Siempre conscientes de nuestro papel como educadores de las futuras generaciones, en CANINO hemos reunido a la redacción en pleno para hacer una selección de películas, unas clásicas y otras no tanto, que hay que ver cuando aún no es demasiado tarde. Es decir, cuando el cinismo aún no se ha instalado en el corazón y el sentido de la maravilla está intacto. Esta es nuestra selección de películas que todo chaval o chavala debería ver antes de llegar a la madurez.
Nos hemos puesto pocas reglas para esta ingente lista. Que sean buenas películas, claro que sí. Que puedan interesar a espectadores de 15 años o menos. Y que si les acompaña un adulto ni se muera del sueño, ni de la vergüenza ajena, ni se escandalice más de la cuenta. Y si lo hace, que se aguante un poco, porque estas películas son para los más jóvenes, a quienes rara vez se presta atención. Allá van 51 piezas de cine imprescindibles para ver con la chavalería.
Y un último consejo: antes de enchufar una de estas películas a tu hijo/ahijado/vecinín con los primos de visita, y de irte a ver el tenis o esas porquerías para adultos en la tele buena, chequéalas antes. Nos gusta que los niños crezcan saludables y felices, pero más aún nos gustan los Caballos de Troya en nuestros artículos.
Ladrón de bicicletas (1949)
Que aburrido ¿eh? Ver antes de los quince una película así de antigua… Pues vamos, creo que lo mejor que puedo hacer por esos jóvenes espectadores es dejar claro que aunque no entiendan por qué, Ladrón de bicicletas es la puerta abierta para conocer un poco mejor del cine que ahora disfrutan. El neorrealismo italiano (esa vuelta de tuerca a lo que ocurre todos los días, en todas las calles del mundo), es la excusa perfecta para que el director Vittorio de Sica lleve a cabo un recorrido visual y argumental muy interesante sobre el hambre, el desempleo, la vejez… Lo hace además en un estilo tan moderno que los espectadores se pregunten si la película realmente es tan vieja como parece. Y esa es quizás, su verdadera magia. Aglaia Berlutti.
Trilogía Regreso al futuro (1985 – 1990)
El clásico de Robert Zemeckis tiene el raro privilegio de ser una de las pocas franquicias que no tendrán reboot. O esa es la promesa del director a quien quiera escucharle. Tanto mejor: la historia de Marty McFly ha envejecido lo suficientemente bien para convertirse en un clásico de la ciencia-ficción y, además, llevar el fenómeno de la autorreferencia a un nuevo nivel. Con su aire optimista, por momentos excesivo, y su mirada al futuro casi inocente, la trilogía entera es un homenaje al buen cine de Serie B: desde la primera película -y su montón de referencias sobre los films de invasiones alienígenas de los años cincuenta-, hasta su extraordinaria conclusión (con homenaje al spaghetti western incluido), no hay mejor celebración del cine que este gran guiño de Zemeckis a la cultura popular. Aglaia Berlutti.
El imperio del sol (1987)
Un Spielberg en plena forma que, además, abrió la puerta de los grandes melodramas a un jovencísimo Christian Bale, que tenía la edad del espectador ideal de la película o un poco menos cuando interpretó su primer gran papel. Esta mirada poco usual a la Segunda Guerra Mundial es una de las grandes obras menospreciadas del cine. Pero si ese espectador conoce de algo al director y al mejor Batman de la pantalla lo suficiente como para que despierte su interés sobre cómo empezó todo, le encantará esta mezcla de cine de autor, con un poco de realismo histórico y drama profundo. Quizás se aburra pero. al final, tendrá la sensación de haber disfrutado de un buen trayecto con una rara historia de supervivencia infantil. Aglaia Berlutti.
Besos robados (1968)
Estimado yo de 13 años: te mando este regalo donde verás qué pasará con tu vida sentimental, cómo el azar regirá casi todas tus relaciones y cuánto de absurdo tienen las parejas. Porque Besos robados de François Truffaut es una crónica del adolescente intenso que todos hemos sido en nuestros primeros años, en donde cualquier relación parecía un hallazgo y la improvisación dominaba todos nuestros comportamientos. Y, lo mejor de todo, lo que se olvida: es una película apolítica y no poco surreal rodada y estrenada en medio del apogeo de mayo del 68. Quizá por eso sigue siendo actual: Antoine Doinel somos todos, aún en Tinder. Julio Tovar.
American Graffiti (1973)
Mucho, mucho antes de que George Lucas acabara en su particular Xanadú en el rancho Skywalker, realizó con la pequeña ayuda de sus amigos esta película fascinante que deconstruye a un grupo de teenagers en 1962. Todos estos jovencitos apurando su último día en Modesto, en la California de las carreras de coches y el rock and roll, tienen todavía esa ilusión en sus ojos que muy pronto perderán: no hay metáfora más evidente de esto que la escena en la que se descubre que el mago de las ondas Wolfman Jack parece un gris oficinista. Él forja ese sortilegio sonoro de un filme generacional que entre neones y patines todavía resulta hipnótico: una Coca-Cola visual, espumosa y efervescente: “¿Dónde estabas en el año 1962?” Julio Tovar.
Los héroes del tiempo (1981)
Una de las cosas siempre criticables a Steven Spielberg es cómo infantilizó el cine adolescente, eliminando en cada nuevo filme suyo ese riesgo e ironía que todavía tenían sus primeras producciones. Por eso es divertido recordar esta película juvenil, Time Bandits, donde Terry Gilliam realizó y escribió una historia donde sus protagonistas son enanos… mezquinos, miserables y peseteros. ¡Héroes por accidente! Con mucha diferencia uno de sus mejores guiones, y con la ayuda de Michael Palin, es una sucesión de viñetas y maquetas memorable que todavía sorprende en la actualidad y que, además, costó apenas cinco millones de dólares (!!!). La citada capacidad de sorpresa resulta clave en una historia rocambolesca donde Napoleón, Agamenón y Robin Hood aparecen entre heroicos y miserables; no tan distintos a estos bandidos del tiempo. Al fin y al cabo, ¿quién necesita héroes? Julio Tovar.
A todo gas: Tokyo Drift (2006)
Apuesta por lo seguro, oh futuro mentor, y ponle esta película cuanto antes. Hazle analizar esos créditos donde todos los estereotipos del high school americano se siguen de pies puntillas. Que se quede con el momento en que una chica “se ofrece” como premio para el ganador de la carrera (“el ganador se queda conmigo”, “ya tengo pareja de baile”). Luego haz cuestionar toda la odisea del chaval que vuela a Tokyo para ser el señor del drift, peligroso estilo de carreras a ritmo de reggaetón y explotación femenina. La mejor película de A todo gas, con un momento de quietud donde se mezcla el chulopiscinismo con la trascendencia de la sociedad hiperconectada. Un terremoto contradictorio que recordará siempre con agrado. Y además es divertida y relativamente corta. José Manuel Sala
Whiplash (2014)
Una vez tu criatura se haya atiborrado de películas de músculo y superhéroes, si se está convirtiendo en un estudiante cargado de dudas y ansiedades ponle esta película para hablarle de la masculinidad tóxica y los peligros de los discursos de motivación y emprendimiento personal. Lo sé: dos películas de Damien Chazelle en una lista de CANINO. Pero creo honestamente que es necesario ver Whiplash en el momento adecuado (la adolescencia). Muy útil también en estos tiempos donde a tu criatura se le vende la idea de que el sufrimiento es igual a éxito y demás mentiras neoliberalistas. José Manuel Sala
En compañía de lobos (1984)
Si quieres que tu criatura tengo cierto criterio demuéstrale que el cine es algo más que narrativas patrocinadas por Disney. Hazle bucear por el subconsciente de la mano de Neil Jordan, que descubra a Angela Carter de la mano de esta obra maestra del cine, sospechosamente olvidada en estos tiempos de prisa digital. Demuéstrale que las pesadillas y los sueños son engranajes básicos para entender nuestra realidad, que no todo es carne de debate en redes digitales y que hay obras que, como ésta, le volarán la cabeza. Si pasa miedo y no ha entendido cosas, no te preocupes. Habrás hecho un buen trabajo. José Manuel Sala
Las aventuras del príncipe Achmed (1926)
Un ejercicio en imaginación y sutileza a la altura del material que adapta a través de ese cambalache de ficciones en lo que popularmente englobamos como Las mil y una noches. La atención en la sombra es lo que produce una suerte de indefinición, donde uno proyecta sobre los personajes aquellos ideales, turbados por el baile de la luz. Es un antecedente del cine aquí presente en su infancia y convertido para los espectadores más jóvenes en un sueño que uno recuerda a medias. Henrique Lage
La rebelión del rey Kun Fu Sun (1964)
Hablaba Guillermo del Toro -a raíz de El laberinto del fauno– de la importancia en la infancia de no solo desarrollar a través de las fábulas la obediencia, sino también la desobediencia, la desconfianza como lucha y cuestionamiento de la autoridad. Esta adaptación del personaje más carismático de Viaje al Oeste no es solo una gran introducción a un personaje del canon asiático, de vistosos colores y hermosas coreografías inspiradas en la ópera china, también es (lecturas políticas y religiosas aparte) una historia donde los jóvenes se identifican con esos monos pícaros y traviesos que no entienden y desafían las normas de unos dioses (adultos) obsesionados con lo protocolario y la disciplina. Henrique Lage
The Fall. El sueño de Alexandria (2006)
La película de Tarsem Singh no solo ahonda en la relación entre narrador y público, al modo de La princesa prometida, ni se conforma con presentar los tropos de un cuento en paisajes exóticos, sino que profundiza en el aspecto más psicologista del narrador y su influencia en el relato, con la mirada de la increíble niña protagonista presentada con toda inocencia. También lo hace en un bellísimo final, en el sentido más material de quienes hacen posibles esas historias, desde quien relata herido en cuerpo y alma desde una cama, hasta el poder del cine para construir esas imágenes como eternos iconos de la infancia. En definitiva, habla de la enorme responsabilidad del cuentacuentos. Henrique Lage
El viaje de Chihiro (2001)
A los 12 años, Chihiro se ve envuelta en una espiral de cambios que la introducen de lleno en un mundo sobrenatural en el que aprenderá el valor del esfuerzo, la libertad y la empatía. Este trabajo del Studio Ghibli ya se ha convertido en un clásico y, sin duda, es una película perfecta para ver antes de la llegada a la adolescencia, cuando sientes que todo lo que conoces se transforma e inicias un viaje hacia la adultez. Así, de la mano de la protagonista, los jóvenes espectadores verán su entorno con otros ojos, moviéndose entre lo grotesco y lo fantástico en un recorrido que los cambiará para siempre. Elena Crimental.
Chicas malas (2004)
La adolescencia no es fácil. Los primeros crushes, la necesidad de encajar, las traiciones, las amistades… todo se magnifica, especialmente si eres una tímida joven que ha llegado nueva al instituto. Es el caso de Cady Heron (Lindsay Lohan), quien intentará encontrar su sitio mientras busca el favor de la popular Regina George (Rachel McAdams) y sus secuaces. Con un guion escrito por Tina Fey, esta comedia parodia las teen movies norteamericanas. Si los ochenta y los noventa tienen sus clásicos, Chicas malas se ha ganado por méritos propios ser uno de los máximos exponentes juveniles de los dosmiles, un icono millennial que merece ser reivindicado. Porque los miércoles llevamos rosa. Elena Crimental.
Bar Bahar (2016)
Es habitual caer en la tendencia de tirar de clásicos del s. XX a la hora de recopilar “lo mejor de”, olvidando por el camino joyas como Bar Bahar. Esta cinta franco-israelí, escrita y dirigida por la cineasta Maysaloun Hamoud, cuenta la vida de tres amigas que viven en Tel Aviv. Juntas intentan abrirse camino, descubriendo lo que les gusta a la vez que luchan por ser ellas mismas en un mundo que no siempre las acepta. Reflexiones sobre la orientación sexual, la amistad y las relaciones familiares con la sororidad como telón de fondo. Seguro que sus temas resuenan en los adolescentes, quienes a su vez podrán descubrir las similitudes y diferencias que presentan sus vidas con las de estas jóvenes israelíes. Elena Crimental.
Rocky (1976)
Rocky Balboa es un personaje cuya pureza e ingenuidad conecta con suma facilidad con la mente de un niño, algo básico para empatizar y percibir con total claridad la realidad del mundo en el que vive. Lo curioso de la Rocky original es que bajo su formulaica capa de drama de superación, se oculta una historia que nos invita a tomar conciencia de clase: el éxito profesional es una perversa lotería que no tiene nada que ver con el esfuerzo o el sacrificio y solo el amor y la bondad desinteresados pueden llevarnos a una auténtica realización personal. Pocas películas tan sencillas, entrañables e icónicas (y por tanto, perfectas para dejar poso en la juventud). Nacho MG.
El apartamento (1960)
Hablando del sueño americano, o más bien de su transformación en pesadilla durante la edad adulta, nada cómo la obra maestra de Billy Wilder para explicar a un prepúber lo que se va a encontrar cuando se emancipe y cómo el capitalismo será con toda probabilidad el mayor enemigo de sus futuras necesidades afectivas. Las dinámicas del trabajo de oficina y la podredumbre moral que llevan a medrar dentro de una gran empresa para huir de la precariedad fueron sintetizadas a la perfección en esta película estrenada hace sesenta años pero que sigue plenamente vigente. Nacho MG.
Alien, el octavo pasajero (1979)
La experiencia de ver a escondidas esta película No recomendada para Mayores de 18 años no se me olvidará en la vida. Aún no había cumplido los trece y mi madre no estaba en casa, así que tras darle un buen repaso al armario de VHS prohibidos decidí que esa iba a ser la noche del Octavo Pasajero… y sin duda fue una de las más terroríficas que recuerdo. El gran logro de Alien fue convertir las figuras abstractas de mis pesadillas en una forma concreta y definida, extremadamente amenazante y sobre todo plausible. Pero también me enseñó que aunque debo tener cuidado con los monstruos, debo tener aún más con las grandes corporaciones: quizás para los primeros solo eres comida, pero para los segundos solo eres un número. Y no está claro cuál de las dos cosas es peor. Nacho MG.
The Rocky Horror Picture Show (1975)
“Has visto todo tipo de películas, pero nunca has visto nada como The Rocky horror picture show”. Con un Tim Curry legendario en el papel de un científico travesti del planeta Transexual de la galaxia Transilvania, este musical es toda una experiencia extrasensorial que sigue siendo prácticamente igual de irreverente y liberadora de lo que lo era hace más de cuarenta años. No hay mejor edad que los 13-14 años para notar cómo las hormonas de tu cuerpecito empiezan a partirse la cara entre ellas al ritmo de temazos como Touch-a, touch-a, touch-a, touche me o Don’t dream it, be it. Y si ya la has visto y/o has dejado la pubertad muy atrás, da exactamente igual… es hora de hacer el Time Warp otra vez. Juan Damián Pardo.
Los Teleñecos en Cuento de Navidad (1992)
Poco después de la muerte de su padre, Brian Henson cogió los mandos del mundo de los Teleñecos con dos maravillosos largometrajes para cines: Los Teleñecos en Cuento de Navidad y Los Teleñecos en la Isla del Tesoro (1996). El primero de ellos es, además de una excelente película de marionetas, simple y llanamente la mejor adaptación que jamás se ha hecho del clásico de Charles Dickens. Abarcando pasajes normalmente olvidados y regalándonos a Michael Caine como Ebenezer Scrooge en lo que puede ser la mejor decisión de casting de la historia del audiovisual, ver este regalo antes de llegar al cinismo de la preadolescencia podrá asegurarte que vuelvas a él a lo largo de todas las Navidades que te queden en este planeta. Que Dios nos bendiga a todos. Juan Damián Pardo.
¡Olvídate de mí! (2004)
El que quizás sea el guion más redondo de todos los firmados por Charlie Kaufman no puede tener más elementos para enganchar a un cinéfilo en ciernes: un Jim Carrey desatado y comedido a la vez, imágenes oníricas pero manejables, y una historia de amor y desamor en un bucle inevitable de esas que te dejan para el arrastre un par de días. Solamente ten en cuenta una cosa: no hay mayor mentira que la que nos decimos a nosotros mismos cuando afirmamos que es un desperdicio haber pasado tanto tiempo con una persona para descubrir que es un extraño. Juan Damián Pardo.
Let Your Light Shine (2013)
Hace unos años descubrí, para mi asombro, que a las criaturas más peques les alucina el cine abstracto. No tienen todavía el prejuicio de muchas personas adultas de que una película tenga que narrar algo. Simplemente se dejan llevar por las formas, colores y ruidos como si hubiesen sido presa de una droga alucinógena. Es pura experiencia sensorial. Blanca Rego.
Jídlo (1993)
Hay muchos mundos animados más allá de Disney y Pixar, y el de Jan Švankmajer es uno de los más imaginativos y disparatados. Su humor absurdo descoloca a cualquiera, en este caso a partir de un elemento tan cotidiano como es la comida. Es gracioso, pero también un poco asqueroso, una mezcla irresistible para niños, niñas y adolescentes. Blanca Rego.
Juegos chinos (1907)
La magia del cine en todo su esplendor. Aunque hoy no estaría muy bien visto disfrazar a una panda de gente blanca de acróbatas japoneses, es una de las películas más maravillosas de uno de los pioneros del cine español, del cine fantástico y del cine en color, Segundo de Chomón. Equilibrismos inverosímiles que te hacen soñar con un universo en el que todo es posible. Blanca Rego.
Flash Gordon (1980)
Si eres la persona adulta que está eligiendo película para la de menos de catorce, te diré que solo con esa edad es posible absorber toda la magia que emana de la cinta de Mike Hodges. Y ya puedes pasar a la siguiente. Si eres la de menos de catorce, te diré que esto es lo más cerca que puedes estar de ver terror y porno impunemente en el salón de tu casa. Andrés Abel.
Golpe en la Pequeña China (1986)
Más que una puerta de entrada al cine de género —de casi cualquier género; prácticamente están todos ahí—, una ventana mañanera a la propia identidad. ¿Quién eres? ¿Kurt Russell? ¿Kim Cattrall? ¿Kurt Russell con los labios pintados? ¿El furry ese que se amaga en el camión? John Carpenter te ordena que seas quien tú quieras. Andrés Abel.
Los Goonies (1985)
Alguien tenía que meter la cabeza en las fauces de lo obvio, y yo he decidido ser ese hombre. Andrés Abel.
Gremlins (1984)
Gremlins es el milagroso resultado de la suma de tres nombres de cabecera para el público joven de los ochenta y de una revolución industrial. La idea la ponía Chris Columbus, el irreverente Joe Dante dirigía la película y Steven Spielberg la producía. Spielberg estaba creando la categoría PG-13 y obligó a Dante a ajustarse a este nuevo y prometedor nicho de mercado. El resultado: la irrepetible mezcla de ingenuidad y mala leche de un Frank Capra perverso. Alberto Hernando.
Los contrabandistas de Moonflet (1955)
“Las películas más bellas para mostrar a los niños no son aquellas en las que el cineasta intenta protegerlos del mundo, sino en las que otro niño juega el papel de intermediario en esta exposición al mundo, al mal que forma parte de él, a lo incomprensible.” Hay que ser muy buen pedagogo, como Alain Bergala, para darse cuenta de esto. Y un director tan sutil y penetrante como Fritz Lang para ponerlo en práctica. Moonflet tiene poesía, espadachines y piratas y una ambientación gótica desde los ojos de un niño que, por una vez, no oculta el dolor, el cinismo, la violencia y las pulsiones que mueven el mundo. Alberto Hernando.
Pompoko (1994)
La historia de cómo los dioses abandonan la Tierra para ceder su gobierno a los hombres ha sido desde que Wagner realizara El ocaso de los dioses el gran mito de la Modernidad. Lo hemos visto en cine desde Los nibelungos, de Fritz Lang, hasta La canción del mar, de Tomm Moore, pero tenía que llegar uno de los dos maestros de Studio Ghibli para darle la vuelta. Al narrar la misma historia desde el lado de los “dioses” -unos mapaches metamorfos del folclore japonés, los tanuki– Isao Takahata lo convierte en un relato desesperado de resistencia y un imaginativo alegato ecologista, una desesperada búsqueda de alternativas para las peores consecuencias de la modernización de Tokio. La desbordante imaginación del dibujo y el relato de Pompoko tal vez sean una primera respuesta. Alberto Hernando.
Jóvenes y brujas (1996)
Si pensabas que tu época de instituto fue complicada, imagina tener que lidiar con magia negra, invocaciones y brujería. Nada mejor que un perfecto plan de fin de semana invocando un espíritu maligno, hacer que tu peor enemiga se quede calva si te toca mucho las narices o si te enfadas con tu grupo de amigas nada de dejarse de hablar, mejor les lanzas una maldición para que rememoren sus peores pesadillas. La adolescencia más alegre del mundo. Ana Rodríguez.
La ola (2008)
A veces se tiene la sensación de que hay palabras que parecen obsoletas, como si definieran cosas que hace ya tiempo que pertenecen al pasado. Pero por desgracia no es así. Conceptos como régimen totalitario o fascismo renacen en esta película, demostrando cómo de la manera más tonta –un experimento social en clase– estos movimientos pueden tomar fuerza y cercanía. Una película más necesaria que nunca. Ana Rodríguez.
Mustang (2015)
Cinco hermanas huérfanas viven tranquilamente en un pueblo de Turquía pasando el rato entre risas y juegos infantiles con otros compañeros del colegio. ¿Pero para qué vas a dejar a las muchachas ser libres y felices cuando en aras de la moralidad puedes estropearles la vida? Una película perfecta para entender desde la adolescencia que todavía queda un largo camino por recorrer para las mujeres. Ana Rodríguez.
Cantando bajo la lluvia (1952)
Estoy convencido de que habrá jóvenes a los que les interesará también un recorrido más musical, de ahí que mis elecciones hayan ido por ahí. De hecho, la primera es una película de 1952, nada menos, una película perfecta en prácticamente cualquier aspecto. Un trío protagonista en estado de gracia capitaneado por uno de los mejores bailarines de la historia. Una de las escenas más mágicas que se ha creado, otra de las más divertidas y acrobáticas y sí, muchísimo humor, a veces a carcajadas. Una delicia que sigo viendo cada cierto tiempo y sigo llorando con ella y que probablemente seguirá descubriendo los musicales a generaciones posteriores. Mariano Hortal.
Mary Poppins (1964)
Sigo en el pasado pero… de verdad, no me puedo creer que alguien no quiera descubrir la palabra más larga del mundo. Era Disney, era otra época. Julie Andrews estaba en estado de gracia, Dick Van Dyke es un showman en toda regla. La mezcla de dibujos animados con actores reales era equilibrada y, nuevamente, tiene un humor para todos los públicos que funciona todavía, a estas alturas. ¿Quién no ha soñado con tener una niñera como Mary Poppins? Mariano Hortal.
La La Land (2016)
Para terminar sí que he escogido un título moderno. La La Land ejemplifica a la perfección un intento moderno de hacer musicales como si estos fueran un homenaje a lo que se hizo antiguamente. No es para nada disruptiva pero los números iniciales son tan apabullantes escénica y musicalmente que si te gustan, probablemente no se te borren de la cabeza en la vida. Independientemente de la sensación agridulce final, la química de la pareja protagonista y los espléndidos momentos musicales son inolvidables. Mariano Hortal.
Recuerdos del ayer (1991)
Isao Takahata es sobre todo conocido por La tumba de las luciérnagas (1988), pero tres años más tarde se estrenó Recuerdos del ayer; una historia sencilla pero con la que muchas jóvenes pueden sentirse identificadas. La protagonista, Taeko, hace un parón de su vida en la gran urbe de Tokio para pasar una temporada en el Japón rural. Este viaje no será solo físico, pues estando todavía en el tren que la lleva a su destino, comienza a viajar atrás en el tiempo, a su infancia. Una película que salta hacia atrás y hacia delante constantemente; un emotivo viaje hacia el pasado cargado de momentos en los que podemos vernos reflejadas. Andrea Peñalver.
5 centímetros por segundo (2007)
Makoto Shinkai contaba con una interesante lista de películas antes de la popular Your Name (2016). Entre ellas encontramos 5 centímetros por segundo, la historia de Takaki y Akari, dos adolescentes enamorados que, por circunstancias ajenas a ellos, deben separarse. Junto con la espectacular animación que caracteriza la obra de Shinkai, experimentamos la belleza de lo efímero, de esos cinco segundos que tarda en llegar al suelo un pétalo de flor de cerezo. Andrea Peñalver.
Ponyo en el acantilado (2008)
Hayao Miyazaki firma la dirección y el guion de esta colorida aventura basada parcialmente en el cuento de La sirenita. En ella acompañamos a Sosuke, un niño que viven en un pueblo pesquero y que aún va a párvulos, en una historia sobre la amistad verdadera durante la más tierna infancia. Una película cargada de belleza tanto en su forma como en su contenido y con el estilo inconfundible de Miyazaki. Andrea Peñalver.
Akira (1988)
El deseo revolucionario nunca desfallece. Ni siquiera después de las grandes catástrofes. He ahí el gran potencial de Akira: nos habla de revolución, amistad y la lucha contra un sistema injusto, dirigido sólo por la sensación de que algo va mal. Sin necesidad de grandes discursos políticos. Sólo la consciencia de que algo mejor es posible y que ya lo encontraremos por el camino. Álvaro Arbonés.
Kamikaze Girls (2004)
La amistad, el deseo y los sueños surgen donde menos lo esperas. Adentrándonos en lo desconocidos. Y en Kamikaze Girls, de hecho, todo eso surge de la improbable relación entre dos chicas que no es que sean polos opuestos, sino que sus intereses son directamente ajenos entre sí. Pero esa es la gracia. Que de algún modo, es en sus diferencias donde consiguen descubrir quiénes son realmente. Álvaro Arbonés.
Mysterious Skin (2004)
Deseos confusos, OVNIs, verdades liberadoras. De eso está compuesto Mysterious Skin, una película del iconoclasta Gregg Araki donde busca explorar cómo nos comportamos ante el deseo, el recuerdo y, más importante aún, el dolor y el trauma. Cómo incluso lo malo nos define, y que no por ello significa que lo que sentimos sea también malo. Álvaro Arbonés.
Jasón y los argonautas (1963)
La aventura por la aventura. La fascinación por la fascinación. El cine como algo artesanal que se te escapa de las manos. La obra maestra de un creador como Ray Harryhausen (aunque valdría casi cualquiera de su producción, desde la trilogía de Simbad hasta Furia de titanes) crea en cualquier joven de mirada inquieta el ideal de lo que el cine puede proporcionarle: héroes humanos, villanos codiciosos, criaturas memorables, el enamoramiento breve y el amor eterno (porque nadie hizo la segunda parte con una Medea –Nancy Kovack– vilipendiada y desquiciada), una banda sonora del eterno Bernard Herrmann… o una película como la vida, sin final concreto, y a la espera de los dioses. Álvaro Macías.
Harold & Maude (1971)
Todos hemos fantaseado con nuestra propia muerte en un momento dado. Pero todos acabamos rendidos a la tentación de seguir vivos. A seguir esperando la siguiente visita de una doncella joven y guapa con la que casarnos, según los designios de una madre cada vez más resignada a no entender a su hijo. Pero todos estos encuentros acaban contigo muerto… O casi. Harold and Maude no es solo la historia de amor entre un joven dandy adicto a fingir su suicidio y una abuela hippie que adora ir a los entierros ajenos para alegrarse de su buena salud y su feliz vida, sino una hostia del director Hal Ashby a cualquier convencionalismo o puritanismo. ¡Vamos, canta (a Cat Stevens)! Álvaro Macías.
El globo rojo (1956)
“¿Pero de qué diablos hablas, papá? ¿Un mediometraje francés que ganó el Oscar a Mejor Guion Original? ¿Y que encima es (casi) mudo? Eso no lo quiere ver nadie”. Estas posiblemente sean las primeras palabras de mi (futurible) hijo/a, pero solo con los cinco minutos iniciales entenderá cómo funciona una metáfora cinematográfica; luego descubrirá cómo no decir nada es más elocuente cuando se quiere decir tanto; para cuando acabe, ya nunca querrá ser adulto del todo. Álvaro Macías.
La colina de Watership (1978)
La vida no es fácil y está llena de peligros. Pero lo importante, parafraseando a cierta serie inspirada (en parte) en esta historia catedralicia de conejos, es que podemos elegir entre vivir juntos o morir solos. Y si vivimos juntos, que sea para hacer una conejera decente. Adrián Álvarez.
Atrapado en el tiempo (1993)
Cuanto mayor te hagas, más te parecerán los días iguales. Pero el hecho de que los días sean iguales no significa que tú no puedas hacerlos diferentes. No menos importante está el hecho de que, aunque es tentador portarte como un gilipollas, siempre es mejor ser buena persona. Adrián Álvarez.
Crank (2006)
Crank es rápida, furiosa y muy probablemente esté en sintonía con lo que bulle en tu interior. Pero al final, y esta es la lectura más pocha posible… al final no está de más que te pares a oler las rosas. Adrián Álvarez.
Dentro del laberinto (1986)
Con ojos de adulto, es pasmoso cómo una película completamente disfrazada de cuento de hadas para infantes dispara una serie de cargas de profundidad acerca de la futilidad del amor romántico, la soledad y lo absolutamente deprimente a la vez que satisfactorio que es madurar. Por suerte, esos lingotazos de vinagre vienen endulzadas con unas increíbles criaturas de Jim Henson, un humor delicioso del ex-Monty Python Terry Jones y el mejor Bowie para todas las edades. Resultado: ese niño revisará Dentro del laberinto con el paso del tiempo y seguirá encontrando matices que le regalarán un estupendo nudo en la garganta. John Tones.
Alicia en el País de las Maravillas (1951)
No tenía intención de cascar seguidas en esta selección dos adaptaciones del mítico libro de Lewis Carroll (Dentro del Laberinto lo es de forma apócrifa), pero no lo he podido evitar, porque el distinguido victoriano tenía muy clara su directriz primordial a la hora de enfocar el cuento infantil perfecto: cero moralejas. Por supuesto, en la mejor tradición del nonsense que él ayudaría a apuntalar, eso no quiere decir que de Alicia en el País de las Maravillas no se pueda extraer una bella enseñanza. En este caso, que todas las formas de autoridad son arbitrarias y que el humor y el absurdo son las mejores armas contra los rígidos cánones sociales. Todo eso lo entiende perfectamente la adaptación de Disney, quizás el largometraje animado más extraño de la casa, que combina la mejor tradición de la compañía (cancionzacas, un diseño de personajes icónico) con un caos estructural que hace perfecto honor al libro de Carroll. John Tones.
Cortos de Popeye – Hermanos Fleischer
Los 109 cortos de animación de Popeye que los Fleischer Studios (pioneros de la animación, creadores de Betty Boop o los cortos expresionistas de Superman) produjeron para Paramount entre 1933 y 1942 siguen siendo algunas de las mejores piezas de animación jamás creadas. Me atrevería a asegurar que pese al blanco y negro y su rudimentario formato argumental, gustarán a la chavalería por habituados que estén a los fuegos artificiales del CGI. La fisicidad de la animación tradicional, en el caso de los Fleischer acompañados del feísmo de los diseños, la claridad de la acción, y los dibujos que parece que respiran al ritmo de la música, tienen un magnetismo muy complicado de transmitir con palabras. Y que, me gustaría pensar, no entiende de edades. John Tones.