Hoy es el Día Mundial del Docente. En homenaje a nuestro Ministro de Cultura, que en un diario tradicional recuerda en un día como hoy que profesores buenos los de antes. los que te ponían fino a collejas como te pillaran pasándole una nota a Laurita (que lo que pasaba con Laurita es que su padre tenía un bar y a veces echaba la persiana y abría el Ghost'n Goblins para que jugáramos sin gastar, el santo), hemos decidido traer hasta aquí a algunos de nuestros profesores preferidos del cine.
Profesores que se tienen que enfrentar a marasmos de alumnos incordiantes (lo reconocemos, y de esta burra no nos bajáis, habrá profesores mejores y peores pero la culpa es casi siempre del alumno, un hijoputa redomado) y que lo solucionan todo por la vía de la Nueva Educación: plomo y cadenas. Nada de Mr. Chips, nada de jungla de pizarra, nada de clubs de poetas muertos, y por supuesto nada de Michelle Pfeiffer poniéndose una cazadorita para hacerse la dura (que si Coolio es lo que se supone que representa a da hood, vamos apañaos). Vamos con los profesores que nunca entrarían en el hashtag #mimejorprofesor pero que son los que realmente nos infundan respeto.
Rick Latimer (John Belushi) – EL RECTOR (1987)
El director de El rector es Christopher Cain, que por un par de años estuvo en la cresta de la ola dirigiendo esto y Arma joven. Ambas películas tienen algo en común: son westerns. Esta es, de hecho, una especie de traducción de Solo ante el peligro a un entorno docente, y tiene ese aroma de directo al vídeo protagonizado por James Belushi y Louis Gosset Jr. tan de su época y de los VHS de lomo gordo y redondeado. Por supuesto, el resultado es maniqueo y racista como él solo (que tiene que venir un blanco con la jeta comida por la viruela para poner orden entre los negros), pero ese ambiente desastrado y de serie Z, ese toque tan James Belushi que no abandonó en absolutamente ninguna de sus películas de no creerse nada de lo que dice y el encanto basura de Gosset Jr. le dan un je ne sais quoi especial.
Beulah Balbreaker (Nancy Parsons) – PORKY’S (1981)
El imponente físico de la Balbreaker protagonizó más de una pesadilla adolescente en su día al rematar, de contundentes maneras, una de las más febriles secuencias de erotismo teenager del cine de los ochenta: la de las duchas de Porky’s. Como todo en la obra maestra de Bob Clark, el personaje de Beulah Balbreaker tiene una doblez (ampliada en las secuelas) y del mismo modo que en la película el sexo es jovial, desvergonzado y optimista, sin ese lamentable sentimiento de culpa que sobrevuela otras películas del género de la época, Balbreaker no es la tirana sin alma que aparenta. De acuerdo, es inflexible y si te pilla asomando la genitalia por un agujero de las duchas no te va a dejar escapar, pero hay un trasfondo positivo en el personaje que le dan un carisma muy peculiar. Pese a las putaditas y a ser una némesis comparable al mismísimo Cerdo del título
Entrenador Willis (Robert Patrick) – THE FACULTY (1998)
La verdad es que menuda ideaca la de Kevin Williamson (una que, pese a nuestras simpatías, nos cae mejor que la que soporta Scream): actualizar La invasión de los ultracuerpos, pero en un entorno de instituto americano. ¿Quienes son los alienígenas entonces? Los profesores, por supuesto, aquí contemplados con esa mezcla de odio, respeto y enigma que siempre nubla la vista del adolescente. Todos son estupendos (Piper Laurie, menudo aciertazo de casting, y Salma Hayek, aunque sea por lo que es, pero que consigue dar un toque de turbia sensualidad a la enfermera colegiada del claustro), pero se lleva la palma el eterno secundario y villano impepinable Robert Patrick. Las inflexiones de su voz, su mirada de terminator, la idea del entrenador abusador y gritón… unas cuantas pesadillas juveniles ahí bien sublimaditas.
Perry King (Andrew Norris) – CURSO 1984 (1982)
Absolutamente demencial y tronada, esta maravilla de culto de Mark Lester (poca broma: Commando, Ojos de fuego, Little Tokyo Ataque Frontal y la tremenda secuela futurista de esta que nos ocupa, Curso de 1999) es -del mismo modo que El rector es un western contemporáneo- una película de violación y venganza en ambiente escolar. Solo que esta vez los villanos son una banda de punks tal y como los veía el cine de serie B de los ochenta: coloridos, en eterno éxtasis lisérgico, maquiavélicos, vandálicos… y a pesar de todos capaces de despertar cierta empatía. Llena de rugosidades (ni los adolescentes son unos criminales sin remisión ni el profesor deja de ser un poco estirado), violentísima y sin moral, es una de las mejores muestras de cine de serie B chiflado de la época, algo antes de que el vídeo empezara a domesticar el género.
Profesor de Economía de Ferris Bueller (Ben Stein) – TODO EN UN DÍA (1986)
Una de las mejores comedias adolescentes de los ochenta, uno de los mejores secundarios de todos los tiempos, que obviamente es gracioso porque es verdad. Quién no ha tenido un profesor muerto por dentro, que pasa lista como si contara reses en un matadero, que revienta los tímpanos de media clase a base de chirridos de tiza, que tiene un tono monocorde que hace desear un incendio, un aviso de bomba, un holocausto nuclear. Y economía, nada menos: su ímpetu absolutamente insuficiente para despertar el interés dejando las frass a medias y esperando alguna reacción es mostrada muy inteligentemente por John Hugues montándola con insertos de los devastadísimos rostros de sus alumnos, que ven pasar la vida ante sus ojos y ante la lección de ‘voodoo economics’. La mañana, por lo menos.
Entrenador Schneider (Marshall Bell) – PESADILLA EN ELM STREET 2: LA VENGANZA DE FREDDY (1985)
Sí, tenemos un problema con los entrenadores de instituto. Ya el deporte (excepto el Rollerball, claro) nos gusta poco ahora, pero es que entonces, con sádicos en chandal persiguiéndote soplando un pito, la cosa era ya pesadillesca. Hablando de eso mismo, pocos entrenadores de instituto como Marshall Bell, que se sale de sus límites como educador llevando al protagonista a un bar gay de muy mal tono e insinuándose con un traje de tachuelas. La culpa es de Freddy, claro, que acabará dando cuenta de este docente de moral regulera como él sabe. Lo mejor: esa escena, por estrafalaria que parezca, no desentona lo más mínimo en el contexto de una película que elabora la simbología de una salida de armario más chusca de la historia del cine. La típica película que te parece rarísima con catorce años y ahora que la lees entre líneas te gusta cada vez más.
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