‘Tuca & Bertie’ – El miedo al fracaso como símbolo generacional

Dos aves treintañeras deben hacer frente a los vaivenes de su vida en pleno s. XXI. Precariedad laboral, amistades que se distancian, parejas que no funcionan, machismo en todas sus variantes… Problemas de las mujeres actuales tratados con un humor desenfrenado que te harán identificarte con la tucán hiperactiva y la exigente pájaro cantor que protagonizan la nueva serie de Netflix.

Después de que BoJack Horseman (2014-) conquistara a la audiencia con su moderna infelicidad, estaba claro que los animales antropomórficos de apariencia afable y experiencias dolorosamente cercanas a las nuestras iban a regresar para rompernos el corazón. Y en esta ocasión lo han hecho de la mano de Lisa Hanawalt -diseñadora de producción en la serie de Raphael Bob-Waksberg-, que nos presenta las múltiples crisis que asaltan día a día a Tuca & Bertie.

Una tucán llena de energía que carece de sentido del ridículo y una entusiasta pájaro cantor que vive en un estado de constante estrés son mejores amigas y compañeras de piso. O lo eran, pues Tuca (Tiffany Haddish) se ha mudado al apartamento de encima ahora que Bertie (Ali Wong) ha dado el paso de convivir con el buenazo de su novio, el petirrojo arquitecto Speckle (Steven Yeun). Ellos tres son el eje de este loco slice of life lleno de colores brillantes y gags visuales tras los que encontramos capas y capas del dramatismo cotidiano que puebla nuestras vidas.

En busca del equilibrio perfecto

Las relaciones personales nunca son fáciles. Esta es la tesis principal de Tuca & Bertie, que, a través del vínculo que une a sus protagonistas, indaga en los altibajos emocionales y las complicaciones derivadas del contacto con los demás. La amistad y el amor están muy presentes, pero también las estructuras de poder, las inseguridades, la necesidad de comunicarse, las enfermedades mentales, los miedos y todos esos factores individuales capaces de minar cualquier relación.

Precisamente las personalidades tan diferentes de estas aves es su mayor debilidad… y su fortaleza. Aunque siempre están ahí la una para la otra, ayudándose, complementándose, hay ciertas barreras que parecen insalvables. En el episodio 7, La semana dulce, el cúmulo de roces lleva a las amigas a discutir, haciendo que se echen en cara todos aquellos detalles a los que intentan no dar importancia en pos de la convivencia. Por suerte, al final descubren que la clave reside en encontrar ese equilibrio y quedarse con lo positivo, con aquellas cosas que hacen que todo merezca la pena.

De la misma manera, Bertie debe aprender a gestionar sus manías y miedos para mantener a flote su relación con el paciente Speckle. Lidiar con los problemas propios y ajenos se convierte en la mayor aventura de nuestras protagonistas, que se enfrentan a esa pregunta universal relacionada con quiénes somos y cuál es nuestro lugar en el mundo. Así, la insatisfacción laboral, personal y sentimental se convierten en unos protagonistas más de esta alocada sitcom. Sin embargo, no debemos perder de vista que -como otras dramedias que trabajan en la misma línea, como es el caso de Girls (2012-2017) o Fleabag (2016-)-, nos muestra el punto de vista de treinteañeras de clase media-alta.

Feminismo pop

Un punto en común que comparte con estas otras ficciones de mirada femenina es que también habla del sexo y el machismo de forma directa y sin tapujos. La promoción de la ficción de Netflix ya había incidido en el fuerte peso que las mujeres tienen en ella, aprovechando el auge que el movimiento contra el machismo tiene en los medios y que ha derivado en su capitalización, como no podía ser de otra manera. Sin embargo, en sus primeros capítulos, Tuca & Bertie se muestra mucho más femenina que feminista.

TUCA & BERTIE es la nueva sensación de la animación para adultos, de manos de una de las cocreadoras de BOJACK HORSEMAN. Dos aves treintañeras que lidian con los problemas del día a día en una serie feminista y humana.

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Sus protagonistas son un fiel reflejo de la vida y problemas a los que deben enfrentarse las mujeres jóvenes en el presente. Pero, aunque hable del acoso laboral con un tono ácido y refleje otras realidades que -por desgracia- nos son comunes, pasa superficialmente por encima de ciertos temas e incluso cae en la parodia de los grupos feministas no-mixtos, como ejemplifican las charlas de asertividad que imparte la lagarta líder de Women Taking Up Space Lady (WTUS) interpretada por Kate Berlant. En estas reuniones, las mujeres quedan para aprender a alzar la voz contra el patriarcado. O esa es la teoría, pues, en realidad, solo realizan actividades tan ridículas y falocéntricas como meterse una patata en la entrepierna para ponerse en la piel del opresor. De nuevo, esto nos lleva a tener un punto de vista sesgado, en este caso, por el peso de lo cisheteronormativo. Aunque, al menos, la ficción cuenta con una gran diversidad racial en su reparto.

Sin embargo, si somos capaces de ver más allá de este punto inicial, descubriremos que precisamente la naturalidad con la que muestra ciertos elementos le otorga muchísima verdad a lo que está contando. Que un compañero de trabajo -adecuadamente llamado Dirk (John Early)- te haga comentarios inadecuados sobre tu cuerpo o que tu jefe pastelero -Pastry Pete (Reggie Watts)- aproveche la clara situación de poder que ejerce para hacerte sentir incómoda hasta límites físicos son, por desgracia, realidades cotidianas para muchas mujeres. Por este mismo motivo, la serie va a conectar más con quienes han experimentado dichas situaciones, mientras que los hombres tienen una interesante oportunidad de ponerse en la piel de quienes sufren discriminaciones que normalmente escapan a su atención.

Pero es Los lagos Gelatina, el penúltimo episodio, cuando la serie de verdad aprovecha para lanzar un claro mensaje de sororidad. En todo el capítulo solo hablan mujeres, mujeres distintas, mujeres diversas, mujeres reales que comparten momentos de complicidad, intimidad y honestidad. Que se ayudan, se cuidan y se apoyan. Que no culpabilizan a la víctima de una violación, ni restan importancia a su sufrimiento. Mujeres que entienden el machismo imperante y que se unen para luchar contra él. Mujeres que trabajan juntas dentro y fuera del episodio, pues en los departamentos de dirección y guión son ellas las que predominan, y eso se nota.  

Colorida angustia existencial

Pero no solo de fondo vive una serie. La forma también importa. Y en Tuca & Bertie saben exprimirla al máximo. Por eso nos encontramos ante colores saturados, cuerpos que se mueven de manera imposible, animaciones que cambian sin previo aviso y gags tan locos como una anciana convirtiéndose en máquina expendedora o una teta que se cansa del acoso que sufre y se va de fiesta. En sus 10 capítulos no hay ni un momento de respiro. La acción es tan loca, los chistes tan absurdos -esa tarta de cadáver del primer episodio-, que es como si a la pochez de BoJack le sumaras la energía incesante de Bob Esponja (1999-) o El asombroso mundo de Gumball (2011-), todo ello acompañado de una excelente banda sonora compuesta por Jesse Novak. La mezcla es tan agotadora como irresistible.

Esta estética no hace más que reforzar su mensaje: la angustia y la sensación de estar perdido que une a toda una generación. Los millennials viven con miedo al fracaso, un miedo que Tuca verbaliza cuando explica que no sabe qué hacer con su precaria vida, que Bertie vive cuando sus inseguridades se la comen y evita ir al trabajo para no tener que enfrentarse a ellas. Estos sentimientos con los que es tan fácil identificarse son precisamente su mayor acierto, pues sabe aunar las miserias humanas con el humor y las referencias pop, regalándonos momentos tan memorables como el capítulo musical dedicado a la ansiedad, Ladillas.

Gracias a esta combinación, Tuca & Bertie consigue abrazar los tropos de la sitcom y estirarlos hasta desdibujarlos, mezclando sus esquemas con altas dosis de surrealismo, ironía, diálogos irreverentes y mucho histrionismo. Eso la convierte a la vez en un cóctel no apto para todos los espectadores y en una de las series más interesantes que ha estrenado la plataforma de streaming. También demuestra la consolidación de la animación para adultos como un espejo al alma de los problemas e inquietudes de su target young adult, que encuentra en la sinceridad de productos como los mencionados o Aggretsuko (2018-) un verdadero reflejo de sus vidas, especialmente si eres una mujer joven en busca de tu lugar en el mundo.

Por eso, si algo nos enseña esta alocada comedia llena de vitalidad, es que seguimos viviendo en una sociedad profundamente cambiante, machista, complicada y plagada de convencionalismos absurdos. Pero, también, que las relaciones personales deben cuidarse y que, al final del día, la amistad es lo que nos va a permitir seguir adelante. Porque si estas dos aves pueden aprender y crecer juntas, todavía queda esperanza para todos.

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