Sonoya Mizuno es una de las actrices más interesantes del panorama actual y, por fin, se ha hecho más conocida gracias a Devs. Y de eso te vamos a hablar hoy. De cómo Devs solo es un paso más dentro de su interesantísima carrera.
Devs, el salto a la televisión del director Alex Garland, ha sido un éxito inesperado. Tratando sus temas habituales, como qué nos hace seres humanos o qué lugar tiene la consciencia y el libre albedrío en nuestras vidas, y sin hacer ninguna concesión en lo visual, dejando intacta su deferencia por los planos largos, las conversaciones teóricas y el no aclarar más que lo absolutamente imprescindible, ha tenido un éxito sorprendente para un autor con un perfil tan poco amigable para el mainstream. Esto se debe, en parte, a que la relevancia de sus reflexiones y la belleza de su estilo es innegable, pero no es la única razón para su éxito. Y es que no es difícil ver que, tras su excepcional trabajo detrás de las cámaras, hubo una persona delante de ellas dando forma a todo lo que ocurría con algunos de los movimientos más precisos que ha visto el cine moderno. Hablamos, cómo no, de la protagonista de Devs: Sonoya Mizuno.
Antes de entrar en detalle, algo de contexto biográfico.
Nacida en Tokio, pero criada en Somerset, Inglaterra, Sonoya Mizuno es de madre medio británica, medio argentina, y padre japonés. Y si bien hoy es conocida y hablamos de ella por su trabajo como actriz, su carrera profesional empezó en un terreno completamente diferente. Su primera pasión y puerta de entrada al mundo de la cultura fue el ballet.
Graduada por la prestigiosa Royal Ballet School, como bailarina ha trabajado en compañías de ballet de todo el mundo. Algo que explicaría también por qué la hemos visto bailar en tantas películas y en, al menos, un videoclip: el interesantísimo Wide Open de los Chemical Brothers con Beck.
Ahora bien, su carrera como actriz no comenzaría sin antes dar otro paso por un terreno familiar para muchos actores. A los 20 años, Mizuno comenzaría su carrera como modelo con Profile Models en Londres. Trabajando con marcas tan reputadas Louis Vuitton, Chanel, Saint Laurent o Alexander McQueen, consiguió si no hacerse un nombre entre el gran público, sí ser un rostro conocido en el mundo de la cultura. Un primer paso imprescindible para poder aspirar a llegar lejos en el mundo del cine.
Finalmente, la fuente principal de nuestro interés en ella, su debut en el audiovisual, se produciría en 2012 con Venus In Eros de Takako Imai, un musical sobre una estatua de Venus que se enamora de una estatua de David, lo que causa los celos de Eros, quien conmina a su escultor a destruirla. Con un papel muy secundario en una película que pasó sin pena ni gloria por los cines japoneses, Mizuno inició su carrera en el cine sin hacer mucho ruido. La situación cambiaría apenas un par de años después.
El primer papel de peso de Mizuno fue, precisamente, en la primera película de Alex Garland: la muy celebrada Ex Machina. En esta película, Garland demostraba ya todas las obsesiones que ha desplegado pormenorizádamente en Devs. Aquí hay bosques siniestros, departamentos de informática ocultos a la vista del gobierno y otros competidores, genios claramente dementes y profundas reflexiones sobre la condición del ser humano y la realidad en sí. Todo ello oculto a primera vista en la historia sobre un programador que contrata a un joven informático para que colabore en su investigación para crear un robot absolutamente indistinguible de un ser humano. Ni siquiera para el robot mismo. Es una historia donde Mizuno tendría el papel de novia del recluido genio que busca reinventar la definición misma de lo que significa tener complejo de dios.
A raíz de ahí, la carrera de Mizuno empezaría a despegar con calma, acumulando pequeños papeles que, si bien han podido pasar desapercibidos, la han ido convirtiendo en un rostro familiar en Hollywood. Aparecía en La La Land como una de las amigas actrices de la protagonista, en High Strung haciendo el papel de una de las bailarinas, en el live action de La bella y la bestia haciendo de una de las debutantes y en Crazy Rich Asians como una de las antagonistas de los protagonistas. Papeles pequeños, discretos, pero que iban abriéndole camino dentro de una industria tan opaca y difícil como la del cine.
En cualquier caso, fuera de la filmografía de Garland, de quien ya se ha convertido en actriz fetiche, su papel más destacado ha sido el que tuvo en la miniserie Maniac, de Cary Joji Fukunaga para Netflix. Allí era la doctora Azumi Fujita, una científica encargada de llevar a cabo un experimento farmatológico para manipular la memoria de las personas en la que los protagonistas, Emma Stone y Jonah Hill, están enrolados. Tratando sobre la memoria, la identidad y, de nuevo, qué nos hace humanos cuando no podemos diferenciar lo real de lo que no, aunque con una estética marcadamente más pop que la de Garland, la conexión con la obra de este, más allá de Mizuno, es algo más que evidente. Algo que la convierte, a su vez, en un buen sustituto para quien, tras Devs, aún tenga interés en seguir explorando el tema.
Si bien es cierto que durante los últimos años ha trabajado bastante, mucha gente no la asocia con la mayoría de sus papeles. Y eso tiene una explicación lógica. Cada uno de los personajes que ha encarnado, especialmente los más relevantes, son muy diferentes unos de otros, no sólo sobre el papel, sino también en sus actuaciones. Su aspecto cambia tantísimo, su lenguaje corporal es tan diferente, que a veces cuesta creer que sea siempre la misma actriz la que está levantando esos papeles.
Esa mutabilidad llegó al extremo en el caso de uno de los dos personajes que interpretaba en la segunda película de Alex Garland, Aniquilación. Adaptación del libro homónimo de Jeff Vandermeer, es la historia de un grupo de científicas que viajan a la misteriosa Area X, un lugar sellado por el gobierno de EEUU a causa de que allí las leyes de la física y la naturaleza parecen haberse retorcido hasta lo irreconocible, expandiéndose lentamente, copando cada vez más espacio del mundo. En esta película, como ya hemos señalado, Mizuno hace un papel doble, y es que por una parte hace de un personaje secundario como cualquier otro y por otro hace del ente humanoide que la protagonista, Natalie Portman, se encuentra al final de película. Una representación misma de la naturaleza imitando y aprendiendo lo que es la humanidad a través del reflejo activo del único ser humano con el que ha interactuado nunca.
En ese sentido, lo que hace Mizuno con su personaje resulta increíble porque no ha de hacer de un ser humano, sino de la idea especulativa de un ser humano. El reflejo de lo que debe ser un humano en la mente de una entidad alienígena que lo está viendo por primera vez. A fin de cuentas, es literalmente un ente humanoide, suponemos, recién nacido, que replica los movimientos de Portman como si fuera una suerte de imagen reflejada, algo que Mizuno replica con una perfección inquietante imitando sus movimientos, su postura e incluso el balance de su peso. Eso crea una extraña disonancia entre ambas: son dos figuras claramente diferentes, pero parecen la misma. Es una imitación tan sutil, tan perfecta, que resulta inquietante y siniestra. Bellísima de un modo desconcertante, porque no se basa en el parecido superficial de las cosas que reconocemos normalmente como humanos, como los ojos, las manos o los rasgos de la cara, sino en que sus movimientos son humanos. El extraño reflejo ajeno de lo que somos.
Eso es lo fascinante de la actuación de Mizuno. Su pasado en la moda y el ballet. El cómo hace que su cuerpo y su rostro, toda su identidad, se amolde a la idea que debe encarnar según el guión de cada historia, adaptándose camaleónicamente a cada papel que hace, poniendo todo su cuerpo al servicio de la representación. Por consecuencia, es precisamente eso lo que hace también en su primer papel protagonista, en Devs. En la serie hace de Lily Chan, una ingeniera especializada en criptografía que investiga la desaparición de su novio una vez ha sido ascendido a trabajar en el departamento de Devs, una rama secreta dentro de la masiva empresa tecnológica para la que trabajan ambos, y donde nadie fuera del departamento sabe qué se desarrolla allí. Algo que le llevará a una serie de continúas revelaciones que acabarán haciéndole dudar sobre su identidad y la de cuantos le rodean, llevándole a la pregunta más vieja de la filosofía y del cine de Alex Garland: ¿qué es lo real y cuál es la diferencia entre aquello que es real y aquello que no lo es?
Ontología aparte, en lo que respecta al papel de Mizuno, Devs resume muy bien todos sus registros y su estilo. Contenida, dramática, a veces pareciendo casi como si no estuviera actuando, siendo un poco anódina, quizás falta de reacción, esa es, precisamente, la característica esencial que hace notable su trabajo: su contención. Expresa las cosas con atención a los detalles, con cuidado, consciente de la cámara y cómo la observa. Cada uno de sus movimientos es preciso, perfectamente calculado, para no dar más que lo que cree que es la cantidad exacta de drama. Que no sobre ni falte nada. Demostrándonos así la elegancia de existir en un cuerpo.
De hecho, eso es algo que está presente en todas las películas de Garland, incluso más allá de Mizuno. Algo que ya señalamos al respecto de Aniquilación, pero que se aplica igualmente a Ex Machina. A fin de cuentas, allí Mizuno hace el papel de un robot casi perfectamente humano, pero sólo casi, pues si bien tiene un movimiento y un aspecto indistinguible del de cualquier persona que puedas encontrar en la calle, incluso si habita un cuerpo enteramente humano que le hace experimentar el mundo tal y como lo hace cualquier otra persona y una consciencia que le permite actuar en consecuencia, carece del elemento que le uniría con su personaje de Devs: la posibilidad del libre albedrío. Todavía permanece atada a la programación, a seguir órdenes y patrones; a no ser capaz de hacer actos de apariencia irracionales, siguiendo una agenda personal que ni siquiera ella misma tiene por qué entender.
Eso es lo absolutamente fascinante de Mizuno como actriz. Que nos recuerda que habitamos un cuerpo y que éste también tiene expresión. Por eso no nos extraña que vaya a ser co-protagonista de The Flight Attendant, una nueva serie de HBO creada por Kaley Cuoco, y que su carrera, parece, vaya a empezar a despegar con fuerza a partir de aquí. A fin de cuentas, todos habitamos en cuerpos, eso es parte de lo que nos hace inherentemente humanos. Pero no todos tenemos el control y la consciencia que tiene Mizuno del suyo.