Superhéroes y Guerra Civil: entre la aventura y la reimaginación

Phylax, la reciente creación de GOL y Pedro Camello, se una a la lista de superhéroes que han usado la Guerra Civil española como telón de fondo. Lo que aún no tenemos claro es si eso habla más de los superhéroes o de la relación de los autores españoles con la guerra.

Tiene otro nombre, pero combate como Phylax, que significa ‘guardián’ en griego. Es producto de un experimento secreto del gobierno y la CIA y la KGB compiten por conocer el secreto de sus poderes. Pero él solo vuelve de su retiro al conocer que quienes le torturaron durante una guerra que desea olvidar pueden repetir el experimento con nuevas víctimas. Suena al origen de Magneto o del Capitán América, choca hasta por tópico, pero la novedad -o quizás no tanto- es que se ambiente en pleno Franquismo y nos hable de un “héroe” nacido en plena Guerra Civil.

Miguel Gómez Andrea, GOL, es conocido por su trabajo como guionista de cómic pero también de escritor de literatura juvenil y de divulgación histórica. Pedro Camello y él son colaboradores habituales. Juntos publicaron hace unos meses Phylax. El incidente Martinhebron (2019), que el propio guionista nos cuenta que surgió con la idea de escribir una historia de aventuras y espías sin mucha profundidad “pero se fue complicando y creciendo en personajes. Me interesaba ambientar la historia en la España gris y sórdida del nacionalcatolicismo, dándole protagonismo a la Iglesia, gran ausente de nuestra ficción, en el lado de los villanos”. En cuanto a lo comunión entre pijameros y la contienda civil tan manida en nuestra ficción “los superhéroes son parte del paquete cultural del american way of life y nacieron en los años 30, también forman parte de nuestro acervo y por tanto en la mente de los autores, de cómic en este caso, se mezclan ambos universos y dan pie a cosas como esa: los superhéroes en la Guerra Civil”.

Sí, vale, son todo topicazos. Pero matan nazis.

El aficionado medio conoce el garbeo por la contienda que se dio Lobezno en Wolverine Vol.1 #35-37 (1991), acompañado de Puck y el mismísimo Ernest Hemingway. Comics Forum en su día tuvo la ocurrencia de publicarlo en un único tomo recopilatorio dentro de la colección Prestigio titulado Lobezno: Sangre, arena y garras (1992), título del primer número de la saga que mantuvo Panini en su reedición de 2018. La cosa arrancaba en una plaza de toros, pasaba por el bombardeo de Gernika, estaba llena de guiños a Por quién doblan las campanas (1940) e incluía a Puck creciendo metro y medio de golpe para torear, en un cómic solo disfrutable si no se toma en serio. Aunque la portada macarra de Lobezno fumándose un puro mientras ametralla nazis con el Guernica (1937) de fondo sea una de esas pequeñas cosas que hacen que la vida valga la pena ser vivida.

El tebeo europeo sí ha visitado más la Guerra Civil, pero sin señores en mallas que saltan muy alto por medio. Considerar al Max Fridman de Vittorio Giardino un superhéroe sería muy generoso, aunque se pasease por la batalla de Teruel en ¡No Pasarán! (1999). Lo mismo vale para Corto Maltés, cuyo paso por la guerra española, además, es apenas una elipsis insinuada por Hugo Pratt en las entrevistas, donde presuntamente su personaje, más espíritu del siglo XX que Jenny Sparks, quedaría ciego. En nuestro país, en fin, la producción tiende más al drama histórico –36-39 Malos Tiempos (2007-2008), de Carlos Giménez-, la recuperación de la Memoria –Los surcos del azar (2013), de Paco Roca– o la biografía –El arte de volar (2009), de Antonio Altarriba y Kim-. Si acaso Las serpientes ciegas (2009) de José Hernández Cava y Bartolomé Seguí, o las irreverentes Nuevas Hazañas Bélicas (2011-2012), de Hernán Migoya y varios dibujantes se atrevieron con la mezclas de géneros o incluso el pop más desaforado. 

García, elegante pero macarra. El ídolo de Ortega Smith.

Al que sí podemos considerar 100% un superhéroe es a ¡García! (2015-2016), el héroe creado por Santiago García y Luis Bustos, dotado de fuerza sobrehumana, con origen secreto, que permanece ‘congelado’ más de cuarenta años y de moral de una pieza. Eso sí, franquista. Aunque redimible. El Phylax de GOL y Camello se podría considerar la contraparte del anterior, ya que se somete a experimentos que rechaza, no es leal a la dictadura y reniega de su actividad como héroe pijamero. El escritor nos resume así a su protagonista: “Fernando Jara no quiere ser un superhéroe, es un juguete del destino que fue introducido en un mundo que le supera. Él es un personaje sencillo, no tiene aspiraciones económicas ni superheroícas. Sale de su escondite, actúa porque debe hacerlo y una vez acabado el asunto vuelve a desaparecer”.

Desde 2014 la editorial Carmona en Viñetas ha ido editando su propia versión de la Guerra Civil con supergente por medio arrancando desde los sucesos de Asturias en el 34 y pasando por las principales batallas, normalmente contando con autores locales de cada escenario tanto al guión como al dibujo. Así, por los kioskos y librerías pasaron 1934: El cielo por asalto (2015), 1937: Objetivo Madrid (2016), 1937: La toma de Málaga (2017) o 1936 El desembarco de Mallorca (2019), entre otros

Uno de los defensores de Badajoz lo ve más bien crudo.

El pacense Carlos Correia, guionista de La Batalla De Badajoz (2018), dibujada por Marce Parra, admite que su vinculación emocional con el tema es escasa: “lo más parecido era cuando mi abuela me contaba sus desventuras de niña, pero era un tema del que tampoco hablaban mucho”, por lo que “me resultó instructiva toda la fase de documentación, pero especialmente dura”. Aún así, ve lejos el momento en que la contienda bélica pueda ser abordada sin polémica o desde cierto desapasionamiento. “Creo que aquí aún tenemos en general demasiado miedo a la Guerra, no nos veo a los autores capaces de desvincularnos del todo”.

GOL, por su parte, aunque le haya interesado dotar a su Phylax del trasfondo de la guerra, no cree que la fusión “aporte nada especial al estudio de la Guerra Civil”. Cuando le preguntamos si cree que el género puede rebajar la carga de polémica sobre el conflicto opina que “sí que es posible que al introducir unos elementos ‘frívolos’ como los superhéroes en algo tan trágico como la Guerra Civil la estemos ‘desdramatizando’. Y pienso que eso es bueno, porque solo desde la serenidad podremos llegar a entender ese conflicto sin caer en la destructiva dialéctica de buenos y malos”. Añade que ve mucho menos transitado el franquismo: “sigue siendo tabú, y sólo puede ser tratado desde la condena”.

Mirad, republicanos, vamos a llevarnos bien o aquí van a haber hondonadas de hostias.

Eso sí, dado que la tradición española en el mundo superheroico suele ser la de la parodia, “uno de los aspectos positivos de este acercamiento a la Guerra Civil es que puede ayudar a superar ciertos complejos y comprender que un personaje de fantasía, con poderes, que lucha por hacer el bien a todos y mal a ninguno, no tiene por qué llamarse necesariamente John, Steve, Clark o Bruce. Pueden ser Juan, Esteban, Carlos o Bruno”.

La conclusión final del escritor, que se especializa en divulgación histórica y temática juvenil, es que “escapar al ping-pong político está más allá del deseo del autor. Porque por mucho que uno quiera ser ecléctico siempre puede haber gente que se sienta defraudada simplemente porque en tu trabajo no has contado los hechos o las visiones que a ellos les parecen importantes”.

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