Escupitajos de felpa y plástico – 11 películas y series con marionetas subversivas

La última incorporación a un subgénero tan improbable como los títeres punk es ¿Quién está matando a los moñecos?, comedia clasificada R y protagonizada por Melissa McCarthy. La propuesta juega con el supuesto de que quizá sea vista por niños por equivocación, que en el fondo es el objetivo de las gamberradas que revisamos en este artículo: romper la ingenuidad de nuestro niño interior inyectando sexo, violencia y palabrotas en inocentes marionetas.

Explorar la senda de las marionetas en la cultura del entretenimiento es remontarnos al antiguo Egipto, los asirios, el Japón del bunraku y la Edad Media en Europa. No hace falta entrar en detalles para darnos cuenta de que estos artefactos animados por mentes que proyectan sus personalidades a través de inertes caras de cartón y felpa se han asociado a la etapa infantil de forma paralela a su función principal: entretener a adultos y ser herramientas para la sátira.




La larga tradición de los clásicos títeres de cachiporra es política y suele ser, además, bastante violenta, como buena proyección de las ansiedades populares en contra de la opresión. Por ello, la imagen del muppet, la marioneta en programa infantil que relacionamos con Barrio sésamo (1969-) o El show de los Teleñecos (1976-1981) tiene un legado largo, rico y, en ocasiones inquietante, de títeres en el cine y la televisión. La idea de que estas películas y series están dirigidas a niños es una distorsión de los callejones sin salida de los recuerdos cauterizados puesto que muchas están hechas con el público adulto en mente.

Lo curioso es que cuando el propio Jim Henson y el canal ABC comenzaron a desarrollar lo que se convertiría en El Show de los teleñecos creó dos pilotos. Uno The Muppets Valentine Show (1974) y el segundo, The Muppet Show: Sex and Violence (1975). El primero era bastante diferente de lo que se convertiría el programa, pero Sex and Violence ya tenía muchos esquejos familiares a los que luego veríamos. Lo que llama la atención es el título, que no ofrecía precisamente lo que señala pero sí que parodiaba la creciente cantidad de violencia y sexo en la televisión. Los setenta, claro. Lo importante es que estaba lejos de ser un programa infantil.

Algo que, en realidad, no ha sido extraño en la carrera de Henson, cuya oscura etapa expansiva de los ochenta incluyó no pocos ejemplos de un uso más bien perturbador de sus marionetas, como demuestran las extrañas muertes de Cristal Oscuro (1982), el surrealismo sombrío de Dentro del Laberinto (1986), la oscuridad de toda El cuentacuentos (1988), o el sustrato de trauma de abuso sexual infantil de Dreamchild (1985), entre otros ejemplos que veremos más adelante. Incluso se puede citar un episodio de The Jim Henson Hour (1989-) llamado Dog City (1992) que se adelanta a ¿Quién está matando a los moñecos? en su parodia del cine negro. Desligando pues, el origen del formato al entretenimiento infantil, pasemos a rescatar los desmanes más sediciosos protagonizados por muñecos de felpa y plástico.

Sad Bride (1967)

Un dragón escupefuego rescata a una «prometida triste» porque tiene que preparar una cena a su novio pero no sabe cocinar, ni siquiera sabe hervir el agua. Bien, quizá este tipo de transgresión con marionetas no es el más esperable de Jim Henson, pero lo cierto es que este anuncio de noodles precocinados utiliza el típico estereotipo del ama de casa necesitada de ayuda que tanta publicidad radioactiva ha dejado como evidencia del patriarcado del siglo XX. Por ello, aunque tenga a Kelly Wood, una actriz de marionetas de Barrio Sésamo, un simpático dragón gigante y sea más bien ingenuo y tontorrón, es una pequeña muestra del contraste bizarro que puede tener el colocar a un personaje fantástico en un traje de rasgos rudimentarios y temas adultos problemáticos.

Let My Puppets Come (1976)

Casi inevitable, en plena década de esplendor del porno, es raro no encontrar una versión de muppets practicando sexo. No fue otro que Gerard Damiano, el director de Garganta profunda (1972), el encargado de transportar las dinámicas de sus exitosas películas underground, totalmente dirigidas al público adulto sin concesiones, al mundo de los muñecos de trapo. El juego de palabras del título no engaña, Let My Puppets Come, ponía a los títeres en algunos papeles sexualmente explícitos de una trama sobre una productora que intenta recaudar dinero haciendo una película porno barata con la mafia metida de por medio. Más que excitante, resulta perturbador que los miembros del reparto humano simular sexo con muñecos de trapo animados. Entre los valientes se encontraban Al Goldstein, y la modelo Viju Krem.

Saturday Night Live (1977-79)

 

La innovadora primera temporada del mítico programa de NBC, aun dictando las tendencias de la comedia en la actualidad, también intentó que los Teleñecos funcionaran para el público adulto. Henson creó específicamente a un nuevo grupo de personajes, como el rey Ploobis y su leal súbdito Scred, su hijo hippie Wiss y una lúgubre deidad de piedra. Viven en la tierra mística de Gorch y como en el humor del programa se trataban temas de sexo y drogas, incluso alguno de ellos le proponía echar un polvo a Raquel Welch sin muchas sutilezas. Pero a los guionistas no les hacía demasiada gracia escribir para las marionetas semanalmente, por lo que su tiempo se fue reduciendo durante la segunda temporada, hasta quedar en escasas apariciones como bromas recurrentes. El diseño de Scred, por cierto, parece un ensayo general para los Skeksis de Cristal Oscuro.

Spitting Image (1984-1996)

Aunque en España tuvimos contacto con las marionetas satíricas en Las noticias del guiñol (1995-2008) en Canal +, la mofa utilizando recreaciones de políticos y personalidades de goma tuvo una versión mucho más salvaje y despiadada en la británica Spitting Image. Anterior a la americana D.C. Follies (1987-1989), no tenía miedo en usar caricaturas grotescas de los nombres más importantes de la política, la fama y la realeza, de Ronald Reagan a Margaret Thatcher e incluso la propia Reina o el Papa. Los títeres fueron creados por el dúo Peter Fluck y Roger Law, quienes nunca habían trabajado en televisión y solo habían elaborado esculturas de caricatura para medios impresos. Estuvo a punto de ser cancelada nada más empezar, pero Rob Grant y Doug Naylor recogieron el testigo de los guiones y lograron convertirla en una de las comedias más longevas de Gran Bretaña.

El delirante mundo de los Feebles (1989)

Mucho tiempo antes de que Peter Jackson se convirtiera en un escultor de efectos visuales mastodónticos con duración medida en jornadas, con la trilogía de El Señor de los Anillos (2001-2003) y King Kong como avales, era un director de cine gonzo en Nueva Zelanda, dentro del circuito del terror low cost y el gore. Aunque el mayor culto se lo llevaron Mal gusto (1987) y Braindead (1992), la película más retorcida y cáustica de su primera etapa fue este híbrido de comedia negra y musical oscuro.

Jackson no se escondía y apuntaba directamente a los Teleñecos de Jim Henson, desarrollando una historia tras las bambalinas de un espectáculo de variedades protagonizado por personajes animales ligeramente antropomórficos como la hipopótamo Heidi, ingenua cantante atrapada en un extraño triángulo de amor con una morsa y una gata, lo que le lleva a un frenesí asesino totalmente pasado de vueltas. La morsa es, además una sangrante representación del productor-depredador sexual, visionaria en la radiografía de los muchos Weinstein del mundo del espectáculo. Dentro, algunas subhistorias con conejos drogadictos que protagonizan porno y cogen venéreas mortales, lagartos con traumas de vietnam como los de El cazador (1978), moscas paparazzi que no pueden resistirse a un buen revolcón de heces y hasta números musicales sobre los gozos de la sodomía.

Marquis (1989)

La figura del Marqués de Sade, que ha sido utilizada libremente como materia prima de creación de muchos personajes cinematográficos y biopics apócrifos o reales, es la base para esta interpretación de su vida con actores con máscaras y una marioneta de… un pene. Se adelanta a la incorrección surrealista de Bojack Horseman (2014-) al estar protagonizada por animales, lo que para una especie de biografía histórica ya resultaba raro, pero las situaciones extrañas durante la película son aún más chocantes. Desde los diálogos del Marqués con su polla, con ojos y cerebro, a la representación de curas depravados, Marquis lleva la provocación conceptual hasta el final, para dibujar al personaje como una voz perversa de la insurgencia contra la corrupción gubernamental y el libertinaje de la Iglesia. Disparatada y grotesca, no sorprende estando detrás Roland Topor.

Super Adventure Team (1998)

En plena era de producción de contenido propio de la MTV surgieron una buena cantidad de series de animación subversiva relacionadas con el rock, la contracultura popular y la mofa de los famosos. El añorado Celebrity Death Match (1998-2007) no era más que una simplificación dinámica y violenta de los guiñoles, dirigido a un público joven, pero también hubo algún intento de crear ficción con las mismas técnicas. Super Adventure Team no tuvo la oportunidad de desarrollarse, tan solo se emitieron algunos episodios y nunca en un horario fijo predeterminado, que era el hábito de MTV en ese momento. La premisa era una cruel parodia de la serie Thunderbirds  (1964-1966) del titiritero británico Gerry Anderson: aventuras de héroes espaciales con marionetas de látex involuntariamente inquietantes. Super Adventure Team inyectaba dosis de sexo y culebrón lleno de humor negro, puesto que el equipo siempre estaba corrompido por celos, puñaladas en la espalda y dinámicas propias de Melrose Place (1992-1999). El sarcasmo propio de la Generación X iba siendo un poco anticuado para finales de los noventa y no duró más allá del sexto episodio.

Puppets Who Kill (2002 -2006)

Siguiendo el éxito de series similares como Greg The Bunny (2002), Comedy Network de Canadá convirtió a un puñado de peluches de aspecto inocente en homicidas convictos con pasados sórdidos y los metió en centro de rehabilitación para solaz del público adulto con un sentido del humor más oscuro y retorcido de lo usual. En cada episodio, un trabajador social humano les aconsejaba y trataba de guiar por el buen camino sin poder hacer nada para evitar verse siempre metido en medio de sus crímenes. La panda de títeres incluía un perro llamado Rocco que sufría de violentos cambios de humor, la muñeca antiestress Cuddles que tenía tendencias pasivo-agresivas, un oso de peluche llamado Buttons que se folla cualquier cosa que se menea y Bill, un muñeco de ventrílocuo psicópata. Desviaciones sexuales, asesinatos a sangre fría, enfermeras de banco de esperma, monjas prostitutas o lesbianas celosas eran parte del día a día del menú de sus únicos 13 episodios.

Team America: La policía del mundo (2004)

Junto con la obra de Jackson, probablemente la más famosa de las sátiras de marionetas llevadas al cine. Trey Parker y Matt Stone, tuvieron la misma idea que Adventure Team de reírse de Thunderbirds, pero añadieron el punto de parodia del cine de acción de Jerry Bruckheimer, en pleno periodo de la era Bush, usando marionetas que forman un escuadrón de élite de cazadores de terroristas como una “policía del mundo” que se encuentra con el rechazo de celebridades progres como Alec Baldwin, Michael Moore y Matt Damon y se meten en problemas con el mismísimo dictador Kim Jong-il. Grandes secuencias de acción y números musicales que se reían de las bandas sonoras de películas del género con canciones pop-country. Por supuesto, para ser estrenada en cines tuvieron que cortar bastantes momentos, como la infame escena de sexo entre muñecos recuperada en la versión unrated. Como es habitual Parker y Stone se ríen de todo y de todos, proponiendo una postura política tan criticada como desprejuiciada y más ácida que la mayoría.

Live Freaky! Die Freaky! (2006)

Un pequeño experimento independiente que utiliza el culto de Charles Manson y sus crímenes como escaparate de todo tipo de barbaridades. Siempre dirigida a ofrecer mal gusto ofensivo al estilo South Park (1997-), pero traspasando alguna barrera más. Vemos a Manson fornicando con su seguidora Susan Hatkins, rituales satánicos, y mucha sangre, que además se acompaña por una estética de colores muy definidos y ocasionales recursos de cine de terror. Es fácil que la cosa canse pero su concepción de musical bañado en tripas y ácido la hacen única. Además es un escaparate de estrellas del punk-rock haciendo las voces. Billie Joe Armstrong, el cantante de Green Day, es Manson, Davey Havok de AFI, Travis Barker de Blink 182, Tim Armstrong y Lars Frederiksen de Rancid, Sean Yseult de White Zombie y los hermanos Benji y Joel Madden de Good Charlotte.

¿Quién está matando a los moñecos? (2018)

El hijo de Jim, Brian Henson,  trata de completar la inacabable tarea de su padre de adaptar las mitologías de los teleñecos a los parámetros del cine adulto con una historia de detectives arquetípica y pasada de vueltas. Y, si en algo logra diferenciarse de todas las demás intentonas de otros, es que es la única en la que se aprecia una verdadera labor de conexión con el universo Teleñeco. Sabes que los que manejan a estas marionetas entienden el absurdo de unos ojos sin necesidad de movimiento, de un trapo sucio, diseños minimalistas y bocas abiertas de par en par que producen hilaridad. El contraste buscado con barrabasadas como eyaculaciones grotescas, uso de drogas y violencia de algodón y peluche funciona porque los muñecos son muppets de verdad, y hay un elemento de trato con el espectador en la propuesta que se debe aceptar. Su universo paralelo al de los humanos deja detalles como el olvido real fuera de la pantalla de ese arte tradicional, que ellos mismos sabotean desde la amargura del personaje principal.

Puede que el gran problema de ¿Quién está matando a los moñecos? sea su espíritu ingenuo, su propia lógica interna que se exige menos a sí misma que lo que puede hacerlo una sociedad enganchada a series de animación para adultos con otro tipo de humor mucho más cínico y condescendiente. Pero detalles como la cara de Maya Rudolph recordando el color del pelo de la entrepierna de un muñeco para resolver un caso, acompañado de un flashback obviamente innecesario, sugiere que los que están haciendo la película se la están tomando mucho menos en serio que algunos espectadores y críticos. Gente más preocupada de evaluar lo inerte de la provocación hoy en día que de abrazar la desprejuiciada fiesta de chistes malos -sean para niños o no- con espíritu adorable. Que es lo que siempre han sido los Teleñecos.

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