[Temazo a temazo] ‘Ilegales’ (Ilegales, 1982)

El regreso de Ilegales a los escenarios está siendo algo turbulento, pero muy celebrado. De hecho, está siendo celebrado hasta un extremo que me gustaría pensar que está resultando extraña para Jorge Martínez y los suyos, que siempre han sido poco menos que unos parias del rock en castellano, unos perros verdes que nunca se han dejado clasificar en tribus ni corrientes y que, a pesar de estas, siempre han hecho una música completamente definida y personal.

Después de cinco años de silencio y un disco que no nos atreveríamos a calificar de «clásico», pero sí que está bien preñado de momentos genuinamente ilegales, La vida es fuego (2015), Ilegales se ha enfrentado a un duro golpe de cara a este regreso y a la muy posiblemente monumental gira que les espera con la pérdida de Alejandro Blanco, fallecido repentinamente hace unas semanas. Para suplirlo, no ha trascendido si de forma momentánea o a medio plazo, se ha reincorporado a la formación nada menos que Willy Vijande, bajista original de la banda, casi tan responsable del sonido primigenio de la banda como Jorge Ilegal y ausente del grupo desde hacía 23 años. Es significativo que tras la trágica muerte de Blanco la banda haya decidido huir hacia adelante recuperando la formación de sus inicios, y que hoy homenajeamos revisando canción a canción su debut de 1982, Ilegales.

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El antecedente de Ilegales, bien conocido por los fans de la banda, está en Madson y Los Metálicos, dos grupos de breve vida en los que militó Jorge Martínez desde 1977. El hermano de Jorge, Juan Carlos, bajista de ambos grupos, abandona y es sustituido por Íñigo Ayestarán, lo que lleva a rebautizar en 1981 a Madson como Ilegales. Se presentan al Villa de Oviedo, que ganan, lo que les permite grabar un disco compartido con tres grupos asturianos hoy olvidados, Sombrero de Copa, Rimmel y Squizo. Ilegales incluyen tres canciones en ese recopilatorio: Europa ha muerto, La fiesta y Princesa equivocada. Tras un single inicial editado por Arrebato! en 1982 y que contiene Revuelta juvenil en Mongolia y La pasta en la mano, el productor Paco Martín les ofrece grabar un disco que editaría la recién creada Hi-Fi Electrónica.

Íñigo deja el grupo en cuanto el disco llega a la calle, Willy Vijande le sustituye y con esta formación el grupo empieza a girar por toda España sin descanso, ganándose fama de punks indómitos sin ser punks, de conflictivos y peligrosos. Las letras que hasta el momento había compuesto Jorge Ilegal no dejan lugar a dudas sobre el tema: Ilegales son indomables. La icónica portada de Ouka Leele y la intercesión de nada menos que Víctor Manuel, que integra al grupo y sus temas grabados hasta ese momento en EPIC-CBS, de donde es accionista, da un impulso espectacular al grupo. Un impulso que no se habría conseguido sin un puñado de canciones tan redondas como estas.

Tiempos nuevos, tiempos salvajes

Ilegales arranca con uno de los clásicos indiscutibles de la banda: una canción muy de su época, enmarcada en los estragos que el paro y la delincuencia hacían en la juventud de los primeros ochenta, pero que ha acabado convirtiéndose en un himno intemporal, posiblemente porque es una canción Ilegales al doscientos por cien: el solo ululante y atmosférico, excelente pero con el virtuosismo muy ajustado para que no quite protagonismo a ningún otro elemento de la canción; la letra construida a base de aforismos que rara vez riman y que se repiten obsesivamente, como le sucede a ese logro sin paliativos que es el título de la canción; la estructura sencillísima, que no teme adentrarse en partes instrumentales donde no sucede absolutamente nada, subrayando el talante obsesivo y circular de la música de Ilegales; la sección rítmica repetitiva, catapultando el sonido de la guitarra; y, cómo no, la voz de Jorge Ilegal, una de las más reconocibles y personales de nuestro rock, paladeando exhortaciones como ese «No voy a luchar por ti» tan de la banda. El disco se cierra con una versión reprise del tema, capaz de reducir a dos notas la canción original, pero manteniendo intacta toda su fuerza.

Delincuente habitual

Primera incursión de Ilegales en la abundante temática de los… bueno, de los delincuentes habituales. La fascinación por el lumpen de Jorge Ilegal y los suyos vibra en temas como Bestia, bestia, Motín en la prisión o El demonio, fascinación a la vez peliculera y creíble. Es una canción que exige lo mejor de Jorge Ilegal debido al elevadísimo tono en el que está compuesta, y que le hace pasar por auténticas penurias cuando la toca en directo. En cualquier caso, icónica y representativa como casi todo este disco, se beneficia de un poético extremismo vital («Córtate las venas, maldita sea la ley«) muy propio de la banda, enmarcado en un pegadizo, sincopado y reconocible riff antes de la entrada de la voz de Jorge y de una estructura simple y obsesiva que no se corta en repetir tres veces casi la misma breve letra, toda ella puro estribillo.

Yo soy quien espía los juegos de los niños

Una de las grandes letras del disco, sublime en su equilibrio entre lo arrebatadoramente lírico y siniestro («yo soy quien espía los juegos de los niños, si te despistas estaré en tu bolsillo«), lo sórdido («nuevas parejas se estrenan esta noche entre las sábanas de pensiones baratas«) y lo espeluznantemente mundano («nuevos cantantes hacen el ridículo en viejos festivales como Eurovisión«) y que al final se convierte en un fresco del disgusto generacional de la época («los estudiantes se suicidan disparando contra la policía«, «diez mil obreros en paro esperan en la plataforma del suicidio colectivo«), lo que la convierte en una especie de versión desencantada de Tiempos nuevos, tiempos salvajes. Su estructura es muy extraña: arranca con un solo sumergido en preciosos ecos fantasmales y se convierte en un pseudo-ska muy árido para dar otro giro en su conciso estribillo, y tras renunciar con cabezona insistencia a plantear un interludio cuando lo pide el cuerpo, finalmente vuelve al mismo solo del principio con mínimas variantes. Pero eso no ha impedido a Yo soy quien espía los juegos de los niños demostrar hasta qué punto Ilegales pueden convertir en un tema icónico algo que en manos de otro grupo con menos personalidad habría estado condenado a la categoría de rareza.

Hombre solitario

Otra canción sobre bajos fondos y crónica negra, pero esta vez algo más críptica que Delincuente habitual, aunque lo suficientemente característica del mundo ilegal como para presentar a un narrador, un viejo policía que defiende el orden y la ley, que primero dispara y después pregunta, como dice el estribillo con tono chulesco. Lo más reseñable de la canción, sin embargo, es su ritmo acelerado que gana mucho en directo, donde se convierte en un auténtico huracán. De la versión en estudio son reseñables sus arreglos de teclado en modo boogie, uno de los muchos guiños al rock clásico que Jorge Ilegal desliza sin previo aviso en el disco.

Problema sexual

Otro de los hitos de Ilegales, una burrada de extraña letra surrealista (pero en sentido académico: «Tengo un serio problema, problema sexual: soy una bicicleta» tiene una carga lírica inesperada y más bella que la Victoria de Samotracia), cabezona como ella sola, sin más estribillo que ese cavernícola «Ah-uh-ah» y que dio pie a una de las anécdotas que afianzaron la leyenda de los Ilegales en los ochenta: su mítica actuación en ¡Qué noche la de aquel año! de Miguel Ríos en 1987 y que rememora el propio Ríos en el futuro documental sobre Ilegales financiado por crowdfunding Mi vida entre las hormigas. Con unas pintas absolutamente alucinantes y Willy Vijande ya en la banda, en prime time de TVE en una época en la que lo normal era tener audiencias de millones de personas con un abanico de edades por las que hoy vendería su alma al diablo cualquier gerente televisivo, Jorge Ilegal y su mejor cara de zumbado bramaron un «Señora, si no le gusta mi careto cambie de canal» que me imagino que debió generar más de un escalofrío doméstico.

Me sueltan mañana

Otro tema sobre bajos fondos y delincuentes habituales, esta vez acerca de un malencarado expresidiario que busca al chivato a causa del que le metieron en la cárcel para pegarle un tiro. No es una de las canciones más populares del disco, pero destaca su fabulosa melodía blusera y sucia de bajo, su insistencia en estructuras poco convencionales en su simplicidad y un descubrimiento jovial en la letra («Me subiré a los árboles«) que contrasta con la crudeza del resto de sus proposiciones. Una pequeña joyita, en cualquier caso.

Heil Hitler! 

Una auténtica burrada que costó algún disgusto a la banda en su momento, como explica Jorge Ilegal en el vídeo y como le pasó a tantos grupos de los primeros ochenta con aquel tonteo con la señalética nazi heredado de los punks británicos. Quienes mejor supieron escapar de aquellos sambenitos fueron Gabinete Caligari, aunque no fue sencillo teniendo en cuenta aquello de «Somos Gabinete Caligari y somos nazis» y que les gustaba más un uniforme de las SS que chupar candados. Ilegales ni siquiera se han desembarazado del tópico del todo, y posiblemente a su l-líder no le importe, teniendo en cuenta lo que le gusta soliviantar a los bienpensantes. En este caso está claro que se trata de una broma, aunque es comprensible que versos como «En la noche alemana los judíos tiemblan» pusiera nervioso a más de uno. En cualquier caso, aunque no se trata de una de sus mejores canciones, los gritos marciales con los que arranca el tema y el reconocibilísimo riff de guitarra se han convertido en otras de las numerosas señas de identidad del grupo.

Hola mamoncete

Más historias del lumpen -un camello bastante sobrado en sus formas-, esta vez conducida a través de un insólito ritmo de ska que empacha levemente debido a las concisas condiciones de la producción del disco. Quizás el menos interesante de todos los clásicos más o menos impepinables de esta primera colección de canciones.

No me acaricies el pelo

Continuando con la inaudita influencia jamaicanoide de Hola mamoncete, No me acaricies el pelo abraza el rollo dub con resultados algo más interesantes, sobre todo por el estribillo, donde Ilegales usaron una progresión melódica muy del pop español de la época. El resultado es un batiburrillo rarísimo que no es de extrañar que haya quedado como una de las rarezas oficiales del disco, y que no remonta demasiado el vuelo debido a una letra no especialmente inspirada y a la banalidad del estribillo: «No me acaricies el pelo, que tengo poco, y ninguno de tonto«. Aún así, la canción es un interesante testimonio de algo que ya señalaba aquí Jorge Martínez y que se puede aplicar a todo el disco en su conjunto: pese a que No me acaricies el pelo es una composición completamente coyuntural y demasiado apegada a los sonidos de la época (algo poco habitual en la banda, experta en facturar himnos intemporales), su producción es absolutamente actual y suena más que competente hoy día.

La casa del misterio

Dice La Fonoteca que La casa del misterio podría ser la mejor composición de Jorge Martínez. A nosotros nos costaría decidirnos por una sola (estaríamos entre Regreso al sexo químicamente puro, Saber vivir o La chica del club del golf, entre muchas otras), pero está claro que La casa del misterio está entre ellas, y junto a Yo soy quien espía los juegos de los niños es la cima lírica de este debut. Atmosférica e ingenua, describe una relación infantil y llena de enigmas (¿entre un niño y un fantasma, o más bien hace referencia a un primer amor?) con versos tan afortunados como «Vives en la casa del misterio, creces con las sombras sobre ti«, emotiva, decadente, con corazón pero sin perder el tiempo en ñoñerías o adornos innecesarios. No es extraño que la compañía discográfica creada por Jorge Ilegal se llame también La Casa del Misterio: aparte del paralelismo simbólico, este un tema que resume lo mejor de Ilegales: afilada, directa y envuelta en una poesía esquiva y extraña.

Caramelos podridos

Ilegales finaliza su primer disco con este himno a los desmanes del sábado noche que no solo se permite imágenes tan impactantes y bien delineadas como «Sábado lleno de chicas pegajosas como caramelos podridos«, sino que deja en la memoria del oyente ese «Soy un borracho» contundente y repetitivo, una declaración de intenciones clara y directa en clave de esos puentes-estribillo tan afines a la estrafalaria estructura de este disco. Antes de la versión reprise de Tiempos nuevos, tiempos salvajes, supone un estupendo aldabonazo para este Ilegales, que se conserva tan ácido y actual hoy como hace treinta y cuatro años.

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