[‘Saw’ pieza a pieza] ‘Saw II’: El rompecabezas toma forma

[Arrancamos una revisión entrega a entrega de una de nuestras franquicias de terror favoritas. Saw, creada por James Wan, se ha convertido en una de las sagas de horror moderno más influyentes de la historia. Su estructura, su violencia y su estética dieron pie al subgénero conocido como torture porn. En esta serie de artículos analizaremos su influencia y su historia]

Seguimos adelante desmenuzando cada una de las piezas que componen la franquicia Saw. Nuestros dos expertos residentes, JOHN TONES y ANDRÉS ABEL, aún no han alcanzado la sierra oxidada, así que siguen bien encadenados a ese retrete mugriento. Desde semejante trono analizarán las peculiaridades de la segunda entrega de la serie: Saw II (2005)


JOHN TONES (JT): Saw II es una secuela de filosofía obvia (más de todo: más tiempo en pantalla para Jigsaw, más datos sobre su psique -hasta el punto que durante cinco minutos juega a ser un frenético e hipotético Saw: Origins– y sobre todo, más cantidad de gente a la que torturar). En este caso, es reconfortante (para el fan sin prejuicios, que estaremos de acuerdo en que es el el único tipo posible de fan sensato de Saw) que ya tan pronto en la franquicia se pierda cualquier intento de que la narración tenga una verosimilitud consistente, y aunque la saga aún tiene que dar bandazos conceptuales muy locos -empezando por avanzar a toda costa con el villano muerto-, Saw II ya es una chifladura de campeonato, con su casa del terror y sus ramalazos (que irán a más también) de serial, retomando personajes de la primera entrega y situaciones que no se entienden si no se tiene la Saw precedente fresca.

De momento, el origen de la película es pura producción de serie B: el éxito descomunal de Saw genera interés inmediato en una secuela por parte de Twisted Pictures. Pero James Wan y Leigh Whannell tienen lío: están enfrascados en la producción de su obraza maestra Silencio desde el mal (2007). Enter Darren Lynn Bousman.

Saw II

ANDRÉS ABEL (AA): Un nombre muy conocido hoy en el cine de terror, pero que por aquel entonces no le sonaba ni a Perry (y por lo tanto una muestra más de lo buenos ojeadores que fueron los productores de Saw, Gregg Hoffman, Mark Burg y Oren Koules). La historia cuenta que Bousman llevaba años sobreviviendo en Los Ángeles como ayudante de producción, con la ayuda del dinero que le enviaban sus padres, y que no espabiló para terminar el guion en el que estaba trabajando hasta que estos le dieron un ultimátum -«con tu tío y con tu tía irás a…«; no, la verdad es que le dijeron que le cerrarían el grifo en un año-. Su proyecto se titulaba The Desperate, y por lo que sabemos de él era una mierda salvajísima con un concepto muy similar al de Saw, cosa que más de uno de sus receptores empezó a hacerle notar una vez que aquella se estrenó en Sundance. Sin embargo lo que parecía un problema acabó siendo una bendición, ya que el libreto llegó a manos de Hoffman y se ve que el hombre le había cogido el gusto a ese tipo de historias -y venía de producir George de la jungla 2 (2003), eh-. De modo que Twisted Pictures decidió darle luz verde, y durante unos meses existió como proyecto independiente… pero entonces Saw explotó en los cines, vieron clara como dices la oportunidad de una secuela de la que James Wan y Leigh Whannell no podían encargarse… Y todos los ojos se volvieron hacia The Desperate.

Whannell ayudó a reescribir el guión añadiendo la trama de Jigsaw y el rodaje tuvo lugar en Toronto -precisamente para compatibilizarlo con el de Silencio desde el mal, de los mismos productores-, con un presupuesto casi cuatro veces mayor que el de la primera entrega. Aunque luego Bousman bromearía diciendo que él no veía esos millones de más por ningún sitio.

JT: ¿Y de qué sirvió todo eso? A diferencia de secuelas posteriores, en las que con muy buen juicio se abrazó la narración serial y la locura conceptual, esta primera secuela es quizás demasiado tibia en su propuesta pese a la ya comentada y siempre resultona decisión de llevar más de todo (más personajes, más trampas, más Jigsaw). Quizás se debe a que Saw II está demasiado pendiente de continuar con aquello que hizo famosa a la entrega previa. Posiblemente el mayor cambio, que Hoffman dijo en una entrevista que se debía a una sugerencia de los fans, es que ahora las cosas no se narran en pasado, sino en presente, y ya no nos encontramos cadáveres sobre los que hay que desentrañar cómo llegaron a ese estado, sino que asistimos a una especie de Gran Hermano mórbido, con gente en casa y cámaras, y en vez de sentimientos que se magnifican, sesos despanzurrados contra paredes.

Lo que no cambia es la devoción de la productora por traer a la producción a actores de tercera fila que tuvieron su momento de fama: en la primera entrega fueron Cary Elwes y Danny Glover. Aquí, Donnie Wahlberg. En el futuro será el insalubre Costas Mandylor. Sigue siendo una conexión con el espíritu de la genuina serie B (cuando esto era un condicionamiento industrial, no solo una etiqueta comercial) que a mí me sigue enterneciendo: la decisión de los productores de no caer en convertir la franquicia en un mata-mata para teenagers, sino conservar ese poso deliciosamente rancio.

Saw II

AA: A Donnie Wahlberg le escuché algún comentario condescendiente sobre el género que me cayó regular, pero después me enteré de que la idea de recuperar la máscara de cerdo fue suya y ya volvimos a ser amigos. La verdad es que, a pesar de sus reticencias iniciales (es muy gracioso oírle contar cómo Bousman le enseñaba las trampas el primer día y le explicaba emocionado todos los detalles sanguinolentos), el resultado final deja claro que se implicó en la película y resultó otra gran elección.

Respecto al concepto de esta segunda entrega, es cierto que la parte de la casa vuelve a ser una variante del «extraños encerrados en busca de una salida» que ya teníamos en la primera -casi un subgénero en sí mismo que podría rastrearse hasta el episodio Five Characters in Search of an Exit de la Dimensión Desconocida (1959-1964), si bien ese más-de-todo que comentas (una casa entera llena de trampas en lugar de solo un baño) la aproxima a exponentes más modernos, como Cube (1997)-. Al tratarse de una secuela se pierde parte del misterio que caracteriza a este tipo de planteamientos (ya se encarga Amanda de que los demás entiendan rápido qué hacen ahí y quién está detrás de todo), pero la película lo compensa de sobra con el doble o triple giro final de las dos casas, las dos líneas de tiempo con el chaval que ha estado todo el ídem en la caja fuerte -«you will find your son in a safe and secure state«, LOL- y por supuesto la revelación sobre el verdadero papel de Amanda, con la que precisamente podríamos decir que coge carrerilla esa narración serial de la que hablabas.

saw2-2

JT: Creo que estamos de acuerdo en que, pese a ser una entrega estupenda, Saw II tiene algo de episodio transicional hacia el delirio Saw que todos amamos. Puede que una causa sea la pérdida de algo de espontaneidad y rabiosa, casi agresiva cutrez del original: Saw II sigue siendo una serie B, pero por ejemplo, Billy, el famoso monchito que James Wan hizo con papel pinocho (¡ja!) y rollos de papel higiénico para la primera entrega está aquí controlado remotamente, no es un simple muppet. Más datos que demuestran el mimo que se puso en la realización de las trampas: para la de las jeringuillas (quizás mi favorita por su fuerte carga icónica, un simbolismo en forma de parábola sádica que creo que está entre las mayores virtudes como cuento de terror con moraleja perversa de toda la franquicia) se inutilizaron 120.000 jeringuillas reales y las agujas se sustituyeron por otras inofensivas de fibra de carbono. Muy lejos de la intensidad tosca y para mí más satisfactoria de aquel aserrarse un tobillo con una sierra oxidada.

AA: Algún día alguien les dirá que podrían haber comprado las jeringuillas sin agujas y ahí sí que correrá la sangre. Saw II tiene más medios, pero mantiene esa estética de la original que, como comentamos en la primera parte, estuvo en muchos casos impuesta por la falta de ellos; o sea, ahora Billy viene con mando a distancia, pero por fuera sigue siendo la misma doña Rogelia arlequinada que nos robó el corazón. Y además nos dejan claro que ese es el camino elegido desde el primer momento, con la vuelta de los colorinchis y la cámara empastillada en la escena de la Venus Atrapamoscas -secuela a su vez de la Trampa Para Osos Invertida-. Hay quizás un poco más de gore, aunque todavía no tanto como suele recordar el público (ni tanto como se grabó, con Jigsaw sujetándose las tripas en la escena de su accidente o la peña vomitando los pulmones por efecto del gas en la casa), pero lo importante es que el culebrón describe sus primeros serpenteos, y lo hace introduciendo el tema fundamental del legado: la consecución de la inmortalidad, bien a través de un hijo, como reflexiona Jigsaw con el personaje de Wahlberg… bien a través de un discípulo.

Un saludo para Dina Meyer, que no la hemos nombrado.

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