Por qué ‘Spider Man: Un nuevo universo’ te hace mejor espectador

Resulta  paradójico que Spider-Man: Un nuevo universo y Aquaman se hayan estrenado a la vez en España. Mientras que Aquaman está buscando (casi de manera desesperada) servir la función de farragosa nave salvadora de DC, intentando ser “tan buena como una película de Marvel”, la película de Spider-Man es un inesperado milagro, una película que mira el ahora y el mañana. Cine del futuro, vaya.

It always fits.

Stan Lee

Pero para entender cómo este Spider-Man se ha convertido en la mejor película del año, conviene echar la vista atrás. Desde ese espectacular descarrilamiento de trenes que es Batman v Superman (cuya onda radiactiva de nuestro desquiciado favorito, Zack Snyder, acabó en ese traje roto que es Liga de la Justicia), lo cierto es que si pensamos en superhéroes nos referimos a la maquinaria asquerosamente segura de sí misma que es Marvel ( lo cual no es precisamente un cumplido). Paradójicamente el multiuniverso de Marvel ha provocado una homogeneidad en las formas, un modelo de negocio donde no cabe el talento para películas claramente de autor. Vivimos en la era de los conglomerados, y es lo que hay.  




Pero no vamos a referirnos aún a nuestro vecino favorito de Nueva York, sino que vamos a destacar tres películas que pueden servirnos para desentrañar del todo el contexto de este nuevo Spiderman: Deadpool, Batman: La LEGO película y Ready Player One. Las pistas están en estas películas, algunas más obvias que otras: desde el pelotazo de Deadpool promovido por una compañía desesperada por explotar sus personajes (del mismo modo que Sony, gracias a un extraño vacío legal con los derechos de Spider-Man), pasando por la repetición de la jugada de LEGO con el justiciero de Gotham (cuya principal virtud, congelar la imagen para ver el número de easter eggs por frame, no evita que paradójicamente, sea con diferencia la mejor película de las tres mencionadas) llegando por ese ejercicio de postmodernismo ultraconservador (sin gracia) que acabó siendo Ready Player One, película que resume todo los aspectos negativos de la nostalgia ochentera.

Las tres películas juegan con el conocimiento previo del espectador, y con la necesidad de no tomar en serio sus referentes originales. Sin embargo, si algo demuestra Spider-Man: Un nuevo universo es que la multireferencialidad no es un fin sino un medio para actualizar tropos y darles una nueva utilidad. Dicho de otra forma: Deadpool y Batman: La LEGO película son películas que (la mayoría del tiempo) parecen reducirse a un simple chiste intertextual, mientras que Ready Player One parece existir para que una generación reconozca el MechaGodzilla (ejemplo claro de nostalgia impostada). Un nuevo universo viene a decirnos que la postmodernidad sólo es necesaria si nos sirve para construir un futuro mejor, basado en el afecto y la emoción (y sin complejos). Para dejarlo claro: Un nuevo universo cree en un mundo de espectadores mejores que el que habita en las redes sociales.  

La postmodernidad ha muerto, ¡larga vida a la postmodernidad!

Porque sí, al postmodernismo se le ha acusado de matar la emoción (o de huir de ella y refugiarse en “cualquier tiempo pasado fue mejor” como modo de vida) y de ampararse en la ironía como recurso fácil. Películas como Batman: La LEGO película o Deadpool eliminan de la ecuación la posibilidad de la emoción pura, por considerarla perdida entre tanta derivación, remake, meme, comentario hostil de Twitter y viceversa.  Y quién podría culparles de ponerse cínicos. No hace falta mirar muy atrás para ver los días en los que los trols eran fans asustaditos de que les trastearan “el legado” y lloriquearan porque “no es nuestro Spidey”.  Gente sin emoción o aspiraciones reales de vida, vaya.

Y hete aquí que llega Spider-Man: Un nuevo universo como una obra que hace bandera de su condición de remix que no reniega de nada de esto. Sus mil referencias y detalles están ahí (¡esa versión alternativa de Zombies Party!) pero (milagro) también una película que apuesta por el regreso de la emoción pura (una suerte de La Nueva Sinceridad bajo el modelo Ultimate pergeñado por autores como Bendis y Millar), entendiendo la emoción  como un compromiso activo y fundamental entre el yo y el mundo. Porque negar la emoción es negar la narración en sí misma. La emoción tiene contenido narrativo, al mismo tiempo que trasciende del conocimiento pasado, reconfigura el presente y nos orienta hacia un futuro mejor, permitiéndose usar la imaginación para crear realidades mejores y más justas.

O al menos, más estimulantes que elefantes amorfos como Infinity War.

Si no está roto, rómpelo”: Experimentación al poder.

Y si hablamos de las posibilidades  que nos ofrecen de universos infinitos tenemos que hablar del estilo que intenta representarlos. Los productores Phil Lord y Chris Miller (gente que conoce bastante bien la experimentación postmoderna como se vio en Infiltrados en la Universidad y La LEGO película) intentaron plasmar el concepto del “algo nunca antes visto”, cuestionando las rutas conocidas por anteriores películas de animación (adiós modelo Pixar, adiós Dreamworks) y con la vista puesta en buscar una “nueva vía” que permita un mayor grado de experimentación. De este modo se vuelve (paradojas de la vida) a los orígenes puramente textuales del cómic para plasmar ideas visuales que ayuden a la narrativa del film. Porque si algo no está roto, rómpelo.

Y no hablamos aquí de una translación perfecta de las líneas argumentales del Miles Morales creado por Bendis, ni los New Warriors ni el largo etctéreta de cómics que Spider-Man: Un nuevo universo usa como referencia. Hablamos de trasladar los elementos visuales del cómic dentro de la propia narrativa, crear su propio universo visual donde todo (de nuevo) es posible.

Fijémonos por ejemplo en cómo la película usa las palabras como las onomatopeyas. Podría pensarse que es un intento de plasmar el estilo sobre el fondo, “hacer que parezca más como un cómic” y ya. Pero Un nuevo universo comprende que fondo y estilo van de la mano. Al fin y al cabo, qué son las palabras y el lenguaje sino el ejemplo más claro de arte de abstracción pura. Que Un nuevo universo confíe en usarlas como herramienta para reforzar la narración es algo inaudito en un mundo donde las películas de superhéroes parecen atadas por una supuesta realidad. Bocadillos y onomatopeyas tienen función dramática en la pantalla, acompañando gestos y decisiones (véase momento en que un “Whoooops» del tamaño de un rascacielos acompaña a nuestro protagonista mientras salta por la gran ciudad).

Por otro lado, el diseño de un personaje como Kingpin (Vincent D’onofrio en la serie de Daredevil y doblado aquí por un Liv Schreiber que parece venido de la última temporada de Ray Donovan¡ahí va otra referencia!) es representado como un imposible bloque negro, irreal (sí) pero precisamente por ello más fascinante que cualquier villano reciente. Personajes como el Duende Verde o Spider-Man Noir funcionan con sus propias líneas visuales, convirtiéndose Spider-Man: Un nuevo universo en una clase acelerada de cómo nuestra mente puede ser entrenada para procesar diferentes estilos (y básicamente cómo ser mejores espectadores). Al fin y al cabo, el cine al que aspira Un nuevo universo es un tipo de expresión artística que rechaza el realismo porque, reconozcámoslo, ¿cuándo el realismo ha quedado bien en el mundo de los superhéroes? El realismo, en el mundo del sentido de la maravilla, es anatema. Spider-Man: Un nuevo universo consigue de este modo ser la película visualmente más estimulante del año, una capaz de albergar en un solo fotograma cinco personajes con estilos diferentes.  

Y por esto no fuera suficiente Spider Man decide darlo el todo por el todo y ofrecer un tercer acto y un enfrentamiento final donde la abstracción, psicodelia y las burbujas de estilo de Jack Kirby se dan la mano, en un tour de force donde diferentes estilos de animación se combinan hasta acabar en un zoom capaz de combinar la mitología arácnida con la experiencia visual de un 2001: Una odisea en el espacio y Crisis en Tierras infinitas.

¿Queríais referencias? Toma dos tazas.

Los dos Spider-Man: nuestro universo y el universo al que debemos aspirar

Pero todos estos párrafos podrían quedarse en agua de borrajas sino fuera por un guion agraciado por la improvisación. Phil Lord y Chris Miller ya han afirmado que no existe un guión definitivo como tal, ya que el proceso que han seguido ha sido huir de las constricciones que sufrieron durante su paso por el rodaje de Han Solo: devolver la vida a un personaje que tras seis películas está a un paso del agotamiento.

Y si hablamos de la emoción y el sentido de la maravilla qué mejor personaje puede definir la ilusión del presente que Spider-Man. Alejado de esas sospechosas odas al militarismo y la lucha que son Black Panther e Infinity War, Spider-Man siempre ha sido el mejor personaje de La casa de las ideas en definir la ilusión e ingenuidad del presente adolescente. Que Tom Holland haya sido el mejor actor (por el momento) bajo la máscara dice mucho de lo que la mayoría deseamos en silencio: Spider-Man siempre será la promesa de aventuras ligeras pero espectaculares, profundas pero increíblemente cercanas. Dicho de otra forma: Spider-Man siempre va a ser una historia de orígenes.

Por eso Bendis configuró en 2011 a Miles Morales bajo la ingenua idea de un futuro mejor representada por Barack Obama. Adolescente de padre afroamericano (¡Paper Boi!) y madre latina (imprescindible la versión original) Miles Morales contrasta con ese treintañero Peter Parker, descreído y abandonado, salido directamente de nuestro universo. Peter Parker representa ese adulto idiotizado y descreído, ese fan medio (el espectador que se ríe solo de las gracias posmodernas de Deadpool, vaya) que contrasta con la inexperiencia y la ilusión del joven Miles. Tal y como dice en la primera frase de la película, este Peter Parker treintañero considera que sólo hay un posible Spider-Man, mientras que al final Miles termina abrazando la posibilidad de que cualquiera (hablando aquí directamente a la audiencia) es capaz de llevar la máscara.

De modo que tenemos en Spider-Man: Un nuevo universo la historia coming to age de dos personajes por el precio de uno. Qué diablos. Casi podría entenderse que Spider-Man: Un nuevo universo quiere que cambies la forma limitada que tienes de ver la realidad y abraces el teclado infinito de razas, géneros y etnias que ofrece el multiuniverso. No es una mala filosofía viniendo de un conglomerado como Sony. Y no vamos a hablar de la absolutamente espectacular Gwen Stacy y cómo la narrativa hace un auténtico milagro en la introducción de su personaje porque, en fin, alguna sorpresa tendrás que llevarte cuando vayas a verla.

¡La película es importante, pero ante todo divertida!

Todas estas cargas de profundidad vienen acompañadas de un delicioso sentido del espectáculo  que entiende cuándo ponerse seria en sus giros interpretativos (¡la gente muere en esta película!) sin ser grave, ser deliciosamente divertida sin caer en la autoparodia. Porque sí, podría no tomarse en serio a sí misma, pero eso no significa que no mire a la audiencia por encima de hombro (véase por ejemplo El Caballero Oscuro: La leyenda renace).

Hemos dicho que esta película es importante. La palabra importancia” suele estar envenenada en el género de los superhéroes. El término viene perpetrado por críticos de The Guardian o The New York Times que parecen se acercan a los géneros con la superioridad moral de quien cree que una obra en particular es ahora digna de sus paladares. Durante mucho tiempo el debate sobre la importancia ha sido asociado a seriedad y pomposidad, quizás víctima del efecto injusto de Christopher Nolan y su retrato de Batman, dejándonos un descampado de películas bastante desolador.

Sin embargo, es conveniente y sensato decirlo aquí y ahora, para no dejar lugar a dudas: Spider-Man: Un nuevo universo no sólo es la mejor película del personaje de Marvel, sino la más necesaria y divertida de todo 2018, la que mejor explora las herramientas artísticas del cómic de la historia del cine, convirtiendola quizás en la mejor película de superhéroes. Quizás Spider-Man: Un nuevo universo sea un accidente aislado y no pertenezca en realidad a este universo, pero el hecho de que podamos disfrutarla nos da la oportunidad de recordar que aún queda mucho camino por recorrer. Muchos saltos de fe. Muchos mundos por imaginar.

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