[Todos a una] Entre Vangelis y Elfman: bandas sonoras mejores que sus películas

Habitualmente, las películas y sus bandas sonoras van de la mano. Si la película es extraordinaria, la BSO nos parece memorable; si no, la BSO se hunde de su mano. Pero a veces película y BSO son de calidad tan dispar que el contraste llama la atención. ¿Qué pasa cuando una película regular tiene una BSO estratosférica? Repasamos nuestros casos favoritos.






Todos conocemos bandas sonoras estupendas y míticas. La fanfarria de Star Wars. La fanfarria de Indiana Jones. La fanfarria de Superman. En algún caso, incluso, somos capaces de recordar bandas sonoras que no estén compuestas por John Williams. Te lo demostramos aquí, en una selección de composiciones incidentales que volaron mucho, mucho más alto que las películas a las que acompañaban. Algunas de ellas, películas míticas gracias a sus extraordinarias bandas sonoras, más que por méritos propios.

Batman (1989) – BSO: Danny Elfman

Hace unos días un periodista le preguntaba insistentemente a Danny Elfman por el tema de Batman que iba a utilizar en Justice League (2017), a lo cual el compositor respondió: “Usaré el tema de Batman, solo hay un tema de Batman”.

Viajemos a 1988. Tim Burton se enfrentaba a su primer gran encargo de estudio con la ventaja de contar con una libertad creativa poco habitual en una superproducción multimillonaria. Burton consiguió colocar a Michael Keaton como protagonista y a algunos de sus colaboradores habituales en labores técnicas, siendo el más destacado de todos ellos Danny Elfman.

¿Los resultados? Innegables desde un punto de vista comercial y muy discutibles en lo creativo. Batman (1989) es un blockbuster noventero de manual, un tanto disperso, con un guión torpe, sin apenas desarrollo de personajes y excesivamente dependiente del trabajo interpretativo de Jack Nicholson y Keaton. El tono es irregular, a veces rozando la autoparodia, a veces absurdamente melodramático, y en absoluto se siente como una película cien por cien Burton (al contrario de lo que ocurriría con su muy superior secuela). Pero amigos, qué gran banda sonora.

Elfman se mantuvo fiel al estilo descriptivo que escuchamos en Bitelchús (1988) y La gran aventura de Pee-wee (1985), aunque en esta ocasión la influencia de Bela Bartok fue menos explícita haciendo que la partitura girase en todo momento en torno a un tema principal memorable. El Batman Theme es una poderosa fanfarria que refleja la dualidad del personaje, combinando la necesaria epicidad del superhéroe con el tormento de Bruce Wayne (bastante ausente en la película). La influencia de esta banda sonora fue determinante en todo el audiovisual de las siguientes dos décadas y el propio Elfman no ha parado de componer grandes piezas para superhéroes y otras adaptaciones de cómic desde entonces (Flash, Dick Tracy, Men in Black, Spiderman, Hulk, Hellboy, Los Vengadores…). Nacho MG

Loca academia de policía (1984) – BSO: Robert Folk

Seamos sinceros: ya casi nadie se acuerda de Loca academia de policía (1984). Como comedia ha envejecido tirando a mal (las dos siguientes son mejores y después el abismo) y apenas vale como testimonio de esa Nueva York grimosa donde a Carrie Bradshaw la habrían apuñalado por llevar manolos de miles de dólares (aunque no se especifica la ciudad en la película).

Pero la banda sonora es una cosa distinta. Y no hablo sólo de su pegadizo tema principal, que despojado de su contexto, bien podría valer para cualquier ceremonia militar en los siglos venideros: es que toda la partitura que Robert Folk compuso en su primer trabajo para Hollywood está a años luz de lo que se espera en una comedia de baja estofa.

Lo que sorprende es la variedad, que no todo va a ser leit motiv: a veces suena como un descarte del vibrante tema de Barry DeVorzon para The Warriors (1979); otras como un retrato deprimente con aroma a jazz; en su clímax, cortes como Riot Gear y Where’s Harris? describen una película de acción infinitamente mejor.

Y sin embargo, nunca suena como un popurrí, sino de forma orgánica. Y es que Robert Folk compuso para Loca academia de policía como Elmer Bernstein lo hiciera para Aterriza como puedas (1980) o El pelotón chiflado (1981): con cara seria, sabiendo que es la mejor forma de contar el chiste.

Que no te sorprenda: Folk es especialista en elevar el material para el que compone. Ahí está su acojonante banda sonora para El señor de las bestias 2 (1991), que describe una épica bárbara a lo Conan, u Operación: Soldados de juguete (1991), que suena como una película de acción a la altura de La jungla de cristal (1988) y sólo es un imaginativo clon hoy olvidado. Adrián Álvarez

El desprecio (1963) – BSO: Georges Delerue

El desprecio aparece como un champiñón verde en la filmografía temprana del enfant terrible de la nouvelle vague, encajada entre una filigrana como Los dos carabineros (1963) y la icónica Banda aparte (1964). Godard la odiaba. Alberto Moravia la odiaba. Carlo Ponti, el productor, se llevó un disgusto. Godard quería hacer lo que le diera la gana con la novela de Moravia, a la que no tenía precisamente en alta estima. En cambio tuvo que soportar que Ponti, que a su vez solo quería hacer caja, le obligara a contratar a Brigitte Bardot y a rodar una escena en la que la muñeca rubia apareciera sin ropa. Entre lo rescatable, un primer ensayo del uso de los colores básicos tan característico del director francés y un plano secuencia memorable de Bardot y Michel Piccoli discutiendo y reconciliándose una y otra vez en una espectacular mansión en Capri. Y por supuesto, la majestuosa banda sonora de Georges Delerue que consigue sostenerse por sí misma pese a que su elegante clasicismo y sensibilidad, muy apropiada para la historia de celos y desamores de la novela de Moravia, no encaje demasiado con las veleidades incomprensibles de la pareja protagonista y con las ínfulas de un Godard en un permanente y agotador estado de irreverencia. Santi Pagés

Nervios rotos (1968) – BSO: Bernard Herrmann

Lo hemos visto otras veces: alguien silba y el silbido se convierte en el leitmotiv de la película. Existe toda una serie de títulos en los que el silbido reina, como El puente sobre el río Kwai (1957), La vida de Brian (1979), La noche del cazador (1955), El bueno, el feo y el malo (1966) o M, el vampiro de Düsseldorf (1931). Una expresión sonora que sirve para definir a un personaje y funciona dentro de la propia película como nota narrativa a pie de página certificando que el “silbo” bien puede ser un idioma. Los habitantes de La Gomera harían carrera en Hollywood.

La película que nos ocupa es un thriller psicológico más bien pocho que bebe de toda una serie de propuestas en aquella época sobre protagonistas perturbados desde Psicosis (1960) hasta El alucinante mundo de los Ashby (1963)- y que gozó de una segunda juventud gracias al dj cinematográfico por excelencia, Quentin Tarantino. El de Knoxville recuperó el main theme del silbido para una escena especialmente tensa y climática en Kill Bill vol. 1 (2003) que comprendía a una Daryl Hannah disfrazada de enfermera tuerta, una aguja hipodérmica de tamaño descomunal y una Uma Thurman inmovilizada.

Y el tema funciona. Vaya que si funciona. Algo de esperar cuando su compositor es todo un Bernard Herrmann, para el que no hay película pequeña y se aplicó en ésta como si la firmara el mismísimo Hitchcock. El argumento gira -más bien se tambalea- en torno a un pirado que finge tener una doble personalidad infantil para solazarse en el asesinato cuando recuperaba su verdadero yo. Las razones, según el delirante argumento, había que buscarlas en su hermano con síndrome de Down, un mal que acecha a nuestro protagonista y le lleva a la locura homicida. Malditos cromosomas. Pero el maestro Herrmann, un fajador de campeonato, coge el insensato punto de partida y crea una melodía infantil y cándida -el silbido- que se oscurece de forma paulatina hasta acabar en un negrísimo clímax orquestal, en una imitación musical de la dualidad del protagonista. A lo largo de la película escucharemos diferentes variaciones de este tema –dreamy, easy listening e incluso una swinging London-. Pero no solo brilla en lo principal, sino también en la música incidental: cada escena tiene un acompañamiento perfecto, ni invasivo ni machacón. Algo de lo que tendría que tomar nota la práctica totalidad de las bandas sonoras que nos llegan hoy día de Hollywood, incluidas las de vacas sagradas como Hans Zimmer o Alexandre Desplat. Javier Trigales

Blade Runner (1982) – BSO: Vangelis

Blade Runner enamoró a toda una generación de cinéfilos. Y si bien se habla siempre de sus diálogos, su estética y su diseño, se tiende a olvidar aquel elemento que definió de un modo más puro lo que después intentaría destilar de uno u otro modo todo el cyberpunk posterior: su banda sonora. Porque, con Blade Runner, Vangelis hizo magia. Con aires orientalistas, sintetizadores por todas partes y bandazos que van desde el industrial apenas si nacido hasta el pseudo-jazz sexy, todo en su banda sonora resulta excesivo, extraño y, ¿por qué no?, un poco ridículo. Pero encaja. Encaja porque nos sumerge en algo que va más allá de todo lo que conocemos. Como si donde Ridley Scott replicó un Asia futurista, Vangelis directamente creara otra dimensión paralela en la que situar la acción. Una donde, de verdad, el noir de los años veinte hubiera durado hasta el siglo XXII. Álvaro Arbonés

El devorador del océano (1984) – BSO: Fabio Frizzi

Hace poco más de un año tuve la oportunidad de ver a Fabio Frizzi en directo, en un espectáculo que levaba anclas con The Court of the Crimson King para recalar después, como no podía ser de otra manera, en cada una de sus colaboraciones con Lucio Fulci. Había sin embargo otros puertos, algunos igual de célebres, otros desconocidos para mí, y entre estos últimos despuntó la obra que traigo hoy: una tardía explotación italiana de Tiburón (1975) dirigida por Lamberto Bava. Durante su presentación, Frizzi hizo tanto hincapié en lo orgulloso que se sentía de la banda sonora (y con razón; escucha el popurrí de arriba) como en lo mala que le parecía la película, algo que me resultaba muy difícil de creer a la vista de las imágenes que se proyectaban a su espalda: tentáculos invadiendo barcos, víctimas con amputaciones hiperrealistas -el secreto: eran amputados de verdad-, lanzallamas dirigidos hacia el agua… ¿Cómo podía ser mala una película así? Por supuesto la vi en cuanto pude y… bien, reconozco que la experiencia se parece mucho al viaje de un salmón en celo: aunque la música te mantiene excitado, todo lo demás se hace bastante cuesta arriba. Personalmente soy incapaz de colgarle el cartel de “mala” (repito: lanzallamas versus monstruo marino), pero… ¿afirmar que es peor que su banda sonora? Oh, eso sí puedo hacerlo. Andrés Abel

Kundun (1997) – BSO: Philip Glass

Kundun (1997) es una rareza en la filmografía de Martin Scorsese como lo ha sido la reciente Silencio (2016). Sus películas están poblada de biografías y retratos de individuos que se autodestruyen en una espiral de violencia, como Travis Bickle, el boxeador Jake la Motta o el gánster Henry Hill. Vidas muy distintas de la del protagonista de Kundun. ‎Tenzin Gyatso, el actual Dalai Lama, tenía algo de esa paz que los personajes de Scorsese buscan con tanto fervor pero la destrucción vino de fuera cuando China invadió el Tíbet. Entonces al Dalai Lama no le quedó otra que la resistencia no violenta y, finalmente, el exilio.

Mientras que las películas más conocidas de Scorsese parecen biografías narradas desde el violento sistema nervioso de sus protagonistas, en Kundun se narra desde el espíritu de su protagonista. La violencia debía residir en el drama interior. Además, estaba la dificultad de cómo transmitir la belleza del Tibet sin poder desplazarse a él por las circunstancias políticas. Así que Scorsese se fue a Marruecos y confió en los actores tibetanos no profesionales, su puesta en escena, el director de fotografía Roger Deakins y, sobre todo, en la banda sonora para transfigurar Marruecos en el Tíbet y para mostrar en su humano protagonista la decimocuarta reencarnación del Dalai Lama. Así que llamó a Philip Glass.

El resultado es la más morosa, atenta al detalle sutil, cuestionable política e históricamente e irregular de las películas de Scorsese, pero con una banda sonora acojonante. Philip Glass mezcló instrumentos occidentales con instrumentos tibetanos y las voces de los monjes en una de sus mejores bandas sonoras. Y hablamos del creador musical de Koyaanisqatsi (1982). La mezcla de instrumentos se bastaba para expresar el choque de una sociedad basada en el espíritu con el materialista siglo XX, así como la doble naturaleza humana y “divina” del Dalai Lama (en el sentido en que un budista puede hablar de divinidad). Y es que Glass trabajó en cada tema y en la totalidad con la dedicación de una ópera y a través de las repeticiones de motivos breves que tanto caracterizan al minimalismo rendía cuentas de todas las transformaciones del personaje y del Tíbet hasta hacerlos confluir en el magnífico clímax interrumpido de Escape to India.

Quedan para el recuerdo también el sentimiento de maravilla del tema Rating’s eyes, o esa épica tan tan distinta a la que estamos acostumbrados en las películas de invasiones del tema Chinese invasion. Porque el gran logro de Glass fue transmitir sin afectación la belleza del Tíbet y de la resistencia, pues de eso se trata finalmente, no violenta. Una rareza en una película de Scorsese. Alberto Hernando

El caballero del dragón (1985) – BSO: José Nieto

Esta marcianada dirigida nada menos que por Fernando Colomo y protagonizada, entre otros, por Klaus Kinski, todavía no ha sido reivindicada, que sepamos, por la nostalgia ochentera. No vamos a decir que esta cinta de cine fantástico español sea mala, porque una película en la que aparece Miguel Bosé haciendo de extraterrestre se sitúa, inevitablemente, por encima del bien y del mal. Pero la banda sonora compuesta por José Nieto merece ser recordada. Nieto ha trabajado en películas de todo tipo, desde El Lute, camina o revienta (1987) o La pasión turca (1994), y ha ganado un par de Goyas, aunque tengo la sensación de que su nombre no es muy conocido por el gran público. En El caballero del dragón realiza un trabajo más que notable, con partituras para orquesta de tintes medievalizantes y momentos épicos en la línea de las grandes superproducciones históricas y fantásticas de la época, con percusiones marciales y fanfarrias de viento metal incluídas. La sombra inevitable del Basil Poledouris de Conan el bárbaro (1982) y su secuela Conan el destructor (1984), especialmente en cortes como Search in the Lake o Castle Pursuit. Gerardo Vilches

Ghoulies (1985) – BSO: Richard Band, Shirley Walker

Richard Band, hermanísimo del mítico jerifalte de Empire Productions, Charles Band, es famoso sobre todo por haber compuesto la merecidamente mítica BSO de Re-Animator (1986), una maravilla que hizo del sample analógico y desvergonzado una auténtica declaración de intenciones, y que no entra en esta lista porque la película a la que acompaña es el mejor pepinazo splapstick de los ochenta. El resto de las muchas bandas sonoras que Band compuso para Empire y su sucesora Full Moon sí que están a menudo, gracias a su habilidad para componer melodías redondas con pocos medios y a copietear a sus maestros con mucha gracia, por encima de las producciones de la casa. Composiciones como las de Troll, Parásito o Metalstorm, por mucho cariño que le tengamos a esas películas -y aquí más que cariño se les tiene devoción-, son superadas sin problemas por bandas sonoras juguetonas, pegadizas y que evocan universos mucho más complejos y atractivos que los que luego facturan a trompicones las propias películas.

Ghoulies, de todos modos, es una de las películas Empire más resultonas: apropiadamente oscura, pero también con un nivel de gamberreo notable, con los monstruos titulares aún en segundo plano y con una parafernalia demoníaca que es puro satanismo pop e intrascendente. Pero la banda sonora de Band, compuesta junto a Shirley Walker, es una auténtica delicia: se adelanta a los tics que más adelante masificaría Danny Elfman, y todavía le da tiempo a evocar con elegancia los compases de Jerry Goldsmith para Gremlins (1984). Brillante y modesta, casi como resumen de lo mejor de esa familia de titiriteros del fantástico que son los Band. John Tones

¿Te ha gustado este artículo? Puedes colaborar con Canino en nuestro Patreon. Ayúdanos a seguir creciendo.

Publicidad

7 comentarios

  1. QWERTY_BCN dice:

    «Le Grand Bleu» con Luc Besson a la dirección y Éric Serra a la composición musical.
    https://open.spotify.com/album/7BzVPw6FCxsB1TUj5jKEfT

  2. Insifume dice:

    La verdad es

  3. Insifume dice:

    La verdad es que no entiendo la inclusión de Blade Runner en esta categoría. Da la impresión de que el autor necesitaba un título que atrajese a lectores.

  4. v.velasco dice:

    Blade Runner y su banda sonora son, en mi opinión, excelsas. No sabría decir
    que es mejor ni puñetera falta que hace. Veánla y disfruten….

  5. Juan Mariño dice:

    Ckickbaiting. Muy bonico.

  6. Juan Mariño dice:

    Clickbaiting. Muy bonico.

  7. John Tones dice:

    Disculpe, solo por curiosidad: ¿por qué clickbaiting? ¿El título no se corresponde con el contenido?

Los comentarios están cerrados.