Antes del ‘Gamergate’ y el ‘Comicsgate’, la guerra estaba en los museos. Durante los noventa, la extrema derecha de EE UU descubrió que arremeter contra los artistas de vanguardia era una buena estrategia para unificar posiciones, ganarse titulares y cosechar votos.
La semana pasada Marina Amores (Blissy para sus seguidores) anunciaba que abandonaba temporalmente las redes sociales. El historial de acoso contra Blissy, que se extiende de Forocoches a Meristation, es uno de los ejemplos más claros de una violencia contra las mujeres en el entorno de los videojuegos que cuenta con el beneplácito de periodistas y medios especializados en castellano.
Un usuario de Reddit rediseña la bandera del ‘aguilucho’ y la enseña de Falange Española para hacerlos acordes con el movimiento de jugones fachas y llorones. Lo peor de todo: el tipo va en serio.
Zoe Quinn, la primera víctima del acoso realizado por true gamers organizados alrededor del #Gamergate, tendrá película de sus memorias, Crash Override: How to Save the Internet from Itself de mano de Sony y, tal vez, con Scarlett Johanson de protagonista.