‘Years and Years’: los problemas de la nueva distopía británica de HBO

"Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo". El filósofo y crítico cultural Mark Fisher vino a mi mente más de una vez durante el visionado de Years and Years. La nueva serie de la BBC (distribuida por HBO) es una excelente propuesta de ciencia-ficción, que aquí analizamos en profundidad. ¿Qué me estás contando realmente, Years and Years?

Years and Years nos sitúa en una Inglaterra post-Brexit, centrándose en el desarrollo de una familia a lo largo de la próxima década, en la representación de lo que se entiende hoy en día por la perfecta familia británica de clase media. La serie retrata el vertiginoso paso de los años, mostrando los peores temores de la izquierda hechos realidad. Gentrificación, la muerte de la clase obrera, trabajo basura, el derretimiento de los polos y el aislamiento de un país… A Emma Thompson, una mezcla de Boris Johnson y Donald Trump, la veremos ascender en la política hasta alcanzar (oh, sorpresa) el puesto de Primera Ministra a base de posverdades y engaños.

Vaya, BBC. I see what you did there.

Paren el futuro (que yo me bajo)

Que no haya duda: Years and Years es una de las mejores muestras de ciencia-ficción que nos da el año, escrita como los ángeles por Rusell T. Davies, guionista de Dr. Who y Queer as Folk (¡esas conversaciones a cinco bandas por teléfono!). Su lectura del mundo político y social es excelente. Para quienes hemos visto la serie conforme se emitían los episodios hay ciertas situaciones (el apagón de Argentina, la decisión a última hora de Donald Trump de cancelar un ataque a Irán) que tienen su claro paralelismo en la serie. Qué diablos. Llegados a un punto el mayor defecto y la mayor virtud de Years and Years es precisamente ese: ya hemos visto ese futuro porque, bueno, es directamente el que nos hemos profetizado a nosotros mismos a base de películas, comentarios de Twitter y discusiones en Facebook. Excepto por un par de detalles (que examinaremos con atención más tarde) Years and Years te presenta el futuro que cualquier espectador medianamente concienciado con la realidad puede haberse imaginado ya en su cabeza. Vamos, que no es de extrañar que algún periodista británico haya comparado a Years and Years con el pronóstico del tiempo.

Esta crítica podría parecer algo injusta. ¿Acaso le estoy pidiendo a Years and Years, una serie que intenta contarme cómo será la próxima década, que muestre un futuro que me sorprenda? En absoluto, pero creo que su aparente representación del mundo del mañana encierra algún que otro problema de base. Del mismo modo que Black Mirror ha acabado convertida con rapidez en un simple «mira a dónde podríamos llegar» cargado de condescendencia, Years and Years nos presenta el fantasma de un futuro que ya existe en nuestra cabeza, una realidad en la cual los protagonistas son arrastrados sin (apenas) capacidad de maniobra. 

Pero claro: recordé entonces que estaba viendo una serie británica. 

El problema inglés: business as usual

Tanto Charlie Brooker como Adam Curtis (perfectos analistas de la sociedad británica) suelen cometer el mismo error: la completa anulación de la capacidad de sorpresa, o dicho de otra manera, descartar la capacidad de lo inesperado en el futuro, incluyendo el optimismo. Years and Years coge todas los pánicos y temores de tu muro de Facebook y las mete en una batidora hasta que parezcan cambios no solo posibles, sino inevitables. Quedan así retratos como la idea de España de parte de los ingleses: de un paraíso socialista pasamos a una extraña revolución con policías alzando la mano cara al sol delante de banderas de Cataluña. Yeah. Este detalle es casi ejemplar para entender cómo Years and Years ve el futuro: con la expectación de que todos los problemas de nuestro presente, todos nuestros miedos y ansiedades se cumplan… bajo la creencia firme de que “vamos todos en esa dirección” sin frenos. Una idea que nos coloca en una posición de superioridad moral pero que encierra una auténtica pasividad de manual. “La Unión Europea está en llamas, están todos locos”. “Todo iba mucho mejor antes que el Brexit”, etc, etc.

Esta idea contiene un problema (y de nuevo, aquí soy yo hablando de la serie o de la interpretación de la serie) y es la glorificación de la nostalgia de ese pasado que quizás nunca existió. Me explico. Un par de personajes critican (en más de un episodio) el abuso de información y noticias que tienen a su alrededor. «¿No recordáis cuando las noticias eran aburridas?«, llegan a decir. Más tarde otro personaje menciona las décadas de los ochenta y noventa. «Tuvimos unos treinta años buenos, y a partir de ahora todo ha ido cuesta abajo«. Discúlpenme, pero cuando una serie empieza a glorificar el pasado (recordemos la lista de películas que tuvimos tras el Brexit sobre Churchill que tuvimos hace un par de años. Y sí, incluyo aquí a Dunkirk de Christopher Nolan) y empezamos a utilizar los años noventa y la privatización de los organismos públicos (con Thatcher esto no pasaba, ¿verdad?) para estigmatizar un presente tumultuoso, empiezo a desconfiar. Pero aún hay más.

Cuando la culpa es de todos

La serie acepta su rol hasta llegar al último episodio, donde tiene lugar la mejor escena de la serie: la escena de La Abuela (con mayúsculas). Sentada en su trono alrededor de la mesa presidiendo la clásica reunión familiar (en una casa verdaderamente inglesa, no como esa metrópolis multicultural que es Londres) la abuela les lee la cartilla a todos los personajes y te lanza la culpa a ti, espectador, por haber dejado que todo esto pasara. «No te quejaste cuando quitaron a las mujeres de los supermercados y las sustituyeron por las máquinas. Todo lo que ha pasado es por tu culpa. Es nuestra culpa«.

Naturalmente todos los medios ingleses están abrazando este discurso, una especie de brindis al sol para sentirse mejores con sí mismos… pero no seamos hipócritas. Este tipo de chantaje ideológico es el mismo que ha existido desde los conciertos originales de Live Aid en 1985. En efecto, volvemos a Mark Fisher y a su Capitalismo Realista: la creencia de que los individuos «terminarían con el hambre directamente, sin la necesidad de ningún tipo de solución política o reorganización social. La fantasía promovida por el sistema capitalista es obvia: el consumismo occidental, lejos de estar intrínsecamente implicado en las desigualdades globales sistémicas, puede resolverse a sí mismo. Todo lo que tenemos que hacer es comprar los productos adecuados”. No compres camisetas de Primark ni uses Amazon Prime (aunque vivas en un suburbio donde te han quitado el acceso a cualquier supermercado). Tú puedes elegir y si eliges mal es tu culpa que el polo norte se hunda.

Pues muchas gracias por la parte que me toca, Years and Years.

La BBC, la televisión de todos

Que una de las principales alabanzas hacia la serie sea su grado de “realismo” contrasta con su verdadera capacidad para predecir el futuro. No hace falta (y aquí recordamos no solo a Fisher, pero también a Foucault y a cualquier librepensador francés con tiempo libre) que lo que actualmente entendemos como realista (el futuro planteado en Years and Years) en sí mismo una vez fue «imposible».  Solo hace falta echar un vistazo a las privatizaciones que tuvieron lugar desde la década de 1980, inimaginables solo una década antes, así como hubiera sido impredecible cualquier aspecto del panorama económico actual (no entremos en la política española. Nadie hubiera imaginado el patio en el que nos encontramos ahora). Volcar los peores temores del presente hacia el futuro no los hace reales de por sí… pero si hacemos este ejercicio a la inversa, lo que antes era eminentemente posible ahora se considera poco realista. 

Esto es lo que hay, folks, parece decirnos la BBC. El futuro está siendo telegrafiado por un organismo público, y su mensaje termina siendo claramente conservador. La familia como elemento clave (pase lo que pase, la familia siempre primero). En el último episodio (zona libre de spoilers, no se preocupen) un atisbo de revolución termina en… en efecto, en la certeza de que tras una pequeña victoria el capitalismo sigue permitiendo fuegos artificiales en el London Eye para celebrar Año Nuevo, haya o no crisis económica, mientras nuevos políticos asoman la cabeza sin que el pueblo inglés decida plantearse (o imaginarse) un sistema mejor que el actual.

No soy transexual, soy transhumanista

Por suerte la serie se permite un cierto optimismo precisamente en el área donde más debería o podría haberse concentrado. Es decir: ¡en la ciencia-ficción! Aunque trata con cierta condescendencia a la la juventud (la serie pasa de pies puntillas por la idea de los personajes transgénero y se centra más en los adultos) las figuras femeninas son la clave para defender Years and Years. Por ejemplo, tenemos a la hija que acepta implantes digitales en su cuerpo y se convierte en un objeto propiedad del gobierno, o en el epílogo de la serie, donde Years and Years parece abrazar un cierto positivismo y plantea una posibilidad real de transhumanismo, entendiendo así la liberación de cualquier sistema social o económico que jerarquice el poder sobre el ser humano. 

O quizás ni siquiera en eso Years and Years es tan innovadora como pretende. Si pensamos en, «San Junipero», quizás el capítulo más interesante de Black Mirror hasta la fecha, todas estas ideas sobre el transhumanismo ya están allí mejor tratadas. En aquel episodio se planteaba la idea de la construcción de un cielo basado en la nostalgia como espacio seguro para cualquier consciencia. Construyendo una delicada historia de amor la serie de Brooker cuestionaba (por primera vez en Black Mirror) que la tecnología podía realmente tener un papel no solo positivo, sino necesario para la evolución del ser humano.

Supongo que en 2019 tenemos que conformarnos con Years and Years. A las puertas de abandonar la Unión Europea, la BBC debe de sentir la urgencia de telegrafiar este tipo de mensajes a la sociedad británica (si es para agitar sus conciencias o para confirmarles sus peores temores, eso ya es otra cuestión). Esperando la confirmación o no de una nueva temporada, esperamos que Rusell T. Davies sea capaz de imaginar escenarios con la misma impresionante calidad con la que lo ha hecho ahora. Futuros diferentes, vaya, que se atrevan a plantear debates más allá de esta aparente certeza: “pase lo que pase, en el futuro vas a tener un trabajo de mierda”.

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