[Todos a una] Películas basadas en cómics que nunca existieron

Adaptar comics al cine se ha convertido en una moda. Y como todas las modas, comienza a caer en las convenciones, los tópicos, las repeticiones y la ausencia de riesgo. En CANINO, siempre deseando echar una mano en lo que viene siendo el pensar disparates, hemos barruntado cuáles serían nuestras adaptaciones de tebeos predilectas y con qué equipo habría que contar. Las posibilidades de que alguna de ellas llegue a hacerse realidad se puede cuantificar en números negativos.

De hecho, ya lo hablábamos aquí: Marvel necesita reinventarse. Hemos llegado a un punto en el que solo vemos en pantalla a los superhéroes de siempre con las tramas de siempre y la misma superestructura cayendo sobre una ciudad aterrorizada. Hay muchos más comics y hay muchas más formas de adaptarlos. Aquí hay unas cuantas ideas para hacerlo en condiciones.

All-Star Superman (2005-2008) – Bryan Singer

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All-Star Superman es, como gran parte de los tebeos de Grant Morrison, la mejor interpretación de un personaje hasta la fecha. Ocurrió con New X-Men, agotadísimos de repetir la fórmula que venían usando desde los tiempos de Chris Claremont, ocurrió con Animal Man, precursor de cosas como el derribo de la cuarta pared de Masacre, y ocurrió en varias colecciones más. Pero fue en All-Star Superman donde mejor supo destilar la esencia del personaje, la colección en cuyas páginas logró plasmar a la perfección los por aquel entonces casi setenta años del kryptoniano. Su Superman es el más puro, el más refinado, aquel cuya construcción mejor recuerda a lo que es: una buena persona con la capacidad de hacer el bien. Fluyendo paralelo a los doce trabajos de Hércules, All-Star Superman es un recorrido por los motivos que convierten a Kal-El en Superman, que nos da una visión particular de sus enemigos (muy sorprendente el capítulo de Mundo Bizarro) y que incluso tiene tiempo de ahondar en sus motivaciones y convicciones más profundas. El problema es que, por supuesto, tal y como está llevando DC su universo cinematográfico Superman resulta ser un psicópata amoral, no un granjero con superpoderes, y por tanto jamás veremos una adaptación a imagen real (existe una película de animación, eso sí) que plasme correctamente el tebeo. Puestos a pedir, que la dirija Bryan Singer (en Superman Returns -2006- demostró que lo que le fallaba era la historia, porque entendió perfectamente al personaje) y la protagonice Ryan Reynolds. Si han visto La Dama de Oro (2015) sabrán que su personaje es tal cual Clark KentAlberto Mut

Como un guante de seda forjado en hierro (1993) – David Lynch

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El universo de Daniel Clowes es muy particular y no estoy seguro de que su adaptación a la pantalla le haga justicia: Ghost World (2001) y El arte de estrangular (2006), dirigidas ambas por Terry Zwigoff, eran más bien su propia cosa, y mientras no sabemos nada de la adaptación de Wilson a cargo de Craig Johnson (The Skeleton Twins -2014-), la otra visión sobre su obra que nos queda es HowardCantour.Com (2012), cortometraje descaradamente plagiado por Shia LaBeouf de la historia corta de Clowes Justin M. Damiano.

El vínculo con David Lynch es terreno trillado porque Como un guante de seda forjado en hierro es, aparentemente, una historia que sigue la lógica de los sueños. Sin embargo eso sería un motivo superficial: lo que mueve la historia de Clowes son los deseos irrefrenables y los fetiches (sexuales y religiosos pero también comerciales: logos, juguetes, comida basura), la América más fea y mediocre deformada en una caricatura grotesca, una hostilidad latente bajo la superficie, los reflejos que devuelve la gran pantalla sobre nosotros y nuestras expectativas o los mecanismos del noir como catalizador pero también como un artificio que no puede dar solución a los crímenes que solo tienen lugar en la cabeza. No digo que no me importase ver una adaptación de la mano de Guy Maddin, Louis C.K. (no, en serio: El episodio s05e05 de Louie es lo más cerca que hemos estado de esa desazón y ridículo que causa el cómic), Mike Judge o Carlos Vermut, pero está claro que a Lynch esta historia le sienta como.. eh… como un guante. Henrique Lage

Súper López: Los Cabecicubos (1983) – Alex de la Iglesia

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A inicios de los ochenta el dibujante leonés Jan diverge del estilo brugueresco de sus primeros álbumes y comienza a transitar los territorios de la bande dessinée. El modelo era Pilote y Astérix, claro, y la búsqueda de un lector más sagaz. De toda la vieja Bruguera el mejor imitador de ese doble discurso en los tebeos creado por Goscinny será él. Así, obras como La semana más larga (1981) y especialmente Los cabecicubos (1983) juegan en varios niveles tanto para adultos como jóvenes. La última obra, sátira brutal de la intransigencia ideológica, podría ser una película perfecta para Alex de la Iglesia. A través de una extraña infección que convierte las cabezas en cubos, Jan pasa su estilete por toda la transición española y los extremistas de cualquier tendencia (especialmente los militares). El director vasco podría hacer bajo esta premisa, y gracias al tirón del personaje de Bruguera, un excelente filme de superhéroes sin salirse de su afamado casticismo. Y sin necesidad, vive Dios, de contar los orígenes de Súperlópez para compensar cualquier falta de guión. Eso es propio de productores de cine con la cabeza cerrada, es decir, de cabecicubos. Julio Tovar

X-Men: La saga de Fénix Oscura (1980) – James Cameron

Dark Phoenix by Craig Hamilton

La idea resultaba absurda, pero en aquellos días, todo era posible. Incluso que un ex camionero canadiense, con Piraña II: Los vampiros del mar (1981) como único filme de su currículum, fuese escogido para llevar a la pantalla el que ya comenzaba a ser aclamado como uno de los cómics de superhéroes más logrados de todos los tiempos, a la altura (o casi) de las obras mayores de Curt Swan o Jack Kirby. Dicen que en ello tuvo bastante que ver un rumor que llegó a oídos de Chris Claremont y de los capitostes de Marvel: que Cameron andaba moviendo por los estudios cierto guion, titulado The Terminator, donde fusilaba (con elegancia, eso sí) muchos conceptos manejados por el guionista y por el dibujante John Byrne en sus tebeos. En todo caso, la decisión fue tomada, e hizo historia.

Pese a su presupuesto de palos y cañas (la experiencia de Cameron en la serie B pesó, para bien, en el producto final), y con unas elecciones de casting que crearon consternación entre los fans (aunque los fichajes de Bob Hoskins como Lobezno y Pam Grier en el rol de Tormenta fueron aconsejados por Claremont), La saga de Fénix Oscura cosechó aún más aplausos que el Superman de Richard Donner en 1978. Especial recuerdo dejaron dos intérpretes casi debutantes: Michael Biehn como un Scott Summers más fornido pero igual de inepto que el de los tebeos, y, sobre todo, aquella Linda Hamilton teñida de rojo para interpretar a Jean Grey. El inesperado elogio de Andrei Tarkovsky, ese que aún pone de los nervios a muchos puristas, resume el mérito de la actriz: pese a deplorar la “violencia típica del peor Hollywood” empleada por Cameron en su película, el director ruso alabó la tenebrosa puesta en escena del filme y la presencia de una intérprete capaz de ser, sin solución de continuidad, Mesías y Anticristo. O, ya que estamos, ambas cosas a la vez.

Largamente diferida, la secuela Días del Futuro Pasado se llevó nuevas alabanzas por parte de una crítica que ya comenzaba a hastiarse de ese cine de superhéroes tan habitual en los ochenta. La película, eso sí, resultó un fracaso de taquilla: el shock derivado de ver cómo sus héroes morían uno tras otro en la pantalla, así como un final abierto que apuntaba a la tragedia (dando a entender, pues, que el sacrificio de los personajes había sido inútil) espantó a un público poco afín a las excentricidades. De hecho, la trama de líneas temporales paralelas empleada en esa cinta ha suscitado un chascarrillo habitual entre el fandom: aquel según el cual, en otra dimensión, Cameron siguió adelante con The Terminator y Marvel tardó varias décadas más en descubrir el filón del celuloide, dejando a sus mutantes en manos de cineastas sin demasiado talento (los aficionados más viperinos mencionan a veces a Bryan Singer, Matthew Vaughn y Brett Ratner) que acabaron arrastrando sus historias por senderos mucho más grises, como de rutina con pretensiones. Afortunadamente, todo eso es ficción. Yago García

Niebla en el puente de Tolbiac (1981) – Sylvain Chomet

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Para alguien que no ha leído nunca ninguna novela de Léo Malet, hablar de una adaptación de su obra al cine debería ser pecado. Pero resulta que muchos que no han paseado por el París de los cincuenta de la mano del escritor de novela negra más famoso de Montpellier y uno de los más grandes de Francia… lo han hecho de la mano de Jaques Tardi. El grande del cómic francés adaptó las aventuras del detective Nestor Burma a unas increíbles viñetas que captaban el ambiente de cine negro de Malet con una habilidad pasmosa. Hoy en día, en nuestro país podemos encontrar un total de seis obras, editadas por Norma. A saber: ¿Huele a muerto o qué? (2002), Reyerta en la feria (2003), La noche de Saint-Germain-des-Prés (2005), Una resaca de cuidado (2007), el más famoso Niebla en el puente de Tolbiac (2008) y por último Calle de la estación, 120 (2009). Todas ellas, a mi parecer, difícilmente adaptables hoy en día. El anacronismo negro de la la obra Malet juega en su contra cuando nos damos cuenta de lo especial, no por estético sino por auténtico, de sus retratos de ambiente: sólo una sensibilidad muy digna sería capaz de captarlos.

Por eso, para retratar el ambiente noir de muerte y putrefacción, de corrupción, prostitución y violencia del París de Malet y Tardi… no hay demasiados nombres disponibles. Cierto es que una película de acción real que adaptase directamente la novela podría ser un camino fácil. Pero ¿y una adaptación al cine de animación? Precedente del neo-noir animado nos encontraríamos con la contundente Renacimiento (2006) de Christian Volckman, pero nadie nos asegura que el paso de lo futurista a lo retro quedase en buenas manos. Sin embargo, Sylvain Chomet, cuyos diseños nada tienen que ver con los de Tardi, podría ser el más indicado para retratar los ambientes decadentes que frecuenta Nestor Burma. Sería un puntazo conseguir que el animador francés dejase de lado el peso emocional de El Ilusionista (2010) o la desbordante simpatía de Bienvenidos a Belleville (2003) para meterse de lleno en una suerte de historia del Graham Green francés. ¿Qué no? Francesc Miró

Neonomicon (2010) – Lars von Trier

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Siendo este tebeo un recordatorio, nada amable y absolutamente explícito, de que La sombra sobre Innsmouth (H. P. Lovecraft, 1931) va de gente que fornica muy fuerte con hombres pez, cualquier adaptación fidedigna debería ser tanto un filme de terror como una película pornográfica. Puedo imaginarme a Brian Yuzna retomando aquella clase magistral que impartió en Necronomicon (1993), pero quizás estas orgías humanoides, con todos los miembros en su sitio, le resulten demasiado mundanas al director de Society (1989); y por supuesto puedo ver a Joanna Angel interpretando a una agente Brears tatuadísima a las órdenes de Doug Sakmann, aplicando todo lo aprendido en labores de amor como Re-Penetrator (2004) y Evil Head (2012), pero mucho me temo que en su tratamiento del género lo cómico acabaría imponiéndose a lo cósmico. Así que elijo, si no como director soñado (Yuzna es mucho Yuzna), al menos sí como prohombre con verdaderas posibilidades de llevar este locurón a la pantalla, al docto Lars von Trier, enaltecedor del metesaca que además ya demostró su solvencia como horrorista en la fantástica Anticristo (2009). Si hay alguien capaz de conseguirle una Concha de Oro a una verga de Profundo, es él. Andrés Abel

Spider-Man: Hooky (1990) – James Gunn

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Cuando leía cómics de Spider-man en los noventa tuve varios momentos en los que dejaba volar mi imaginación, cerraba el tomo y pensaba en cómo sería una película que adaptara la saga oscura de Todd McFarlane o, incluso más allá, alguna de las historias sueltas que componían el arco épico de Inferno (1989). Supongo que con los años aquello se ha vuelto imposible, y además, probablemente sus recreaciones fílmicas estuvieran embebidas en gravedad, seriedad, oscuridad y aburrimiento. Quizá si esa visión no hubiera quedado revenida por la sobre-explotación post-Nolan o Zack Snyder no le hubiera arrebatado todo elemento de evasión, hoy podría tenerse una visión fresca de aquellas historias en las que el trepamuros se enfrentaba con todo tipo de monstruos.

Por eso, si hoy tuviera que elegir una historia del trepamuros que me haya fascinado y que su traslación al cine no hiciera perder la esencia del personaje, podría ser la novela gráfica Hooky, una versión Marvel del Otros mundos de DC, una especie de apéndice sin relación con la serie habitual, que es básicamente una historia suavecita de terror cósmico, casi Lovecraftiano, dibujada por el maestro del terror Berni Wrightson y guionizada por la escritora de ciencia ficción Susan K. Putney. Aunque el monstruo dibujado tenga pinta de haber salido de La cosa (1982), en realidad, el tono está más en la onda de Los cazafantasmas (1985) y otros híbridos fantásticos de los ochenta. El grueso de la historia sucede en una dimensión paralela, por lo que tras el estreno de Dr Extraño (2016), puede que la todopoderosa hiciese un hueco para un crossover de ambos universos y eligiera a un director de la casa como James Gunn, al que no se le haría extraña una historia de ciencia ficción y terror ligero con ecos a su propia Slither (2006).

Además, Gunn tiene mano para los personajes bocazas y adorablemente idiotas, probablemente hiciese una composición del trepamuros memorable, aunque, eso sí, tendría que rejuvenecer un par de décadas a alguno de sus actores fetiche. Valdría perfectamente un Nathan Fillion adolescente, aunque un Chris Pratt menos madelman también estaría perfecto. El mayor valor de la novela es el alucinante arte de Wrightson, por lo que su recreación en pantalla necesitaría unos  efectos especiales a la altura de los cambios de forma del Tordenkakerlakk. Habría que tirar de CGI de Image Engine pero no quedaría mal combinado con unos animatronics grimosos de Stan Wiston (que alguien le reviva) y Rob Bottin haciendo equipo. Si se trata de soñar… Jorge Loser

La muerte del Capitán Marvel (1982) – Guillermo del Toro

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El Capitán Marvel (Ryan Gosling) se muere de cáncer después de una multitudinaria lucha junto a los Guardianes de la Galaxia, como se vio en la secuela de la película del grupo escrita y dirigida por James GunnCon su organismo irrevocablemente afectado por los vapores de la Gema del Alma, Mar-Vell tendrá que hacer frente a su propia mortalidad al tiempo que retrasa la flota de Thanos (Josh Brolin) y otorga algo de tiempo a Los Vengadores para montar una buena defensa de la Tierra.

Del visionario director de Pacific Rim (2013) y Blade 2 (2002), Guillermo del Toro, llega una película de superhéroes como nunca se ha visto, ni se verá. Protagonizada por Ryan Gosling (Drive, Blue Valentine), La muerte del Capitán Marvel es una película de acción y duelo en el que el mayor reto del superhéroe protagonista es hallar la paz necesaria para morir tranquilo.

En la historia, escrita por el propio Del Toro, la lucha de Mar-Vell no sólo es física, sino psicológica. «Quería capturar lo que se siente cuando, siendo uno tan poderoso, no se puede retrasar tu propia muerte», explica el director, «y cómo es la esa lucha por atar todos los cabos posibles. Fíjate, toda su vida salvando a gente a puñetazos… pero para salvarse a sí mismo no lo tendrá tan fácil. Lo cierto es que el cómic de Jim Starlin nos dio un gran punto de partida».

[…] Pero lo que permanecerá con el público es su final. «Desde Disney no estaban muy entusiasmados, pero Feige (Kevin, productor de Marvel Studios) rompió una lanza por mí y por mi visión. Era la oportunidad de hacer algo inédito, pero no creo que vayan a dejar a nadie más repetir mi experiencia», dice entre risas el director mexicano.  

Para la historia, queda esa lucha épica entre el Capitán Marvel y Thanos y la posterior aceptación del primero de que su hora ha llegado. «Hemos visto a superhéroes morir en batalla, pero nunca abrazar la muerte. Recuerdo que grabamos la escena el último día, porque sabía que todos lloraríamos como cachorritos enfermos. Fue duro, pero también hermoso». Al respecto de sus últimos cinco minutos, Guillermo del Toro se sincera: «Sólo quería hacer La colina de Watership con superhéroes. Gracias a Dios que lo conseguí». Adrián Álvarez

El Proyecto Marvels (2009) – Joe Johnston

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No soy capaz de imaginar el contexto industrial en el que pudiera tener cabida una película de estas características, tan ambiciosa formalmente como necesariamente autorreflexiva. Mucho menos en el seno de los Marvel Studios actuales, a los que si les falta algo son, precisamente, ambos atributos. Por eso apelo a un futuro improbable –al menos, en nuestra Tierra-616 particular– para volver los ojos a la génesis de La Casa de las Ideas, donde la historia de héroes fundacionales como el justiciero urbano Angel (Oscar Isaac), el supersoldado precursor John Steele (Jason Momoa) o el príncipe atlante Namor (James Callis) se fusionan con el contexto sociopolítico del que emergieron, en aquellos turbulentos años cuarenta. Pero la intención, a menudo balsámica o escapista, con la que fueron trazados en las viñetas originalmente, muta en áspera fricción entre el héroe y la época, cuyo alcantarillado ha sido tan relevante para su concepción.

No se me ocurre director más apropiado para abordar el Watchmen marvelita, escrito originariamente por Ed Brubaker y dibujado por Steve Epting, que Joe Johnston, infravalorado cineasta perteneciente a la generación que surgió a la sombra de Steven Spielberg. Es el responsable de la más melancólica –y mejor– película de Marvel Studios hasta la fecha: Capitán América: El primer vengador (2011). Y precisamente, melancolía es lo que necesitaría este fresco amargamente noir –conducido por una evocativa voz en off que recorre tenebrosos callejones, áridos campos de batalla, parques de atracciones cuyo espíritu festivo es transmutado por la violencia– sobre el resurgimiento de lo heroico justo cuando el mundo amenaza con hacerse pedazos. Un regreso al ayer que tiene mucho de búsqueda de sentido. Johnston también ha demostrado una notable valía para conjurar modos audiovisuales añejos sin limitarse a la recreación nostálgica, adentrándose en las claves de un determinado pasado a través de una comprensión/reinterpretación plenamente contemporánea de las formas vigentes en la época. Ignacio Pablo Rico

Steel Ball Run (2004-2011) – Richard Kelly

Steel Ball Run

Tras treinta años de JoJo’s Bizarre Adventure, su autor, Hirohiko Araki, ha tenido oportunidad de hacer de todo. Incluso un reboot del universo que reescribió la historia de la humanidad y que daría origen al séptimo arco de la saga, Steel Ball RunPara los no iniciados en su historia, un par de pinceladas. En un 1890 alternativo se celebra una gran carrera, llamada Steel Ball Run, que recorrerá EEUU de costa a costa, de San Diego a Nueva York, mientras varios personajes misteriosos tratan de ganar la carrera o, en el caso de alguno de ellos, hacer algo bastante más oscuro: recuperar los huesos de Jesucristo, capaces de conceder poderes especiales a quien entre en contacto con ellos. Si a todo ello le sumamos que el presidente de los EEUU es parte de esa conspiración, ¿quién mejor para rodar semejante esquizofrenia narrativa que Richard Kelly, el hombre que más y mejor ha demostrado saber llevar al límite cualquier guión, por inverosímil que parezca? A fin de cuentas, hablamos de posibles, de mundos alternativos. Y una adaptación de Steel Ball Run es sólo posible, como la propia Steel Ball Run, como las películas de Richard Kelly, en algún otro universo paralelo mucho mejor que el nuestro. Álvaro Arbonés

Elektra: Asesina (1986/87) –  Kathryn Bigelow

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Un what if cinematográfico que paladear en sueños, el que podría perpetrar la directora Kathryn Bigelow si este mundo fuera más justo, más sabio, más suicida, y Elektra: Asesina, de Frank Miller y Bill Sienkiewicz, tuviera su encarnación fílmica en un campo de batalla diseñado por ella. Porque si algo ha definido la filmografía de esta directora es, sin duda, la guerra contra lo establecido, y la pulsión de muerte propia de quien sabe que la realidad consensuada es una ficción a dinamitar. En este contexto de superhéroes afásicos, niños grandes con poderes que justifican sus rabietas mentando a sus madres, qué mejor candidata para estrellarse contra el muro que una asesina ninja dispuesta a hacer estallar los cimientos mismos del sistema, de ella misma, hasta las últimas consecuencias. Elektra: Asesina en las manos de Kathryn Bigelow es el más coherente de los desafíos. Noir sangriento para las masas en las manos de una directora legitimada por la crítica que, como también ocurre con la obra del propio Miller, se nutre del género para asestar puñetazos en el estómago a todo aquel que decida rehuir el abismo. Elisa McCausland

Crossed (2008-2010) – Eli Roth

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Semejante adaptación debería haber llegado justo después de Hostel 2 (2007), pero claro, la aberración originada por Garth Ennis no vería la luz hasta el año siguiente a la estupenda secuela apadrinada por Quentin TarantinoCrossed no necesita de repartos de campanillas, a pesar de ser una gran historia coral. La más cerda jamás contada. Crossed, la película, llevaría una gran X en la calificación por edades, un montón de actores desconocidos y muchos, muchos kilos de maquillaje, sangre de mentirijillas y capas de látex bajo la supervisión de Greg Nicotero y Howard Berger que, en un mundo ideal, también serían productores ejecutivos de un imposible hito del fantástico. Kiko Vega

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