Los Reyes magos se han ido, pero los Ladrones de juguetes se quedan: recordamos a WAQ, uno de los grupos más inclasificables del pop español, con este hit que nunca fue.
Su nombre sonaba a exclamación de sorpresa, al acrónimo de una organización de supervillanos o una unidad de energía. Pero, en realidad, los misterios de WAQ eran de otra índole: la de esos grupos que, si bien geniales, quedan condenados a la oscuridad por haber llegado a un mal lugar en un mal momento. El mal lugar, cómo no, era España, y el mal momento, el de esa post-Movida que tan difícil se lo puso a los proyectos alejados de un canon que se pretendía nuevo, pero que tardó muy poco en volverse tan rancio como aquel al que sustituía.
Fundado por Miguel Ramos y Antonio González en torno a 1982, WAQ llegaron a la palestra en 1982, el año de El eterno femenino (La Mode), el Grandes Éxitos de Alaska y Los Pegamoides y El acto, de Parálisis Permanente. Un momento, pues, en el que parte del pescado ya estaba vendido, pero en el cual las formas de la modernidad ya estaban lo bastante codificadas como para ponérselo difícil a un par de excéntricos como ellos: cuando uno habita en una época en la que todo es glamour y oropel, ponerle a su maxi de debut un título tan prosáico (y tan provocador, según se mire) como Las cebollas es un pecado que se paga caro. Aun así, Ramos y González consiguieron cierta repercusión gracias al que acabó siendo el tema más conocido de esta discografía: la arrolladora Ladrones de juguetes.
Agraciado por un videoclip elaborado por el programa de TVE Pista libre (sí: hubo una época en la que la televisión pública servía para estas cosas), Ladrones de juguetes es la canción más directa de WAQ. Y también una canción en la cual, según el libro de estilo de Vainica Doble, un tono supuestamente infantil sirve para esconder un resentimiento considerable: si los Reyes Magos nunca hacen acto de presencia, afirma la letra, bien está echarse al monte y dedicarse al robo de coches, cocinitas y muñecas que cantan, lloran y hablan. Tras armar un pequeño revuelo con el tema entre el público más enterado, WAQ publicó otro maxi-single (Mira por donde, 1983) y pasó un lustro en hibernación antes de debutar en largo con el elepé Guisantes con jamón (1988) antes de irse a ese mismo cielo en el que habitan Eslogan, Melodrama, Iluminados, Patrullero Mancuso y todos los demás grupos españoles en cuyo vocabulario nunca cupo la palabra «normalidad». Un recopilatorio editado por Subterfuge en 1999, bajo su subsello Canciones desde la tumba, rescató casi toda su producción.
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