Se trata de la gran película maldita de Jerry Lewis: una producción en la que el objeto de la comedia era tan manifiestamente incorrecto que, avergonzado, el legendario cómico decidió retener los negativos e impedir su visionado a nadie más allá de un selecto grupo de inversores que pudieron catarla, no sin notable escándalo, cuando estuvo montada.
The day the clown cried contaba la historia de un payaso miserable que, tras ser enviado a un campo de concentración por haberse burlado de Hitler en una borrachera, encuentra sentido (último) a su vida haciendo reir a los niños que están allí esperando la Solución Final. El habitualmente blanco e inocente Jerry Lewis se enfrascaba aquí en una reflexión sobre los límites y la utilidad de la comedia que en 1972 se consideró indigerible. Curiosamente, Roberto Benigni reutilizó el argumento en una película mucho más blanca (y cobarde: en La vida es bella la comedia servía para silenciar el drama, no para enfrentarse a él) y que arrasó en los Oscars.
Quienes conocemos la historia de The day the clown cried siempre hemos pensado que había gato encerrado en esta negación de la película. El argumento no puede ser más positivo, pese a la ambientación terrible, y conociendo a Lewis, nos imaginamos unas buenas dosis de redención, perdón y reflexión. Quizás el problema está en la naturaleza concreta de algunos gags. Quizás la película supuso un terrible disgusto para Lewis en su día, pero al final no sea para tanto. Quizás la película es abierta y desconcertantemente mala, sin paliativos, como afirmaban algunos de los que la vieron (aunque no nos cuesta imaginar a un ejecutivo diciendo eso mismo de Smorgasboard, sin ir más lejos). En cualquier caso, estamos cerca de saberlo. El LA Times ha confirmado que la Biblioteca del Congreso de EEUU ha adquirido el negativo original de la película, aunque esta no podrá verse por contrato entre la institución y el artista, durante diez años.
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