[Todos a una] Nuestras series favoritas de 2015

Seguimos nuestro repaso anual, sin jerarquías pero con muchas pistas molonas. En esta ocasión les toca a los shows que más nos han impactado en la pequeña pantalla.

ya les habíamos prevenido, señoras y señores: CANINO no hace listas. En lugar de eso, esta web de nuestros amores prefiere cerrar 2015 con una suma de recomendaciones y favoritos sin jerarquías ni numeritos. Tras repasar las películas que más nos han impactado durante el año, ahora le toca el turno a la pequeña pantalla (sin conectar a una videoconsola… por ahora). Aquí tienen nuestras series favoritas de 2015, un abanico en el que se despliegan desde animes japoneses hasta trabajos de streaming lujoso, pasando por telecomedias finas y dramones con mucha enjundia.

Álvaro Arbonés – Yurikuma Arashi 

Si el anime suele ser ignorado de forma sistemática, como de hecho demuestra también esta lista, elegiendo uno cuyo nombre se podría traducir como «Lluvia de lirios y osos» (donde los lirios representan el lesbianismo y los osos la otredad) tampoco parece que le estemos haciendo un favor al género. Pero hablamos de la mejor serie, no de la más accesible. Yurikuma Arashi es la última serie del maestro Kunihiko Ikuhara, conocido como ‘el David Lynch japonés’ —también conocido por dirigir la segunda etapa de Sailor Moon, además de crear dos clásicos modernos como Revolutionary Girl Utena y Mawaru Penguindrum—, donde, como no podría ser de otra manera, se nos cuenta una tragedia amorosa de orden lésbico en el cual hay implicados secretos familiares, osos que se transforman en chicas, conspiraciones, una tormenta invisible, referencias sexuales (que simbolizan conceptos no-sexuales), referencias no-sexuales (que simbolizan conceptos sexuales), narrativa no-lineal, guiños históricos al concepto de la homosexualidad en Japón y un hiper-esteticismo que hereda lo mejor del giallo y del shōjo. Una mezcla que, previa asimilación de las infinitas interpretaciones posibles, podríamos definir como la serie que hubiera dirigido Alfred Hitchcock adaptando al anime Suspiria de Dario Argento después de años viendo en bucle Sailor Moon. Si eso no es suficiente para que una serie sea lo mejor del año, o para que empecemos a prestarle más atención al anime, entonces es que estamos todos muertos por dentro.

Daniel Ausente – Gravity Falls

La tan traída ‘edad de oro de las series de televisión’ palidece cuando se pone en paralelo a los dibujos animados, en progresión imparable desde la irrupción de Los Simpson hace 25 años. La animación televisiva contemporánea recicla al slapstick la estética del underground (que otra cosa es si no Bob Esponja), lleva al delirio cartoon el costumbrismo indie (Historias corrientes) y deja espacio a universos autorales donde fantasías oscuras se tiñen de color (Hora de aventuras). En el caso de Gravity Falls, por ejemplo, ha prevalecido el deseo de Alex Hirsch de no alargarla más allá de lo previsto —dos temporadas que se han ganado la condición de serie de culto— pese al lugar destacado que ocupaba en la parrilla Disney, inusual tratándose de un artefacto repleto de simbología esotérica.

Los gemelos Dipper y Mabel —protonerd espabilado él, de extroversión chirriante y extrema ella— protagonizan una aventura de misterio juvenil durante un verano que deben pasar al cuidado de su tío abuelo Stan, un tipo extraño con fez turco (eso siempre puntúa alto) y oscuro pasado criminal que regenta La Cabaña del Misterio, una trampa para los escasos turistas que visitan el perdido pueblo de Oregón que da nombre a la serie. A medida que se descubre que la zona es un epicentro de fenómenos paranormales, la serie se transforma en un fascinante cruce entre Expediente X y el american gothic más rural y white trash. Rastros alienígenas, laboratorios subterráneos, mutantes, gnomos descontrolados, libros malditos, simbologías esotéricas arcanas, espectros animatrónicos, portales dimensionales, cuerpos poseidos, tecnologías irracionales, refugios atómicos, cabañas del bosque y así hasta conformar una portentoso despliegue en la mejor tradición fantástica.

Por si eso fuera poco, cuida la personalidad y condición adolescente de sus protagonistas (y eso incluye críticas al imaginario pop impuesto por sus compañeras del canal Disney), cuenta con una rica galería de personajes secundarios recurrentes y hallazgos tan enormes como Bill Cipher, un ente paranormal que aúna lo demoníaco, lo virtual y la simbología illuminati. A la espera del episodio especial de despedida, el final de la segunda temporada se cierra con un fabuloso díptico titulado Weirdmaggedon que no miente en su anunciado apocalipsis de lo raro, está repleto de criaturas delirantes, sentido de la maravilla efervescente y hasta incluye guiños a Mad Max. 

Mariano Hortal – Agent Carter

Dudaba entre esta y Jessica Jones: al final me he quedado con la primera por lo contenido de su propuesta. Toda una sorpresa, esta entrega de Marvel que, solo en seis episodios, recupera a la Peggy Carter de la primera película del Capitán América. Y lo hace para ofrecer una historia diferente, donde lo superheroico se convierte en uno más de los ingredientes de la trama sin ser el hilo conductor único; de hecho, nuestra protagonista es una simple agente oficial de la Reserva Científica Estratégica, la única mujer en un mundo patriarcal que la serie explora a través de la increíble Haley Atwell. La mezcla de espionaje, glamour, comedia y ambientación clásica es irresistible; la trama, perfecta, concreta, sin devaneos ni digresiones que le hagan perder intensidad. Su único defecto es que se hace cortísima. Un verdadero lujo.

Víctor Navarro – Parks and Recreation

Parks and Rec siempre ha ido a mejor. Cada temporada superaba siempre a la anterior. El final de la penúltima temporada es una de las cosas más bellas que he descargado de forma ilegal en mi vida. Todos los personajes tienen un carisma capaz de enamorar a cualquiera. Cuando te das cuenta de que los quieres como a cualquier miembro de tu familia, ya es demasiado tarde para echarse atrás. Terminar con una cosa tan mágica como Parks and Recreation era difícil. La última temporada nos muestra el futuro de todos los protagonistas y cierra todas las historias con un final feliz para que los fans durmamos tranquilos y sin inquietudes. A mí me vale. Más o menos. Dejadme solo, por favor. Necesito un momento a solas. Sí. Gracias.

Jesús Rocamora – Narcos

Que una serie encargada de narrar parte de la vida al narcotraficante colombiano Pablo Escobar arranque con una cita al manoseado realismo mágico me hizo temer que estuviéramos ante otra visión estereotipada de Latinoamérica a cargo de una cadena estadounidense después de una indigestión de última hora. Luego supe que detrás de Narcos estaba el carioca José Padilha, que entiende perfectamente la conexión del negocio de la coca colombiana de los ochenta con la violencia en las favelas de Rio de Janeiro años después –como retrató en Tropa de élite (2007)–, pero también las necesidades el mercado y el entretenimiento made in USA –ahí está su RoboCop (2014)–. Visto el ritmo y el tono con los que se desarrolla la serie desde su primer capítulo, uno debe asumir que las imágenes de archivo no implican voluntad documental alguna y que, como en el cine y las novelas, lo inesperado tiende a filtrarse a menudo por las rendijas de lo real. Y no pasa nada. Ya saben lo que viene a continuación: la glamurización del estilo de vida de los capos y los cárteles de la droga, los mostachos y los polis vintage que recuerdan al Sabotage de Beastie Boys y, esto es novedad, un cacao babélico de idiomas, acentos y subtítulos, incluido esa incomprensible lengua en la que se expresa su protagonista, Wagner Moura, un brasileño haciendo de colombiano entre gringos y latinoamericanos. ¿Cuál es la mirada que ofrece la serie?, se preguntaba de forma muy acertada el periódico Diagonal hace unas semanas. Yo diría que una donde ambas culturas dialogan y se enriquecen, más que imponerse, en algún lugar entre Miami ViceGTA y una telenovela posmoderna.

Elisa McCausland – Scream Queens

https://www.youtube.com/watch?v=-FtenR69qmk

La nostalgia por todas aquellas final girls que llenaron nuestros corazones ha sido el gancho de Scream Queens, la mejor serie de este 2015 precisamente por subvertir el género slasher por la vía de la astracanada. Y porque, si la cultura popular es importante, en gran parte se debe a algo que esta serie demuestra en repetidas ocasiones: decir la verdad es posible, siempre y cuando tengas una buena villana en nómina. En este caso, Chanel Oberlin, interpretada por Emma Roberts, la que fuera el relevo generacional de Sidney Prescott (Neve Campbell) en la cuarta entrega de Scream y presidenta de la hermandad Kappa Kappa Tau en la serie que nos ocupa. Una encarnación elitista, hilarante, de la gestora uterina de nuestros días, capaz de sepultar con su bitching a cualquiera que amenace con hacerle sombra. Como a la scream queen por antonomasia, Jamie Lee Curtis, que en esta ficción da vida a la decana Cathy Munsch, feminista de segunda ola que ve en el feminismo millennial, encarnado por las nuevas generaciones de féminas, una oportunidad para la capitalización definitiva de lo que ella denominará “new, new feminism”, la herramienta que todas ellas manejan para aprehender el presente y sacarle partido.

Iván Mazón – BoJack Horseman

Con apariencia de ser otra de tantas series de humor para adultos tipo Padre de familia y tirando de los estereotipos de la estética del perdedor, BoJack Horseman tenía todas las papeletas para rellenar parrilla de Netflix con mediocridad autocomplaciente. Pero no. Capítulo a capítulo la serie desarrolla un discurso basado precisamente en subvertir estas expectativas y comienza a construir una sátira de una melancolía infinita. Sin desaprovechar o pasar por alto la reflexión de los gags incómodos y sin miedo a zambullirse en comportamientos complejos y abusos sociales, la historia de este actor fracasado, borracho y egoísta que trata de dejar de estar triste tiene una dimensión sociológica que hila muy fino y que se posiciona -afortunadamente- mucho más cerca de Larry David que de Seth McFarlane. Y el humor absurdo es magnífico, la serie sabe aprovechar a la perfección los recursos de ese universo de animales antropomórficos y seres ridículos, hay risas, hay lagrimones y la subtrama del concurso televisivo de J.D. Sallinger es mejor que la vida.

Jonatan Sark – Crazy Ex-Girlfriend

La serie menos vista de entre todas las cadenas generalistas es, a la vez, uno de los más interesantes descubrimientos del año. Por lo que tiene de lucha contra su propio y horroroso título como por la forma de tratar temas que van siendo más habituales (empezando por los tratamientos de las dolencias mentales que hemos podido ver este año en televisión) además de por su condición de brillante musical para televisión, un género siempre complicado. Pero es que incluso con todo esto, valdría la pena solo por el personaje central, complejo y contradictorio hasta el límite, perfectamente capaz en su vida profesional -siempre que no interfiera la privada- y con unas ideas feministas que están en interna contradicción con lo que parece llevar la imagen externa. Por supuesto todo es discutible y debatible pero ese ‘cuelgue de ex’ que parece el tema central de la serie es rápidamente explicado más como un ‘cuelgue’ de un momento en el que se sentía feliz por toda una serie de motivos variados que incluían, sí, a un hombre, pero ni solo al hombre ni solo por un motivo físico. Así que lo mínimo que se puede hacer es intentar convencer a una persona más de que le de una oportunidad. Porque estamos ante algo mayor que su horroroso título.

Francesc Miró – Fargo

El pasado martes 15, FX se despidió de una de sus series estrella, Fargo, anunciando, a su vez, que habría tercera temporada. La primera temporada del show, inspirada en la obra maestra de los hermanos Coen, bailaba entre lo ridículo y lo grotesco arrancando con tres episodios espectaculares, y repitiéndose y tropezando hasta llegar a dos capítulos finales a la altura. Parecía ser que por aquel entonces, Noah Hawley aún no tenía del todo agarrado el tono de su creación. Nada de eso está en esta segunda temporada que nos traslada treinta años antes de lo acaecido en la primera, a un microcosmos explosivo de guerras de mafias, atropellos, asesinos en serie, paranoias sobrenaturales, Ronald Reagan y traumas post-vietnam. Una entretenidísima locura macabra.

Adrián Álvarez – Hannibal

https://www.youtube.com/watch?v=G-Apl5jEWBM

Así es como termina Hannibal: no con una explosión, sino con un llanto. Y qué hermoso camino de lágrimas fue el trayecto hasta ahí. No visioné Hannibal hasta este año, pero ha sido una revelación para mí. Con su exotismo visual, su atmósfera tenebrosa y su erotismo alucinado, la serie venía a desmentir que el riesgo sólo sale ya en las plataformas de pago al emitirse en la NBC. Lo más increíble es que pese a adaptar material que ya había inspirado dos películas, a saber, una de las mejores de Michael Mann, Manhunter, y la más decente que ha hecho nunca Brett Ratner, El dragón rojo; pese a contar con un personaje interpretado en las susodichas por dos titanes, Brian Cox y Anthony Hopkins; pese a tener un showrunner que se había hecho famoso por ser el Tim Burton de la tele dados sus excesos visuales; pese a todo, Hannibal se ha convertido en la adaptación definitiva de la obra de Thomas Harris. Me alegra que esta serie exista, pero me aterroriza que no vuelva a haber nada parecido.

Kiko Vega – Last Man On Earth

Como una partida de Jenga metafísica con regusto a Dimensión desconocida, la segunda temporada de las andanzas de ‘Tandy’ (antes Phil Miller), avanza con decisión hacia adelante, sin dejar que las cicatrices existenciales del último hombre de la tierra cicatricen. Will Forte al servicio de sí mismo (que para algo es su invento) haciendo lo que mejor sabe: dar asco, pena, risa y vergüenza ajena por actuar como lo haría cualquiera de nosotros ante semejante apocalipsis. Tandy es culpable de querer seguir siendo auténtico. Hasta primavera no sabremos cómo demonios terminará el brutal follón que me dejó sin uñas anoche. #teamtandy

Azul Corrosivo – Jessica Jones

Mucho más oscura de lo que parece a simple vista, Jessica Jones es una disertación sobre todas las formas de acoso y abuso posibles, tratadas de una forma tremendamente realista y empática. Consentimiento y poder se (des)dibujan a lo largo de la temporada, y una de sus mayores bazas es la fidelidad del retrato de Jessica: una superheroína más fuerte que nadie, y a la vez tremendamente magullada por los abusos físicos y emocionales de un villano aterrador que cree que la quiere. Melissa Rosenberg ha conseguido que se pongan sobre la mesa muchas cartas nunca antes vistas en Marvel: la primera relación homosexual, la primera relación interracial, la primera escena de sexo, el primer sexo oral, la primera escena de abuso infantil, la primera mención a la violación y al trastorno de estrés postraumático, la primera desintoxicación, la primera mención al racismo, el primer aborto… Hay miles de razones para ver esta serie fuera de sus mensajes (calidad, villano carismático y asqueroso, tíos buenos y tías duras…), pero su retrato sobre esas cuestiones la convierte en la mejor producción del año. La más valiente.

Jose Manuel Sala – Rick y Morty

Y llegó su segunda temporada para consolidar el mito: la nueva serie de Dan Harmon consigue reafirmar las virtudes ya apuntadas en su primera temporada (un universo compacto y coherente, la anarquía como vía para entender el mundo) y lograr algunos de los más bellos, dolorosos  y crueles episodios de la historia de la televisión reciente. Porque Rick y Morty es, al final del todo, una historia de amor.

Chema Mansilla – Ash vs. Evil Dead

https://www.youtube.com/watch?v=unnLg1TPCYM

Bruce Campbell a todo trapo en un destartalado coche por una carretera nocturna del Medio Oeste norteamericano, mientras Deep Purple suenan a todo trapo en los altavoces. Sam Raimi demostrando que lo que mejor se le da son las producciones de baratillo autorreferenciales salpicadas de elegante mal gusto. ¿Estamos ante la “mejor peor producción televisiva” de los últimos año? Pues sí, y también la más divertida. De propina, sale Lucy Lawless. ¿Cómo no va a ser mi serie preferida? Hail to the king, baby!

Eva Cid – Sense8

El último trabajo de Lana y Andy Wachowski producido por Netflix es un formidable exponente de lo que podríamos denominar realismo mágico televisivo, y en este sentido es más que una digna sucesora de la Perdidos de J.J. Abrams y Damon Lindelof, pero adaptada a los tiempos que corren. Sense8 es, en resumen, una serie sobre la empatía, hecha desde y para la empatía, que puede presumir de un cierto desdén por los convencionalismos (le perdonaremos ese nolanismo tan recurrente hoy día a la hora de manejar sus flashbacks y conectarlos con el presente). Escrita como una obra coral, Sense8 serpentea por esa especie de agujero de gusano psíquico que conecta las mentes de un grupo de personas procedentes de diferentes partes del globo. La serie se afana, con éxito, en ensamblar unos modales de ciencia ficción con su vocación humanista y filántropa, y también con ese deseo honesto de normalizar temas tratados habitualmente de forma bien marginal, bien exhibicionista, como la transexualidad, la identidad de género o las diferentes orientaciones sexuales. Y cuenta con una espectacular interpretación del español Miguel Ángel Silvestre.

Yago García – Unbreakable Kimmy Schmidt

«An-bréicabol, dei laiv damit, isamíracol» ha sido la segunda melodía más tarareada durante un servidor de ustedes durante 2015. La primera (si han visto la serie, ya se lo estarán imaginando) ha sido un aullido inconcebible que sonaba más o menos así: «Pinóoooooo nuaaaaaaar». Eso, cuando no me poseía el espíritu del John Hamm predicador, redneck y psicópata para hacerme vociferar «¡Karate! ¡Karate!» como si me fuese la vida en ello. Confirmando una vez más que Tina Fey es una diosa y Jane Krakowski su profeta, así como revelando a Ellie Kemper como una comediante sobrenatural, esta serie es una fuente inagotable de gags que atesorar, de momentos que comentar con los amigos y de ataques de risa merced a los cuales acabar visitando Urgencias debido al descacharre. Y, como supongo que todos ustedes habrán visto Unbreakable Imperator Furiosano me extiendo más en el asunto.

Carlos Ramírez – El asombroso mundo de Gumball 

El cierre de la tercera temporada de El asombroso mundo de Gumball es una clara lección de cómo funciona el mundo: sin dinero, no somos nada. Gumball no es la primera serie de animación que trata a los niños como si ya fuesen adultos en potencia (o a los adultos como si fuesen niños que se resisten a crecer, no estamos seguros), pero sabe mantener cierto equilibrio entre el delirio y la inocuidad de otras series contemporáneas. La secuencia final de The Money es un maravilloso derribo de la cuarta pared plagado de glitches que resulta, cuanto menos, desconcertante para los críos; una desesperada lucha por vencer los recortes presupuestarios de la serie provocada por el rechazo de un acuerdo para rodar el spot de una cadena de comida rápida. No hay espacio aquí para analizar cuántas lecturas tiene esa frase.

John Tones – The Flash

Mi idilio con The Flash, de la que ahora mismo estamos viviendo una estupenda temporada que ha atravesado un prometedor crossover con Arrow y con ello la apertura de un universo infinitamente más doméstico, modesto y jugoso que al que apunta la Batman v Superman cinematográfica, va más allá de un mero pasarlo bien con una serie sólida, trepidante y enamorada de su concepto y sus personajes. The Flash, y esta segunda temporada lo ha confirmado, es la punta de lanza de una forma de entender los superhéroes que me interesa mucho más que la grandilocuente intensidad de la Marvel cinematográfica o de la intensidad a veces algo impostada de las producciones de Netflix. En ambos casos, Marvel ha dado pie a producciones notabilísimas, y Jessica Jones en esta misma lista es buena prueba de ello, pero el tono despreocupado, maravillado con su propia maravilla, adicto a los personajes y a la potencia abstracta y conceptual de la idea del superhéroe, es reconfortante. Supergirl apenas arranca y veremos si confirma sus prometedores primeros episodios, pero puede que entre ella y el arranque en enero de Legends of Tomorrow vayamos a vivir una época dorada para los superhéroes audiovisuales… para quienes nos hemos visto ninguneados por mastodontes épicos y por dramas sociales con superhéroe al fondo.

 

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