‘Saya no Uta’: Un viaje sólo de ida al infierno de la moral

Saya no Uta es una de las visual novel más famosas de la historia, y no sólo por su excelente narrativa. Prepárate para un auténtico descenso hacia el material del que están hechas las pesadillas.

El arte de ha de doler. Ha de romper expectativas, conducirse más allá de lo ya sabido; no conformarse, ponernos en una situación incómoda. Pero ha de saber hacerlo. No vale con ser provocador, con atacar las creencias ajenas. Es necesario que lo haga de un modo ordenado, lógico, con una intención que trascienda los lugares comunes. En suma, para hacer una obra de arte es necesario no sólo ser rupturista: también hay que serlo con un propósito.

Gen Urobuchi es especialista en ponernos incómodos con un propósito. Su trabajo en Nitroplus, compañía japonesa dedicada a facturar visual novels conocida por el enfoque marcadamente siniestro de las mismas, siempre fue provocador y al límite de lo socialmente aceptable. Pero nunca ha sido gratuito. Y así lo demostró cuando el 26 de diciembre de 2003 vio la luz su videojuego más conocido: Saya no Uta.

En esta visual novel nos ponemos en los zapatos de Fuminori Sakisaka, un atractivo estudiante de medicina con un brillante futuro por delante. Excepto porque su pasado le arrebató toda posibilidad de tener un presente. Habiendo sufrido un accidente de coche donde murió toda su familia, desde entonces sufre una grave lesión neurológica, una versión extrema de agnosia, que le hace percibir todo cuanto le rodea como una monstruosa pesadilla gore. Para él, el mundo se define en paredes y sábanas hechas de vísceras, fuentes que expulsan sangre, personas que parecen vueltas del revés y hablan sólo en desagradables chirridos prácticamente ininteligibles, un constante olor a podredumbre y un insoportable ruido que apenas sí le deja pensar. Es decir, para Sakisaka, cada día de su vida es un paseo por la definición misma del infierno por donde sólo puede navegar con la vaga esperanza, cada día más lejana, de encontrar una cura a su condición.

Hasta que la conoce a ella. A Saya. Una chica que, incluso en su horripilante mundo de gore, no sólo tiene aspecto humano, sino que además encuentra una comida que no le sabe a heces y vísceras. Algo que la convierte en su ángel y salvadora prácticamente al instante.

Hasta aquí la cosa es escabrosa, pero digerible. Y eso hizo que Nitro+ decidiera enfocar la publicidad del título de un modo muy particular. Vendieron Saya no Uta como una visual novel completamente diferente a lo que normalmente solían hacer. Su anteriores obras como Phantom of Inferno, Kikokugai: The Cyber Slayer o Demonbane se hicieron famosas por ser extremadamente oscuras, violentas y tocar temas complejos y delicados. Pero en su publicidad aseguraban que Saya no Uta era otra cosa: un romance de campus. La historia de cómo un chico con problemas encuentra a una chica, se enamoran, pero su entorno se interpone en su amor. Salvo porque, como no podría ser de otra manera, la publicidad era mentira. Y quienes compraron el juego pensando que ese era el contenido de Saya no Uta, algo ligero y siguiendo premisas bien conocidas, se arrepentirían prácticamente de inmediato al meter en su reproductor lo que sólo puede definirse como un atentado audiovisual.

El agente del caos

Saya no Uta es una visual novel erótica inspirada por el terror lovecraftniano. Y por una vez, se giran las tornas. Si generalmente en esta clase de historias seguimos a la humanidad indefensa, aquí personificamos al cultista que trae el caos al mundo. Incluso si, por una vez, la motivación es por amor.

Esto se traduce en que, según vamos avanzando en la historia, más implicados estamos en una serie de atrocidades difícilmente justificables. A fin de cuentas, Sakisaka ha vivido ya demasiado tiempo en un mundo horripilante. Y Saya es su única salida. Eso hace que se vayan encadenando las escenas escabrosas, sexuales o violentas, donde lo vemos todo desde el punto de vista de lo que en cualquier otra historia serían los villanos. A fin de cuentas, los investigadores, quienes intentan descubrir qué hay detrás de una serie de horribles sucesos propiciados por nuestra mano, son la gente que nos persigue e intenta darnos caza. Y con ese giro tan sencillo, cambiar la perspectiva, hacer del villano al protagonista y tratarlo como tal sin justificar sus actos, Urobuchi nos hace empatizar con los actos de alguien que, según el final que obtengamos, puede ser como mínimo un criminal por ignorancia y omisión, pero más probablemente el mayor monstruo que haya conocido jamás la humanidad.

Por supuesto, nada de esto nos llegaría a nosotros si no acompañara la estética. Viendo todo desde la perspectiva de Sakisaka, con sus aberrantes visiones gore, todo en el juego resulta activamente agresivo. De ese modo, busca que no podamos relajarnos nunca; que cada segundo sea una tortura, física y emocional, con un único alivio a ese horror: la mayoría de escenas donde aparece Saya. La única persona que parece humana en un mundo de horrores, la única persona cuya canción de la banda sonora es armónica, dulce y relajante.

Al menos hasta que llegan las escenas de sexo. Saya no Uta es un juego erótico, al menos en el sentido de que tiene sexo explícito. Porque, en última instancia, sus escenas no tienen nada de sexy. Mucho más breves de lo que es habitual en el género, ninguna de sus escenas parecen estar concebidas para que nadie, o nadie sin una serie de fetichismos seguramente percibidos como problemáticos, se de solaz en unos actos que son al principio cuestionables para convertirse en abiertamente desagradables cuando avanza el juego.

Pero al final es la historia de Sakisaka. De un hombre que vive en el infierno y que encuentra su único alivio en los brazos de Saya, alguien con quien, debido a su aspecto infantil, tener una relación es inmoral en sí mismo. Lo que se traduce, siguiendo la lógica narrativa del resto del juego, en una serie de finales retorcidos, lúgubres y muy poco agradables.

Esto significa que Urobuchi subvierte nuestras expectativas. En los bad endings, Saya y Sakisaka toman caminos diferentes y acaban perdiendo la cordura o la vida; en los good endings, Saya y Sakisaka acaban juntos a costa de acabar con toda la vida en la tierra: en ambos casos, no hace sino seguir la lógica narrativa desarrollada a través de todo el juego. Articular a Saya y Sakisaka como los protagonistas, tomando sus deseos como la vara de medir, que no la vara moral, para juzgar si algo es narrativamente positivo o negativo.

SAYA NO UTA es una visual novel única: amoral, rebosante de imágenes perturbadoras y dispuesta a llevar hasta el final una visualización extrema del infierno.

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De ahí que Saya no Uta pueda llevar a equívocos. Interpretarse como la glorificación de horrores inimaginables. Pero, precisamente, es lo contrario: es la subversión de todo lo que damos por hecho. Coge una estructura narrativa clásica y la invierte para demostrarnos que la empatía no se da porque los protagonistas sean los buenos. Se da porque son los protagonistas, y conocemos sus expectativas y deseos. Del mismo modo subvierte el horror cósmico: no hay un horror inimaginable e ilimitado que la humanidad no puede confrontar, sino un horror que la propia humanidad desata por su propia condición humana. Por su propia incapacidad de dejar marchar su deseo por el bien de la especie como conjunto o de lo que dicta la moral de la misma.

Ahora disponible remasterizada gracias a JAST Usa, Saya no Uta es una visual novel imprescindible no sólo para los fans de Urobuchi o del género, sino también para cualquier lector que quiera leer una historia narrada de un modo magistral. Siempre y cuando tenga en cuenta que al autor no le importan solo le importan sus sentimientos o su condición moral para ponerlos en cuestión.

Porque de eso trata el arte. No de hacer cosas bonitas, sino de subvertir nuestras expectativas. Aunque para ello tenga que empezar a entender en qué circunstancias mataríamos a alguien por amor a un ente alienígena parasitario.

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