‘Queridos blancos’ – A Netflix no le intimida la polémica sobre el racismo

Hoy, viernes 28 de abril, la cadena de VOD Netflix, estrena Queridos blancos, una serie de 10 episodios basados en la película de 2014 Querida gente blanca. Pretende, como hizo su predecesora, analizar en forma de sátira los temas raciales de actualidad en Estados Unidos. Muchos blancos -precisamente a los que hace  referencia el título- no se lo han tomado demasiado bien. Analizamos la controversia.

Queridos blancos”, empieza  diciendo el teaser americano que levantó la polémica, “os voy a dar una lista de disfraces de Halloween aceptables: piratas, enfermeras guarrillas y cualquiera de nuestros 43 anteriores presidentes. A la cabeza de los disfraces no aceptables: yo”. Acto seguido, varias fotos de blancos realizando lo que se conoce como blackface (pintarse la cara de oscuro para “disfrazarse” de negro, lo que aquí llamamos “hacer un Baltasar”) culminan lo que para cualquier persona razonable es un gag blando acerca de un comportamiento que, a todas luces, y especialmente en el contexto de Estados Unidos, es tan común como reprobable. Pero, como ya deberíamos saber, en internet las voces predominantes no son precisamente razonables.

Muchos blancos -para sorpresa de nadie- encontraron en las palabras citadas motivos de ofensa, lo que se tradujo en espacio de unos días en una campaña de boicot contra la cadena, coordinada en Twitter a través de los hashtags #boycottNetflix y #NoNetflix. En ese espacio de tiempo, todos los videos de Youtube relacionados con la serie fueron bombardeados con interacciones negativas  (el teaser de arriba cuenta, en el momento de esta publicación, con 57.000 likes frente a 420.000 dislikes) y varias decenas de respuestas en video que iban desde monólogos abiertamente racistas (eliminados en este momento), hasta liberales -al parecer, sin Google para documentarse- que argumentaban que el blackface es cosa del pasado y que traerlo a colación sólo crea más división entre las razas.

El punto álgido de la polémica, al menos para los que la disfrutábamos, palomitas en mano, con el dedo pegado al F5, llegó cuando se publicaba El Tweet. Y es que una usuaria, profundamente afectada, se preguntaba qué pasaría si la serie se llamara Queridos negros.

En un momento inspirado, la realidad igualaba la ficción pues, si todos estos blancos tan enfadados y llorones hubieran parado un par de horas para ver la película que, según sus palabras, animaba al genocidio blanco, habrían encontrado la respuesta a su pregunta en los primeros cinco minutos.

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Boicot en redes sociales, críticas a Netflix y al creador de la serie, Justin Simien, y alguna que otra cancelación de cuenta (pero pocas, que no es plan de perderse la próxima temporada de Narcos) parece una reacción más que exagerada para 34 segundos de vídeo en el que, además, no se nos informa de la trama de la ficción. ¿Es la serie realmente para tanto? Si, tal y como parece, adapta el argumento de la cinta, podemos afirmar rotundamente que no.

¡Bajen las antorchas!

La película Querida gente blanca es una pequeña producción independiente que se estrenó en poco menos de diez cines en todo Estados Unidos. Una típica cinta de festival que, gracias a su humor inteligente y a alguna que otra cara televisiva entre su elenco, consiguió muy buenas críticas y una aceptable edición en DVD que permitió que muchos la conociéramos.

Lo cierto es que su llamativo título ayudó. Aunque el Dear White People pueda sonar como una declaración de intenciones, la verdad es que no es más que el nombre del programa de radio que presenta Sam, una de sus protagonistas, y que a lo largo del metraje es calificado repetidas veces de racista por otros personajes.

Querida gente blanca es una cinta que no va dirigida a nosotros -por mucho que podamos disfrutarla- sino a la comunidad de afroamericanos, con educación superior, que no saben en muchas ocasiones cómo enfrentarse a la discriminación y a la falta de privilegios, precisamente porque ellos han tenido mejores oportunidades que otros miembros de su colectivo.

Entre los debates que plantea Simien -que también es el guionista de la cinta- se encuentra una reflexión sobre la utilidad. Sobre la mejor manera de acabar con el racismo y la discriminación: ¿es más efectivo ser un activista polémico (aunque con poca popularidad) o ser un personaje popular que sigue las reglas de la sociedad para medrar y convertirse en un ejemplo?

Justin Simien

Justin Simien

En la cinta vemos una gran variedad de jóvenes negros que critican, someten, apoyan o utilizan a otros por diversas razones y todas ellas están tan perfectamente bien explicadas que es imposible no comprenderlas. Incluso el activismo se enfoca desde diversos ángulos. Desde el de Sam, una chica biracial que lo usa inconscientemente para definirse como negra, hasta el de Coco, una chica deseosa de fama que lo utiliza para crear polémica y obtener más visitas en su canal de Youtube. Para Simien ambos puntos de vista son tan válidos como criticables puesto que su intención principal es más unir a la comunidad y crear entendimiento entre ellos, que establecer una idea “correcta” de activismo.

El racismo en Querida gente blanca se presenta como una forma más de discriminación que se une, en ocasiones, a otros tipos en lo que se conoce como transversalidad. Así, Sam sufre discriminación por ser negra y mujer (aunque ella decide centrarse en lo primero), mientras que Lionel está afectado por su raza y su orientación sexual (aunque él lo pase peor por lo segundo).

 

Las críticas a los blancos, que muchos no han dudado en calificar de fascistas y violentas, se limitan a una serie de gags contados que, por desgracia, suelen caer en lugares comunes y en situaciones que ya son ampliamente reconocidas como racistas. Además del tema del blackface (que desafortunadamente sigue sucediendo aunque cada vez se critique más), se habla sobre el extendido estereotipo de que los negros dejan poca propina en los restaurantes y de las microagresiones que sufren constantemente en relación a su pelo (tocar el pelo de una persona sin su permiso está feo sea cual sea la raza, pero los negros se enfrentan a este tipo de comportamiento de manera bastante usual).

Otro de los puntos de interés de la cinta, más allá de su inteligencia y de su más que correcta construcción de personajes, lo encontramos en la crítica constante hacia los medios y su representación de los negros. En este contexto, una escena que tiene intención de dejarnos claros los puntos de vista extremos que Sam fuerza en ocasiones, ha demostrado no ser tan radical como la cinta pretende: en un trabajo de clase de audiovisuales, sus personajes (con la cara pintada de blanco, para que no nos quede duda de que representan a algo más que a personas de piel clara), critican a Obama y al Obamacare hasta que uno de ellos se ve obligado por las circunstancias a dispararse en la cabeza. ¿Una reacción exagerada? Su clase -de mayoría blanca- queda en silencio tras la proyección. Inseguros pero sin mostrar el histerismo que Sam acaba de relacionar con ellos.

Sin embargo, Sam tenía razón. Los blancos somos demasiados sensibles. El simple hecho de que Netflix cree un producto que no va dirigido a nuestro target se toma como una afrenta. Como un acto de racismo inverso (al parecer, algunos creen que existe), que refleja la intención de la cadena de hacer política en vez de ganar dinero.

Pero Queridos blancos será un éxito. Como el propio creador indica, toda esta polémica ha hecho más por la promoción de la serie que todos los trailers que pudieran sacar. Y si la serie es tan buena como la película, el éxito será totalmente merecido.

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