[Temazo a temazo] ‘The Supremes A’ Go Go’ (The Supremes, 1966)

El 25 de agosto de 1966 se ponía a la venta el poderoso concentrado de felicidad rítmica que convirtió a The Supremes en el primer grupo femenino que llegaba al número 1 de las listas con un álbum de larga duración, desbancando nada menos que al mítico Revolver de The Beatles. Celebramos el 50 aniversario de The Supremes A’ Go Go de la única forma posible: sin parar de bailar cada una de sus canciones subidos a las mesas de la redacción.

Sabemos que en cuestión de gustos impera lo subjetivo, pero aún así es posible establecer determinadas leyes y principios que, como las de Newton o Arquímedes, son fruto del método científico y la experiencia empírica. Una de ellas es la conocida Ley de Holland-Dozier-Holland (HDH) según la cual todo cuerpo sumergido en la escucha de The Supremes A’ Go Go recibe un impacto de optimismo y felicidad que se mantiene constante durante 31 minutos y 54 segundos exactos.

Se trata de una ley objetiva de fácil comprobación si el experimento se realiza bajo condiciones temporales y climatológicas óptimas: que sea día festivo y luzca hermoso el sol. El problema de la Ley de HDH es que los cuerpos sumergidos en la escucha de The Supremes A’ Go Go se ven sacudidos por movimientos rítmicos imposibles de evitar que a menudo se acompañan profiriendo cánticos y estribillos más o menos desafinados (cada sujeto es un mundo). El vistoso efecto ha provocado una teoría alternativa que choca frontalmente con el conocimiento científico. Según esta, el disco sería en realidad un grimorio sónico para conjurar la felicidad mediante una fórmula alquímica perfecta.

fotico

Incapaces de decidirnos entre la explicación racional y la mágica, es necesario acudir a la perspectiva histórica. Tras escribir varios éxitos para Jackie Wilson y Sam Cooke, en 1959 Berry Gordy Jr. fundó Tamla Motown, sello discográfico ligado a la ciudad de Detroit  que marcaba distancias no solo geográficas con el soul sudoroso y sureño de la factoría Stax al mismo tiempo que hacía de la instrumentación cristalina un ariete para romper el muro de sonido erigido en California por Phil Spector.

El objetivo era fabricar hits fulminantes dirigidos a un público interracial, es decir, que gustará tanto a negros como a blancos, algo que las brillantes composiciones de Smokey Robinson y del trío Holland-Dozier-Holland (HDH) no tardaron en conseguir.

holland dozier holland

La evolución de The Supremes muestra cómo la factoría Motown fue puliendo la fórmula hasta alcanzar la perfección. Fichadas en 1962, el trío vocal formado por Florence Ballard, Mary Wilson y Diana Ross partió inicialmente de un estilo estándar, entre el doo-wop y la balada soul inane, que no auguraba nada estimulante.  Todo cambió con la llegada a Motown de Lamont Dozier y los hermanos Brian y Eddie Holland, tres genios contratados en exclusiva para fabricar números uno, tarea que cumplieron con creces. Tras un temazo como el Heatwave  de Martha & the Vandellas, Berry Gordy Jr. puso en sus manos a las Supremes y el resultado fue una memorable cadena de hits (Where Did Our Love Go, Baby Love, Stop! In the Name of Love, Come See About Me y Back in My Arms Again) que las convertiría en las únicas rivales serias de la beatlemania.

Singles contra elepés

En 1966, con The Supremes en plena forma (aunque no por mucho tiempo: el protagonismo de Diana Ross impuesto por un enamorado Berry Gordy Jr. provocaría la marcha de Florence Ballard al año siguiente) y el tándem HDH dispuesto a agitar como nunca su contagioso cóctel de pop y rhythm and blues,  todo estaba preparado para entregar algo tan glorioso como The Supremes A’ Go Go. El noveno LP de su discografía se erigió en la metralleta de temazos capaz de desbancar del primer puesto nada menos que el Revolver de The Beatles y convertirlas en el primer grupo femenino que conseguía ser número uno en la lista de álbumes de larga duración.

un single

Aquí es necesario detenerse un rato para contextualizar mejor el logro. Singles y elepés habitaban entonces universos muy diferentes, algo que las listas de éxitos reflejaban. El formato de los primeros era más popular y fueron varios los grupos femeninos que alcanzaron ese primer puesto mucho antes que The Supremes (aunque estas lo harían en doce ocasiones entre 1958 y 1969, cifra que solo The Beatles superarían). Pero mientras un grupo o artista recién llegado podía pegar el bombazo y conseguir un single triunfador, los álbumes de larga duración eran una cosa mucho más seria, el territorio donde habitaban los grandes y cuya cima algunas intérpretes femeninas ya habían conquistado, pero siempre en solitario. Dorothy Shay fue la primera en 1947 y la monja cantante Sor Sonrisa (!!!) y Barbra Streisand las últimas antes de la llegada de The Supremes.

La llave del éxito, que llevaba emparejado el desafío de arrebatar el primer puesto que The Beatles ocupaban desde hacía dos meses, fue la aplicación de una fórmula tan obvia como compleja: un álbum compuesto por doce hits indiscutibles, diez de los cuales eran versiones de temas ajenos. 32 minutos de lúdico guateque cuyo verdadero mérito es hoy más evidente que nunca: medio siglo después sigue igual de fresco y efervescente, quizá porque sus surcos esconden el secreto de la eterna juventud. No hay mejor justificación para recorrerlo temazo a temazo y sin parar de bailar

Love Is Like an Itching in my heart

Cuatro golpes de percusión, dos trompetazos, unas panderetas y venga. Parece fácil, pero son miles las bandas que han fracasado en el intento. The Supremes A’ Go Go va directo al grano desde el primer segundo con un diamante marca HDH cuyo single había sido número uno un par de meses antes. Diana, Florence y Mary convierten a Cupido en una avispa y sus flechas del amor en aguijones, una picadura cuya escozor no hay más remedio que rascar sin que eso garantice alivio del dolor. La orientación pop es evidente, pero no impide fogonazos soul negros como el carbón en un tema que se sustenta sobre esos dos trompetazos secos, breves y aún así huracanados donde The Funk Brothers, la banda de músicos de estudio de la Motown, luce con todo su esplendor.

This old heart of mine (is weak for you)

Con ese chispazo inicial ha prendido un incendio cuyas llamas se avivan con otro temazo Motown que The Isley Brothers habían popularizado unos meses antes. En realidad HDH la escribieron pensando que iba destinada a The Supremes, y estas ponen millas aligerando el ritmo acompañadas de unas campanas que son gloria celestial. De nuevo, el amor es el tema, aunque aquí  hay lamento de un viejo corazón que ya no está para esos trotes. Berry Gordy Jr. sabía de qué iba el asunto: se enamoró hasta las trancas de Diana Ross pero no hubo final rosa y sí un embarazo que no acabó en boda porque ella prefirió derribar el tópico de las bodas de penalti. La canción, por cierto, ha sido objeto de infinitas versiones, algunas tan escalofriantes como las de Rod Stewart o de las alemanas Luv.

You can’t hurry love

Atentos, porque llegamos a la tercera y es tremenda. Con esa llamada materna a la paciencia por estribillo, “no hay que forzar el amor, solo hay que esperar”, se trata sin duda de uno de los temas más populares del trío. No es para menos, pocas  invocaciones al baile inmediato son tan poderosas como esta, pero ojo, lo es tanto que es fácil pasar por alto que estamos ante una de las piezas pop más elaboradas, fulgurantes y perfectas de la historia. Phil Collins acudió a ella necesitado de un hit fácilito, pero su calco envuelto de frialdad sónica ochentera solo nos provoca odio. Mucho odio.

Shake me, wake me (when it’s over)

Segunda versión del disco, aunque de nuevo sin moverse de casa al acudir a otras estrellas Motown, en concreto The Four Tops, y apostando por uno de sus éxitos. La letra insiste en los sinsabores del amor, ahora pidiendo a gritos que la ruptura solo sea un sueño. Eso sí, la producción rebaja el vendaval pop de los temas anteriores, busca el calor del rythm and blues y sustenta el ritmo a base de palmadas que suenan como tambores de la jungla. Plas plas tam tam. Si esto no agita ni despierta a la protagonista de la historia, nada lo hará.

Baby I need your loving

Casi como respuesta al tema precedente, y la cuestión sobrepasa lo curioso por atípica, a una versión de los Four Tops sigue otra versión de los Four Tops. Eso sí, si aquella arremetía por la vía del r’n’b, ahora la cosa es más sutil y lo que era una grandiosa balada pidiendo un chute de amor aquí se transforma en medio tiempo bailongo y resplandeciente a base de vientos, de nuevo huracanados, y una felicidad ausente en el original. El resultado es que seguimos bailando y tatareando como licántropos enamorados.

These boots are made for walkin

La elección que cerraba lo que era la cara A del álbum (dar la vuelta al vinilo, que hermosa acción aquella, tan llena de sentido) suponía una ruptura con las versiones anteriores, hasta ahora marca Motown y, de hecho, todas ellas firmadas por el trío HDH. Y la cosa es de aúpa, nada menos que el temazo que Lee Hazlewood había compuesto para Nancy Sinatra ese mismo año. La apuesta fue sabia pero también arriesgada y, en el fondo, nos llena de dudas. La original, con ese rockabilly subterráneo, luce cuero negro y es más perturbadora, mientras esta es más festiva y danzarina aún y conservando ese punteo de bajo que conduce directo al infierno. Además, todos nos creemos la amenaza de Nancy Sinatra, mientras que es difícil imaginar a The Supremes con botas que están hechas para pisotearnos. La cosa parece clara pero el dilema permanece: todos nos quedamos con la de Nancy Sinatra sin dudarlo pero si la cuestión es poner a bailar a la peña en un guateque pincharemos a las Supremes (que además cantan mejor, no nos engañemos).

I can’t help myself (Sugar pie honey bunch)

Volteamos el vinilo en pos de su reverso y, PUM, otra de los Four Tops, la tercera ya, y a estas alturas se erige una cuestión fundamental, la clave del asunto: ¿puede un álbum compuesto casi por entero de versiones ser una obra maestra de la música pop? Sin duda, pero antes es bueno recordar que en aquella época lo habitual era eso y no se tenían remilgos a la hora de entonar temas ajenos (aunque en este caso casi todos venían firmados por el mismo trío de genios). De hecho, la idea que hoy tenemos del álbum como concepto, como obra con unidad creativa, no existía (aunque ya andábamos de parto). Por otro lado, sí que había un par de conceptos detrás: hacer un disco con doce hits incontestables que se pudieran bailar sin pausa durante 32 gloriosos minutos y, también, aplicar a esas canciones los arreglos de pop rítmico y festivo propios de The Supremes. Y ahí está lo maravilloso del asunto, en esa chispa añadida y las llamas que provoca. Así que mientras el original de los Four Tops era un trallazo soulero, aquí la versión se resuelve por la vía de la instrumentación luminosa y la sonrisa bailonga. Gloria bendita.

Get ready

Sin moverse del catálogo de hits de la Motown, generoso como pocos, llega el turno de adaptar este impresionante protofunk escrito por Smokey Robinson para sus The Temptations, un temazo demoledor como pocos. No insistiremos en la fórmula que guía el asunto: pulir el carbón y aplicar la fórmula mágica que cristaliza en píldora pop. El tema conoció otras versiones, como la de Rare Earth (blancos pero de la Motown) en clave de rock progresivo que en elepé se alargaba 21 dolorosos minutos.

Put yourself in my place

Como dice la letra, “ponte en mi lugar”: el riesgo de resultar repetitivo está ahí delante, a punto de embestirme porque, al fin y al cabo, es difícil escribir sobre un álbum que lo que pide es ser bailado. Pero de nuevo hay que acudir a la versión original de los hoy olvidados The Algins, casi un doo wop de la vieja escuela, y comparar con los arreglos aplicados para The Supremes. El resultado salta a la vista. Entre una y otra solo hay un año de diferencia, pero la vieja es una cosa y esta otra muy diferente. Esta es pletórica y luminosa, es algo nuevo envuelto en fuegos artificiales, es el pop alcanzando una perfección inédita hasta la fecha.

Money (that’s what I want)

Un álbum tan tremendo como este no puede explicarse solo por sus brillantes arreglos sino también por las canciones que los sustenta, y pocas tan demoledoras como esta. Además, su turno llega cuando debe: tras tanto amor toca cantar al dinero. Déjate de flores y dame la pasta. El temazo, compuesto en 1959 por el mismísimo Berry Gordy Jr. para que lo cantara Barrett Strong, se convirtió en el histórico primer hit de la Motown. La versión de The Supremes, aunque a golpe de trompetas, respeta el original espíritu de musculado rock and roll. El amoral mensaje que conlleva esta oda al dinero como fin en sí mismo, además de su ambigüedad respecto a qué se ofrece a cambio, ha sido objeto de múltiples versiones (The Beatles, The Kingsmen) y hasta el punk lo hizo suyo, pero nuestra favorita siempre será la de los Flying Lizards.

Come and get these memories

Este superlativo canto al recuerdo de amores pasados y de los objetos materiales a los que van ligados (ese disco, aquel peluche ganado en la feria) supuso en 1963 el primer número uno de Martha & The Vandellas y también el primero del tándem HDH para Motown. La revisión a cargo de The Supremes es tan o más buena que aquella gracias a su radiante pulcritud y esa contagiosa alegría presente en todas las canciones.

Hang on sloopy

El festín de melodías lúdicas del álbum oculta con facilidad la elaboración matemática que hay detrás. Por ejemplo, que se cierre, de igual modo que la cara A, con una versión ajena al catálogo Motown. La elección recayó en una pieza de protogarage escrito en 1963 por The McCoys (y mucha historia detrás) sustentada por una letra misérrima y tres riffs primarios que se convirtieron en canon garagero (junto al Louie Louie de The Kingsmen), sin que eso impidiera su condición de himno no oficial, pero casi, de Ohio. La fulgurante aclimatación pop acometida por The Supremes es hoy el eslabón perdido que lleva esos tres acordes mil veces remendados a destinos tan insólitos como su presencia subterránea en la banda sonora de Grease. Estas cosas pasan.

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2 comentarios

  1. Tob dice:

    D.L. Byron, al que no le conozco más, tiene una versión más o menos powerpopera de You Can’t Hurry Love en la BSO de Times Square que es una pasada.

  2. Munty dice:

    Put Yourself In My Place en su versión original por The Elgins es infinítamente mejor que la versión de The Supremes, que siendo buena no es lo mejor de este memorable disco. Para que un disco sea genial no basta con que sea bailable y muy fun, A’ Go Go es un gran álbum, pero los arreglos se me hacen repetitivos a más no poder.

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'The Supremes A Go-Go'

Año: 1966
Celebramos el 50 aniversario de The Supremes A’ Go Go, el poderoso concentrado de felicidad rítmica que convirtió a The Supremes en el primer grupo femenino que llegaba al número 1 de las listas con un álbum de larga duración.
Artista: Artista: The Supremes
Sello: Sello: Motown