Seguimos adelante con el repaso a la saga de Saw paso a paso, pieza a pieza. En esta entrega nos asomamos a un punto sin retorno argumental. ¿Está Jigsaw muerto o es solo un truco más de su amplio arsenal?
Con el estreno de la nueva Jigsaw en el horizonte, ANDRÉS ABEL y JOHN TONES seguimos desmenuzando paso a paso las entrañas de una de nuestras sagas de terror fetiche. Hoy es el turno de la entrega que a los fans nos hizo darnos cuenta que estábamos ante algo mucho más grande y complejo que una simple exhibición de atrocidades.
JOHN TONES (JT): Llegamos a cierto punto de inflexión en la serie, al menos desde mi punto de vista. Cada entrega supone a su manera un volantazo de las expectativas previas, sobre todo si tenemos en cuenta que la primera entrega es una película autoconclusiva y la segunda es un apresurado golpe de timón ante el apabullante éxito de su precedente. Pero a partir de ahí, y con todos los retruécanos y giros que se quieran ver desde aquí, la serie va claramente enfocada a convertirse en una franquicia. Una que es estupenda y excéntrica, pero con intenciones claramente comerciales y con ese abrazar la serialidad de la que hemos hablado ya. De hecho, esta es la primera película que no solo acaba en abierto, sino que directamente anticipa el argumento de futuras secuelas, en plan Saw Cinematic Universe.
Es curioso cómo frente a eso, nos encontramos con una de las películas más emotivas y «honestas» de la serie, debido a la muerte del productor Gregg Hoffman, que falleció poco después del estreno de Saw II. Los responsables creativos de la serie James Wan (director de la primera), Leigh Whannell (guionista de ambas) y Darren Lynn Bousman (director y coguionista de la segunda) no querían seguir, pero al final, conscientes de que Lionsgate iba a tirar adelante con el moñeco y el triciclo lloviera o hiciera sol, decidieron retomar las tareas creativas como homenaje a su amigo fallecido.

Mierdas que tenemos en casa: Saw Edition (I)
ANDRÉS ABEL (AA): “Emotiva” es una de las palabras que más se repite en el audiocomentario del DVD, y es verdad que los temas de la lealtad y el perdón tienen casi tanto peso en la película como la violencia y los efectos. De hecho son los que conectan las dos historias principales: la de Jigsaw y Amanda (que Whannell no duda en calificar directamente como una historia de amor) y la de Lynn y Jeff (Bahar Soomekh y Angus Macfadyen, los nuevos concursantes de esta edición). En las ficciones de terror sobre venganzas no se le suele dedicar mucho tiempo a la cuestión del perdón -aunque se me ocurre una excepción bien notable y reciente: la maravillosa A Dark Song (2016)-, y los responsables de Saw III pueden estar orgullosos de haber conseguido introducir con éxito ese elemento emocional en el tributo a su amigo.
El logro es doble, o triple, si consideramos que esta entrega no solo no baja el ritmo de las anteriores, sino que lo multiplica por su número de orden. La película empieza justo donde acaba la anterior, con Donnie Wahlberg recordándonos lo que ya nos enseñó la adaptación cinematográfica de Misery (1991), esto es, que ver cómo machacan un pie puede ser aún más desagradable que mirar cómo lo cortan. Después salta directamente al primer juego de tripas, te hace un monstruo en el armario vía una de esas alucinantes transiciones marca de la casa (de la escena del crimen a la bañera), y a continuación acaba con el personaje de Dina Meyer (noooooooo) en una de las trampas más memorables de la serie (dato: tengo la llave de esa trampa). ¡Y todo en sus primeros 15 minutos!
JT: A partir de ese punto quizás la película baja un poco el ritmo de la sanguinolencia y el exceso (lo de Dina Meyer está a mi juicio en el Top 5 de muertes memorables de la franquicia), pero entra la apisonadora argumental de una perversidad marca de la casa: entremezclar las dos historias de amor que mencionas. Una de ellas, cotidiana pero tocada de muerte; la otra, absolutamente retorcida, irracional e imposible, pero a su manera idílica y perfecta. Hasta que deja de serlo, claro.
Hemos comentado en alguna ocasión que las constantes que los detractores de Saw encuentran a menudo como problemas de la serie (inconsistencias argumentales, tramas estiradas hasta el infinito, pura y dura ausencia total de credibilidad), a los fans nos parecen sus grandes virtudes. Aquí creo que esa patología afecta al desarrollo del personaje de Puzle: cualquier crítico con la cabeza en su sitio (y sin un cepo alrededor de la mandíbula, esto es) te dirá que se está intentando estirar la motivación del personaje de forma ridícula. Pero nosotros sabemos que nos estamos adentrando no ya en los terrenos del grand-guignol, sino ya directamente en terrenos de zarzuela y Gigantes y Cabezudos: la prueba que pone Jigsaw a Amanda es demencial e increíble, pero a la vez sigue construyendo la Obra del personaje de forma envidiable, con Puzle usando a la gente que más quiere en su catedralicia fábula moral ultragore (mientras se nos sigue sugiriendo que hay otro personaje femenino en la sombra, lo que por otra parte demuestra que Wan y los suyos estaban muy lejos de ir improvisando el argumento sobre la marcha).
AA: Estiramiento hay, claro, estamos hablando de una película reconvertida en serial, pero lo fácil habría sido alargar la enfermedad de Jigsaw y escapar en línea recta hacia delante, secuela a secuela, y en lugar de eso nos encontramos (nos encontraremos) con lo más parecido a una historia de viajes en el tiempo sin viajes en el tiempo. Los cronocrímenes (2007) sin lo crono. Esa manera de complicarse la vida, ese matar a Jigsaw para mantenerlo al mando a base de planes pre-mortem, denota un afán por intentar algo nuevo que me parece muy de alabar.
Wan y Whannell se bajan del carro aquí, pero dejan plantadas como dices un buen montón de semillas que irán germinando en las sucesivas secuelas. Ahí está en efecto la presentación del personaje de Jill (Betsy Russell), y también la de Hoffman (Costas Mandylor), en dos apariciones ultrabreves que continúan la tradición iniciada por Amanda y el propio Jigsaw de asomar la cabecita en una entrega y hacerse imprescindibles en las siguientes. Y no solo se introducen personajes: la película está tan llena de vistazos al futuro (la cinta bañada en cera, la carta de Amanda) como de versiones extendidas del pasado (la recreación del baño de la primera… utilizando los decorados de Scary Movie 4 -2006-). Todo ello contribuye a expandir su mitología más allá de la figura central, algo poco frecuente en una franquicia de terror pero muy coherente con los orígenes de esta, por aquello que decimos de que Jigsaw apenas aparecía delante de la cámara. A este respecto hay que recordar siempre la suerte que tuvimos todos de que eligiesen a Tobin Bell para interpretar a aquel falso cadáver: cualquier redactor de CANINO podría haber bordado el papel de persona dada por muerta en un baño, pero no debe de haber mucha gente capaz de acojonar tanto mientras agoniza en una camilla.
JT: Esta serie de posts no es precisamente un listado de torturas y trampas, que para eso ya está la Wikipedia, pero no me resisto a recordar como último apunte que, aparte de la absolutamente increíble trampa en la que muere Dina Meyer, Saw III tiene entre sus intestinos una de las trampas más demenciales y repulsivas de su historia: el foso con grasa y restos podridos de cerdo. En realidad, la víctima de esta trampa tenía que estar suspendida sobre el pozo y Jeff se sumergía en busca de las llaves que lo liberaban. Pero en el proceso de escritura se decidió cambiarlo para que fuera mas (ahí viene otra vez) «emocional». Lo que remarca una vez más por qué aquí ya no hay medias tintas con la serie: hemos llegado al punto de no retorno para la saga y para los fans, que a partir de esta entrega nos convertimos en poco menos que hooligans de la franquicia. Y es por detalles como este: cuando Saw quiere ponerse sentimental, deja de lado el gore más expansivo y verbenero y ahoga a un tío en restos putrefactos de cerdo muerto. Ese concepto de lo «emocional».
AA: Sí señor: frente al sentimentalismo de cierto tipo de horror gótico, de doncellas abraza-monstruos, el de Saw III implica a recién viudos acariciando lo que queda de la chola de su amada después de que esta haya hecho ka-boom (y durante un rato largo, además, si ves el montaje del director). Es una sensibilidad, dentro del terror que remite a Poe y a sus relatos de novias muertas: la doble asociación de la náusea con la putrefacción y los feels. Y después están los dientes, claro. Los de Berenice, y los que aparecían (o faltaban) en los pósters de Saw III, aunque luego no pareciesen tener ningún protagonismo en la película. La explicación hay que buscarla en la evolución de otra de las trampas, la de las cadenas en el aula del colegio: en una primera versión no estaban unidas con anillos al cuerpo de la víctima, sino con ganchos a sus dientes. Y ya está, ese es el misterio. Lo que todavía no me explico es cómo hemos tardado tanto en nombrar a Poe, estando ahí El pozo y el péndulo en el origen de todo esto. Es que Saw no te la acabas.