El cine español no suele dar grandes comedias románticas en la pantalla. Acaban siempre en personajes rijosos, fruto de años de educación católica, o en imitaciones faux de los modelos franceses o anglosajones. Existen pocas excepciones: Mujeres al borde de un ataque de nervios ( 1988) o la infravalorada Pagafantas (2009). Las películas recientes, así, se quedan o bien cortas de mecha, como todo el cine de Sánchez-Arévalo, o demasiado pasadas de vueltas y poco integradas dramáticamente.
En ese sentido, es notable el riesgo de Norberto Ramos del Val y sus guionistas en forzar una situación simple, una cita fortuita en el Madrid actual hasta límites de delirio. Los dos protagonistas, Toni e Irene (unos notables Edu Ferres y Ann Perelló), comienzan con un juego irónico que aquí deviene en violencia, gritos y una lucha de voluntades más propia del cine de terror. Esta es la oportunidad para que el director, en su primer trabajo con cierta pericia visual, pueda filmar escenas propias de un violento thriller, que jamás nadie pensaría apropiadas para una película de este tipo. Un tipo de terror, y esto resulta curioso, que en ningún caso está impostado o que llegue con cierta excusa de cine de género, sino que es la evolución de un duelo diamantino entre estos improvisados amantes. El mantenimiento de esta tensión dramática, que alcanza casi la locura al final, deja caer la posibilidad incluso de que este texto pudiera funcionar como obra de teatro.
¿Cómo se ha llegado a esto? ¿Por qué tanto odio entre este improvisado dúo? Los dos protagonistas se lanzan la pelota, en un tono propio del mejor Alex de la Iglesia, no cayendo jamás en el juego de la seducción. Ante la imposibilidad de cualquier empatía, creyendo en el otro como un aprovechado sexual, tanto Toni como Irene disfrutan más del sadismo que de cualquier gratificación. ¿Testimonio del cinismo de los tiempos? ¿Exageración para forzar la comedia? Más bien, y esto es importante, demostración en la gran pantalla de cómo las relaciones actuales distan cada vez más de la comedia romántica, felizmente destruida para todos menos para las hipotecas sin pagar de Meg Ryan. En cada humillación del joven modernito Toni y la manic pixie dream girl Irene se muestra una visión más real de las relaciones actuales que en almibaradas comedias hispanas recientes como Nuestros amantes (2016) o Ahora o nunca (2015).
Incluso la interpretación de Ann Perelló es reveladora por como se muestra el arquetipo citado, Manic Pixie Dream Girl, sin ningún tipo de impostura; con el filo necesario, tal como lo enunció Nathan Rabin en A.V. Club. Con excelentes diálogos, unas interpretaciones agudas y un buen pulso dramático, Norberto consigue su mejor película y un trabajo que podría inaugurar en España una escena de comedias brutas sobre las relaciones actuales.