Viñetas en liza: historia del humor gráfico en la Guerra Civil

A lo largo de los tres años en los que España se enfrentó en dos bandos, las publicaciones periódicas con enfoque cómico escasearon, dejando paso a los tartarinescos textos ideologizados de la propaganda de las distintas secciones. Los años que cambiaron la historia de nuestro país para siempre tuvieron un reflejo particular en la viñeta de su tiempo.

“La actitud más cierta ante la efimeridad de la vida es el humor”
Ramón Gómez de la Serna, Gravedad e importancia del humorismo en La Revista de Occidente, n. 28, 1930

 

Es el año 1938; estío en el río Ebro. En un lado de la trinchera, en Pinell, un soldado sublevado lee una revista de humor, se llama La Ametralladora; en el otro lado, un poco al norte, en La Figuera, un lugarteniente de la CNT se ríe a carcajadas con una viñeta del pasquín No veas. Las dos nacieron de la nada el año anterior. Las viejas revistas, centradas en la caricatura de usos y costumbres y en la parodia de los políticos en Cortes, desaparecieron. Los mandos, los combatientes, buscan un humor de batalla que alivie sus sufrimientos y penurias en un conflicto donde el hambre, la miseria y la mezquindad son la única realidad.

Como recuerda Francisco Segado Boj en su reciente libro sobre el humor gráfico en los setenta “los humoristas gráficos desempeñan, en cierto modo, la función de portavoz de diversos sectores de la opinión pública”. Si esa opinión pública, entonces, es destruida después de un golpe de estado, ¿cuáles serán los objetos crítica o sátira entonces?

Militares al inicio de la guerra. Keytone/Getty Images

Militares al inicio de la guerra. Keytone/Getty Images

En efecto: el otro bando. El experto en el periodo Jorge L. Catalá-Carrasco, cita en Vanguardia y humorismo cómo “el proceso de polarización” llevó a un “rechazo del arte puro”. Como consecuencia el humor será todo menos imaginativo; atrás quedarán los juegos surreales de las revistas vanguardistas, el estilete de Clarín o las buñueladas modernistas. Los cómicos serán soldados al servicio de una causa, justa o injusta.

Marco histórico

Ernest Hemmingway, centro, junto a Ilya Ehrenburg y Gustav Regler, a izquierda y derecha. Hemingway Photograph Collection

Ernest Hemmingway, centro, junto a Ilya Ehrenburg y Gustav Regler, a izquierda y derecha. Hemingway Photograph Collection

Los años previos a la guerra del año 36 estaban dominados por la revista Gracia y Justicia en el ámbito conservador, los magazines El Be Negre y Papitu en el contexto catalán, los epígonos surrealistas de Gutiérrez o Buen-humor y en el bando republicano e izquierdista La Traca.

Estas revistas defendían distintas cosmovisiones, todavía bajo la perspectiva de la libertad de prensa bajo la constitución del año 31 (que aunque amplia, perseguía fuertemente las publicaciones antirrepublicanas, como ha estudiado recientemente Justino Sinova en su libro sobre la prensa del periodo). Así, Gracia y Justicia, semanario en la órbita de la CEDA y esa derecha provincial castellana, suele centrar sus chistes en los enemigos políticos habituales como los republicanos, ateos y rojos. Un humorista, Sanchidrían, realiza esta comparación sesgada entre votar a la izquierda y la derecha en un marco explosivo como enero del año 1936:

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El humor, todavía sutil, deja entrever el chiste de clase, esencial en el mundo conservador de los años treinta. En sus páginas, donde el dibujante estrella es Kin (Joaquín de Alba), muestra siempre a diputados como Manuel Azaña o Indalecio Prieto travestidos de ladrones de gran volumen físico. La revista, que llamará abiertamente al golpe luego de las elecciones que gana el Frente Popular, fue suspendida por el gobierno republicano de izquierdas.

En el ámbito nacionalista, un hervidero de publicaciones ilustradas desde el siglo XIX tuvo sus referentes en las citadas Papitu y El Be Negre. Eran herederas de la sátira de ¡Cu-Cut!, en la cual el propio fundador de Papitu, Feliu Elías, fue dibujante. Papitu fue pionera del humor erótico en catalán, ya que estaba dominada por chistes como éste para enero de 1936. Si bien en origen pretendía ser una publicación comprometida, las mujeres semi-desnudas, sugerentes -siguiendo modelos franceses-, dominarán sus últimos números.

“¡Y qué borrachera ha cogido mi marido! ¡Cualquiera diría que esta es mi noche de bodas!”

“¡Y qué borrachera ha cogido mi marido! ¡Cualquiera diría que esta es mi noche de bodas!”

Más deudora del espíritu de clase de la burguesía intelectual catalana, aún crítica, El Be Negre (El Cordero Negro) de Josep María Planes no abandonará la sátira, dirigiéndose a todos los estamentos. Moderna y europeísta, con nombres como Josep M. de Segarra o Eugeni Xammar, se pretendía una versión catalana del célebre Le Canard Enchainé (fundado para 1915 en Francia, y que todavía sobrevive).

Los tres enemigos del diario serán la vieja burguesía catalana, el pistolerismo anarquista y el “Madrit” burocrático e ineficiente. En mayo de 1936, apenas dos meses antes de la Guerra Civil, se reirán de la campaña de El Imparcial contra el estatuto de Cataluña con esta portada:

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Se clama con mucha sorna contra el “separatismo” de Castilla y León, lo que históricamente es certero: a inicios del año 36 la II República empezó a debatir el estatuto de esta región, como ha estudiado recientemente Rubén Domínguez Méndez. Este semanario no sobrevivirá a la muerte de su dueño, Planes, por pistoleros de las FAI en agosto del año 36.

Un poco antes, el estatuto catalán, en el año 31, ya supuso algunas portadas de Gutiérrez, semanario señero del absurdo capitolino y clave en la posterior La Ametralladora. Llegaron, en una portada, a poner «España» de nombre a una salchicha de la que se cortaba un trozo llamado «Cataluña». Pero lo interesante de esta revista, en cierto sentido, no era tanto su sesgo derechista como la incorporación de las semillas del absurdo que eclosionarían en los años cuarenta. Es decir, este semanario, nacido en 1927, verá a todos los nombres de una nueva generación cómica: Jardiel Poncela, Edgar Neville, Miguel Mihura y, especialmente, Ramón Gómez de la Serna.

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Francisco Umbral siempre afirmó de manera clarividente que el 27 era una “prolongación” del autor de las Greguerías y su humor absurdo, nunca malicioso, domina la publicación. Así, esa visión “infantil”, entre surreal y dadaísta, da una perspectiva distinta a la aburrida realidad de los primeros años de la República. Desaparecerá en el año 35, con la radicalización del discurso político.

La última revista anterior a la guerra civil, la valenciana La Traca, es un pasquín que ya venía del XIX, del año 1887, y se inspiró en origen con los ideales republicanos y anticlericales del escritor Vicente Blasco-Ibáñez. Esta publicación levantina, que supuso un éxito de tirada especialmente al inicio de la II República con su versión en castellano (más de 500.000 ejemplares, según Catalá-Carrasco), estará centrada en la mofa y befa de los enemigos del nuevo régimen: aristócratas y curas. Aquí una viñeta del año 31 que resume bien las obsesiones de esta publicación:

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La revista sobrevivirá a la Guerra Civil, todavía más radical, pero desaparecerá después del derrumbe del bando republicano en el año 38. Su fundador, Vicent Miquel Carceller, morirá fusilado por ser “autor de un delito de adhesión a la rebelión militar” el 28 de junio de 1940. En una paradoja tremenda había escrito una carta de clemencia con bastante ironía a Franco en la propia revista el 28 de julio de 1937: “serénate un poco y perdona a este canalla, que, si siempre te atacó, hoy se arrepiente y te alaba”.

No hubo clemencia: a partir del año 36, el humor de costumbres dejó pasó al que salía de la punta de los lápices; improvisadas bayonetas de las nuevas trincheras de papel de los dos bandos.

En lucha contra “el paraíso fascista”

Cartel del Partido Comunista para el año 38

Cartel del Partido Comunista para el año 38

La guerra va a favorecer una prensa de partido en los dos bandos, pero también a dar pie a muchas nuevas publicaciones asociadas a las secciones, milicias y facciones de la República. De julio a noviembre van a florecer pasquines, casi mensualmente, a medida que el ejército franquista se aproxime a Madrid. El escritor Modesto Sánchez de las Casas, en un libro sobre la prensa en guerra para 1987 de la Asociación de Prensa de Madrid, cree que la movilización de la capital fue “cívica” y se enfrentó al ataque de los sublevados. Eusebio Cimorra, periodista en Mundo obrero, en otro capítulo de esa publicación llega a dar el sorprendente número de 150 publicaciones para 1937 en la capital.

Estas revistas y periódicos tienen o bien cierto carácter obrero (en oposición a la vieja prensa burguesa), o son más bien diarios de tipo intelectual. Este último será, por ejemplo, el camino del ABC de Madrid, incautado ya el 20 de julio de 1936 y domeñado por la izquierda republicana. Tuñón de Lara consideró que los medios republicanos daban más importancia a la “cultura”, pero en todo caso sería siempre aquellos afiliados a cierta intelligentsia socialista, de tirada minoritaria. La más satírica de estas últimas revistas literarias es El Mono Azul, que agrupaba a la intelectualidad de izquierda de la República bajo el amparo de Rafael Alberti y su Alianza de Intelectuales Antifascistas.

Portada del primero número de la revista, en agosto del 36

Portada del primero número de la revista, en agosto del 36

Se vale de la lírica satírica como muestra esta chanza contra el general Emilio Mola, al que comparan con un toro de lidia en noviembre del año 1936.

¿Sus enemigos? Todo intelectual que apoye al bando nacional: Gregorio Marañón, Miguel de Unamuno, etc. La filósofa María Zambrano recuerda que esta publicación, a pesar del tono literario, estaba dirigida a las masas y buscaba “este traje sencillo de la guerra, este uniforme espontáneo del ejército popular”. De vez en cuando, también, muestran viñetas con sesgo político, donde se denuncia casi siempre el aislacionismo al que se ha condenado a la República. Una viñeta ocurrente, en este final del año 36, son varios maniquíes que se muestran como ejemplo del pasado. Está firmada por Ramón Gaya, pintor y escritor vinculado a este grupo de Alberti que hubo de sufrir el exilio.

Esta “hoja semanal”, un volante insertado en el periódico La Voz, duró hasta el año 1939.

Esta “hoja semanal”, un volante insertado en el periódico La Voz, duró hasta el año 1939.

En el resto de publicaciones, podemos destacar diarios de tipo obrerista como La Joven Guardia (boletín de las Juventudes Socialistas Unificadas) que se edita a lo largo del año 36 y que tenía colaboraciones cómicas en viñetas de dibujantes como Darío o Oses. Este último hizo esta aguda viñeta para octubre del año de inicio de la guerra:

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Otra publicación, Trincheras, emanada de las juventudes obreras también, mostraba viñetas de este modo en julio de 1937.

La Hora: Diario de la Juventud, nacida también en 1937, fue el pasquín de mayor éxito y durará hasta mayo de 1938. Según Catalá-Carrasco este diario “fue probablemente el que mayor presencia de historietas” tuvo de todos los periódicos izquierdistas; especialmente gracias a las tiras cómicas del dibujante Ley (José Soriano Izquierdo). Casi siempre suele abrir con un recuadro, arriba a la derecha, en la que se muestra una crítica a los sublevados como títeres de los poderes fascistas.

Avanzada la guerra, llegará a tener una sección infantil llamada “Historias para niños” donde se pretendía aligerar el conflicto a los niños mostrándosela a través de dibujos, como una fábula. Llegado el 38, siguiendo la ofensiva triunfalista del Ebro, esta revista tendrá más textos cómicos con secciones como Humor, donde empieza a vislumbrase el chiste costumbrista, y una sección de chanza llamada Rincón del Cinismo donde se ríen del bando contrario a través de lo más carpetovetónico de sus publicaciones.

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Lo curioso de esta página, por otra parte, es que el carácter rijoso de estos textos, tan propios de la educación nacional católica, también está en los chistes propios de la publicación: ahí está este tremendo aforismo -que habría aplaudido Luis Carandell– al lado de esta sección paródica de los fascistas. Estos citados ejemplos, alejados del intelectualismo del Mono Azul, mezclan la propaganda, las acusaciones contra el enemigo y las recomendaciones en el campo de batalla. No se pueden considerar publicaciones cómicas, pero sí se apoyan en viñetas a la hora de apuntalar un discurso muy marcado. Las únicas revistas cómicas puras, entonces, que dominarán el bando republicano serán la citada La Traca y los semanarios L’Esquella de la Torratxa y el efímero pero fundamental No veas.

Torratxa… era una publicación de humorismo gráfico catalán proveniente del siglo XIX y se inspiraba en origen en las viejas ideas del federalismo republicano de Pi y Margall. Incautada al inicio de la guerra por la UGT, vio aparecer a dibujantes célebres como Calders o Tisner. Sorprende, en cualquier caso, el acento reposado y blanco de los textos, poco combativos, y que es casi opuesta a las publicaciones anteriormente citadas. De hecho, llegan a publicarse reportajes celebratorios, casi publirreportajes, de las fábricas catalanas en plena guerra civil. Su estilo puede verse en esta viñeta del valenciano Ernesto Guasp de abril de 1937, muy alejada del frentismo de las publicaciones que se distribuían en la capital.

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Es la guerra reducida a una simple chanza sobre una anciana que no sabe cómo se va a misa. Los últimos números, con la guerra acercándose a Cataluña, acabaron con este humor suave. Su última publicación, en enero de 1939, mostraba una viñeta de Franco a lomos de un toro acometiendo a un miliciano. En la caricatura, este último paraba el toro; en la realidad, el ejército franquista no pudo ser detenido.

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Para terminar entre los republicanos, lo más cercano a una publicación cómica pura en Madrid fue la radical No veas. Este folletín, sin duda, es el más vehemente de todos y estaba inspirado por el pintor y cartelista José Bardasano Baos y mostraba con crueldad e ímpetu los defectos y carácter de los alzados en armas. De vida efímera, de mayo a septiembre de 1937, encapsula bien el espíritu del Madrid sitiado en sus múltiples viñetas.

Aquí todo aquello que representa el conservadurismo es atacado sin piedad: los sombreros de copa, las señoras bien, el clasismo o el militarismo atroz. Este último, representado para los capitolinos en los incesantes bombardeos, se resume bien en esta viñeta:

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Pero son muy ocurrentes, también, sus chistes contra la sociedad “guapa”, a la que cambia sus atuendos acicalados por el mono obrero en esta página de agosto de 1937.

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Una buena respuesta, sagaz, al humor de clase que domina la prensa de derechas. Otras viñetas, más desafortunadas, hacen sangre con los protegidos de las embajadas en Madrid: la llamada “quinta columna” que vivía bajo el terror de las secciones de la capital sitiada, tal como cita en sus obras el historiador estadounidense Stanley G. Payne. Un caso de revista radical de humor, sin cortapisas, que buscaba responder a ese hito del humor que sería la semilla de La Codorniz en el otro bando.

Se vende hoz y martillo, fin de temporada

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En la entrevista de Iván Tubau con el dibujante Tono (Antonio Lara de Gavilán) -en su brillante historia del humor gráfico De Tono a Perich (1973)- este último responde que el humor gráfico es “el punto en la i de la actualidad”. Esta contestación, casi un aforismo, demuestra el talento que debido a la Guerra Civil acabó germinando en La Ametralladora, el referente clásico del humorismo de derechas en la guerra civil.

La zona sublevada, la zona franquista, instituyó una delegación de Prensa y Propaganda a través de Nicolás Franco, hermano del dictador. Sinova interpreta que el objeto de esta fundación era “dar a conocer el carácter del Movimiento Nacional”, puesto que existía una “calumniosa campaña” por parte de los “rojos” entre los gobiernos internacionales. Uno de los extraños frutos afortunados de esta política reaccionaria, que imitaba los modelos fascistas continentales, es la fundación el 25 de enero de 1937 de La Ametralladora.

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Un verdadero esfuerzo técnico, con portadas y contraportadas a color, que resultó en un semanario gráfico dedicado al combatiente basado en inicio en el chascarrillo contra los rojos y la mofa de los políticos republicanos. Lo fascinante es cómo una publicación en origen político, que pretendía reírse de todos los tópicos izquierdistas, acabe siendo poco a poco una revista de humor vanguardista, con no pocos toques de costumbres.

¿La razón? Se suele citar la dirección de Miguel Mihura, a partir de noviembre de 1937, pero es que ya en los primeros números el absurdo comparte viñetas con la sátira, algo casi imposible de ver en una revista republicana. Un ejemplo es esta viñeta sobre el secuestro de un queso, que parodia las persecuciones y hambrunas de Madrid, y que mezcla humor político, costumbrista y surreal con éxito. Incluso se permite una punchline sobre el parecido de la cara de los políticos republicanos y el queso gruyere (se refieren, claramente, a Manuel Azaña):

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La Ametralladora fue un producto extraño que unió a casi toda la generación del 27 proveniente de Gutiérrez como el citado Mihura, Edgar Neville, o nuevas incorporaciones como Tono. Segado Boj cita a Mihura y que recuerda que se sintió en inicio “incapacitado” por su tipo de humor para dirigir una revista política. Incluso entró en la zona nacional ocho meses tarde, alejado de cualquier lealtad de primera hora.

El humor político, por otra parte, aunque domina los primeros números, todavía pretende ser amable y está lejano de la dureza del No veas de Madrid. Por ejemplo, esta viñeta de Tono sobre el saludo marxista, el puño en alto, tiene más de humor visual que se interroga por los signos antes que discurso político.

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Segado Boj también recuerda que Tono, que vivió en el París de los surrealistas y en el Hollywood de sus años dorados, es el humorista “más profundo” de todos sus compañeros del 27. Esto no es óbice para que haya también muestras de humor político más comunes, en el estilo de la citada Gracia y Justicia, como esta curiosa historia de Manuel Azaña (bautizado como “Araña”) dibujada por Maño.

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Otras historietas son más crueles, como la de Stalin robando obras de arte y el célebre Oro de Moscú, pero no son las que más se recuerdan en perspectiva de esta publicación. Un número muy divertido, el de agosto de 1937, llega a escribir en un catalán macarrónico el editorial como parodia de la prensa catalana.

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Estos juegos del formato, de mensaje -tan caros a Mihura o Tono- se repiten una y otra vez en nada menos que una revista de propaganda “para los soldados”. Y como muestra de su carácter juguetón, en fin, este encarte tan auto celebratorio, más fantasioso que real gracias a sus tres puntos suspensivos.

Ha estallado la paz

El franquismo no tuvo piedad con los cómicos adversos y tampoco con los suyos más heterodoxos. Hemos visto cómo fusiló a Carceller o exilió a Ramón Gaya, pero también constriñó a sus propios humoristas que se quedaron imposibilitados por la censura a hacer cualquier tipo de humor gráfico. Así, una de las últimas viñetas de La Ametralladora, donde se muestra un burgués adinerado intentando que su dinero valiera algo, resultaría imposible con el marco cultural de posguerra y la restrictiva ley de prensa de 1938. Toda viñeta, todo dibujante debía ver su trabajo aprobado por un censor y contar con un permiso para circular.

Según Iván Tubau, esto allanó el triunfo para el humor vanguardista y evasivo de Mihura y sus compañeros, ya que “el humor crítico se vio prácticamente condenado a desaparecer”. Será el tiempo de la celebrada La Codorniz, triunfo gráfico, en principio surreal con Mihura y luego costumbrista con De la Iglesia, especialmente en los años cincuenta, y el advenimiento de la generación de Rafael Azcona. La teoría de Tubau, en fin, queda refrendada ante la desaparición de la propia La Codorniz en el 77… ¿quién quería comprar humor opaco y de costumbres cuando Por favor (1974) o Hermano Lobo (1972) se burlaban ya de todo el tardofranquismo? Y es que, en la guerra, al menos, hubo más libertad gráfica a costa del otro bando: aunque fuera en una cárcel de papel.

Viñeta de No Veas. Junio de 1937

Viñeta de No veas. Junio de 1937

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