La música es capaz de evocar emociones, pero también transportar a otros tiempos, a otros lugares. Martin Scorsese lo sabe muy bien, por eso sus películas perderían una parte esencial si les arrebatara la banda sonora.
Para el director estadounidense Martin Scorsese la música no es un mero acompañamiento, sino que se trata de un protagonista más de la historia que puede introducir a un personaje o establecer el tono de una escena. Rock, Jazz, Blues… Todo vale para transmitir lo que el director desea. Destacan en su filmografía temas como I’m Shipping Up to Boston, de Dropkick Murphys, que utilizó en Infiltrados (2006). O la mítica The End, de The Doors, que aparece en una llamativa escena de la semidesconocida ¿Quién llama a mi puerta? (1967), mientras que The House of the Rising Sun, de The Animals suena en Casino (1995).
“La música y los filmes son uno y lo mismo. Tienen ritmo, el tiempo en la música, y el equivalente de eso en el filme es el movimiento de la cámara”, explicó Scorsese en la revista Gramophone. “Para mí, de hecho, el proceso de edición es como crear una pieza musical”.
Su pasión por la música le llevó, también, a realizar o producir varios documentales como El último vals (1978), sobre la banda de rock The Band, No Direction Home: Bob Dylan (2005), donde hace un repaso a la vida del cantante y el impacto que ha tenido en la cultura y la música popular americana o George Harrison: Living in the Material World (2011), basado en la vida de uno de los miembros de The Beatles.
La música ha sido muy importante para Scorsese y ahora se puede disfrutar de los ritmos que creó para sus películas en una lista de reproducción de Spotify que contiene trescientas veintiséis pistas. Veinte horas de canciones capaces de evocar algunas de las escenas más míticas de la filmografía del director.