y traumáticos) cambios en la industria discográfica en aquel periodo, principalmente derivados de la irrupción de internet ¿Cómo fue evolucionando vuestra relación? ¿Qué actitud mantuvo Ikeezumi ante el progresivo declive del formato físico?
PK: La crisis de la industria musical no pasó por alto a P.S.F. y Modern Music. Imagino que cada vez era más complicado obtener financiación, ya que los distribuidores a menudo no podían pagar y los márgenes de beneficio estaban reduciéndose de manera extrema. El modelo de negocio se hizo insostenible para la mayoría de las tiendas y muchas de ellas se vieron forzadas a cerrar, cosa que Ikeezumi terminó haciendo en 2014. Aunque su intención era la de mantener el sello en marcha, así como la publicación de G-Modern.
Ese fue el inicio de mi relación más formal con P.S.F. En 2012 o 2013 vi un post en redes sociales invitando a la gente a hacer donaciones para financiar el sello y mantenerlo con vida. Aquello me puso en marcha. P.S.F. publicaba exclusivamente en Japón y yo sabía que poseía un catálogo increíble que era muy difícil de obtener fuera de aquel país y quise hacer algo al respecto.
El sello era dueño de algunos derechos de los masters de grabación, pero los derechos internacionales no se habían definido aún. Pensé que esa era una vía por la que podría ayudar. La cantidad de dinero necesaria para mantener el sello a flote era considerable pero no inalcanzable. La estrategia consistía en separar el lado internacional de manera que PSF siguiera operando en Japón de la misma manera que había venido haciendo hasta entonces con sus propios derechos, al tiempo que yo creaba Black Editions para publicar las ediciones internacionales. Además PSF se dedicaba principalmente a producir en formato CD y a mí me interesaba más el vinilo. Este modus operandi debía posibilitar la continuidad del sello y de G-Modern en Japón, era una manera de ayudarnos mutuamente.

En lo que respecta a los cambios en la industria, P.S.F. nunca completó del todo la transición a la era de internet en lo que se refiere a subir la música y la información del catálogo a la red para hacerla disponible. Nuestro objetivo ahora es, por un lado, continuar esta anacrónica campaña de ediciones en vinilo hasta donde seamos capaces de llegar, y por otro, asegurarnos de que la música esté disponible en cualquiera de las plataformas digitales actuales para que las nuevas generaciones la puedan descubrir. No hay mucha gente con este tipo de visión. Ikeezumi y todos los artistas de P.S.F. representan un enfoque artístico único y cada vez más escaso; quiero continuar preservando y promocionando su legado con todos los medios a mi alcance.
AI: ¿Cuál era el criterio de Ikeezumi para seleccionar la música que editaría en PSF? ¿Llegaste a participar de algún modo en la dirección artística del sello?
PK: No, nunca estuve tan involucrado en la dirección de P.S.F. De hecho, esa era una de las premisas. Todo el poder de decisión era de Ikeezumi. Su muerte fue una verdadera tragedia. En mi visión ideal, él hubiera seguido buscando y encontrando nuevos artistas y produciéndoles nuevos discos. G-Modern hubiera vuelto a funcionar. Yo contribuiría a esas ediciones y produciría el catálogo internacional. Eso es lo que esperábamos ambos, al menos. Su fallecimiento fue una pérdida tremenda.
AI: Tú fundaste Black Edition y en la actualidad te acompaña Steve Loventhal, ¿correcto? ¿Hay alguien más en la organización? Por otro lado ambos mantenéis vuestros propios sellos (Thin Wrist y VSDQ) y vuestras amplias carreras como músicos en numerosos proyectos, pero ¿qué es lo que os llevo a trabajar juntos?
PK: Efectivamente, Black Editions lo fundé yo sólo y sigo siendo el director principal tanto a nivel artístico como de producción. Steve se encarga principalmente de labores de promoción, gestión legal y distribución. El creó y coordina el fantástico sello VSDQ, orientado mayoritariamente a grabaciones de guitarra acústica y yo cree en su momento y coordino Thin Wrist Recordings. Ambos sellos se mantienen bajo el paraguas de Black Editions. Incorporé a Steve aproximadamente un año y medio después de fundar Black Editions. Somos una organización bastante informal en el fondo, pero puedo ser obsesivo con la dirección artística y la producción y me involucro mucho en todas las fases de los proyectos.

AI: La mayoría de los discos publicados por Ikeezumi estarían descatalogados e incluso podrían haberse perdido para siempre si el sello hubiera desaparecido. Al mismo tiempo, muchos de ellos eran prácticamente desconocidos fuera de las fronteras de Japón (e incluso dentro) debido a su limitada distribución. Tengo curiosidad por saber hasta qué punto conocías toda la música del catálogo antes de tomar la decisión de comprar esos derechos. ¿Te basaste en tu propia percepción y en tus conocimientos o confiaste en el criterio y la visión de Ikeezumi?
PK: Bueno, efectivamente, es enorme y escucharlo supone una verdadera aventura, pero lo cierto es que he escuchado la gran mayoría de las referencias. Aun así, diría que lo que verdaderamente me dio la confianza necesaria para dedicarle todo mi trabajo y mis recursos fue la familiaridad que sentía, de un modo u otro, con todos los artistas. Y por supuesto, también el hecho de que habían sido seleccionados con el impecable oído de Ikeezumi. Él lo publicó todo por puro amor a la música, bajo su cuenta y riesgo. No creo que haya una sola referencia mediocre en todo el catálogo. Pueden gustarte más unas que otras, obviamente, pero absolutamente todas merecen la pena.
AI: Entiendo que ha debido haber un proceso de investigación detrás de las ediciones realizadas hasta ahora, con sorpresas y (re)descubrimientos a medida que has ido conociendo más cosas sobre Ikeezumi, como sus textos para G-Modern, por ejemplo.
PK: Estamos traduciendo los artículos de G-Modern y creando un archivo online con ellos. Hay textos realmente fascinantes que revelan opiniones y posturas filosóficas muy poderosas y elaboradas. Escuchaba absolutamente de todo, de forma omnívora, pero aplicaba unos criterios muy precisos y rigurosos a la hora de elaborar sus críticas. Me encantan las reseñas de discos y si ojeas un ejemplar de G-Modern, comprobarás que hay muy pocas publicaciones que hayan cubierto un terreno musical tan amplio y extenso. Underground, avant-garde, psicodelia… y además a nivel global; encuentras de todo. Es increíble y sigo aprendiendo nuevas cosas cada vez que leo un artículo.

Considero que es importante crear un contexto histórico para estos discos. Cuando encuentro un álbum o un artista que me gusta, busco información sobre ellos –como el sello que lo publica, los músicos que participan en el mismo- y empiezo a conectarlo con otros artistas. Me encanta recorrer esta especie de senderos musicales.
AI: Veo a Keiji Haino como la llave que abre todo el universo de PSF. La elección de Watashi Dake? como primer disco a reeditar, así como el altísimo estándar de calidad, el mimo, el detalle y la fidelidad con la visión original del artista que habéis usado en la fabricación del mismo, parece una indicación de que vosotros también lo veis así. ¿Cómo conociste a Keiji Haino y qué tal te fue esa primera vez? Supongo que debe intimidar un poco al principio
PK: Tienes razón. En muchos sentidos Haino es el cimiento de todo el universo PSF. Le he visto tocar en directo en numerosas ocasiones a lo largo de estos años tanto en Japón como en Chicago y LA. Siempre que he estado cerca de un sitio en el que tocara he ido a verle. Conocí bastante gente intercambiando cassettes de grabaciones de sus conciertos en los noventa. Tengo que agradecer especialmente a Alan Cummings por toda la información que me ha ido proporcionando durante estos años acerca de su música y por haberme presentado a muchos de los artistas más importantes de Japón, incluyendo a Haino, por supuesto.

Watashi Dake?, en realidad, no se publicó originalmente en P.S.F., salió en Pinakotheca en 1981 y después hubo una reedición en CD en P.S.F. con un tema extra. En cualquier caso, me parece una pieza clave en la historia de la música underground y una de las mejores grabaciones de todos los tiempos, sin ningún lugar a dudas. Cuando conocí a Haino fue muy amable conmigo, estuvimos charlando un rato y en el transcurso del diálogo él me confeso que… ¡le gustaría publicarlo de nuevo! Aquello nos facilitó enormemente las cosas y él mismo nos ayudó mucho durante la producción además de darle su bendición.
Por otro lado, Alan Cummings nos ayudó con las traducciones de las letras para la reedición. Cuando las leí por primera vez me estremecí. Has oído esta música tantas veces que desarrollas una relación íntima con ella aunque no comprendas las palabras. Pero una vez las entiendes es como encontrar la pieza que te faltaba en el puzzle, y el conjunto se hace aún más poderoso.
AI: ¿Cómo se desarrolló esa involucración personal de Keiji Haino?
PK: Se puso en contacto con el fotógrafo original, Gin Satoh, y encontraron las muestras originales para la portada. En cuarenta años había envejecido y tenía algunas pequeñas marcas y grietas, pero transmitían una sensación de paso del tiempo que nos pareció muy bella y apropiada, así que decidimos usarla para la nueva edición. Haino no es un artista que mire demasiado a su pasado, por lo que estoy muy contento de que haya accedido a hacer esto.
AI: Cierto, raramente vuelve a sus discos antiguos. Siempre está produciendo material nuevo. ¿Está contento con el resultado de esta reedición?
PK: Haino es un artista en el sentido más auténtico de la palabra. No es un nostálgico, vive como artista todo su tiempo. La manera en la que se concentra y el mimo con el que lo hace todo es muy inspirador; está constantemente pensando sobre arte, música, trabajo… He aprendido mucho a su lado. Trabajó con Satoh en el diseño gráfico del disco y tenía ideas muy específicas sobre el modo en que quería que se hicieran las cosas. Es estupendo trabajar con un artista con esa determinación y esa visión tan clara. Respondiendo a tu pregunta creo sinceramente que tanto Haino como Satoh están contentos con el resultado y eso nos anima a hacer más cosas similares –quizá demasiadas, je, je-.
AI: ¿Sigues algún tipo de plan predefinido con el lanzamiento de las reediciones o vas paso a paso (es decir, planeando cada nuevo lanzamiento en función de la respuesta del anterior)?
PK: Hay gente que se siente atraída por la parte más antigua del catálogo y gente que prefiere los discos de la última época. Trato de equilibrar ambas tendencias. Lo que pretendemos es que al lanzarlos unos junto a otros la gente pueda valorar el catálogo como un todo. A corto plazo sí que tenemos un montón de cosas en preparación y las iremos anunciando en las próximas semanas. Entre otras el LP Out de White Heaven saldrá pronto, así como el primer LP para P.S.F. de Kan Mikami, el tercero de Go Hirano (un disco absolutamente maravilloso, que en apariencia al menos, no tiene nada que ver con el resto del catálogo), Far and Wee de Kazuo Imai…
AI: ¿Y qué hay de esas reediciones de Masayuki Takayanagi que estáis anunciando últimamente?
PK: Descubrí su obra gracias a los dos discos que editó P.S.F. en su momento. Estaban basados en la colección de cassettes con grabaciones de los años setenta que Ikeezumi había ido acumulando con la ayuda del fotógrafo y escritor Yuji Itsumi. En esa colección se incluían directos de varios de los músicos de free jazz más importantes de Japón como Kaoru Abe, Motoharu Yoshizawa o el propio Takayanagi. El compromiso artístico sin concesiones de todos ellos fue una de las mayores inspiraciones para P.S.F. Takayanagi, especialmente, era un revolucionario, un músico fiero que creó su propio lenguaje y métodos de composición e improvisación. Cuando P.S.F. publicó esas grabaciones históricas, contribuyó a dar un contexto más amplio a los discos contemporáneos que estaba editando. En el caso de Takayanagi, como guitarrista que soy, me dejó absolutamente noqueado la primera vez que lo escuché. No podía creer que hubiera estado haciendo aquello en 1970. Respeto profundamente a Sonny Sharrock, pero ni siquiera él, no había nadie que hiciera algo así en aquellos tiempos.
Takayanagi es un personaje muy interesante, más allá de la música también. Era un pensador y escritor brillante con unas opiniones muy firmes. He usado el término “sin concesiones” en varias ocasiones ya, pero nunca de un modo tan apropiado como en este caso. El arte estaba por encima de absolutamente todo lo demás para él.

AI: ¿Has escuchado April is the cruelest month, el disco que acaba de reeditar Blank Forms?
PK: Sí, claro. Blank Forms están haciendo un trabajo estupendo. Espero poder colaborar con ellos en estas reediciones. Agradezco mucho su ayuda y sus aportaciones. Son muy buenos en lo suyo. La revista que publican es indispensable, en mi opinión.
AI: Me gusta mucho el modo en el que presentáis las reediciones, sin sobrecargarlas de descartes, inéditos, ensayos y similares. La mayoría de las veces el material no está a la altura del disco original y uno termina perdiéndose el concepto y el impacto del mismo. Creo que lo que buscáis es precisamente preservar e incluso potenciar la sensación original y me parece estupendo. ¿Vais a seguir haciéndolo así en el futuro? Y de todos modos, ¿hay material inédito en los archivos de Ikeezumi que merezca la pena publicar?
PK: Bueno, lo cierto es que el hecho de respetar el material original de las ediciones… ¡nos facilita mucho el trabajo, ja ja! Pero también es verdad que algunos artistas tienen material extra y proyectos paralelos que quieren compartir. Depende de cada caso. De cualquier modo, presentar las obras del modo que fueron concebidas en primera instancia sigue siendo el principal objetivo. Las herramientas digitales actuales nos permiten ser flexibles con ambas visiones; podemos publicar Watashi Dake? tal y como se editó originalmente e incluir un bonus como el material en directo que P.S.F. añadió en su día a la edición en CD a modo de descarga de alta calidad. Estamos abiertos a todos los formatos y plataformas a nuestro alcance.
Hemos hablado mucho sobre Haino pero hubo otros artistas igual de importantes para el sello. Asahito Nanjo de High Rise, por ejemplo, es un artista fantástico cuya obra queremos explorar a fondo. No puedo anunciar nada todavía pero tenemos cosas realmente excitantes en preparación.

AI: ¿El propio Asahito Nanjo y otros como Makoto Kawabata de Acid Mother’s Temple se involucraron tanto en el proceso como Haino?
PK: Cada uno a su manera, pero todos han ayudado y se han entusiasmado con la idea. Como sello, tratamos de trabajar con la mayor seriedad y cuidado posible para que las ediciones tengan la belleza que merecen y creo que los artistas aprecian mucho este hecho. Queremos asegurarnos que las obras se presentan respetando totalmente sus intenciones.
AI: Por lo que se comenta en la web del sello los próximos lanzamientos contarán con material visual y literario adicional, con el objetivo de revivir tanto la música como la atmósfera que la rodeaba. Estáis haciendo un gran esfuerzo traduciendo fanzines, recopilando flyers e incluso subtitulando films. Hay toda una cultura detrás de PSF, una especie de pegamento que une todas las piezas dispersas…
PK: Cierto. Y queremos seguir trabajando en esa dirección. Los textos de Takayanagi apenas se han traducido. En parte porque son extraordinariamente sutiles y complejos. Los conceptos están superpuestos en tantas capas y es todo tan denso que te obliga a tener muchísimo cuidado. Como bien apuntas, G-Modern documentó el universo paralelo que estaba emergiendo en Japón y nosotros sólo hemos llegado a rascar un poco la superficie con nuestras traducciones. Cuando un oyente conoce las ideas y la personalidad de un artista accede al interior de su música y se abre a nuevos significados. Es un proceso natural. Somos animales sociales programados para comunicarnos y conectarnos entre nosotros de un modo u otro. Queremos dar espacio a nuestros oyentes para entender, evaluar y conectar con el artista y su obra de un modo mucho más profundo. En la medida que relacionas la música con un ser humano en lugar de un nombre abstracto esta se vuelve más personal y real.

Apéndice
¿Y qué hay de la música en sí? Probablemente cualquier grabación con la que os topéis por ahí es un buen punto de entrada al catálogo. Todo depende de cómo se lo tome cada uno y de la actitud con la que lo escuche. Es una aventura que debe iniciar y desarrollar cada uno a su manera y desde la pura intuición. Pero si os decidís por las reediciones que ha lanzado Black Editions, además de contribuir a esta bella iniciativa, os aseguro que os lleváis unos cuantos clásicos que siempre lucirán en vuestra colección. Os dejo una pequeña reseña de cada uno de ellos para orientaros y daros un empujoncito. ¡Suerte!
Keiji Haino: Watashi Dake? (1981): Poco más que añadir a lo ya dicho. Primorosamente reeditado tal y como Keiji lo concibió originalmente.
V.A.: Tokyo Flashback I (1991): Recopilatorio que incluye temas de los principales artistas que dieron inicio al sello (High Rise, Marble Sheep, Ghost, Fushitusha…) y auténtico manifiesto del sello y por extensión de toda la escena que venía desarrollándose en Japón desde finales de los setenta. Posiblemente una de las colecciones más icónicas de la historia del rock underground. El reverso psicodélico de No New York.
High Rise: II (1986): Segundo disco de estas bestias pardas del garage. Una especie de Fun House de acento nipón, en el que la química explosiva del dúo guitarra/bajo de Munehiro Narita y Ashito Nanjo va un paso más allá en todos los sentidos con respecto a su debut para generar un magma inflamable, tóxico e irresistiblemente adictivo.
Psychedelic Speed Freaks – Psychedelic Speed Freaks (2019): Terco como una mula, Munehiro Narita vuelve treinta años después liderando un glorioso power-trio, que por supuesto, no inventa absolutamente nada nuevo. Retoques, matices y un ligero lifting con el que es justo reconocer que de forma inevitable pierde un pelín de pegada, para una formula inagotable que garantiza otra media hora de pura lujuria sonora.
Ché-SHIZU – A Journey (1994): Junto a Ghost, la fantástica vocalista Chie Mukai representa el lado más folkie y calmado del catálogo, aunque no por ello menos excitante ni arriesgado. Originalmente formados en 1981, Chie provenía del mundo artístico cercano a Fluxus y había estudiado con Takehisa Kosugi en los setenta y ha colaborado a lo largo de su carrera con buena parte de la vanguardia sonora japonesa, desde East Bionic Symphonia o Marginal Consort hasta Merzbow. A Journey es un bellísimo compendio de sus influencias plasmado en una colección de canciones de apariencia amable y ligera que esconden un fascinante entramado sonoro en su interior lleno de sorpresas. Pequeña rareza a descubrir y degustar poco a poco.

Acid Mother’s Temple – Acid Mother’s Temple 1st Album (1997): Si High Rise se mueven por el asfalto de las calles y garajes de Tokyo y Fushitsuha habitan sus más oscuras catacumbas, Acid Mother’s Temple flotan en el espacio sideral de sus noches más estrelladas. La comuna-grupo liderada por el simpar guitar-hero Makoto Kawabata es responsable de un desparrame discográfico de dimensiones pantagruélicas que rezuma un potaje colorista, ácido, humeante, tóxico y embriagador que por sí sólo precisa de toda una enciclopedia para su análisis. Su disco de debut para PSF es sin duda, una de las mejores vías de iniciación al culto. Cuidado porque no admite retornos ni cancelaciones…
Makoto Kawashima – Homo Sacer (2015): Le corresponde el triste honor de haber sido el último disco producido y editado por Ikeezumi y de demostrar hasta qué punto el instinto y buen gusto del maestro se mantuvo intacto hasta el último de sus días. Talentoso y digno heredero de Kaoru Abe o Masayoshi Urabe, el saxofonista de Owagamachi se presenta totalmente en solitario en su debut discográfico con dos piezas improvisadas a quemarropa, capaces de escocer como ortigas cuando agudiza su soplido pero tejidas con una serena elegancia que deja un poso de pequeño clásico y de humilde joya a descubrir.
V.A. – Tokyo Flashback Psychedelic Speed Freaks (2019): Excelente y extenso recopilatorio en forma de cuádruple LP coordinado por Masaki Batoh, líder de Ghost y otro de los artistas fundacionales del sello. Constituido por temas inéditos y exclusivos de artistas de PSF, ofrece un amplio y variado panorama y resumen de las diferentes variantes estilísticas que ha recorrido en toda su historia. Así junto a los ya familiares Fushitsusha, Ché-SHIZU, Masayoshi Urabe o AMT, encontramos abstracciones sonoras más contemporáneas como las de los dúos .es y hasegawa-shizuo, junto al pop dadá de Maher Shalal Hash Baz, el free-folk-jazz visceral de Kazuo Imai y la delicadeza pianística de Go Hirano, en un conjunto lleno de deliciosas sorpresas. Un buen punto de entrada en formato digital pero que en formato físico, por su precio, funciona mejor como (bellísimo) capricho del que ya se ha convertido definitivamente en Psychedelic Speed Freak…