‘Vengadores: Infinity War’ o el sacrificio de Kevin Feige

En Vengadores: Infinity War Thanos advierte de los límites del crecimiento y pretende eliminar a la mitad del universo marvelita para que la otra mitad pueda prosperar y vivir en paz. Sin embargo, para nosotros el verdadero villano tras la cortina es el todo poderoso productor Kevin Feige, que lidia con un universo en expansión infinita y los contratos finitos de los actores y el aguante del público.

OJO: Bien de spoilers

Toda película es un documental de su propio rodaje. Es una hermosa idea de Jacques Rivette: que la realidad frente a la cámara se filtra de alguna manera en la ficción. Como la química entre Humphrey Bogart y Lauren Bacall cuando se enamoraron en el rodaje de Tener y no tener (1945) y Hawks supo hacerlo notar en la pantalla, al mismo tiempo película y documento de un enamoramiento, y si no, fíjense en sus miradas. La idea sigue siendo válida, a pesar del cine digital, y tal vez sobre todo en los grandes blockbusters si me permiten un matiz: todo blockbuster es un documental de sus condiciones de producción.




Desde hace algunos años quien esto escribe acude a cada estreno de Marvel con la curiosidad morbosa de ver cuándo va a desplomarse la pirámide de cartas que el todopoderoso productor Kevin Feige tiene entre sus garras, de ver cuánto podrán seguir estirando y estirando el Universo Cinematográfico Marvel (en adelante MCU por sus siglas en inglés) antes de sufrir un Gran Colapso por las contradicciones internas de su expansión. Como cuando en el Risk alguien expande demasiado su imperio en un turno. Y si algo tenía Vengadores: Infinity War (2018) eran contradicciones que afrontar. Dentro de la propia película, el reto de cómo acumular más de veinte personajes principales y docenas de secundarios, crear batallas entre todos ellos y sobrevivir al caos en el intento. En el marco del MCU, cómo seguir expandiendo ilimitadamente un universo con recursos finitos, porque no sólo los espectadores tenemos un límite en la dependencia entre películas que estamos dispuestos a soportar, sino que los superhéroes tienen, amén de alter ego, a un actor real interpretándolos. Y estos contratos que se acaban. Ya me estaba frotando las manos: la gigante pirámide de cartas iba a colapsar.

Pero no. Infinity War mola, y no solo por ser la película más entretenida de los Russo, que por lo demás siguen sin tener la personalidad de un Whedon ni la libertad de que gozaron en Capitán América: Soldado de invierno (2014). Tampoco es solo que me divirtiera el gatillazo de Hulk, que ha descubierto el miedo tras experimentar por primera vez el dolor y la derrota, o que un escalofrío recorriera mi espina dorsal ante el sentimiento trágico que transmite Red Skull. El hilo temático es bastante bobo y melodramático si se piensa: cada personaje debe decidir entre su misión o un ser querido (Thanos entre la Gema del alma y la vida de Gamora; Doctor Strange entre la Gema del tiempo y salvar a Iron Man; Peter Quill/Star-Lord entre matar a Gamora, como le ha jurado, o dejarla en manos de Thanos; o lo mismo respecto a Visión y Bruja Escarlata y así en etcétera). Pero funciona porque articula todas las contradicciones del MCU y las resuelve con una sencillez y claridad asombrosas y, además, las tematiza en la propia película: Thanos quiere sacrificar a la mitad del universo para que se pueda seguir expandiendo. Como Kevin Feige.

El Guantelete del Infinito o cómo agrupar a los héroes

Desde este punto de vista el Guantelete del Infinito, antes que un poderoso icono o un truco para vender juguetes es un sencillo y eficaz dispositivo narrativo. Las Gemas del Infinito han sido sembradas y desperdigadas gradualmente a lo largo de las películas anteriores y ahora viene Thanos con la intención de juntarlas en su mano. Sencillo, fácil, claro y arquitectónicamente eficaz para estructurar un ambicioso crossover entre Vengadores, Guardianes de la Galaxia y secundarios diversos. Y una vez en Infinity War, el Guantelete del Infinito permite separar a los personajes en bloques, cruzarlos y separarlos según sea oportuno. Capitán América: Civil War (2016) sirvió de ensayo a los Russo. Los enfrentamientos entre grupos de personajes rozaban entonces el límite del fracaso, divididos entre la dedicación en serie demandada por cada personaje y enfrentamiento 1v1, y la lógica caótica y en paralelo de una batalla; a veces parecía que los héroes jugaban a las palmas fuera de campo esperando su turno. Un problema que el Guantelete soluciona con eficacia (aunque, para ser honestos con Civili War, también es más fácil si los personajes luchan contra una masa indiferenciada de monstruos alienígenas que si luchan entre sí).

Con la misma sencillez y transparencia con que el Guantelete articula las tramas, las Gemas del Infinito introducen y tematizan las posibilidades de la posproducción, especialmente de la tecnología digital. Cada vez que una Gema es activada, un efecto especial irrumpe en la realidad filmada por la cámara. Así, la Gema de la Mente explicita la recreación sintética de un personaje como Visión a partir del actor Paul Bettany, el maquillaje y los efectos digitales; la Gema del Poder encarna el espectáculo elevado a la enésima potencia por las nuevas tecnologías para simular una capacidad destructora nunca vista; la Gema del Espacio hace cierta aquella frase de Godard de que en el cine «cada corte es una mentira» (y una potencial ruptura con la continuidad espacial); y en las Gemas del Tiempo y de la Realidad, donde más brilla la película, se muestran las posibilidades del CGI y de un presupuesto colosal para crear imaginativos simulacros e intervenir en el entorno y los cuerpos. ¿Y la Gema del Alma? Aun no ha sido usada, pero una conversación entre Thanos y una pequeña Gamora en un mundo con los colores anaranjados de la gema tal vez la relacione con universos paralelos.

Con semejante Guantelete y tecnología se pueden superar todos los límites y contradicciones, tan fecundos, que antes oponía la realidad al cine. Y cuando todas las gemas se juntan, Thanos o un productor endiablado puede desvanecer a la mitad del universo conocido con un chasquido.

Thanos o cómo resetear el MCU

Thanos es un villano poderoso y trágico, con nobles intenciones. Probablemente el mayor hallazgo de la película. Le mueve «sentir desesperadamente que tienes razón pero fracasar a pesar de todo«. Thanos ha leído a Malthus y sabe que el crecimiento no es ilimitado, que no hay recursos infinitos y que el ritmo de crecimiento de la humanidad (y demás razas y especies) está condenado a llegar a un punto de contracción y de miseria. Probablemente como el propio crecimiento del MCU. Para salvar al universo de los problemas de superpoblación y miseria, Thanos pretende eliminar equitativamente a la mitad de la población. Matar al cincuenta por cierto de cada planeta para que el otro cincuenta pueda prosperar. Al azar, sin distinciones de clase, raza, sexo o religión. Es su deber trágico.

A su manera, Thanos es el alter ego de Kevin Feige y Marvel Studios. Necesariamente esta vez el villano iba a salirse con la suya, y la mitad de la población del MCU será desvanecida a lo The Leftovers (2014-2017), incluidos los superhéroes. Como dice el Doctor Strange antes de desvanecerse: «no había otra opción«. Aunque todo indica que en Vengadores 4 a Thanos-Feige le sobrevendrán los escrúpulos y tanto héroe desvanecido será rehabilitado… bajo nuevas condiciones, porque lo brillante de Infinity War es la inteligencia con que sus creadores están resolviendo sus problemas y preparando un reinicio y puesta a punto del universo para una nueva fase de expansión. Ni siquiera George R. R. Martin se atrevería a matar de un chasquido a Spider-Man, Black Panther, Nick Fury y casi todos los Guardianes de la Galaxia. Porque, por supuesto, Feige juega con las cartas marcadas y aquí las pérdidas no son ni equitativas ni azarosas. ¡Casi todos los actores desvanecidos ya han firmado para próximas películas!

El asunto es aún más bonito, enrevesado y contradictorio si vemos en Thanos a un ecologista pasado de rosca en la línea del papel de Samuel L. Jackson en Kingsman (2014) y no sé qué debemos pensar de que los villanos más carismáticos del cine comercial reciente sean ecologistas-. A un lado Thanos, que advierte de los límites del crecimiento; al otro, los Vengadores, los héroes del capitalismo defendiendo la fantasía de un crecimiento infinito. Entonces Marvel Studios se desdobla para identificar al público con los unos mientras hace triunfar, por necesidad, al otro. Todo resulta bastante esquizofrénico y augura una continuación de rumbos psicodélicos con los que resolver tantas contradicciones mediante soluciones cósmicas y fantasías -en la realidad irrealizables- de la Nueva Era. No tan distinto a lo que pasaba en los cómics.

Hay más. Ver cómo la estructura, la trama y hasta la puesta en escena de Infinity War responden a las propias contradicciones internas del sistema de producción de Marvel Studios no sólo nos permite valorar la inteligencia de sus artífices, permite incluso apuntar hacia dónde irá la próxima película y el futuro del MCU.

Vengadores 4 o el nuevo orden del MCU

Suceda lo que suceda en la próxima película de los Vengadores, y teniendo en cuenta que antes tendrán lugar el debut de Capitana Marvel (2019) y las peripecias de Ant-Man y la Avispa (2018), ambas con repercusiones importantes en el MCU, es lógico hacia dónde se dirigen sus artífices: emplear el desvanecimiento producido por Thanos para resolver el problema de los contratos, el relevo generacional y dirigirse hacia una nueva fase de crecimiento con secuelas de los personajes que permanezcan, más la aparición de otros nuevos. Infinity War surgió como una estrategia en dos partes: el Apocalipsis y el Nuevo Orden.

Un vistazo a la situación de los contratos y el estado de cada personaje es lo suficientemente elocuente. Sobreviven al genocidio de Thanos Iron Man, Thor, Capitán América, Hulk, Viuda Negra (los Vengadores veteranos), Nébula y Rocket. Entre los desvanecidos, Spider-Man, Black Panther, Star Lord, Drax, Mantis, Groot, Bruja Escarlata, Bucky, Falcon, Dr. Strange, Maria Hill y Nick Fury, la mayoría tienen próximas películas bajo contrato. Puede que alguno de ellos, como Rocket, haya quedado en el lado equivocado, pero es necesario para dinamizar aquello que está por venir. En cualquier caso y en general, los personajes desvanecidos son relativamente recientes y todos tienen aún sus contratos en activo; los que permanecen, y muy especialmente el grupo originario de los Vengadores, son veteranos y están finalizando sus contratos. Parece que, indiferentemente a cómo lo resuelva Kevin Feige y su equipo, Vengadores 4 deberá traer de vuelta a los que se “marcharon” y despedir a los que se quedaron. ¿O no?

Ahora que están juntas todas las Gemas del infinito en el puño de Thanos parece necesario volver a dividir en bloques a los personajes, y dividirlos entre desvanecidos y no desvanecidos es otro remedio sencillo y funcional. Y sin necesidad de recurrir a priori, aunque parece probable, a paradojas temporales. La situación recuerda a la mencionada The Leftovers, incluyendo la exploración del duelo de los que se quedaron: atención a la relación maestro-discípulo de Spider-Man y Iron Man y al sentimiento de culpa que le queda a Stark cuando Peter se desvanece en sus brazos. De nuevo, la producción condiciona el rumbo del blockbuster.

Tal vez sea en este punto donde intervenga la Gema del Alma, puede que el puente entre ambos universos, y aquella visión de tonos anaranjados donde Thanos confesaba a la pequeña Gamora que lo ha sacrificado todo. Y probablemente sea también donde intervenga Capitana Marvel. Como ha hecho Marvel en otras ocasiones, guardar a los personajes e intérpretes principales en un universo siempre disponible por si se firma un nuevo contrato, y centrarse en otro nuevo, es una solución cómoda e inmejorable.

Probablemente Vengadores: Infinity War sea una película diseñada en un despacho en el piso más alto de las oficinas Marvel, entre la sala de juegos, los salones de brainstorming y el departamento de marketing, pero muestra e indaga abiertamente en sus costuras. En nuestro mundo de cromas y simulacros, Infinity War es al mismo tiempo una correcta superproducción y un documental sobre los desafíos y respuestas del blockbuster contemporáneo. En realidad, se trata del gran tema de nuestro universo: cómo sostener con dinero, tecnología y fantasía el “más y más todavía” cuando el colapso se sabe inevitable.

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