Hay una estirpe de grupos que solo puede entenderse bajo la bruma que tapiza el paisaje inglés y la docencia de los pubs mientras se adhiere a la incontinencia poética, la aspereza interpretativa o la inmunidad al desaliento. Aunque la música norteamericana –en su sentido más amplio- siempre estuvo –y está- indefectiblemente en los respectivos radares de todos ellos, jamás han podido desprenderse de su insobornable flema británica.