En el momento climático del documental Harmontown (Neil Berkeley, 2014), que sigue los pasos del guionista Dan Harmon (Community, Rick & Morty), el sujeto toma una cámara de madrugada, se encierra en el baño y ante el espejo da rienda suelta a su autoodio: “Ahora tenemos esto en una sociedad de cámaras de oreja, y blogs, y tweets, y realities y sin guerras. Tenemos 250 millones de eternos adolescentes averiguando que les hace ser unos cretinos y celebrándolo y nadie madurando y dejando de ser tan cretinos”.
Harmon podría ser, junto a Kevin Smith o Quentin Tarantino, el tipo de guionista que ha convertido las discusiones sobre nimiedades pop y el análisis cultural en la principal forma de comunicación de sus personajes. Refugiados ante una ficción que les unifica y les permite exponer sus puntos de vista sin tener una conversación espontánea y llana, es fácil ver un sentimiento de culpa en una generación criada en comodidades que, sin embargo, no ha encontrado la forma de sentirse validada ante las generaciones precedentes. Ese es el principal motor que mueve la acción en The Venture Bros (2003-): todo un legado de ficción que cae sobre sus protagonistas para contrastar las glorias del pasado (sean o no ciertas) con la mediocridad del presente y tratar de sacar algo en claro de todo ello.
Cristopher McCulloch (alias Jackson Publick), creador de The Venture Bros., comenzó su carrera bajo el tutelaje de Ben Edlund en los tebeos y la serie de animación The Tick (1994-1997), conocida en su doblaje latino como La Garrapata. The Tick reunía entorno a su quijotesco héroe una serie de elementos paródicos de los estereotipos y clichés de los superhéroes. Por aquel entonces McCulloch ya había presentado a Comedy Central una sinopsis de The Venture Bros, en sustitución de última hora a otro proyecto que fue declinado. Es entonces cuando conoce a Patrick Warburton, que interpretaría a The Tick en la serie de imagen real (2001-2002) para FOX y sería la futura voz del personaje de Brock Samson. McCulloch empieza a colaborar con el músico y actor Doc Hammer y presenta de nuevo el proyecto. Ante el segundo rechazo de Comedy Central por el contenido subido de tono, la producción de un piloto pasa a manos de Adult Swim, la programación nocturna y más orientada a adultos de Cartoon Network.
El piloto se emitió el 16 de Febrero de 2003 pero la primera temporada no vería la luz hasta agosto de 2004. Ahí empezaba un voluble calendario de emisión que llega hasta nuestros días: en sus trece años de existencia tan solo se han emitido seis temporadas, la cuarta temporada comprendió dieciséis capítulos mientras que la sexta, emitida este año, solo ha llegado a ocho episodios. Algo que no sería demasiado problema si The Venture Bros no mostrase una mitología expansiva, llena siempre de nuevos personajes, ideas, aventuras y misterios a los que es difícil seguir la pista de modo tan intermitente, pero que además son frecuentemente condenados a terminar en resoluciones anticlimáticas adelantándose a las teorías de los espectadores.
Esta forma de construir largos arcos argumentales que rara vez captan la atención de sus protagonistas es parte de la identidad de la serie. The Venture Bros narra, a muy grandes rasgos, la vida de Rusty Venture, hijo del científico-superhéroe Jonas Venture, mientras intenta mantener en pie el legado de su malogrado padre, Rusty debe convertirse en un supercientífico, cuidar a dos hijos con serios problemas de madurez, mantener la vida de aventuras exóticas que llevó de niño (forzado por su padre) y hacer frente a las amenazas de The Monarch, un supervillano vestido de mariposa que odia a Rusty por… alguna razón. Ese es uno de los misterios de la serie que, francamente, no necesita resolución.
Pero Rusty es más que una versión adulta, neurótica y amargada de Jonny Quest (1964-1965): es lo que este personaje creado por Doug Wildey habría sido si un día se despertase convertido en su propio archienemigo, el Dr. Zinn; o, en otro paralelismo que la serie apunta, como si el Shazam de DC Cómics hubiera madurado en el supervillano Doctor Sivana. Rusty ha sufrido las consecuencias de un padre negligente, que tan pronto lo abandonaba para ser criado por robots como lo llevaba por peligrosas aventuras, lo obligaba a ser testigo de brutales asesinatos o víctima de incontables secuestros. Su padre, por supuesto, aprovechó para sacar tajada aprobando una serie de animación con su hijo como protagonista, donde narraban la versión edulcorada de esas emocionantes peripecias. Hoy, Rusty es un hombre de mediana edad que vive bajo la sombra de su padre, que jamás llegó a ser un científico disciplinado ni un genio, Como consecuencia de ello se ha ido convirtiendo en un personaje cínico, egoísta y aterradoramente amoral.
Hermanos en un mundo de hombres
Sin embargo, la serie que nos ocupa no se llama Rusty Venture. Sería difícil determinar exactamente quiénes son “Los hermanos Venture” cuando distintos episodios han tratado sobre repentinos parentescos, pero es obvio que la idea original recae sobre Dean y Hank Venture, los hijos de Rusty. En los comienzos de la serie, Hank viste como Fred de Scooby Doo y lleva un pijama de Aquaman, lo que le identifica como el más bravucón de los dos al mismo tiempo que la serie deja caer su posible atracción por los hombres; Dean, por otro lado, tiene mucho del Peter Parker de los sesenta, un empollón flacucho. Ambos comparten la dinámica de The Hardy Boys, los detectives adolescentes protagonistas de novelas de misterio que han sido publicadas desde los años veinte bajo el seudónimo colectivo Franklin W. Dixon.
Todos estas similitudes con personajes de ficción empiezan a marcar un tema que circula por toda la serie: asistimos a un mundo donde la mayoría de los personajes parecen sacados a la fuerza de una parrilla televisiva de un sábado por la mañana, con series animadas de superhéroes, militares, magos, astronautas e investigadores obligados a seguir con sus rutinas, en un mundo demasiado vulgar para la épica que sus historias requerían. No parece un concepto tan alejado de obras de Alan Moore como La liga de los hombres extraordinarios (1999-) y sus intentos por explorar el origen y evolución de los mitos en la ficción, o Top 10 (1999-2001), aquel tebeo que insinuaba el caos de una ciudad superpoblada por personajes ficticios confundidos en su nueva vida urbanita.
Quizás sea bueno tomar como ejemplo a Brock Samson, el guardaespaldas de la familia Venture, para ahondar más en ello. Brock es todo lo que los demás personajes de la serie no son: alguien con confianza en sí mismo y talento de sobra para llevar a cabo cualquier tarea. Un matrimonio alquímico entre varios mitos del héroe que van desde Doc Savage hasta los héroes reaganianos de los ochenta o compartir el mismo origen que el protagonista de Gladiator, la novela de 1930 escrita por Alfred A. Knopf a cuyo protagonista muchos consideran el primer superhéroe moderno y el antecedente directo de Superman. Por si no fuera suficiente con su mullet, su amor por Led Zeppelin y su parecido con el luchador de wrestling Sid Eudy, Samson ha sido entrenado por Race Bannon (Jonny Quest), Steve Austin (El hombre de los seis millones de dólares) y Hunter Gathers (un cruce entre el Coronel Trautman, Nick Furia y… Hunter S. Thompson). Brock no tarda en convertirse en una figura paternal para Hank y Dean allí donde Rusty es tan negligente como su padre fue con él. Brock es, en última instancia, el último tótem de masculinidad tradicional que mantiene la serie. Todo lo que tú no eres.
Es ahí donde The Venture Bros cobra una personalidad especial. Reírse de la ingenuidad de series como las producidas por Hanna-Barbera es demasiado sencillo. Lo verdaderamente interesante es arrojar algo de luz sobre ellas, sobre sus tramas repetitivas, su falta de luz sobre los personajes secundarios o extras que cohabitan esos mundos, pero, sobre todo, la extraña política de género que los impregna. Series de animación que estaban específicamente diseñadas para niños en masculino y donde los personajes femeninos brillaban por su ausencia cuando no eran meros floreros. The Venture Bros es, bajo esa herencia, un auténtico campo de nabos, pero al menos parece consciente de ello en todo momento: no es que no encontremos entre sus filas a supervillanas como Dr. Girlfriend, la lugarteniente de The Monarch, pero incluso en su nombre se apunta el papel de mera comparsa. Además, la serie está plagada de ex-mujeres y madres por las que los personajes han quedado emasculados, dando un peso a sus ausencias que hace The Venture Bros un mundo árido e infértil de hombres de mediana edad pagando sus frustraciones entre ellos con carísimos juguetes.
En un audiocomentario de los DVD de la serie, McCulloch define The Venture Bros como “una serie sobre el fracaso”, explícitamente sobre el fracaso de las utopías tecnológicas que proyectaba la cultura pop de los sesenta. Gran parte de la frustración que experimenta Rusty no es porque no sea un científico competente (algunas de sus invenciones lo demuestran) ni porque no tenga el amor de sus hijos y un negocio que le permite vivir con cierta comodidad. Rusty está desencantado con su propia vida porque ya nadie presta atención a los científicos o los exploradores, las ambiciones que le inculcaron de niño, y aunque puede que nunca haya existido en su mundo un héroe que se moviese por puro altruismo, al menos durante su infancia era el modelo al que aspirar.
Ningún episodio parece más explícito que la visita del Dr. Killinger (mitad Mary Poppins, mitad Kissinger: juro que es verdad) durante el segundo episodio de la tercera temporada, un consejero que hace ver a Rusty toda la envidia y odio reprimido que le convierten en un personaje desalmado. Killinger le propone entonces un camino que haría de todos sus conflictos una virtud y una carrera hacia el éxito y la excelencia. Rusty la rechaza porque va en contra de los principios en los que fue educado: incluso sabiendo que ser un héroe es algo que nunca estará a su alcance, incluso conociendo cómo fue educado en mentiras que han dejado profundas heridas psicológicas, Rusty elige hacer lo correcto.
El verdadero “fracaso” es crecer a ojos de nuestro yo infantil, todos los sueños a los que renunciamos. Pero Doc Hammer apuntaba que el fracaso es también que tenemos que crecer y evolucionar: incluso cuando no aprendemos de nuestros errores y volvemos a repetirlos estamos entendiendo algo más sobre nosotros. Así, este mundo de superhéroes y supervillanos puede parecer que está retenido el tiempo, convertido en un Nunca Jamás donde seguir jugando y siendo niño, pero es todo lo contrario: es una generación que no ha entendido “crecer” como la renuncia a lo que le gusta, sino como el método para vivir y tal vez llegar a construir la utopía que sus padres prometieron y nunca entregaron.