¿Quién no ha recibido ese meme gracioso por Whatsapp y lo ha reenviado a decenas de grupos sin preguntarse de dónde ha salido? ¿Sabemos quién está detrás de esas cuentas de redes sociales con tantos seguidores, a qué se dedican exactamente y a qué deben su éxito? Nos detenemos en algunas de las respuestas para sacar a la luz el negocio de los plagiadores de contenidos en Internet.
IMAGEN DE CABECERA: Comic completo aquí. Autor: Pictures in Boxes.
En nuestro mundo digital, de inmediatez e hiperconexión, disfrutamos de un espacio virtual abierto para el debate, de plataformas ideales para conectar y difundir; además, millones de usuarios en todo el mundo utilizan las redes sociales como herramienta profesional y las han convertido irremediablemente en parte de su trabajo cotidiano. El lado oscuro de la difusión pública de contenidos empieza a vislumbrarse cuando un profesional creativo (fotógrafo, diseñador, ilustrador…) vuelca sus obras en internet, porque pareciera que tratar de hacerse valer como autor -y conseguir que los demás usuarios respeten el trabajo ajeno- es misión imposible. Sustituir, omitir o directamente eliminar los títulos que identifican al responsable de una creación no es sólo despojarle a éste del reconocimiento material e intelectual, también abre las puertas a la posibilidad de lucro para terceros a base de modificar creaciones a su antojo y arrogárselas como propias.
Hablamos de piratería moderna: las firmas desaparecen; las imágenes se recortan; los vídeos se editan y se les añaden textos, firmas y stickers; por arte de magia, el vídeo viral más gracioso del momento –cualquier cosa vale: un perro que hace twerking o un tierno infante que toca la batería como los dioses– ya no pertenece a ese chaval que lo grabó con su móvil y lo subió a su propio canal de YouTube, sino a páginas tipo Zapping internet o Humor en las redes, tal como puede leerse en la marca de agua adicionada. ¿Acaso no es cierto que lo que subes a internet deja de pertenecerte?
La respuesta, evidentemente, es no, aunque no es esta la excusa más absurda que uno puede llegar a encontrarse. El responsable de Tecnología del Botijo declara que ha llegado a recibir argumentos de la altura de « ‘si no quieres que te lo roben, no lo publiques’, ‘le has puesto tu firma y con eso mis seguidores ya saben que no es mío’; o incluso algunos más ofendidos se dedican a investigarme, para encontrar algo con lo que atacarme, tipo: ‘mira, tú has usado un cuadro o foto para hacer tu montaje y seguro que no has pedido permiso tampoco a sus autores’ «. El saqueo indiscriminado de contenidos creativos está a la orden del día, es tan sólo la punta del iceberg de un negocio descomunal del que muchos internautas no son conscientes y se extiende como una lacra en la mayoría de las redes sociales. El proceso es sencillo (hace poco, Pepo Jiménez publicaba en Vozpópuli un artículo que lo detalla magníficamente): robo de contenidos ajenos, alojamiento de éstos en una web propia y utilización de publicidad para generación de ingresos monetarios. Por no mencionar, obvio, la dimensión ética y legal del asunto: la desprotección a la que queda expuesto el creador y el ninguneo hacia su valía profesional y su trabajo. Yeray Calvo y Christian González arrojaban hace poco algo más de luz sobre el asunto. La facilidad que supone arrebatarle el mérito a una persona y anular horas de su vida (y, de paso, ganarse un sobresueldo) es un secreto a voces.
Cualquier tipo de material es susceptible de ser utilizado indebidamente –es decir, sin el correspondiente respeto a la autoría original-, y lo que es más grave, con fines lucrativos. Insistimos, cualquier tipo: «todo aquello que genere visitas, likes, seguidores o me gusta a sus páginas. Da igual que sea texto, fotomontaje, vídeo…«, asegura Ácido en la red, otra cuenta que lidia a diario con esta problemática. Mientras suben las visitas diarias a páginas tipo Memesgraciosos.com o Lo mejor de Facebook y se multiplican las difusiones de contenidos no autorizados, los freelances luchan por sobrevivir en un mercado saturado en el que la competencia pone difícil vivir del trabajo propio, y se las ven y se las desean para colocar una viñeta, una ilustración o una fotografía.
El (ahora ex) tuitero Proscojoncio, colaborador en la revista El Jueves y en el programa de televisión Likes, por su parte, no se plantea de momento volver a Twitter (aunque en Facebook podemos, todavía, asomarnos a sus últimas creaciones). “No le veo sentido a dedicar mi tiempo a algo que hacía por divertirme, con lo que yo no ganaba nada, y ver que otros se forran a mi costa y a la de muchos. Ya he denunciado en muchas ocasiones y esto no para”, comenta. El vacío que deja en la red del pájaro azul es enorme; su frustración, totalmente comprensible.
Dependiendo de la habilidad del autor, un fotomontaje puede suponer un par de horas de trabajo mientras que una viñeta o un videomontaje puede llevar toda una tarde, incluso días. Tecnología del Botijo calcula: “le dedico algunas horas al día para ser sólo un hobby; quizá dos o tres, y nunca en momentos fijos”. Y todo a cambio del habitual generoso bocado de cero euros, que es lo que muchos ganan por hacer algo que les gusta, les divierte o que creen que, con suerte, pueden llegar a ver publicado en algún medio (por ejemplo, la revista Mongolia ha usado algún fotomontaje de este usuario pagando por ello). «[Pero] la publicación directa [de contenidos] no me reporta beneficio alguno«, matiza.
A la hora de robar hay estilos y estilos, claro; los hay más sutiles y menos: algunos desaprensivos ya prácticamente se ríen en la cara de ilustradoras como Ana Belén Rivero, quien también es testigo de cómo sus diseños circulan por las redes, modificados en variantes increíbles y despojados, por supuesto, de su firma. Tan sólo otro ejemplo más en una interminable lista de víctimas.
Y si queremos ir más allá, tampoco Whatsapp escapa a la cultura del robo impune: en cuestión de minutos pueden distribuirse copias no autorizadas de imágenes, vídeos, gifs… «Si recibes algo por Whatsapp y te ha hecho tanta gracia que lo quieres compartir, lo correcto sería hacer una pequeña búsqueda para localizar el original y compartirlo desde allí«, reflexiona United Unknown, equipo especializado en hacer videomontajes para prensa y televisión. Por ejemplo: Íñigo Errejón subió directamente a su perfil de Facebook un vídeo que este colectivo hizo para el programa Late Motiv. El programa queda más que claro, pero el autor original no aparece por ningún lado.
PACO (Plataforma de Autores de Contenidos Originales) sigue adelante con una labor de reconocimiento y difusión de la conciencia del respeto. «A través de ella, nos organizamos para lanzar campañas de concienciación acerca del valor de los creadores de contenidos gratuitos, para que las redes sociales sigan teniendo futuro y significado. Y para defender nuestros propios intereses ante la voracidad de los plagiadores«, explica uno de sus afiliados. Hace ya algo más de un año crearon un vídeo que trata de concienciar acerca de la monstruosa influencia de una de las páginas compilatorias de contenidos más conocidas, Cabronazi (que en Facebook acumula más de 10.000.000 de Me gusta; y en Twitter cuenta con más de 180.000 seguidores, y parecen subir sin control), cuyo equipo ha desmentido en entrevistas como esta (en otras, directamente, obvian este detalle) lucrarse por su actividad.
No es esta una campaña abierta para señalar con el dedo a los responsables de un negocio irrespetuoso y poco ético: salta a la vista quiénes burlan todo tipo de valores y de normas éticas preestablecidas para una buena convivencia en la Red, basada en el respeto y el apoyo mutuo. «Desde que empezamos a publicar en las redes en 2012, hemos visto nuestros contenidos republicados en infinidad de sitios«, comenta United Unknown. «Al principio era muy frustrante porque no teníamos herramientas para hacer nada al respecto. Cuando nos poníamos en contacto con esas páginas, algunas lo entendían, borraban la copia y compartían desde el enlace original. Otras sin embargo simplemente te mandaban a la mierda. Ahora no nos gusta demonizar porque nosotros, en 2012, tampoco sabíamos la diferencia entre compartir y republicar. Con quienes tenemos tolerancia cero son las páginas que se lucran y/o los que borran firmas y colocan la suya«.
Llegados a este punto, podríamos plantearnos la dificultad de citar adecuadamente a un autor o de reconocer su autoría. ¿Cuál es el procedimiento? No hace falta saberse al dedillo la ISO 690: la explicación más sencilla, como dicta la navaja de Ockham, suele ser la correcta: «compartir o retuitear desde la página del autor; si eso no es posible, se le menciona… si aún no han tapado o recortado la firma. Compartiendo [correctamente] ayudas al autor a seguir creando material gratuito«, apunta Ácido en la red. La citada Rivero lo explica sin lugar a confusión en esta pequeña guía:
En segundo lugar, cabría preguntarse si esta tendencia podría acabar desapareciendo. Todos los entrevistados para este artículo parecen pesimistas en este sentido, a pesar de que la mayoría utiliza licencias Creative Commons, que «se crearon, precisamente, para ofrecer una solución ética al equilibrio entre el derecho a la obra y la decisión del autor de cómo ofrecerla a su audiencia, y el derecho al público en internet de disfrutar de los contenidos de esos autores sin intermediarios que, por cuestiones de lucro, decidan restringir esos contenidos, incluso con oposición de los propios creadores. Es un contrato directo entre creador y público, y las reglas por las que las obras pueden ser difundidas y/o modificadas«, según Tecnología del Botijo. “Yo ya he visto a muchos autores arrojar la toalla. Cuando nuestra generación deje de crear contenidos, habrá otra de la que seguir plagiando. Y las posibilidades de tener éxito con tu propio talento serán cada vez menores. El talento se sustituirá por la capacidad para ser el primero en obtener algo que potencialmente se hará viral; y, luego, para mantener una audiencia frente a otros recolectores de contenidos«, señala. «Por desgracia esto va a seguir así«, añade United Unknown, «pero podemos educar y concienciar al respecto«.
Muchísimas gracias, Rocío, por este excelente reportaje. Ojalá algún día el gran público esté suficientemente concienciado para no tolerar este tipo de prácticas y mejor recompensar a los autores que tantas veces dan gratis su talento y buen humor.
Muy bueno, muchas gracias, que a veces uno se enreda con lo que es correcto y lo que no y está bien que lo aclaren así de clarito.
Magnífico, Rocío. Es hora de que nos concienciemos todos y les demos el portazo a los siniestros
pícaros lucrativos. Ya pululan demasiado por el ambiente y hay que limitarlos convenientemente.
Además, deberíamos darles la amplitud, precisamente a los verdaderos autores, que para eso se
molestan y trabajan su creatividad.
Sé de uno al que le plagiaron en el programa El Intermedio (sí, el que presenta Wyoming, no el estado sino la persona que se hace llamarasí) y no pudo hacer nada al respecto…
(Rocío, enhorabuena por el artículo, eh, aquí hay no poco trabajo)
Hola, esto del plagio es imparable. Yo soy profesora en una escuela de arte.
En los institutos ahora está muy de moda que los profesores de 4º de la eso y bachillerato propongan a sus alumnos como ejercicio la creación de un blog y contenidos en internet… pero sin concienciarles (aunque sea con un 0 ) de lo que es el plagio y de los derechos de autor.
Yo este fin de semana me enterado de la clonación al completo de nuestro blog (el niño solo cambió la plantilla y se preocupo de firmar todos los contenidos como si fueran suyos, supongo que para impresionar a su profesor). He ido al instituto en cuestión y veremos que pasa…
¡Imaginar miles y miles de chavales copiando y copiando contenidos para rellenar un bonito trabajo para el profesor de turno!!!! y después, dejando ese material plagiado libremente por la red.
Yo por la parte que me toca no voy a dejar pasar ni una.
¿Y no disparas a Goglito o a Face que son los promotores del robo de contenidos?.
Si los ladronzuelos se llevan 10 céntimos como mucho, ellos se llevan desde 50 a 200 por clic
Magnífico reportaje.
He echado de menos que menciones a unos de los grandes ladrones de contenidos en la red y que se han hecho de oro: «Yo fui a EGB», quienes empezaron el negocio robando imágenes sin citar autoría de blogs que se dedicaban al «remember nostálgico» y durante los primeros años no citaron ni una fuente. Después, cuando ya se hicieron archiconocidos y firmaron contratos con empresas y editoriales ya pusieron las fuentes y ahora son ellos (bueno, sus abogados) quienes se dedican a perseguir y atosigar a todos aquellos que publican contenidos similares a los suyos porque se creen los únicos con derecho a rememorar décadas pasadas. Esos sí, cobran por todo y nada de lo que publican es contenido original.
En fin, que no quería que quedase en el olvido esos piratas y tenía que decirlo o reventaba.