Arrancamos nuestros tradicionales resúmenes del año con unas cuantas series que nos han marcado a fuego. Las plataformas de contenido por streaming son ya una de nuestras fuentes principales de suministro de contenido audiovisual, y esta selección, con su cantidad y calidad, deja buena constancia de ello.
Marianne, de Samuel Bodin (Netflix)
La serie de terror del año viene de Francia y es una macedonia desvergonzada y divertida de ficciones de Stephen King -de Misery (1990) a IT (2017)- o la metaficción de En la boca del miedo (1994) de John Carpenter pero con la sensibilidad del país vecino para el terror, que ha cambiado su famoso extremismo de la pasada década por vibraciones de Hereditary (2018), La bruja (2015) y los terrores de sustos de la factoría Wan. Una delicia con una protagonista deliciosamente insoportable que, aunque no llega a superar a su escalofriante piloto, es un catálogo de todo lo bueno que ha tenido la década en el apartado sobrenatural. Fue un fenómeno en Netflix y es uno de los ejemplos buenos de la globalización de la plataforma, permitiendo una transfusión cultural sin precedentes, acercando culturas y distintas sensibilidades de entender el mismo material dando la oportunidad a autores como Samuel Godin que, seguramente, si no fuera por la situación de demanda creada por la compañia, no habría tenido la oportunidad de crear su fábula gótica de hechiceras, ocultismo, demonios y metaficción. Jorge Loser
Watchmen, de Damon Lindelof (HBO)
Si entendemos lo audiovisual como la victoria de lo imposible, no ha habido tarea más titánica que la de la secuela del extremadamente popular cómic de Alan Moore y Dave Gibbons que nos ha llegado este año en formato de serie. En las antípodas de cualquier convencionalismo y alejándose todo lo posible de todo tipo de autocomplacencia, la Watchmen de 2019 ha sabido entender perfectamente qué es lo que se necesitaba para volver a contextualizar la historia de estos personajes en los tiempos en los que vivimos.
Guerras raciales a lo largo de la historia estadounidense, iconografía filofascista, clonaciones a doquier, amores imposibles a través del tiempo y el espacio, y hasta Jeremy Irons siendo disparado en una catapulta al espacio exterior. Sea lo que sea lo que buscáramos en ella, podemos encontrarlo en una secuela que no se ha conformado con venerar el clásico anterior, sino que ha creado una historia por sí misma. Todo un hallazgo inesperado, todo un auténtico milagro termodinámico. Juan Damián Pardo
Too Old to Die Young, de Nicolas Winding Refn y Ed Brubaker (Amazon Prime Video)
Se estrenó sin prácticamente publicidad, hasta tal punto que en Amazon tenías que buscarla a propósito porque no había manera de llegar a ella desde la home. La ha visto poca gente y se ha hablado poco de ella. Sin embargo, es lo más radical que ha pasado este año en la tele. Winding Refn se pone más político que nunca y sale lo que tenía que salir, una serie alucinatoria que se caga en todos los tópicos del medio y del cine de acción y en la América de Trump. Blanca Rego
Euphoria, de Sam Levinson (HBO)
Euphoria es una serie clásica: cuatro adolescentes en un instituto americano. Sin embargo, la premisa es mucho más compleja porque se abre al mundo actual: se habla de la transexualidad, de la depresión, la ansiedad. Se habla de las infidelidades, de las familias rotas y de aquellas que construimos a través de las amistades. El personaje de Zendaya es de premio sin olvidarnos de Jules, en una pareja icónica dentro del mundo de la pequeña pantalla. Mucho brillo, buena música y actuaciones sobresalientes. ¿Qué se puede pedir más a una serie que podía haber optado por el camino habitual pero decide irse, a través de las bicicletas de las protagonistas, por uno más realista y lógico? Por el camino, tan tortuoso, de la adolescencia. Sofía Francisco
The Boys, de Eric Kripke (Amazon Prime Video)
Los chicos malos llegaron para quedarse. La adaptación del cómic del mismo nombre de Garth Ennis llega a la pantalla chica con todo el aire gamberro, ultraviolento y rompedor del material original. Atrevida, incómoda y por momentos, retorcida es el mejor antídoto para la sobreexposición de la figura superheroíca en un año de mártires chasqueando dedos y de súpermujeres de cabello radiante en busca de su pasado. Aglaia Berlutti
Chernobyl, de Johan Renck (HBO)
Sencilla, concisa y directa. Para contar un acontecimiento de esta envergadura no hacen falta ni giros ni florituras narrativas, sino tan sólo que quede bien claro el qué, el cuándo y el por qué. En esto acierta de lleno esta miniserie para HBO, tanto en la forma de contarlo como en la cantidad de capítulos necesarios para ello: tan sólo cinco de una hora, o poco más, cada uno de ellos. Tiempo más que de sobra para generar un ritmo narrativo, ya no en cada episodio y su propia tensión, sino sobre todo en el capítulo final, cuyo climax se basa tan sólo en exponer el juicio contra los responsables de la catástrofe, sus respectivos flashbacks, y todo carente de música o efectos rimbombantes. Chernobyl demuestra, por tanto, que no hace falta más para mantenernos atentos a la pantalla aunque sepamos -el que más o el que menos- cuál va a ser la resolución. Javi Portillo
The Sleepers, de Ivan Zachariás (HBO)
La primera serie checa de HBO se traslada a la caída del régimen comunista checoslovaco en 1989, estrenándose precisamente en plenas celebraciones de la llamada Revolución de Terciopelo. El escenario -Praga en plena transición a la democracia, con la policía secreta del régimen saliente aún campando a sus anchas- es tan interesante como poco o mal transitado, y desconocido para el público occidental. Con un equipo cien cien checo, la intriga de thriller clásico -el intelectual anticomunista, Víctor Skála, desaparece en un accidente de coche, y su mujer debe dar con él con escasa o nula colaboración de las autoridades y descubriendo secretos sobre su pasado- es apenas una excusa para repasar los horrores de la STB, la policía comunista checoslovaca, o contemplar lo poco limpia que es siempre cualquier salida de una dictadura. Con ambientación perfecta, estilo tan sobrio que las pocas veces que aparece música extradiegética hasta sienta mal y con un discurso desde dentro, no el tradicional paternalismo en un país de nombre inventado producido desde EEUU. Jose A Cano
Cómo vivir contigo mismo, de Timothy Greenberg (Netflix)
Paul Rudd interpreta, en esta versión cómica de El sexto día (2000), a Miles, un tipo gris que trabaja en publicidad. Hastiado por su situación laboral y estancado en un matrimonio en el que su mujer, interpretada por Aisling Bea, le quiere forzar a tener un hijo, Miles decide relajarse en un falso centro de masajes donde es clonado ilegalmente. Por si fuera poco, su nuevo yo resulta ser mejor que él en todo, dando lugar a una serie de hilarantes desencuentros consigo mismo. Rudd hace gala en esta serie de Netflix de una gran habilidad a la hora de ahondar en el binomio de caracteres que se plantea, lo que le avala en su candidatura al Globo de Oro al Mejor Actor de Comedia. El guion fluido de Timothy Greenberg, a caballo entre el ridículo de sus gags y la emotividad de sus elipsis temporales, consigue mantener la atención del espectador en todo momento. Amena a la par que reflexiva, Cómo vivir contigo mismo se sitúa en número uno de las comedias dramáticas estrenadas este año por el gigante del streaming. Manu Collado
Undone, de Kate Purdy y Raphael Bob-Waksberg (Amazon Prime)
Viene ya siendo tradición que, una vez el año, BoJack Horseman aparezca y nos destroce un poquito la vida. En ese sentido, 2019 no sólo ha sido un año determinante por cómo descubrimos a lo largo de él que nos quedaba poco para seguir “disfrutando” del caballo triste, sino por cómo sus creadores han querido expandir el sufrimiento más allá de las colinas de Hollywoo. En primer lugar, Lisa Hanawalt estrenó en Netflix la estupenda Tuca & Bertie, siendo cancelada tras una única temporada por motivos presumiblemente similares al apresurado fin de BoJack. Y en segundolugar, Kate Purdy, responsable de algunos de los episodios más abiertamente lisérgicos de la serie, se alió con Raphael Bob-Waksberg para crear Undone.
Disponible en Amazon Prime, este nuevo formato mantenía las inquietudes estéticas de Purdy ya desde la decisión de desarrollar la serie mediante animación rotoscópica, una técnica tan compleja como arriesgada. La crudeza resultante de sus imágenes y la inquietud temblorosa del rostro de Rosa Salazar acabaron formando parte, afortunadamente, de una misma propuesta conceptual sin ningún tipo de fisura, que proponía un vistazo a la realidad tangible tan equívoco para el espectador como para el personaje protagonista. Pocas veces dentro de la narrativa seriada–por lo general demasiado dependiente de una tradición homogénea– forma y fondo confluyeron tan bien, y por eso Undone, con todos sus problemas, es una obra cuya existencia hay que celebrar. Alberto Corona
Mindhunter, de Joe Penhall (Netflix)
Una vez que se ha estrenado una obra maestra como la primera temporada de Mindhunter, pasar a la segunda (con el tema racial de por medio) sin doblar el tobillo en el escalón es tremendamente complicado. Pero como si fuese un procedimiento meticuloso, laborioso, casi de relojero o de psicópata, los dos años de espera no solo han merecido la pena, sino que han sentado las bases para la serie de culto que Mindhunter está llamada a ser. Tan perfecta que casi da miedo. Porque sí, entrar en la mente de un serial killer, ya sea Charlie Manson, Ed Kemper o David Berkowitz, siempre va a ser un reclamo de por sí para cualquier producción audiovisual, máxime con la larga mano de David Fincher detrás, pero el estudio que la serie hace de quiénes somos o quiénes podemos ser a través de sus tres protagonistas -Holden (Jonathan Groff), Bill (Holt McCallany) y Wendy (Anna Torv)-… bueno, eso sí que da pavor. Álvaro Macías
Sarazanmai, de Kunihiko Ikuhara
Pocos artistas vivos hay más idiosincráticos que Kunihiko Ikuhara. Su uso del simbolismo, el diseño gráfico, el humor y las temáticas LGBT, todo ello bien mezclado con la lógica de las magical girl y la repetición constante de motivos, lo convierten en una auténtica singularidad que no se parece a absolutamente nada que se esté produciendo ahora mismo en cine o televisión, salvo quizás un puñado de series infantiles rozando lo vanguardista. Y Sarazanmai no es la excepción. Tratando una guerra entre kappas y nutrias, la tragedia entre dos agentes de policía que también son amantes y la relación cruzada entre tres chicos de instituto, Ikuhara nos habla de cuidados, de quererse y de aceptarnos por lo que somos en los once capítulos más intensos del año. Once capítulos que sólo podría haber firmado él. Álvaro Arbonés
Fleabag, de Phoebe Waller-Bridge (Amazon)
Phoebe Waller-Bridge es la persona que más alegrías nos está dando en la TV últimamente. Lleva dos temporadas televisivas con Killing Eve y Fleabag en emisión, que siendo tan diferentes de género y tono, analizan el papel de la mujer con la misma originalidad. Fleabag está basada en un stand-up que hacía la propia Phoebe, creadora, guionista y protagonista de la serie. Con una mirada fresca y profundamente humana, no tiene ningún prejuicio en mostrar la realidad que vive una londinense de treinta años rodeada de personajes llenos de claroscuros. Las situaciones que plantea son reales, tristes e hilarantes a partes iguales. En esta segunda temporada ha explorado más la personalidad de cada uno de los excelentes personajes, llevando al límite cada situación pero sin pasarse, como la obra maestra que es la cena del primer capítulo. Con esta segunda temporada le ha llegado el reconocimiento de la crítica. Ojalá Phoebe escribiendo todas nuestra ficciones en 2020. Bloody Girls
Succesion, de Adam Mckay Y Will Ferrell (HBO)
Pese a que su primera temporada no gozó la fama que merecía, esta producción de Adam Mckay y Will Ferrell, inspirada en un proyecto sobre la todopoderosa familia Murdoch que no llegó a ver la luz, ha encontrado una segunda vida a través del carácter memético de su salvaje humor negro, desbocado en esta última temporada. Casi una respuesta hacia un tipo concreto de serie, la del culebrón de billonarios, la familia Roy y todo lo que rodea a sus negocios en un enorme nido de víboras que, más que envidiable y glamuroso resulta patético y hortera… de no ser por como las consecuencias de sus actos muestran un total desprecio por las vidas ajenas y el daño que causan a su alrededor. Decisiones comerciales de cientos de empleos y asuntos de seguridad son fruto de los tejemanejes y bajas pasiones de un incontrolable grupo de malcriados, dispuestos a cobrarse sus minúsculas rencillas sin reparar en cómo su infelicidad trae consigo desgracias a todos los que se asocian por debajo de sus jerarquías. Pero el karma está en camino. Henrique Lage
Cristal Oscuro: La era de la resistencia, de Jeffrey Addiss y Will Matthews (Netflix)
Era difícil pensar que con un referente tan potente y querido por el público sobre los hombros como es la cinta original de Cristal Oscuro (1982), una serie actual producida por un gigante audiovisual como Netflix pudiera siquiera pensar en convertirse en un producto digno de su predecesora. Pero para sorpresa de todos, la serie lo es y no solo eso, sino que es un producto buenísimo que complementa y actualiza a la perfección el mundo que crearon Jim Henson y Frank Oz en los años ochenta.
Su gran éxito viene, sin duda, de la acertada decisión de mantener la estética original de la película usando marionetas y escenarios reales creados para la serie. Lo que unido al uso mínimo de los efectos digitales para proporcionar más vida a la cara de los personajes –el movimiento de los párpados o acentuar algunas expresiones faciales- y para enriquecer algunas escenas y lugares –el vuelo de las gelflings o la iluminación de las cuevas-, consigue que la serie mantenga su estilo y su marca de identidad pero mejorando algunos aspectos que en los ochenta no se podían alcanzar con los medios disponibles. En especial, los Skeksis son increíblemente realistas y aterradores, aportando ese toque oscuro y macabro que también contenía la cinta original y que sigue muy presente.
Cristal Oscuro: La era de la resistencia es uno de los grandes descubrimientos de la temporada, con la que poder ahondar más en la extensa y rica mitología del mundo de Thra y de sus diferentes razas. Esperamos con muchas ganas lo que tenga que ofrecer la segunda temporada. Ana Rodríguez
Barry, de Alec Berg y Bill Hader (HBO)
Barry es un killer infalible. Dos de dos temporadas en HBO haciendo diana entre risas incómodas. Las andanzas de Barry Block Berkman siguen dejándonos la sangre y la sonrisa congeladas. Su maquiavélico organigrama nos cogerá constantemente a pie cambiado. Su zona de confort, entre el jiji jaja y el golpe bajo no deja de evolucionar. Esa combinación de elementos no tiene rival actualmente en la televisión. Donde otros tiran de ingenio o humor negro para salvar una situación imprevisible, Barry se sostiene constantemente sobre esos dos elementos. Y además es una radiografía extraordinaria del mundo (interior y exterior) de la interpretación en la industria del cine. Ay, los actores. Kiko Vega
Steven Universe, de Rebecca Sugar (Cartoon Network)
En 2019 al pequeño Steven le ha dado tiempo a salvar el mundo, crecer y volver. Mientras que en enero terminaba la serie madre, Steven Universe (2013-2019), después nos topamos con su primera película, que ha dado paso al estreno en diciembre de los capítulos de Steven Universe: Future (2019-). No está nada mal. Y desde luego son motivos de sobra para escogerla como una de las mejores series del año.
Pero hay mucho más, ya que la serie creada por Rebecca Sugar ha demostrado ser un canto a la libertad, a la diversidad de género, a los distintos aspectos físicos, a las diferentes maneras que tenemos de responder ante la vida. Es una dulce canción que nos habla de problemas familiares, de los traumas que arrastramos, de la fuerza que reside en el amor en el sentido más amplio. Es una herida sin curar, que poco a poco empieza a cicatrizar. Es un abrazo muy fuerte que te hace sentir seguro y que te dice que, aunque a veces las cosas duelan, todo pasa y el futuro siempre llega. Elena Crimental
Dead to Me, de Liz Feldman (Netflix)
En esta época en la que sólo se pueden promocionar obras maestras mi propuesta no es perfecta pero me hizo pasar un gran rato este año. Dead to me convive a medio camino entre la comedia negra y la investigación policiaca. Sus protagonistas, Christina Applegate y Linda Cardellini, son una de esas parejas que no te dejan indiferente, entre otras cosas porque su relación pasa desde la más tierna sororidad al odio más desenfrenado. Quizá el mayor hándicap de la serie fue el difícil equilibrio entre géneros y el intentar dar una vuelta de tuerca más a la trama pero, aún así, es de agradecer el intentar hacerlo y, por lo menos, sus episodios eran cortitos, estoy cansado de series que duran una hora o más. Mariano Hortal
Russian Doll, de Natasha Lyonne, Amy Poehler y Leslye Headlan (Netflix)
Cuando salió Atrapado en el tiempo, de Harold Ramis, todo el rollo de repetir el mismo día era novedoso, pero a estas alturas es un género en sí mismo. Un género que, de por sí, puede resultar repetitivo porque, bueno, la repetición forma parte de su ADN. Lo bueno es que Russian Doll destaca por sus hallazgos formales, como esa lógica pesadillesca en que cada repetición tiene consecuencias sobre el entorno de sus protagonistas, y en el lado temático, con una historia de poso amargo y final feliz que bien podría hablar de las adicciones.
Lo que eleva esta serie al altar es la interpretación de Natasha Lyonne, por desgracia relegada a un segundo plano en Orange is the new black, que se come la pantalla con esta protagonista que sufre, llora, bebe, ríe y se desquicia hasta que recibe la iluminación. Y así cerramos el bucle, con una versión de Atrapado en el tiempo urbanita y femenina en manos de una grandísima actriz de comedia. Ya podemos dejar de repetir.
Derry Girls, de Lisa Mc Gee (Netflix)
¿Hemos terminado ya de volvernos locos con Euphoria y Watchmen? Bien. Ha llegado el momento de señalar un hecho interesante: las tres mejores series de 2019 transcurren en lugares dejados de la mano de Dios y aburridos a morir… hasta que en ellos la gente muere de verdad. Si la serie de Sam Levinson hiede a aburrimiento suburbano y Damon Lindelof se ha llevado el cómic de Alan Moore de Nueva York a Oklahoma para rendirle el mejor tributo posible, la irlandesa Lisa McGee ha vuelto la vista atrás para crear una serie que rinde homenaje a todos aquellos que (como ella misma) se comieron con patatas el conflicto del Ulster durante su edad del pavo, devolviéndonos a unos cuantos en el proceso la fe en la sitcom como formato y poniendo de relieve el hecho de que todas las adolescencias provincianas se parecen, con bombas del IRA o sin ellas. Yago García
Wayne, de Shawn Simmons (Youtube)
Ha sido un gran año, y variado, de televisión. Tanto que podría mencionar dos docenas de títulos sin demasiado problema, quizá al lector de CANINO le podría haber interesado -por ejemplo- una elogiosa defensa de Los Espookys. Pero creo que puede interesarle incluso más que lo haga con Wayne. En primer lugar, porque el piloto está disponible para todo el mundo. En segundo, porque ya ha sido cancelada. Y la tercera es que queda bastante claro que ejemplifica todo lo bueno y malo que YouTube puede ofrecer, desde su nulo sentido de lo que está haciendo o lo que quiere hacer hasta las posibilidades que realmente tenía. Porque esta serie, a medio camino entre Brick y Veronica Mars, nos trae un neonoir adolescente que se acerca por un camino más sucio al resurgir del género. Y eso es algo notable incluso en un año en el que hemos visto The Masked Singer, RAMY, Fresh Eggs, Special, Swamp Thing, Gentleman Jack, Horror Noire, I Think You Should Leave, Games People Play, Just Roll With It, Jett, Year of the Rabbit, Typewriter, The InBESTigators, Les Norton, A Black Lady Sketch Show, Good Talk, Are You Afraid of the Dark?, Evil, The Politician, Nancy Drew, Astronomy Club o Work In Progres. Ya os decía, dos docenas. Y con eso y todo creo que Wayne merece al menos un hurra por nuestra parte. Jónatan Sark
The Good Place, de Michael Schur (Netflix)
A pesar de un arranque de temporada que ha tirado por tierra buena parte de la dinámica que tan espléndidamente habían construido las tres anteriores, The Good Place ha seguido siendo este año uno de los lugares más inteligentes, agudos y fascinantes que nos ofrece el panorama actual de series. Encerrada en sí misma y en sus referencias, y aprovechándose de que ya no quedan personalidades protagonistas que desarrollar, solo explotar su demoladora química, esta mezcla de metafísica, humanismo, sitcom y ciencia-ficción rara (familiar y hard al mismo tiempo) dará carpetazo definitivo a principios de 2020. Se puede enorgullecer de habernos brindado algunos de los mejores momentos de comedia televisiva de la historia del medio. Que, llamadme loco, es algo que tiendo a valorar mucho más que la épica CGI o el epatante «te contamos la historia desordenada» que toque esta condenada semana. John Tones