Sabemos que hay mucho por hacer a la hora de sacar de las tinieblas la obra y las acciones de cientos de mujeres. Escogemos solo unas cuantas de ellas: pioneras, innovadoras, experimentadoras y exploradoras de la cultura. Hemos pedido a varias colaboradoras y amigas que nos hablen de mujeres destacables por su obra y su actitud y de las que (quizás) no hayas oído hablar. Estas son sus elecciones: algunas mujeres a descubrir.
Ángeles Santos: la pintora que se negó a imaginar
Cada vez que acudo al Museo Reina Sofía me obligo a visitar mi cuadro favorito. Se trata de una pintura enorme, titulada Un mundo (1929), que preside la sala de vanguardias, muy cercana al Guernica. La obra siempre me ha fascinado por su poder de evocación, su colorido y su aura alegórica. Qué curioso fue descubrir, hace relativamente poco, que su autora era una mujer, que se llamaba Ángeles Santos (1911-2013) y que finalizó aquella tela con tan sólo 18 años.
Este genio precoz había nacido en Portbou en 1911. Hija de un funcionario de aduanas, la familia de Ángeles peregrinó por varias ciudades de España hasta que recaló en Valladolid, lugar en el que la pintora desarrolló un estilo sorprendentemente personal. Angelita imaginaba, se cobijaba en su propio mundo y después lo pintaba. Fruto de aquella explosión fueron Un mundo, ese cuadro de grandes proporciones y La tertulia (1929), representativo también de esta fase de vanguardia. Dotada de semejante talento, no sorprende que Angelita entrara en contacto con los ambientes artísticos de la época, que se sorprendieron por su precocidad. Es homenajeada en el Lyceum Club Femenino de Madrid con una exposición junto a Maruja Mallo, también en el IX Salón de Otoño de Madrid o incluso en París. Al tratarse de alguien tan joven, sus visitas son supervisadas por la constante vigilancia de su familia, que no termina de comprender el ardor interno que supone su talento. Todo eclosiona cuando Ramón Gómez de la Serna, a quien conoce en Madrid, decide prometerse con ella. La familia no lo acepta, su padre le prohíbe pintar y Angelita sufre una crisis. La pintora acaba recluida en un sanatorio y no es hasta que sale y se casa con Emilio Grau, también pintor, cuando coge de nuevo un pincel. Eso sí, negando su alma surrealista y forzándose a adoptar un estilo similar al de su marido. Como si decidiera borrarse a sí misma, como si deseara apartarse, como si pusiera punto y final a su imaginación.
Ángeles Santos continuó pintando, pero jamás volvió a hacerlo desde su mundo interior, ese fondo mágico que produjo cuadros tan fascinantes. Un documental dirigido por Eva Fontanals, del que os dejamos el enlace, recupera ahora su memoria. Ana Campoy
Zora Neale Hurston: precursora del feminismo desde Harlem
Fue una incomprendida en su tiempo, y es aún una gran olvidada: cada vez que se habla del Harlem Reinassance, se piensa sobre todo en música, y cuando se piensa en literatura, los primeros nombres que aparecen son los de Langston Hughes o Claude McKay. Pero había también dos grandes mujeres: Nella Larsen (que en Passing relata la historia de una mujer negra que se hace pasar por blanca para dejar de sufrir racismo) y Zora Neale Hurston, que escribió una de las obras cumbre de ese renacimiento: Sus ojos miraban a Dios (Their eyes were watching God, 1937). Vilipendiada en su época por sus propios compañeros, que consideraron la novela “inmadura” e insuficientemente política y combativa, tuvieron que pasar casi cuatro décadas para que la obra fuera reivindicada. También se le echó en cara el lenguaje que empleaba, y que aunque se limitaba a reflejar la forma de hablar de buena parte de la comunidad afroamericana, fue visto por algunos como una burla. El apoyo definitivo vino de la mano de Alice Walker, que incluso le dedicó el ensayo Looking for Zora en la revista Ms. Hasta el lenguaje que Zora Neale Hurston había utilizado pasó a ser alabado, y las mujeres que se acercaron a la novela encontraron en ella un reflejo de la feminidad de la mujer negra totalmente ignorado y descuidado por el feminismo blanco de los sesenta.
Zora Neale Hurston sufrió la incomprensión de sus coetáneos, fue acusada de plagio y terminó sus días viviendo de la caridad. Ni siquiera una lápida marcaba su tumba hasta que Alice Walker se hizo cargo de ello en los años setenta. Ahora nadie discute la importancia de Sus ojos miraban a Dios, considerada no sólo una de las grandes obras del Harlem Renaissance, sino también una de las precursoras del feminismo, con una protagonista, Janie, que se enfrenta a esa sociedad rural de los años treinta, racista y conservadora, para anteponer su vida y su felicidad. Carolina Velasco
María Salomé “La Reverte”: cómo ser torera a principios del siglo XX
Si ser mujer trabajadora en la España del siglo XIX ya era una gesta, serlo con un oficio tan tradicionalmente masculino como el toreo era algo inaudito. Por eso, pioneras como Nicolasa Escamilla “La Pajuelera” (que aparece en un grabado de Goya de la tauromaquia fechado en 1816) o María Salomé “La Reverte”, merecen un respeto. Especialmente esta última, que se atrevió a torear en un momento en que las mujeres estaban vetadas en las corridas de toros.
Debutó en 1888, pero una Real Orden del Ministro de Gobernación, del año 1908, excluyó a las mujeres de la profesión considerando que ellas “en el ruedo ofenden la moral y las buenas costumbres”. La Reverte, al verse obligada a abandonar su oficio decidió ocultar su cuerpo utilizando un atuendo masculino para seguir toreando bajo el nombre de Agustín Rodríguez. Cuando se retiró retomó su aspecto y nombre verdaderos y confesó el engaño. Había mentido para poder seguir toreando. Roser Messa
Raquel Meller: la más más grande
Aún recordamos a mujeres como Rocío Jurado, Sara Montiel o Rocío Durcal, mitos de la canción, cada una en su estilo, y somos capaces de reconocer su aportación a las artes españolas. Sin embargo, ya casi nadie se acuerda de que antes de que estas mujeres comenzasen a cantar, ya había existido otra que consiguió lo que le atribuimos a ellas: renovar la canción española, triunfar internacionalmente y ser la más moderna de su generación.
Raquel Meller, nombre artístico de la aragonesa Francisca Márquez López, nació en 1888 y debutó sobre los escenarios veinte años después. Su gran carácter y el dramatismo con el que interpretaba sus canciones la hicieron tan popular que llegó a pisar los teatros más importantes no solo de España, sino también de ciudades como París y Nueva York. Fue ella quien popularizó canciones que aún se recuerdan en la actualidad y que tantos cantantes han versionado, como La violetera y El relicario.
Además de triunfar en la canción, también quiso probar suerte en el cine, donde interpretó a la mismísima Carmen. En uno de sus viajes a Estados Unidos llamó la atención de Charles Chaplin, que le ofreció un papel en su película Luces de ciudad (1931), y que ella rechazó. Vivió los años de la Guerra Civil española viajando, especialmente por Argentina, y cuando regresó a España pudo ver con sus propios ojos que el papel de la mujer había cambiado por completo en el mundo del espectáculo, y su estilo ya no era bienvenido. Fue relegada al olvido en vida, y todavía vivió para ver cómo aquellas canciones que le permitieron dar la vuelta al mundo se convertían en el gran éxito de otras mujeres, borrando su nombre para siempre. Perra de Satán
Lucía Gallego: ilustradora buscavidas
Lucía Gallego (Toledo, 1994) es una joven artista freelance, una “ilustradora buscavidas”, como ella misma se autodefine. Formada en el Grado Superior de Ilustración y actualmente estudiante de Gráfica Publicitaria, empezó a dibujar prácticamente desde el momento en el que agarró un lápiz, aunque se dio cuenta de que la ilustración era lo suyo hacia los 9 años. Prefiere las técnicas inmediatas que no suponen mucha inversión de tiempo y que a cambio dan un resultado bastante potente, como son las acuarelas, lápices de colores o rotuladores, si bien actualmente practica mucho en formato digital. Como podemos ver asomándonos a su portfolio, despliega su gran talento e ingenio ya sea creando retratos, ilustraciones o incluso ejercicios de tipografía y combinando tanto las paletas de colores como el blanco y negro. Sus creaciones pasan del registro realista más absoluto al derroche de imaginación entre seres fantásticos, animales y elementos de la naturaleza enmarcados en un estilo algo naïf, desenfadado y absolutamente kawaii.
Gallego, normalmente, dibuja todos los días: en sus propias palabras, “esto trata de echar ganas al asunto y practicar para ser mejor, así que como mínimo dos horas y como máximo he llegado a unas seis horas”, apunta. Aparte de amar la ilustración, entre sus hobbies están la lectura, la fotografía y la escritura. “Ojalá pudiera decir que trabajo de esto, pero por el momento no. Compagino encargos con estudios, mientras tanto busco trabajo: lo importante es no parar nunca”, declara. Lucía es otro de tantos ejemplos que pone de manifiesto que cuando el talento y el trabajo duro se unen un artista es capaz de alcanzar auténticas maravillas. Rocío Martínez
María de Zayas Sotomayor: sobresaliente innovación
«Porque las almas no son hombres ni mujeres ¿qué razón hay para que ellos sean sabios y nosotras no podamos serlo?
¿Por qué, vanos legisladores del mundo, atáis nuestras manos para las venganzas, imposibilitando nuestras fuerzas con vuestras falsas opiniones, pues nos negáis letras y armas? El alma ¿no es la misma que la de los hombres? Pues si ella es la que da valor al cuerpo, ¿quién obliga a los nuestros a tanta cobardía? Yo aseguro que si entendierais que también había en nosotras valor y fortaleza no os burlaríais como os burláis; y así, por tenernos sujetas desde que nacemos vais enflaqueciendo nuestras fuerzas con los temores de la honra y el entendimiento con el recato de la vergüenza,dándonos por espadas ruecas y por libros almohadillas. Mas ¡triste de mí! ¿De qué sirven estos pensamientos, pues ya no sirven para remediar cosas tan sin remedio?»
Estas palabras, que si no fuera por el estilo inequívocamente viejuno podrían haberse escrito ayer mismo, son del siglo XVII. Una descripción de afrentas viscerales y antiguas como el hilo negro que podemos encontrar en Novelas amorosas y ejemplares y que salen de la pluma de María de Zayas Sotomayor, una de las principales figuras femeninas de la literatura española, si bien desconocida por la mayoría del gran público. A pesar de que tanto ella como su amiga y colega dramaturga Ana Caro Mallén de Soto fueron publicadas, reconocidas y alabadas en vida en una época tan prolífica para las artes como el Siglo de Oro, ambas han sido injustamente apartadas de la mayoría de manuales de literatura hispánica hasta hace relativamente poco.
Y es que María de Zayas merece ocupar un lugar destacado el Parnaso español no solo por su sobresaliente innovación a la hora de presentar personajes femeninos activos, decididos, con personalidades complejas y gran peso narrativo. La obra de Zayas presenta un tratamiento sutil e innovador de lo erótico desde el punto de vista femenino, sin dejar de lado el humor (toda su obra destila sorna a raudales) y un gusto por el desarrollo psicológico de los personajes dentro del marco de una prosa sorprendentemente realista que se aleja del abigarramiento culterano de otros autores contemporáneos. Aunque en los últimos años diversos estudios han reivindicado la importancia de su presencia y su producción literaria, lo cierto es que hay que esperar hasta el siglo XIX para encontrar escritoras que sin ser religiosas fueran unánimemente reconocidas por la crítica posterior (e incluidas, por tanto, en los libros de texto). Cristina Ortiz
Natalie Bookchin: intrusa en los videojuegos
“Ahora los ataba otro vinculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla.” Es el desenlace del relato La intrusa (1969), de José Luis Borges, una ambientación western que muestra a dos hermanos que se sienten atraídos por la misma mujer. Asesinarla se convierte en la única solución para terminar con la confrontación entre ambos protagonistas. La valiente artista Natalie Bookchin coge esta historia y la convierte en un discurso acerca de su presencia en el desarrollo de videojuegos; transforma un ataque en la mejor defensa. Y la cuenta recorriendo varios juegos competitivos en los que el lector pasa a ser además jugador: si quieres saber cómo continúa, debes superar cada uno de los retos interactivos. El componente lúdico no es solo un libro que sostiene la voz del narrador, si no que consigue que el usuario forme parte. Natalie realiza la modificación del original de Borges a través de elementos visuales: la mujer como pelota de un Pong o blanco de dos pistoleros; utiliza como recursos artísticos los arquetipos de la violencia del videojuego y la naturaleza competitiva del hombre para transmitir el sentimiento de intrusión que sufre en su ámbito profesional.
Su pieza más reivindicativa aún tiene sentido años más tarde. Natalie Bookchin se mostró como la intrusa en The Intruder (1999) para enseñarnos que cualquier mujer puede ser el objetivo de un juego sin siquiera querer serlo. Isi Cano
Emily Faithfull: pionera de la impresión
De entre todos los oficios vetados a las mujeres hasta que la necesidad de mano de obra se impusiera a la voluntad de control, el que más le gustaba a Emily Faithfull era el de impresor. El plomo de los tipos resultaba tóxico y la maquinaria era complicada de manipular: nada de faldas, por decreto, en las imprentas decimonónicas. Hasta que a mediados del xix se funda en Inglaterra la Society for Promoting the Employment of Women, que se propone dar formación a mujeres en aquellas profesiones de las que habían sido tradicionalmente excluidas. Al calor de esa oportunidad, Faithfull funda Victoria Press, una imprenta que comienza su andadura en 1860. Sus integrantes femeninas habían aprendido el oficio de cajistas (quienes componen el texto con tipos, páginas a página) y también a manejar las pesadas prensas.
Esta iniciativa no le hizo ninguna gracia al sindicato de impresores, que insistía en que aquello era inmoral y además, de muy mal gusto. La imprenta sufrió varios sabotajes pero la labor de Faithfull continuó incansable durante dos décadas en la que produjo un impecable trabajo de diseño editorial que se materializó, entre otras obras, en treinta y cinco volúmenes de la publicación Victoria Magazine, dedicada a defender los derechos de las mujeres. Elizabeth Falomir
Lucile Hadzihalilovic: un misterio insondable
Es, sin ninguna duda, una de las personas más interesantes haciendo cine en la actualidad. Y contando historias. Y planteando interrogantes incómodos. Y abordando de una forma esquinada, provocativa y temeraria los asuntos más complejos: del descubrimiento de la sexualidad a la evolución del ser humano. Y componiendo imágenes como de otro mundo. E imaginando universos raros y autosuficientes que funcionan como espejos quebrados en los que se mira la realidad de reojo. Las películas de Lucile Hadzihalilovic son increíbles, y aún es más increíble que, con el talento que tiene, le cueste tanto levantarlas. Tiene varios cortos y es una figura fundamental en la filmografía de Gaspar Noé (entre otras cosas, es la montadora de Carne -1991- y de Solo contra todos –1998-), pero lo mejor de su obra son sus largometrajes. Pocas películas describen con tanta claridad y tanta asfixia el derrumbe mental y moral de una familia (por extensión, de una sociedad) como su ópera prima, La bouche de Jean-Pierre (1996). Pocos directores son capaces de hablar de la infancia y de la pubertad con la misma valentía y el mismo arrojo que Hadzihalilovic en Innocence (2004), ensayo formalmente abrumador sobre el ardor adolescente que bien podría ser una versión sexualizada de Nunca me abandones de Kazuo Ishiguro. Y pocas obras veremos esta década mejores que Évolution (2015), la película de ciencia ficción más ambiciosa, original, extraña, hermosa, aterradora y valiente de los últimos años. Los filmes de Lucile Hadzihalilovic están unidos por una sensibilidad común y ciertos rasgos estilísticos, pero a la vez son únicos y encierran un misterio insondable. Desirée de Fez
Anna Anthropy: minijuegos máximos
Hay dos ideas clave alrededor de los videojuegos que persisten aún en la sociedad: que son violentos y que son ‘cosa de tíos’. A poco que te informes sobre las novedades del mundillo puedes descartar rápido la primera percepción. Respecto a la segunda…depende de por donde te tires a la piscina. Las mujeres juegan a videojuegos. Los estudios dicen que suponen más de la mitad del mercado. Y, claro, las mujeres también los hacen, aunque en este mundillo masculinizado lo tengan mucho más difícil. Anna Anthropy es una desarrolladora de videojuegos que, a priori, lo tenía todo en su contra.
Doble licenciada en escritura creativa y en estudios de género, se sacó una especialidad en estudios gays y lésbicos. Harta de que los juegos de masas abusaran de su tiempo y su dinero para ofrecerle una experiencia repetitiva y plana, decidió usar tanto el medio como su educación para crear productos gratuitos y cortos que sorprendieran al jugador y les ayudara a replantearse lo que sabe sobre videojuegos.
A sus más de cien (ingeniosos) minijuegos (entre los que hay que destacar Dys4ia por su honestidad) hay que sumarle sus libros sobre diseño entre el que se encuentra Rise of Videogame Zinesters (2012), una publicación reputada e indispensable para los interesados en la materia. Una artista y experta en juegos que debe servir de ejemplo a las miles de desarrolladoras que aún buscan su oportunidad. MartaTrivi
Alicia Burrieza: el erotismo sin tabúes
La primera vez que vi a Alicia Burrieza fue en un conocido local malasañero, La Vía Láctea. En ese mismo instante me enamoré de ella, de su pelo atardecer ondulado y largo, sus ojos azules y su belleza de semi diosa, mujer imponente donde las haya con un corazón dulce y lleno de magia. Y es que a medida que fui conociendo a esta artista, me decía a mi misma que ese amor idílico que sentí esa noche no estaba fundamentado en lo externo, sino que era fiel reflejo de todo su talento.
Alicia es una artista multidisciplinar, se atreve con óleos, grabados, acuarela, aguafuerte, ilustraciones, escultura, escenografía, máscaras, casas de muñecas, video-creación… Todas esas manifestaciones tienen algo en común: el erotismo sin tabúes, sin prejuicios y sin escondrijos políticamente correctos. Burrieza ve el mundo como un gran circo, lleno de personajes andróginos, de perversión y de sexo, mucho sexo. Su serie Porno Chic Rococó explora el universo del placer, el juego intrínseco en el acto amatorio, fetiches inconfesables que ella plasma con un estilo tan personal como único y auténtico. Sin censura y sin pedir perdón por ver el mundo como es, un gran mercado de la carne donde cada uno elige qué comer y cuándo hacerlo.
Actualmente, la madrileña, que también es modelo profesional, ha expuesto a nivel internacional en Thailandia, EE.UU., Chile y México, y anda inmersa en una serie sobre heroínas, ya que explorar a la mujer y el papel de la misma en el futuro que nos está por venir es una de sus mayores inquietudes. Ruth García
Rose O’Neill: monstruos maravillosos
“Now that I had plenty of money I did not illustrate as much but let my hand have free play.” O lo que es lo mismo: ahora que me he forrado voy a hacer lo que me salga de las narices. Fue lo que hizo Rose O’Neill (1874-1944): ilustradora, escritora, escultora, poeta, dibujante de historietas, sufragista, empresaria…
O’ Neill fue conocida sobre todo por sus Kewpies, convertidos en iconos de la imaginería americana tras comercializarse en serie como muñecas y hacerse marca. De libros a elementos de decoración, de juguetes a ropa, estos personajillos darían lugar al primer imperio de merchandising creado por un ilustrador; y permitirían que esta joven artista autodidacta disfrutara de una independencia inusitada para las mujeres de la época.
Y, por supuesto, la libertad dio paso a los monstruos más bellos. Kewpie le permitió mantener a su familia, divorciarse dos veces, y finalmente viajar a Europa a estudiar arte y a relacionarse con el movimiento romántico que se desarrollaba en Francia. Es entonces cuando comienza a hablar de su mano como artífice del plan. Una criatura, dotada de vida propia, de la que surgen cabezas de sátiro y cuerpos de bestias, que sólo despierta en las noches más fascinantes. En estos nuevos cuentos, sus finas líneas tejen telarañas de sombras para cuestionar la naturaleza del ser humano, y confirmar su origen animal.
La artista se convierte en quimera, en mito, en una oscuridad extraña rebosante de sensualidad.
Ya no hay formas, ya no hay roles. Sólo bestias.
Las más hermosas.
Laurel Halo: techno de alma post-pop
¿Qué pasa con la música electrónica? Siendo como es un universo creativo tan abierto a la producción en solitario (ahí están los bedroom producers) debería estar tan nutrido de referentes femeninos como pasa en el ámbito de la ilustración o la escritura. No necesitas organizarte con más gente. No necesitas apenas demasiada pasta para tener un equipo decente y, aun así, no son demasiadas las artistas en este ámbito que se nos vienen a la cabeza. Tirando de audioteca ya sí, ya podríamos citar a unas cuantas, pero quedémonos con una música no-tan-conocida que merecería ver su nombre en un tamaño de letra mayor en los carteles del Sónar. Nos quedamos con Laurel Halo y su techno de alma post-pop. Tanto si disfrutas con la electrónica de sintes altamente bailable de Grimes como si crees que el único espectro realmente interesante del IDM es el que empieza en Autechre y termina en Squarepusher, ahí en medio de todo eso encontrarás a esta tipa de Michigan asentada en Berlín.
A Laurel Halo le ocurre algo muy curioso y es que es una apasionada de la música experimental con una condición muy rara dentro de su tribu: una terrible alergia al aburrimiento. De ahí que, con su querencia por las texturas imaginativas que no dejan de ser melódicas y las disonancias puntuales, Laurel Halo es la respuesta a tu búsqueda de potenciadores de la expansión mental para el día a día. Produce muchísimo, hace álbumes concepto bajo el sello Hyperdub (que dirige Kode9) donde su estilo ha evolucionado en cada nuevo episodio. ¿Y sabéis qué, fieles lectores de CANINO? Que además también le va lo nipón. Como que hace dos días le dedicó una canción a Hatsune Miku (bueno, la hicieron juntas). Puedes empezar por Quarantine, que tal vez es su disco más redondo. También hace mixtapes de forma habitual, como este, en el que nos arroja sonidos fascinantes sin abandonar la funcionalidad que exige un set de sala. Es accesible, es elegante y es rara, todo a la vez. Te va a gustar. Esther Miguel Trula