Continuamos nuestro repaso por la historia de The Walking Dead, una franquicia incombustible a pesar de sus más de diez años de historia. Por diversos motivos, podemos estar hablando de la franquicia zombi definitiva, esa que ha sabido llevar los muertos vivientes al público general y atraer al aficionado de toda la vida con sangrientos... mugidos... de sirena podrida.
(Puedes leer aquí la primera parte de este artículo)
Asentamiento
Para cuando llegó la tercera temporada de The Walking Dead en 2012, la obra de Robert Kirkman no sólo se había convertido en el cómic independiente más vendido desde 2001, sino que apuntaba a convertirse en la franquicia zombi con más éxito, con permiso de Resident Evil. Continuaba batiendo récords en la televisión por cable y en Image nadie tosía a Kirkman, que ya podía comentar la anécdota de los alienígenas sin temer que le cerraran el kiosko, por lo que la franquicia se expandió a los videojuegos de la mano de la mejor compañía posible: Telltale Games.
Nació así el juego episódico de The Walking Dead, otro éxito comercial y de crítica que supo mezclar el espíritu de la adaptación televisiva con el cómic original. La experiencia interactiva ponía al jugador en la piel de Lee Everett, un recluso que escapa de presidio durante el estallido zombi, y que se convierte en el custodio de una niña pequeña, Clementine. De todas las historias que se han contado bajo la cabecera de Kirkman, este videojuego puede ser la historia con más corazón, pero también una de las más duras de digerir al dejar que el jugador elija el destino de otros personajes, en ocasiones sin que haya una decisión menos mala que la otra.
Todo lo contrario que The Walking Dead: Survival Instinct ( 2013), un juego de acción que ponía al usuario del, entonces, personaje más guay de la franquicia: Daryl Dixon, interpretado por Norman Reedus. Le acompañaba su hermano Merle, al que prestó su voz para el juego el mismo actor que en la serie, Michael Rooker, pero llevo ya cincuenta y seis palabras hablando de este desecho jugable y lo más divertido han sido ponerle las negritas al párrafo.
Camino a ninguna parte
Que The Walking Dead tiene que llegar a un final lo sabe hasta Robert Kirkman, pero de todos los proyectos que hay en marcha con el nombre de marras, sólo el cómic ha mostrado un continuado estancamiento creativo, al menos hasta números más recientes, en los que ha recuperado el mojo. No obstante, y salvo meses puntuales en los que se han llegado a vender casi cinco veces más ejemplares, la base de lectores es sólida como una roca y se mantiene entre los 65.000 y 70.000 ejemplares vendidos al mes.
De videojuegos, la segunda temporada del producto de Telltale Games para PC y consolas de sobremesa no ha conseguido el mismo éxito que la primera, y las cifras se quedan por debajo, incluso, del juego ese que he mencionado tres párrafos más arriba y del que prefiero dar este rodeo dialéctico antes que volver a plasmar su nombre. Se les ha unido unos hermanos pequeños para Android e IOS, The Walking Dead Assault y The Walking Dead: Road to survival, que pasan por aceptables juegos de móvil (de acción uno, de rol y gestión el otro) que se distinguen de los centenares de productos similares al estar licenciados.
Pero es lo que rodea a la serie de televisión lo que continúa proporcionando jugosos cotilleos y la distancia adecuada respecto al material de partida. Si cuando empezó en AMC, The Walking Dead era una serie para lectores de cómic y neófitos, ahora puede presumir de tener un fandom propio, que años después sigue sin querer arrimarse al material impreso, ni tiene intención de hacerlo en el futuro. Y no hay nada de malo en ello, que se lo ha ganado a pulso.
¡Olvídate de Darabont!
Los caminantes de la caja tonta, una vez superado el problema del presupuesto, tuvieron que hacer frente a un escollo mucho mayor: los criterios de AMC. La polémica con Frank Darabont había hecho públicas las exigencias de la cadena con respecto a la serie, y a pesar de la docilidad con la que Glen Mazzara asumió dichos requisitos, soltó la toalla con la tercera temporada.
El nuevo showrunner, Scott M. Gimple, parece tener mejor trato con la cadena porque continúa en el puesto y no se aprecia intención de que vaya a dejarlo en un futuro próximo. Ha cedido al mantra menos zombis y más interiores, con un curioso equilibrio: puede montarse grandes escenas de acción con centenares de zombis si las alterna con episodios introspectivos que, es innegable, son los que saltan las costuras al resto de la temporada. Con esas restricciones, Gimple puede ser un poco más creativo tanto en la dirección como en el guión, pero su etapa también se está caracterizando por una pertinaz intención de borrar el recuerdo de Darabont, y no hablo sólo de que hayan desaparecido los flashbacks pre-apocalipsis que este último quería plantar en la serie.
Así, cuando vino el director de La niebla (2007), se trajo a algunos de sus actores fetiche, gente con la que había trabajado en cine y que, podemos suponer, se embarcaron en la serie por la emoción de volver a trabajar con él o incluso simple amistad: pues bien, esos actores han sido apartados. El caso de Jeffrey DeMunn, amigo personal del director, era esperable porque su personaje, Dale, ya estaba condenado en el cómic y su salida era cuestión de tiempo. Pero lo de Laurie Holden sí que fue sorprendente. Estaba claro que en la serie de televisión, su personaje no funcionaba tan bien como en el cómic, pero su salida, que la cogió con el pie cambiado, no estaba planeada para la tercera temporada: es más, su personaje había iniciado en los cómics un romance, muy anticipado por los fans, con Rick Grimes que aún hoy permanece en las viñetas.
Si esto ya era sospechoso, algunas de las decisiones posteriores parecen descubrir una intención, no sabría decir muy bien si de la cadena o de Robert Kirkman, de rebajar o hacer desaparecer los mayores aciertos de la primera temporada de Darabont. Sólo así se explica tanto lo explicado en el párrafo anterior, como el hecho de que Daryl Dixon haya perdido peso a medida que pasan las temporadas. Hay un arco de personaje que le ha convertido en una persona más reflexiva, pero el arrojo se ha perdido, así como el tiempo de pantalla. Es curioso que, siendo una sombra de lo que fue, se le siga utilizando como reclamo en ciertos anuncios.
Podemos consolarnos con que el gran hallazgo de Darabont, y de la propia serie, sigue intacto e incluso haya robado protagonismo a Daryl. Hablo de Melissa McBride, que interpreta a Carol Peletier, un personaje que en los cómics tenía un punto patético pero que en la serie se ha ganado el aplauso del espectador. Una mujer que hace frente a sus debilidades y que se transforma en un ángel de la muerte: a partir de la quinta temporada, los guionistas regalan a McBride una doble vida en la que mezclar el punto dulce de un ama de casa y la dureza del mejor soldado de Rick Grimes.
Hacia el futuro
¿Qué podemos esperar entonces de The Walking Dead a partir de ahora? Esperemos que algo mejor que Fear the Walking Dead, un spin-off surgido este año en AMC que ha enfurecido, en efecto, a Frank Darabont por ampliar su idea de flashbacks pre-apocalipsis a una serie entera y sin darle ningún tipo de crédito. El resultado de público ha sido apabullante y la crítica le ha acompañado con reservas, pero para un servidor es una serie tramposa y poco elegante, con un guión desganado, unos actores desubicados y una dirección tirando a plana.
Mientras que en la serie madre hay un esfuerzo por innovar, ya sea por puesta en escena o por estructura narrativa, Fear the Walking Dead juega a ser la más ramplona del lugar y, peor aún, por malgastar todas y cada una de las oportunidades que su premisa le ofrece. En los dos primeros episodios se conjugan el estallido de la plaga zombi en tiempo real con incidentes de supuesta violencia policial, en aquel momento de actualidad gracias a incidentes como el de Ferguson, pero estas líneas narrativas se abandonan mediante elipsis y fuera de campo.
Lo que queda es un producto zombi de la parte de abajo del montón, con las mismas escenas y personajes estúpidos que hemos visto en decenas de películas. Su último episodio es un despropósito a tantos niveles que terminé gritando a la tele. Mi consejo es que leas un resumen y reces para que la segunda temporada sea mejor, porque si vas a malgastar cinco horas de tu vida con ella, quizá prefieras ver cómo se seca la pintura: te aburrirás igual, pero la pintura sí da lo que promete.
Su éxito demuestra que el público aún no se ha cansado de The Walking Dead. La serie de televisión vive en un perpetuo momento dulce, ahora, con un 100% más de Negan, y con una perspectiva de diez temporadas; el cómic tiene una base fiel que en otras colecciones ha servido para estar cuarenta años en la brecha. De momento, a este zombi no hay quien lo pare.
Qué alegría ver que alguien opina como yo de Carol, al principio de la serie pensé "qué pronto va a morir" a día de hoy, es mi personaje favorito: compleja, completa y letal 😀